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15 septiembre 2008

Teatro mediático e información

Gabriel Weimannn

 
Al-Qaeda transmite a través de su propia emisora, La Voz del Califato
Al-Qaeda transmite a través de su propia emisora, La Voz del Califato.

Gabriel Weimann, Phd, es profesor de comunicaciones en la Universidad de Haifa, en Israel, y en la Escuela de Estudios Internacionales de la American University, en Washington, D.C. Este trabajo se basa en su próximo estudio, titulado The Psychology of Mass-Mediated Terrorism, patrocinado por el Instituto de la Paz de Estados Unidos, del que ha sido miembro investigador.

Cuando se dice “terrorismo” en una sociedad democrática, se dice también “medios de comunicación”. Porque el terrorismo, por su naturaleza, es un arma psicológica que depende de transmitir una amenaza a una sociedad más amplia. Es, en esencia, la razón por la cual el terrorismo y los medios tienen una relación simbiótica.

—Paul Wilkinson 1

La psicología del terrorismo

Desde sus primeros días, el terrorismo ha implicado un aspecto relacionado con la psicología de masas: la palabra “terror” proviene del vocablo latino “terrere,” que significa “asustar o intimidar”. Durante la Revolución Francesa de 1793 el Reino del Terror resultó en la ejecución de 17.000 personas, todas llevadas a cabo ante grandes públicos y acompañadas de publicidad sensacional, propagando el temor que se perseguía, entre los ciudadanos que tuvieran la temeridad de objetar la situación vigente.

El terrorismo moderno puede ser comprendido en términos de los mismos requerimientos de producción que tiene cualquier empresa teatral: atención minuciosa a la preparación del texto, selección del reparto, escenarios, decorados, accesorios, apuntalamientos, actuación y administración escénica minuto a minuto. Y exactamente igual como en obras teatrales o espectáculos de ballet atractivos, la orientación mediática de la actividad terrorista requiere cuidadosa atención en el detalle para que sea efectiva. La víctima es, después de todo, sólo “la piel del tambor que se golpea para lograr un impacto calculado en una audiencia más amplia” 2

En paralelo con el crecimiento de las oportunidades impulsadas por la tecnología, está el esfuerzo de los terroristas mismos para afilar sus destrezas de comunicación. Como lo declaró uno de los terroristas que orquestaron el ataque contra los atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich:

“Sabemos que el deporte es la religión moderna del mundo occidental, que la gente de Inglaterra y Estados Unidos cambiaría sus televisores de cualquier programa sobre las demandas palestinas, si hubiera un evento deportivo en otro canal. De modo que decidimos aprovechar los Juegos Olímpicos, la ceremonia más sagrada de esta religión, para hacer que el mundo nos prestara atención. Ofrecimos sacrificios humanos a vuestros dioses del deporte y la televisión. Y ellos respondieron a nuestras plegarias”. 3

 

La representación más poderosa, violenta y perfectamente coreografiada del moderno “teatro del terror” fue el ataque a Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001. Osama Bin Laden discutió los ataques a las Torres Gemelas, refiriéndose a los terroristas suicidas como “vanguardias del Islam” y maravillándose por que “esos jóvenes pronunciaran con hechos, en Nueva York y Washington, discursos que opacaron otros discursos pronunciados en cualquier otra parte del mundo. Los discursos los comprenden tanto los árabes como los que no son árabes, incluso los chinos”. 4 Pero para Bin Laden la audiencia más importante que se buscaba como objetivo no era el público norteamericano, sino más bien los habitantes de los países musulmanes. La atención que le confirieron, tanto los medios masivos como los líderes políticos, lo elevó a la categoría de una figura con liderato mundial.

