Estrategia de visitas en el hogar |
La intervención de visitas en el hogar lleva los recursos de la comunidad a los hogares de las familias en situación de riesgo. Durante las visitas en el hogar, el personal de la intervención proporciona información, atención sanitaria, apoyo psicológico y otros servicios que necesiten los participantes para funcionar como padres de una manera más efectiva. Tales programas han contribuido a mejorar la salud materna y el resultado del embarazo, aumentar el empleo y la educación entre los jóvenes padres, disminuir la dependencia de los servicios de bienestar social, mejorar la salud física y mental de los niños, disminuir las lesiones durante la infancia, y reducir la conducta criminal en los jóvenes. Esta estrategia es ideal para aplicarla en familias que esperan su primer hijo o que acaban de tener su primer hijo.
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Prácticas óptimas de intervenciones de visitas en el hogar |
Identifique la población que
desea atender Padres que esperan un hijo y padres por primera vez Los estudios sugieren que las visitas en el hogar surten un mayor efecto cuando se ofrecen en las primeras etapas del proceso de crianza. Por tal razón, la intervención de visitas en el hogar, generalmente se inicia cuando la madre está embarazada y se prolonga durante los primeros años de vida del niño. El dirigirse a padres primerizos parece ser la forma ideal, ya que se supone que los cambios positivos repercutirán en los siguientes embarazos e hijos. Además, las investigaciones señalan que las madres que participan en este tipo de intervención probablemente tendrán menos embarazos no deseados (Olds and Kitzman 1990). Olds y sus colegas (1998) estudiaron los efectos a largo plazo que la intervención de visitas en el hogar en la etapa prenatal y primeros años de vida tiene sobre la conducta antisocial de los niños. Determinaron que los adolescentes cuyas madres habían recibido la visita de enfermeras, manifestaban conductas antisociales en menor grado y presentaban un índice más bajo de consumo de substancias tóxicas en comparación con los adolescentes del grupo de control. El grupo de adolescentes del grupo de estudio también presentó durante los seis meses previos al estudio, menor número de casos de fugas de la casa, de arrestos, de condenas, de violación de libertad condicional, de parejas sexuales en el curso de su vida, fumó menos cigarrillos por día e ingirió menos bebidas alcohólicas. Aronen y Kurkela (1996) obtuvieron resultados similares. Ellos estudiaron los efectos a largo plazo de intervenciones de asesoramiento familiar en el hogar realizadas durante los cinco primeros años de vida del niño. Se realizaron 10 visitas en el hogar durante un año a un grupo de ochenta familias, otro grupo de igual número de familias sirvió como grupo de control. Ambos grupos tenían familias en situación de bajo y alto riesgo. Se evaluó el estado de salud mental de cada niño al cumplir éstos los 15 años de edad. Tanto en los informes suministrados por los padres como por los jóvenes se observó un número significativamente menor de síntomas relacionados con la salud mental de los jóvenes. La asesoría tenía como efecto un mejor estado de salud mental a la edad de 15 años, tanto para los jóvenes de las familias en situación de bajo riesgo como para las de alto riesgo. Familias en
situación de alto riesgo Daro (1993) encontró que las familias con historial de maltrato y abandono infantil respondieron mejor a las intervenciones que incluían visitas en el hogar. Uno de los beneficios más importantes para estas familias fue la asistencia tangible que ofrecieron los profesionales que efectuaban la visita para resolver los problemas de atención y cuidado de los niños, como por ejemplo control de esfínteres y disciplina. Recuerde que, aunque las visitas en el hogar pueden a la larga producir cambios substanciales, es muy difícil que produzcan cambios inmediatos en los problemas ambientales, financieros y psicológicos que deben enfrentar las familias en situación de alto riesgo. Para influir sobre los factores sociales adversos como el desempleo, la pobreza, el consumo de drogas y la desnutrición es necesaria una dedicación a largo plazo. Otros grupos Los jóvenes que abandonan la educación secundaria o presentan una baja participación en la escuela tienen muchas posibilidades de convertirse en padres adolescentes (Manlove 1998). Como ya se mencionó, los padres jóvenes y solteros, por lo general, corren el gran riesgo de desarrollar estilos de crianza que se asocian al desarrollo de la violencia en los jóvenes. Dado que el abandono del régimen escolar, el deficiente desempeño académico y la falta de interés en la escuela, en general, representan factores de riesgo, en sí mismos, para el desarrollo de conductas violentas, este grupo es un candidato perfecto para las visitas en el hogar. También son participantes ideales, en este tipo de intervención, los padres con escaso apoyo social. Estos padres necesitan ayuda para manejar el estrés de la crianza y otros elementos de la vida diaria que producen tensión, como por ejemplo los problemas financieros o conyugales o el desempleo. Genere apoyo en la comunidad
