Información general
Nota: existe un sumario adicional a su disposición, que trata sobre los Exámenes de detección del cáncer hepatocelular. (Nota: este sumario solo está disponible en inglés.)
Nota: estimado del número de casos nuevos y de defunciones a causa del cáncer del hígado y de los conductos biliares intrahepáticos en los Estados Unidos en 2008:[1]
- Casos nuevos: 21.370.
- Mortalidad: 18.410.
Nota: algunas citas en el texto de esta sección vienen seguidas de un grado de comprobación científica. El Consejo de Redacción del PDQ usa un sistema de clasificación formal para ayudar al lector a juzgar la solidez de las pruebas relacionadas con los resultados observados en una estrategia terapéutica. (Para mayor información, ver el sumario del PDQ sobre
los Grados de comprobación científica.)
El carcinoma hepatocelular es un tumor relativamente poco común en los Estados
Unidos, aunque su incidencia va en aumento, sobre todo en lo que concierne a la
propagación de la infección de la hepatitis C.[2] Es el cáncer más
común en algunas partes del mundo, con más de un millón de casos diagnosticados cada año. El carcinoma hepatocellular es potencialmente
curable con resección quirúrgica, es el tratamiento preferido
para un porcentaje muy pequeño de pacientes con enfermedad localizada.[3] El
pronóstico depende del grado de reemplazo del tumor local y de la extensión del
daño a la función hepática. La terapia, a parte de la resección quirúrgica se
administra mejor cuando forma parte de un ensayo clínico. Dichos ensayos evalúan la
eficacia de la quimioterapia sistémica o de infusión, de ligadura o embolización
de la arteria hepática, inyección percutánea de etanol, ablación de
radiofrecuencia y anticuerpos marcados con isótopos radioactivos a
menudo en conjunción con resección quirúrgica, radioterapia o ambas. Se ha
informado de remisiones largas en algunos estudios que emplean estos enfoques.[3] Un número reducido de pacientes podría resultar adecuado para recibir un trasplante de hígado, pero dada la escasa disponibilidad de hígados para el trasplante, este enfoque se encuentra restringido.[4] El carcinoma hepatocelular puede coexistir con el cáncer de conductos biliares
(colangiocarcinoma).[5]
Factores de riesgo
El carcinoma hepatocelular está relacionado con cirrosis en 50% a 80% de los
pacientes, 5% de los pacientes cirróticos eventualmente desarrollan cáncer
hepatocelular, que a menudo es multifocal.
La infección por hepatitis B [3,6] y la infección por hepatitis C [7] parecen ser
las causas más significativas de carcinoma hepatocelular a través del mundo,
particularmente en pacientes de antigenemia continua y en aquellos
que tienen hepatitis crónica activa. En una de las series se descubrió que los
pacientes masculinos con más de 50 años de edad, con ambas infecciones, hepatitis
B y C, podrían correr un riesgo particularmente alto de cánceres hepatocelulares.[8][Grado de comprobación: 3iiiDiv] Existen pruebas de que los pacientes con infección de
ambos tipos de hepatitis B y C, que consumen más de 80 gramos de alcohol por día,
tienen un riesgo más alto de desarrollar cáncer (cociente de posibilidades [CP] = 7,3) cuando
se les compara con pacientes que se abstienen de tomar alcohol.[9] Además, tener
un pariente cercano con hepatitis B más carcinoma hepatocelular, se relaciona con
un aumento del riesgo (CP = 2,41) en aquellos familiares
portadores de hepatitis B.[10]
También se ha visto implicada la aflatoxina como factor importante en la
etiología del cáncer primario del hígado en aquellas partes del mundo donde esta
micotoxina se encuentra en grandes cantidades en los alimentos ingeridos.[6,11]
Los trabajadores que estuvieron expuestos al polvo de cloruro de vinilo antes de que se
establecieran controles para este, desarrollaron sarcomas
hepáticos, generalmente angiosarcomas. También se presentan otros sarcomas de
origen vascular y muscular liso.
Los síntomas primarios son aquellos que se presentan
en forma de una masa hepática. En aquellos pacientes con enfermedad cirrótica
subyacente, un aumento progresivo de fetoproteína α (AFP, por sus siglas en inglés) o
de fosfatasa alcalina, o un deterioro rápido de la función hepática pueden ser el
único indicio de la presencia del neoplasma. Los pacientes con esta enfermedad
rara vez presentan policitemia, hipoglucemia, hipercalcemia o disfibrinogenemia. (Para mayor información sobre la Hipercalcemia, consultar el sumario del PDQ del mismo nombre.)
Factores pronósticos
El marcador biológico AFP, es útil para el diagnóstico de este neoplasma. Por
medio de una técnica de radioinmunoanálisis, 50% a 70% de los pacientes en los
Estados Unidos que tienen carcinoma hepatocelular tienen concentraciones elevadas de AFP.
Sin embargo, los pacientes con otras malignidades (carcinoma de células
germinales y, rara vez, carcinoma pancreático y gástrico) también presentan
concentraciones séricas elevadas de esta proteína. Se ha mostrado que las concentraciones de AFP en estudios como el
RTOG-8301 tienen importancia pronóstica, siendo la supervivencia media de los pacientes
negativos para AFP significativamente mayor que la de pacientes positivos a la AFP.[12,13]
Otras variables que sirven de pronóstico son el estado de rendimiento, las
funciones hepáticas,[14] la presencia o ausencia de cirrosis y su gravedad con
relación a la clasificación Child-Pugh.[15]
Los pacientes en lista para ser sometidos a una posible resección, requieren de
una evaluación preoperatoria con angiografía junto a una tomografía axial computarizada(
TC) helicoide o imágenes por resonancia magnética( IRM), con angiografía de
resonancia magnética; estas exploraciones han evitado la necesidad de llevar a
cabo angiografías en la mayoría de los pacientes. La información sobre la
anatomía arterial es útil para el cirujano que lleva a cabo la operación y puede
excluir a algunos pacientes de ser tomados en cuenta para la resección. La presencia de un tumor trombi en las venas hepáticas, vena cava inferior o la vena portal, pude alterar de forma significativa el enfoque de tratamiento. Las
exploraciones dinámicas de TC y de IRM pueden documentar la relación del tumor
con las venas portales y hepáticas (y, en ocasiones, la complicación de estas
estructuras), delineando los tumores para los cuales las posibilidades de
curación quirúrgica son remotas.[16]La evaluación laparoscópica podría detectar
enfermedad metastásica, enfermedad bilobar o remanentes hepáticos inadecuados, y
por lo tanto, obviar la necesidad de practicar una cirugía de exploración
abierta.[17]
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