A primera vista, los principios del gobierno de la
mayoría y la protección de los derechos del individuo
y de las minorías pueden parecer contradictorios. Sin
embargo, el hecho es que esos principios son las columnas gemelas
que sostienen el fundamento mismo de lo que entendemos por un
gobierno democrático.
El gobierno de la mayoría es un medio para organizar al
gobierno y decidir los asuntos públicos; no es un camino
más hacia la opresión. Así como ningún
grupo autodesignado tiene derecho de oprimir a otros, tampoco una
mayoría, ni siquiera en una democracia, debe privar de sus
derechos básicos y libertades a un individuo o a un grupo
minoritario.
Las minorías, ya sea por causa del origen
étnico, las creencias religiosas, la ubicación
geográfica, el nivel de ingresos o el simple hecho de haber
perdido las elecciones o el debate político, gozan de
derechos humanos básicos garantizados que ninguna
mayoría y ningún gobierno, elegidos o no, les pueden
quitar.
Es necesario que las minorías confíen en que sus
derechos y su identidad serán protegidos por el gobierno.
Una vez que esto se logra, estos grupos pueden participar en las
instituciones democráticas del país y colaborar con
ellas.
Entre los derechos humanos básicos que todo gobierno
democrático debe proteger figuran la libertad de palabra y
expresión, la libertad religiosa y de creencias, el proceso
judicial imparcial y la igualdad en la protección de la ley,
así como también la libertad de organizarse, hablar,
disentir y participar plenamente en la vida pública de su
sociedad.
Las democracias entienden que una de sus principales tareas es
proteger los derechos de las minorías para preservar la
identidad cultural, las prácticas sociales, la conciencia
individual y las actividades religiosas.
Lograr que los grupos étnicos y culturales que parecen
extraños, o tal vez ajenos, a la mayoría sean
aceptados es quizá uno de los más grandes
desafíos que un gobierno democrático puede encarar.
Pero las democracias reconocen que la diversidad puede ser una
enorme ventaja. Ellas no interpretan esas diferencias de identidad,
cultura y valores como una amenaza, sino como un reto que las puede
fortalecer y enriquecer.
No puede haber una respuesta única en cuanto a la forma
de resolver las diferencias en los puntos de vista y los valores de
grupos minoritarios. Sólo se sabe con certeza que no es sino
a través del proceso democrático de tolerancia,
debate y voluntad de avenimiento como las sociedades libres pueden
llegar a acuerdos congruentes, de acuerdo con las dos columnas
gemelas del gobierno de la mayoría y los derechos de la
minoría.
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