En su estudio del 2003 Brigitte Nacos argumentó que Bin Laden reveló que consideraba el terrorismo, en primer lugar y por encima de todo, como un vehículo para enviar mensajes – “discursos”, según sus palabras – y concluyó que los estadounidenses, en particular, habían oído y reaccionado con el impacto psicológico apropiado a lo que se pretendía con la comunicación del 11 de septiembre. “Allí está Estados Unidos, lleno de temor de norte a sur, de oeste a este”, dijo. “Gracias a Dios por ello”. 5

Al golpear duramente a Estados Unidos, argumenta Nacos, los terroristas asumieron el control de la agenda mundial, a través de los medios de comunicación en masa y cambiaron el tema de discusión, sacándolo de lamentar los miles que fueron asesinados y la exploración mundial de sus propios agravios. Los perpetradores habían logrado, tal vez, su meta mediática más importante: hacerse publicidad a sI mismos, a sus causas, sus agravios y sus demandas.

Los objetivos elegidos para ese acontecimiento eran símbolos de la riqueza, el poderío y el patrimonio estadounidense. De acuerdo con un manual usado en los campamentos de entrenamiento de Al-Qaeda, la publicidad era – y “muy probablemente, todavía lo es” – una consideración predominante. Por lo tanto, a los guerreros de la Jihad se les aconsejaba tomar como objetivos “los puntos sentimentales destacados” como la Estatua de la Libertad en Nueva York, el Big Ben de Londres y la Torre Eiffel en París, dado que su destrucción “generaría intensa publicidad”. 6

Los adelantos de la tecnología de la comunicación inscribieron, en los libros donde se registran las marcas, los acontecimientos del 11 de septiembre como el espectáculo terrorista más visto en la historia.

La producción terrorista

Uno de los teóricos más influyentes del terrorismo moderno fue el brasileño Carlos Marighela, cuyo “Minimanual de la Guerrilla Urbana” se convirtió en un libro mundial de consulta terrorista. Escribió Marighela:

Secuestrar figuras conocidas por sus actividades artísticas, deportivas o de otros tipos que no han expresado ninguna opinión política puede, posiblemente, ofrecer una forma de propaganda favorable a los revolucionarios. Los medios de comunicación masiva modernos, al anunciar simplemente lo que hacen los revolucionarios, son importantes instrumentos de propaganda. La guerra de nervios, o la guerra psicológica, es una técnica de lucha basada en el uso directo o indirecto de los medios de comunicación masiva. Los asaltos a bancos, las emboscadas, la deserción y el desvío de armamento, el rescate de prisioneros, las ejecuciones, los secuestros, el sabotaje, el terrorismo y la guerra de nervios son todos ellos casos pertinentes. Los aviones desviados en pleno vuelo, los barcos y trenes asaltados y tomados por las guerrillas, pueden también haberse llevado a cabo sólo por sus efectos propagandísticos. 7

El surgimiento del terrorismo orientado hacia los medios ha llevado a varios estudiosos a volver a conceptualizar sus estudios: “Como acto simbólico, el terrorismo puede ser analizado en gran medida como otro medio de comunicación, que consiste en cuatro componentes básicos: el transmisor (el terrorista), el receptor que se persigue (el blanco), el mensaje (la bomba, la emboscada) y la realimentación (la reacción de la audiencia tomada como objetivo)”. 8

Ralph Dowling sugirió aplicar el concepto del “género retórico”, argumentando que “los terroristas incurren en formas retóricas recurrentes que fuerzan a los medios a ofrecer el acceso sin el cual el terrorismo no podría alcanzar sus objetivos”. 9

Algunas actividades terroristas se han convertido en lo que J. Bowyer Bell ha llamado “espectaculares terroristas” 10, que pueden ser analizadas mejor como “eventos mediáticos”. Los ataques de Jezbolá a objetivos israelíes, por ejemplo, siempre se filman, lo que lleva a algunos analistas a sugerir que cada unidad terrorista consiste en por lo menos cuatro miembros: el perpetrador, un camarógrafo, un sonidista y un productor.

Es evidente que los terroristas planean sus acciones dándo importante consideración a los medios. Seleccionan objetivos, ubicaciones y horarios de acuerdo con las preferencias de los medios, tratando de satisfacer los criterios de valor noticioso, los horarios mediáticos y las horas de cierre. Confeccionan y preparan ayudas visuales – como películas, segmentos de vídeos de ataques y confesiones “forzadas” de rehenes, entrevistas grabadas y declaraciones de lealtad a los perpetradores de la violencia – en tanto que ofrecen comunicados de prensa y vídeos noticiosos de calidad profesional.