Además de la prevención de los factores de riesgo que inciden en la aparición de la violencia, la intervención de visitas en el hogar probablemente ahorre también el dinero asignado a la comunidad. Los datos en relación con la efectividad del costo de las visitas en el hogar son restringidos y se deberán realizar estudios adicionales (Barnett 1993), sin embargo, algunos análisis de costos han revelado ahorros en los gastos del gobierno, en cuanto a los cupones para alimentos y al Programa de Ayuda Temporal para Familias Necesitadas (anteriormente Programa de Ayuda a Familias con Hijos Dependientes). Establezca objetivos y metas
bien definidos En segundo lugar, quien realiza la visita debe ayudar a cada familia a fijar sus propias metas y objetivos. Esto garantiza un buen equilibrio entre las metas de la intervención y las necesidades de la familia. También contribuirá a que los padres sientan que la intervención les pertenece, ya que trabajarán a favor de algo que consideran importante para su familia. Diseñe la mejor intervención
para sus participantes
Las intervenciones de visitas en el hogar deben también ayudar a los padres a crear redes de apoyo. Los visitadores pueden ayudar a los padres a obtener ayuda, bien sea en el área financiera, con problemas emocionales u otras necesidades si relacionan a los padres con otras organizaciones comunitarias, iglesias, centros de atención médica y otros servicios. Para madres embarazadas y
padres con bebés recién nacidos El estudio arrojó resultados alentadores. En comparación con las de los grupos de control, las mujeres que recibieron la visita de las enfermeras sintieron un mayor apoyo social, tanto de la familia y los amigos como del gobierno y los servicios de la comunidad. Además, fumaron menos, ingirieron una mejor dieta y padecieron menos infecciones renales durante el embarazo. Hasta la edad de 2 años, los niños nacidos de estas mujeres fueron 80% menos propensos a ser identificados como víctimas de maltrato o abandono infantil y se les atendió 56% menos veces en las salas de emergencia de los hospitales. A los cuatro años del primer nacimiento, las mujeres en el grupo de la intervención presentaron 42% menos embarazos adicionales y su participación en la fuerza laboral fue de un 84% más alta que la del grupo de control. El gobierno recuperó el costo de esta intervención antes de que los niños cumplieran cuatro años (Olds et al. 1993). Un seguimiento del estudio original realizado en Elmira reveló que los resultados positivos perduran (Olds et al. 1997; Olds et al. 1998). Quince años después de la intervención inicial, los datos mostraron una reducción de 90 a 60 meses de dependencia en el Programa de Ayuda a Familias con Niños Dependientes entre las madres solteras de bajos ingresos. El programa de visitas en el hogar también se aplicó nuevamente en Memphis, Tenesí, en una población predominantemente negra. Los resultados, aunque menores en magnitud, fueron similares a los obtenidos en el grupo semi-rural y de mayoría blanca. (Olds et al. 1999; Kitzman et al. 1999). Para familias con evidencia de maltrato o abuso Estudios anteriores sugieren que la incidencia del maltrato infantil aumenta las posibilidades de delincuencia y criminalidad en la edad adulta en 40% (Widom 1992). Un alto porcentaje de delincuentes sexuales juveniles pueden haber sido víctimas de violencia durante su infancia (Feindler and Becker 1994). Los estudios y entrevistas con expertos han determinado que las intervenciones de visitas en el hogar son efectivas para reducir el riesgo de maltrato infantil así como sus consecuencias (Brust, Heins, y Rheinberger 1998; Carnegie Corporation 1994). Wasik y Roberts (1994) realizaron un estudio de 1.904 intervenciones de visitas en el hogar, de las cuales 224 tenían como objetivo central proporcionar servicios para niños maltratados y abandonados y sus familias. Más de las tres cuartas partes de los participantes consideraron tres elementos clave de la visitas en el hogar como de fundamental importancia, mejorar las destrezas para que los padres sepan salir adelante, ampliar las destrezas para la crianza y el apoyo emocional. El control del estrés, desarrollo infantil mejorado y defensa de la familia y el niño fueron también considerados prioritarios por más de la mitad de los participantes. Un programa exitoso de visitas en el hogar orientado a la prevención del maltrato y abandono infantil es Programa para un Inicio Saludable de Hawai, establecido en 1985 como un proyecto de prueba. En la actualidad acoge a más de la mitad de la población en situación de riesgo en Hawai. Este programa emplea las visitas en el hogar para mejorar las destrezas de las familias para manejar las dificultades, promueve las destrezas de crianza positivas, fomenta una saludable