Los partidos políticos son organizaciones de
carácter voluntario que establecen un vínculo entre
la población y su gobierno. Los partidos reclutan
candidatos, hacen campaña con miras a que éstos sean
elegidos para cargos públicos y movilizan a la gente para
que participe en la selección de los dirigentes del
gobierno.
El partido de la mayoría (o el que ha sido elegido para
ocupar los cargos del gobierno) trata de promulgar como leyes una
serie de políticas y programas diferentes. Los partidos de
la oposición están en libertad de criticar las ideas
políticas del partido de la mayoría y ofrecer sus
propias propuestas.
Los partidos políticos son un medio para que los
ciudadanos exijan que los funcionarios elegidos del partido rindan
cuentas de sus actos en el gobierno.
Los partidos políticos democráticos tienen fe en
los principios de la democracia, por lo cual reconocen y respetan
la autoridad del gobierno elegido, aun cuando sus propios
líderes no estén en el poder.
Como en cualquier democracia, los miembros de los distintos
partidos políticos reflejan la diversidad de las culturas de
las que han surgido. Algunos son pequeños y se erigen en
torno de un conjunto de creencias políticas. Otros se
organizan de acuerdo a intereses económicos o por una
historia en común. Los hay también que son alianzas
informales de ciudadanos diferentes que quizá sólo se
congregan a la hora de las elecciones.
Todos los partidos políticos democráticos, tanto
si son movimientos pequeños como si son grandes coaliciones
nacionales, comparten los valores del compromiso y la tolerancia.
Ellos saben que sólo a través de las grandes alianzas
y la cooperación con otros partidos y organizaciones
políticas pueden proveer el liderazgo y la visión
colectiva que les ganarán el apoyo de los ciudadanos de la
nación.
Los partidos democráticos reconocen que los puntos de
vista políticos son inestables y cambiantes, y que el
consenso a menudo puede surgir del choque de ideas y valores en un
debate público pacífico y libre.
El concepto de la oposición leal es esencial para
cualquier democracia. Significa que todos los bandos del debate
político -por muy profundas que sean sus diferencias-
comparten los valores democráticos esenciales de la libertad
de expresión y de credo, y la igualdad en la
protección de la ley. Los partidos que pierden en la
elección asumen el papel de oposición, confiados de
que el sistema político seguirá protegiendo su
derecho de organizarse y expresar sus ideas. A su tiempo, su
partido tendrá oportunidad de contender de nuevo por sus
ideas y por ganar los votos de los ciudadanos.
En una democracia, la contienda entre partidos
políticos no es una lucha por la supervivencia, sino una
competencia para servir a la población.