Los terroristas modernos alimentan a los medios, tanto directa como indirectamente, con propaganda disfrazada de material noticioso. Vigilan también la cobertura, examinando minuciosamente los informes de los diversos periodistas y sus organizaciones. La presión de los terroristas sobre los reporteros cobra muchas formas – desde actuar como anfitriones abierta y amistosamente, hasta las amenazas directas, la extorsión e incluso los asesinatos intimidantes.

Finalmente, las organizaciones terroristas operan sus propios medios – desde canales de televisión (Al-Manar, de Jezbolá, y la Voz del Califato, de Al-Qaeda), agencias noticiosas, periódicos y revistas, canales de radio y casetes de vídeo y sonido, hasta, más recientemente, los sitios Web en la Internet.

El nuevo terreno de juego: terrorismo en la Internet

Los terroristas postmodernos sacan partido de los frutos de la mundialización y la tecnología moderna para planear, coordinar y ejecutar sus mortíferas campañas.

Al no estar limitados geográficamente a un territorio en particular, dependiente política o financieramente de un estado en particular, estos terroristas dependen de los equipos avanzados de comunicación, inclusive de Internet, para cumplir su agenda asesina. En 1988 menos de la mitad de las organizaciones designadas por el Departamento de Estado de Estados Unidos como Organizaciones Terroristas Extranjeras mantenían sitios en la Web; para fines de 1999, casi todos estos grupos terroristas tenían presencia en Internet. Hoy, todos los grupos terroristas activos han establecido su presencia en la Internet, y nuestra observación de 1988 al 2007 revela más de 5.000 sitios terroristas en la Web, foros en línea y salas de conversación. 11

El terrorismo e Internet se relacionan de dos maneras. Primero, Internet se ha convertido en un foro, tanto para grupos como para individuos, para difundir mensajes de odio y violencia y comunicarse unos con otros, con quienes les prestan apoyo, y con sus simpatizantes, mientras llevan a cabo una guerra psicológica. Segundo, individuos y grupos han tratado de atacar las redes de computadoras en lo que se ha llegado a conocer como ciberterrorismo o guerra cibernética. A estas alturas, sin embargo, los terroristas usan Internet y se benefician más que al atacarlo.

La comunicación a través de computadoras es ideal para los terroristas: está descentralizada, no está sujeta a control o restricción, no está censurada y permite el acceso libre de cualquiera que lo desee. La típica red de células, divisiones y subgrupos, flojamente unida, de las organizaciones terroristas modernas, encuentra que Internet es, a la vez, ideal y vital para las redes de operaciones inter e intragrupales.

Tres encapuchados aparecen en un vídeo televisado en 2006 ante un estandarte de ETA. ETA es está designado como grupo terrorista
Tres encapuchados aparecen en un vídeo televisado en 2006 ante un estandarte de ETA. ETA está designado como grupo terrorista.

Los sitios en la Web son, sin embargo, sólo uno de los servicios de la Internet que pueden ser secuestrados por los terroristas. Hay muchos otros servicios, tales como el correo electrónico, las salas de conversación, los grupos de correo electrónico, los foros y los tablones de mensajes virtuales.

Muchos de estos sitios en la Web se usan en las campañas psicológicas contra los estados enemigos y sus fuerzas militares. Publican películas horripilantes de rehenes y cautivos ejecutados (a menudo mediante una decapitación primitiva), y personal militar asesinado por francotiradores en el campo de batalla, derribado por misiles que se disparan desde el hombro o volados en sus vehículos con bombas colocadas al borde de los caminos, o a dinamiteros suicidas. Los mensajes, verbales y gráficos, intentan desmoralizar y asustar al enemigo o crear sentimientos de culpabilidad, duda y disensión interna, en tanto que envían un mensaje amenazador a los diferentes gobiernos y sus poblaciones. “No nos importa a quiénes matamos”, dicen. “y ninguno de ustedes puede quedar protegido”. Obtienen su poder de la reacción al temor.