interacción padre-hijo y promueve además óptimo desarrollo infantil. Los resultados del proyecto inicial de tres años fueron decisivos: no se presentaron casos de maltrato entre las 241 familias en situación de alto riesgo del proyecto (Breakey and Pratt 1991, 1993). Dicho programa ofrece un enfoque sistemático para la prevención del maltrato infantil entre los bebés y niños de 2-3 años. Este enfoque constituye la base de los programas diseñados mediante el programa de Familias Sanas de los EE.UU. (HFA, siglas en inglés), una sociedad de Prevención del Maltrato Infantil en los EE.UU. (anteriormente Comité Nacional para la Prevención del Maltrato Infantil) y la Casa de Caridad de Ronald McDonald. Aunque cada estado es autónomo en lo que respecta el diseño y puesta en marcha de sus programas HFA, entre los componentes clave se encuentran los siguientes (Daro and Harding 1999): • selección sistemática basada en información de los hospitales para identificar las familias en situación de alto riesgo • visitas en el hogar para proporcionar a la familia servicios de apoyo • planes individuales para servicio continuo basados en las necesidades familiares y el nivel de riesgo • enlace con servicios médicos (por ejemplo, vacunación y controles periódicos) • coordinación y referencia a otros servicios sociales, de asesoramiento y de salud Los resultados indican que este enfoque reduce el maltrato infantil, en cierta medida mejora el ambiente en el hogar, mejora el desarrollo y atención sanitaria del niño y reduce la dependencia de los servicios de asistencia social (Krysik et al. 1997; Norton 1998). En la sección de Recursos adicionales se incluye una lista de contactos HFA por Estado para esta estrategia. Seleccione el personal
adecuado para su intervención Antes de elegir al personal, prepare un esquema de su intervención, en el cual especifique la tarea a desempeñar y las responsabilidades de todos los miembros del personal. Base la contratación, la capacitación y la supervisión en dicho esquema. Asegúrese de emplear personal cuya experiencia y educación se ajuste a las exigencias de su intervención. Por ejemplo, si entre sus objetivos se incluye mejorar la salud de la mujer embarazada y sus hijos, la enfermera será la elección más acertada; por otra parte, si su objetivo es mejorar las destrezas de aprendizaje de los niños en edad preescolar de las familias participantes, puede que necesite personal con experiencia docente. Enfermeras Las enfermeras de los servicios sanitarios parecen estar en capacidad de determinar los problemas y tendencias de la comunidad antes que otro personal sanitario (Bekemeier 1995). Ellas serán la mejor elección como personal de su intervención, en especial si sus participantes son mujeres embarazadas en situación de riesgo. La experiencia que poseen las enfermeras es bien aceptada e incluso deseada por la mayoría de las madres que esperan un hijo, dado que se centran en la salud, primero en la de la madre y luego, en la del bebé. Además, las familias puede que se sientan más cómodas al pedir ayuda a una enfermera que a un profesional del servicio social o a un consejero, puesto que el posible estigma asociado con la ayuda de una enfermera es menor. De hecho, cuando la mujer embarazada solicita ayuda que puede brindar una enfermera se considera un signo de intenciones positivas hacia su salud y la del bebé. Las enfermeras son además visitadoras ideales ya que:
Auxiliares profesionales Para algunas intervenciones, los auxiliares profesionales— consejeros, trabajadores sociales y en particular, voluntarios de la comunidad debidamente capacitados—serán visitadores efectivos. Una intervención ejecutada como una prueba aleatoria controlada en Denver, Colorado, comparó la efectividad de los auxiliares profesionales y de las enfermeras en el mejoramiento de los resultados del embarazo, cuidado infantil y el curso de vida de los padres. En general, las enfermeras aportaron mayor número de efectos beneficiosos y más amplios: mejoramiento de la conducta sanitaria prenatal, mejoramiento de la viabilidad del recién nacido, cuidado infantil más efectivo, mayor desarrollo del lenguaje del niño y disminución de la tasa de embarazos subsiguientes. Sin embargo, los auxiliares profesionales también influyen significativamente El ambiente de los hogares visitados por auxiliares profesionales sevuelve más favorable para el desarrollo infantil (a los 21 meses); la temprana participación post-parto en la fuerza laboral fue alcanzada por mujeres de bajos recursos psicológicos; y se presentó una tasa menor de embarazos subsiguientes. Es necesario realizar más estudios para determinar en qué circunstancias pueden ser más efectivos los auxiliares profesionales capacitados en visitas en el hogar. Los posibles participantes en la investigación pueden colaborar en la identificación del tipo de auxiliar profesional que será mejor aceptado e inspirará mayor confianza en las familias. En ambos casos, es decir, con enfermeras y con auxiliares profesionales, los efectos benéficos de las visitas en el hogar serán atribuibles al modelo particular del programa y a las orientaciones que guíen tales visitas (Olds 1998). Características del personal Las siguientes características son también muy recomendables en los visitadores:
