Imagen: Prácticas óptimas para la prevención de la violencia juvenil
   

Estrategia de visitas en el hogar

 
Visión general de la estrategia
de visitas en el hogar
La conducta violenta y criminal, trastornos mentales, consumo de drogas y bajo rendimiento escolar han sido vinculados a numerosos factores de riesgo infantil, entre los que se incluye el maltrato y el abandono infantil, la pobreza, una relación poco satisfactoria con alguno de los padres o con ambos, salud física y mental delicadas y consumo indebido de drogas o alcohol por parte de los padres (Wolfner y Gelles 1993; Oates et al. 1995; Krysik et al. 1997; Norton 1998). Al eliminar estos factores de riesgo, se puede reducir la aparición de conductas violentas y agresivas en las escuelas y en las comunidades. Las visitas en el hogar es una estrategia efectiva para atacar estos factores.

La intervención de visitas en el hogar lleva los recursos de la comunidad a los hogares de las familias en situación de riesgo. Durante las visitas en el hogar, el personal de la intervención proporciona información, atención sanitaria, apoyo psicológico y otros servicios que necesiten los participantes para funcionar como padres de una manera más efectiva. Tales programas han contribuido a mejorar la salud materna y el resultado del embarazo, aumentar el empleo y la educación entre los jóvenes padres, disminuir la dependencia de los servicios de bienestar social, mejorar la salud física y mental de los niños, disminuir las lesiones durante la infancia, y reducir la conducta criminal en los jóvenes. Esta estrategia es ideal para aplicarla en familias que esperan su primer hijo o que acaban de tener su primer hijo.

 

Prácticas óptimas de intervenciones de visitas en el hogar

 
Aunque es necesario investigar más a fondo para evaluar la efectividad de este tipo de intervención, varios estudios ya han arrojado resultados prometedores, así como técnicas y principios para la planificación y aplicación de estos esfuerzos. Esta sección presenta las prácticas identificadas en dichos estudios, junto con las recomendaciones de los expertos en el área de la prevención de la violencia juvenil.

Identifique la población que desea atender
Numerosos países europeos proporcionan visitas en el hogar a todas las familias, independientemente de la situación de riesgo en que se encuentren. Algunos abogados han manifestado que este servicio también debería estar a disposición de todas las familias en los EE.UU. Sin embargo, la intervención de visitas en el hogar exige muchos recursos y pocas comunidades poseen los insumos financieros y humanos necesarios para realizar un programa efectivo a tal escala. Por lo tanto, es más apropiado dirigirse a grupos específicamente seleccionados para aplicar este tipo de intervención. Una evaluación de las necesidades realizada con información proveniente de la misma comunidad contribuirá en la identificación de las familias que se beneficiarían más con la intervención. Los líderes de la comunidad desempeñan un papel importante en esta decisión, ya que, por lo general, se encuentran en capacidad de dirigir la asignación de los recursos.

Padres que esperan un hijo y padres por primera vez
Los estudios sugieren que las visitas en el hogar surten un mayor efecto cuando se ofrecen en las primeras etapas del proceso de crianza. Por tal razón, la intervención de visitas en el hogar, generalmente se inicia cuando la madre está embarazada y se prolonga durante los primeros años de vida del niño. El dirigirse a padres primerizos parece ser la forma ideal, ya que se supone que los cambios positivos repercutirán en los siguientes embarazos e hijos. Además, las investigaciones señalan que las madres que participan en este tipo de intervención probablemente tendrán menos embarazos no deseados (Olds and Kitzman 1990).

Olds y sus colegas (1998) estudiaron los efectos a largo plazo que la intervención de visitas en el hogar en la etapa prenatal y primeros años de vida tiene sobre la conducta antisocial de los niños. Determinaron que los adolescentes cuyas madres habían recibido la visita de enfermeras, manifestaban conductas antisociales en menor grado y presentaban un índice más bajo de consumo de substancias tóxicas en comparación con los adolescentes del grupo de control. El grupo de adolescentes del grupo de estudio también presentó durante los seis meses previos al estudio, menor número de casos de fugas de la casa, de arrestos, de condenas, de violación de libertad condicional, de parejas sexuales en el curso de su vida, fumó menos cigarrillos por día e ingirió menos bebidas alcohólicas.