La retórica de la propaganda terrorista

Un elemento común de los sitios terroristas en la Web es la justificación que hacen del empleo de la violencia. Una teoría útil para guiar este análisis ha sido la teoría de la “separación moral del combate”, original de Albert Bandura, aunque no haya sido desarrollada específicamente para los terroristas 12 quienes, como los criminales, tratan de separarse o distanciarse a sí mismos del horripilante empleo de la violencia, mediante los métodos siguientes:

-Desplazar la responsabilidad – Esto involucra distorsionar la relación entre las propias acciones y los efectos de esas acciones, y/o culpar a la víctima o a las circunstancias por las acciones violentas y las muertes de personas inocentes.

-Difusión de la responsabilidad — Esto se hace mediante la división de las áreas en segmentos, en los que cada acción individual, en sí misma, es bastante benigna, pero la suma total es dañina. Las decisiones grupales también pueden usarse para volver difusa la responsabilidad individual de una acción.

-Deshumanizar los objetivos — Cometer violencia contra personas inocentes es más fácil si no se las percibe como semejantes, como seres humanos. Se puede minimizar la brutalidad que se aplica a otros si, en cambio, se concentra la atención en el carácter impersonal de los ataques y el significado simbólico de los objetivos, y si las víctimas son llamadas y consideradas como algo menos que humano – alimañas, perros, etc. Osama Bin Laden, por ejemplo, convierte a los estadounidenses en bestias al llamarlos “gente baja” que perpetra actos a los que “ni el animal más despreciables se animarían a hacerlos”.

-Lenguaje eufemístico — Esto incluye hacer respetable la conducta dañina y reducir la responsabilidad personal refiriéndose a ella en términos impersonales. Por ejemplo, Al-Qaeda siempre se refiere a los acontecimientos del 11 de septiembre como ataques a los símbolos del poderío y el afán de consumo de los estadounidenses, nunca el asesinato de unos 3.000 hombres, mujeres y niños.

-Comparaciones ventajosas — La conducta reprobable se enmascara al compararla con otro comportamiento más dañino. Nuevamente, las muertes de personas inocentes, inclusive niños, en los ataques del 11 de septiembre en tiempo de paz, se comparan con el bombardeo atómico de Estados Unidos contra Japón para acabar la Segunda Guerra Mundial, en el que murieron cientos de miles; cuando Estados Unidos nunca fue el agresor, ni siquiera en la victoria.

-Distorsión de la secuencia de los eventos y atribución de la culpa – Pasar por alto los hechos o distorsionar las consecuencias de una acción violenta contra conciudadanos, alegando que un ataque terrorista fue sólo una acción de represalia o una medida defensiva contra una provocación anterior del enemigo, les permite a los terroristas reducir los sentimientos personales de culpa. Se culpa a la víctima y se acusa a otros de las acciones reprobables, como el caso de de los rehenes secuestrados que son decapitados porque sus gobiernos no cumplieron con las demandas terroristas.

Un análisis de la retórica usada en los sitios terroristas en la Web revela que la separación moral más popular es el “desplazamiento de la responsabilidad”. La violencia se presenta uniformemente como algo necesario para bregar con un enemigo opresor, y todos los asesinatos y la destrucción subsiguientes se atribuyen a otros. Por ejemplo, el agente primario de los guerreros de la Jihad que se involucran en el terrorismo se desplaza hacia Dios, con lo cual se intenta sanear el asesinato y la mutilación, en tanto que se glorifica el “martirio”.

Otra estructura retórica que se encuentra en las páginas terroristas de la Web es el intento de legitimar a cualquier miembro que se oponga a cualquier grupo o círculo gobernante o políticamente influyente, llamándolo combatiente de la libertad, mientras que cualquiera que se expresa contra ellos es “el verdadero terrorista”.

Finalmente, algunos de los sitios de las organizaciones terroristas violentas están repletos de retórica libre de violencia, con mensajes que proclaman el “amor a la paz” y apoyan una solución diplomática. A esta mezcla de imágenes y argumentos se la presenta para que llegue a todas las audiencias disponibles.