Consideraciones especiales
para los visitadores en el hogar Confidencialidad Visitadores varones Problemas Culturales Capacitación de los miembros
del personal
En la mayoría de los casos, el personal profesional (aquellos con un título de cuatro años de estudios) debe recibir 80 horas de capacitación; los auxiliares profesionales deben recibir 200 horas. Ofrezca oportunidades para las actividades de actuación de manera que el personal pueda practicar nuevas destrezas y formular comentarios. Elabore un manual de capacitación para complementar las actividades de la clase y que sirva como referencia durante la ejecución. Reclute a los participantes
Además, las nuevas madres pueden estar cansadas o deprimidas y puede que no tengan la energía para participar. También pueden considerar que no tienen tiempo para visitas. Ponga en práctica su
intervención Combine la intensidad,
frecuencia y duración de su intervención
con la necesidad de las familias La frecuencia de las visitas puede disminuír en la medida que las familias maduran en la intervención, se vinculan de manera exitosa con los servicios que necesitan y dominan las destrezas y la información establecida en los objetivos de la intervención. Si las reuniones de los grupos de padres forman parte de la intervención, alterne las semanas de visitas en el hogar con las de las reuniones de grupo. Cada visita debe contar con una estructura bien definida y actividades determinadas. Para mantener las actividades por buen camino, concéntrese en las metas a largo plazo. Al final de cada visita, observe el progreso y discuta cómo las próximas actividades reflejarán las expectativas de ambos. Crear un "contrato" con los participantes puede ser útil para determinar lo que debe lograrse en cada visita. Aunque es importante crear una relación cómoda con los participantes, las visitas no deben convertirse en reuniones sociales. Además, el contenido de las visitas no debe decidirse de acuerdo a las crisis. Anime a los participantes a
participar siempre
Apoye al personal de la
intervención Durante la ejecución, proporcione al personal oportunidades sobre la marcha para la capacitación y la discusión en grupo. Mantenga la línea de comunicación abierta de manera que el personal pueda acercarse, en cualquier momento, a los supervisores con sus preocupaciones o preguntas. Los supervisores deben estar pendientes de los signos de fatiga, desaliento y dificultades observados en el personal durante las actividades de ejecución. Haga un seguimiento del
progreso y la calidad
de su intervención
• Haga que el personal lleve un registro de los procedimientos al concluirlos. • Anime a los participantes a comunicar sus preocupaciones (por ejemplo, si consideran que no se satisfacen sus necesidades). • Solicite a los participantes que lleven un registro de actividades (cada tercera visita es suficiente). • Registre las observaciones cualitativas, así como las cuantitativas, pero no exagere pues puede ser un elemento perturbador. • Averigüe—mediante estudios, concentración en grupos o visitas de supervisores—porqué algunas personas abandonan la intervención. Los datos que recopile pueden ayudarle a mejorar su intervención. Los datos de supervisión deben revisarse con frecuencia. Recuerde que ninguna intervención se desarrolla exactamente cómo se planeó. Si los procedimientos o actividades se anuncian como poco efectivos o problemáticos, deberán modificarse o suspenderse (Slaughter- Defoe 1993). Evalúe los cambios Haga que los padres observen los progresos en su conducta, en la de sus hijos y en la interrelación padre-hijo. Los padres pueden evaluar además, su confianza en la crianza y control de los conflictos que se presenten en el hogar. Los visitadores en el hogar, en particular las enfermeras, pueden evaluar el desarrollo y la salud infantil, así como evaluar también los cambios de conducta que observen. Si los niños asisten a la escuela o están en algún programa de cuidado, tanto los educadores como los que atienden a los niños pueden proporcionar información sobre la conducta infantil. Mantenga los resultados
después de la ejecución Anticipe la necesidad de repetir o hacer seguimiento a la intervención. Siga con atención a las familias después de que concluya la intervención inicial, de manera que sea fácil localizarlas. Por ejemplo, enviarles tarjetas de Navidad, del Día de la Madre o del Día del Padre ayuda a mantener las direcciones actualizadas. Al compartir los relatos exitosos con los patrocinadores y con quienes establecen las políticas puede obtener apoyo para las actividades de seguimiento. Vincule la estrategia de
visitas en el hogar con
otras Resumen
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