Aronen y Kurkela (1996) obtuvieron resultados similares. Ellos estudiaron los efectos a largo plazo de intervenciones de asesoramiento familiar en el hogar realizadas durante los cinco primeros años de vida del niño. Se realizaron 10 visitas en el hogar durante un año a un grupo de ochenta familias, otro grupo de igual número de familias sirvió como grupo de control. Ambos grupos tenían familias en situación de bajo y alto riesgo. Se evaluó el estado de salud mental de cada niño al cumplir éstos los 15 años de edad. Tanto en los informes suministrados por los padres como por los jóvenes se observó un número significativamente menor de síntomas relacionados con la salud mental de los jóvenes. La asesoría tenía como efecto un mejor estado de salud mental a la edad de 15 años, tanto para los jóvenes de las familias en situación de bajo riesgo como para las de alto riesgo.

Familias en situación de alto riesgo
Aunque se han logrado resultados positivos tanto en familias en situación de bajo riesgo como de alto riesgo, las visitas en el hogar parecen beneficiar más a las que se hallan en situación de alto riesgo. Un estudio determinó que las intervenciones de visitas en el hogar arrojan los mejores resultados cuando se centran en padres solteros y padres adolescentes que viven en comunidades con una alta tasa de pobreza (Olds y Kitzman 1990; Olds et al. 1997). Se ha demostrado que las intervenciones orientadas hacia las madres solteras y pobres mejoran el curso de la vida materna, reducen el número de meses en los que la madre depende de la asistencia social y cupones de alimentos, reduce el número de problemas de conducta relacionados con el consumo de alcohol y otras drogas, además de hacer que el número de arrestos disminuya (Olds et al. 1997).

Daro (1993) encontró que las familias con historial de maltrato y abandono infantil respondieron mejor a las intervenciones que incluían visitas en el hogar. Uno de los beneficios más importantes para estas familias fue la asistencia tangible que ofrecieron los profesionales que efectuaban la visita para resolver los problemas de atención y cuidado de los niños, como por ejemplo control de esfínteres y disciplina.

Recuerde que, aunque las visitas en el hogar pueden a la larga producir cambios substanciales, es muy difícil que produzcan cambios inmediatos en los problemas ambientales, financieros y psicológicos que deben enfrentar las familias en situación de alto riesgo. Para influir sobre los factores sociales adversos como el desempleo, la pobreza, el consumo de drogas y la desnutrición es necesaria una dedicación a largo plazo.

Otros grupos
Los jóvenes que abandonan la educación secundaria o presentan una baja participación en la escuela tienen muchas posibilidades de convertirse en padres adolescentes (Manlove 1998). Como ya se mencionó, los padres jóvenes y solteros, por lo general, corren el gran riesgo de desarrollar estilos de crianza que se asocian al desarrollo de la violencia en los jóvenes. Dado que el abandono del régimen escolar, el deficiente desempeño académico y la falta de interés en la escuela, en general, representan factores de riesgo, en sí mismos, para el desarrollo de conductas violentas, este grupo es un candidato perfecto para las visitas en el hogar.

También son participantes ideales, en este tipo de intervención, los padres con escaso apoyo social. Estos padres necesitan ayuda para manejar el estrés de la crianza y otros elementos de la vida diaria que producen tensión, como por ejemplo los problemas financieros o conyugales o el desempleo.

Genere apoyo en la comunidad
Necesitará un gran apoyo por parte de la comunidad—tanto recursos financieros como humanos—para llevar a cabo una intervención de visitas en el hogar. Para convencer a los miembros y líderes de la comunidad de que la intervención bien vale su tiempo y su dinero, muéstreles como la intervención satisfará las necesidades y cumplirá las metas de la comunidad y explíqueles los beneficios a largo plazo que se derivan de una intervención temprana. A continuación se presentan algunos argumentos a favor de una intervención de visitas en el hogar:

  • Ayudar a las futuras madres a abandonar el consumo de drogas o alcohol y a alimentarse de forma balanceada contribuirá a mejorar la salud y el desarrollo de sus bebés.