El reto por delante

El surgimiento del terrorismo orientado hacia los medios plantea un reto severo para las sociedades democráticas y los valores liberales. La amenaza no se limita a la manipulación de los medios y la guerra psicológica; incluye también el peligro de las restricciones impuestas a la libertad de prensa y expresión por parte de aquellos que tratan de combatir el terrorismo.

¿Cómo deben responder las sociedades democráticas? Es este un tema extremadamente delicado, puesto que para la mayoría la retórica que se disemina se considera protegida por la libertad de prensa consagrada por la Constitución de los Estados Unidos o por leyes similares en otras sociedades occidentales.

Las nuevas tecnologías traen consigo un cambio de paradigmas: facultan a los individuos, por encima de los Estados o sociedades, mediante el libre acceso a la información y la comunicación masiva. La belleza de Internet como medio masivo reside en su naturaleza liberal, libre y libre de regulaciones. ¿Es el uso impropio que se hace de ella uno de los costos inevitables de la democracia? Debemos buscar un compromiso activo que minimice su abuso por parte de los terroristas, en tanto que se mantienen las libertades democráticas.

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente los puntos de vista o políticas del gobierno de Estados Unidos.

Notas al pie

(1) P. Wilkinson, Terrorism Versus Democracy (London: Frank Cass, 2001).

(2) A. Schmid and J. de Graaf, Violence as Communication (Beverly Hills, CA: Sage, 1982).

(3) C. Dobson and R. Paine. The Carlos Complex: A Pattern of Violence (London: Hodder and Stoughton, 1977).

(4) Las citas han sido tomadas de las traducciones de una cinta de video, hechas presumiblemente a mediados de noviembre del 2001 en Afganistán. Están disponibles en http://www.washingtonpost.com/wp-srv/nation/specials.

(5) B. Nacos, “The Terrorist Calculus Behind 9-11: A Model for Future Terrorism?” Studies in Conflict and Terrorism, vol. 26 (2003): pp. 1–16.

(6) Hamza Hendawi, “Terror Manual Advises on Targets.” Available at http://story.news.yahoo.com/news?tmpl=story&u+/ap/20.../afghan_spreading_terror_

(7)C. Marighela, "Minimanual of the Urban Guerrilla," in J. Mallin (ed.), Terror and the Urban Guerrilla (Coral Gables, FL: University of Miami Press, 1971).

(8)P. Karber, "Urban Terrorism: Baseline Data and a Conceptual Framework," Social Science Quarterly, vol. 52 (1971): pp. 527-533.

(9)R.E. Dowling, "Terrorism and the Media: A Rhetorical Genre," Journal of Communication, vol. 56, no. 1 (1986): pp. 12-24.

(10)J.B. Bell, "Terrorist Script and Live-Action Spectaculars," Columbia Journalism Review (May-June 1978): pp. 47-50.

(11)Gabriel Weimann, WWW.Terror.Net: How Modern Terrorism Uses the Internet (special report) (Washington D.C.: United States Institute of Peace, 2004); Gabriel Weimann, Terror on the Internet: The New Arena, The New Challenges (Washington, D.C.: United States Institute of Peace, 2006); Gabriel Weimann, "Virtual Disputes: The Use of the Internet for Terrorist Debates," Studies in Conflict and Terrorism, vol. 29, no. 7 (2006): pp. 623-639.

(12) A. Bandura, "Moral Disengagement in the Perpetration of Inhumanities," Personality and Social Psychology Review (special issue on evil and violence), vol. 3 (1999): pp. 193-209; A. Bandura, "Selective Moral Disengagement in the Exercise of Moral Agency," Journal of Moral Education, vol. 31, no. 2 (2002): pp. 101-119; and A. Bandura, "The Role of Selective Moral Disengagement in Terrorism and Counterterrorism," in F. M. Moghaddam and A. J. Marsella (eds), Understanding Terrorism: Psychological Roots, Consequences and Interventions (Washington, D.C.: American Psychological Association, 2004), pp 121-150. .

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