  • Mejorar el trato entre padres e hijos desde sus inicios ayudará a prevenir el maltrato al aplicar medidas de disciplina.

  • Atender las necesidades físicas y emocionales de los padres aumentará su paciencia y tolerancia, lo cual los capacitará mejor para atender a sus hijos.

Además de la prevención de los factores de riesgo que inciden en la aparición de la violencia, la intervención de visitas en el hogar probablemente ahorre también el dinero asignado a la comunidad. Los datos en relación con la efectividad del costo de las visitas en el hogar son restringidos y se deberán realizar estudios adicionales (Barnett 1993), sin embargo, algunos análisis de costos han revelado ahorros en los gastos del gobierno, en cuanto a los cupones para alimentos y al Programa de Ayuda Temporal para Familias Necesitadas (anteriormente Programa de Ayuda a Familias con Hijos Dependientes).

Establezca objetivos y metas bien definidos
La definición de los objetivos y metas de las visitas en el hogar debe hacerse en dos niveles. En primer lugar, los profesionales deben identificar el resultado deseado de la intervención. Por ejemplo, una meta general pudiera ser la de reducir el número de estudiantes en educación primaria que muestren los primeros signos de advertencia para el desarrollo de una conducta violenta en el futuro, tal como alejarse de los compañeros y bajo rendimiento escolar. En este caso, los objetivos pudieran ser: mejorar la relación entre padres e hijos en aquellas familias con niños en edad preescolar y ayudar a los padres en la elaboración de actividades educativas para preparar mejor a sus hijos para la escuela.

En segundo lugar, quien realiza la visita debe ayudar a cada familia a fijar sus propias metas y objetivos. Esto garantiza un buen equilibrio entre las metas de la intervención y las necesidades de la familia. También contribuirá a que los padres sientan que la intervención les pertenece, ya que trabajarán a favor de algo que consideran importante para su familia.

Diseñe la mejor intervención para sus participantes
Las actividades y material que prepare para las visitas en el hogar dependerán de las características y necesidades de los participantes, los objetivos y metas que usted haya fijado y el grado de experiencia de los visitadores. Por lo general, las intervenciones que tienen éxito en ayudar a las familias en situación de riesgo son intensivas, amplias y flexibles (Wallach 1994). Los principios que aparecen a continuación se aplicarán a todas las intervenciones de visitas en el hogar.

  • Todo componente de la intervención de visitas en el hogar debe estar basado en otros o relacionado con otros; las actividades de visitas en el hogar deben ser sinérgicas.

  • Las visitas en el hogar deben centrarse en la interacción padre-hijo y en la relación entre los padres.

  • Los visitadores deben atender la salud mental y física del niño así como su desarrollo; las actividades deben ser adecuadas para la edad del niño.

  • Se deben enseñar adecuadas técnicas de disciplina y los visitadores deben ser modelos de conducta apropiada.

Las intervenciones de visitas en el hogar deben también ayudar a los padres a crear redes de apoyo. Los visitadores pueden ayudar a los padres a obtener ayuda, bien sea en el área financiera, con problemas emocionales u otras necesidades si relacionan a los padres con otras organizaciones comunitarias, iglesias, centros de atención médica y otros servicios.

Para madres embarazadas y padres con bebés recién nacidos
En una prueba aleatoria realizada en Elmira, New York (una comunidad semi-rural), Olds y Kitzman (1993) demostraron la efectividad de las visitas en el hogar por parte de enfermeras para las adolescentes pobres o solteras en su primer embarazo. Las visitas estaban diseñadas para mejorar la salud de las madres, ayudarlas a desarrollar efectivas destrezas para la crianza y mejorar su situación financiera facilitando la transición a la fuerza laboral después del nacimiento de sus hijos. La meta era la reducción de problemas como resultado de una salud prenatal deficiente, atención y cuidado disfuncional y dificultades financieras ocasionadas por la escasa separación entre un embarazo y otro, falta de educación e inestabilidad laboral.

El estudio arrojó resultados alentadores. En comparación con las de los grupos de control, las mujeres que recibieron la visita de las enfermeras sintieron un mayor apoyo social, tanto de la familia y los amigos como del gobierno y los servicios de la comunidad. Además, fumaron menos, ingirieron una mejor dieta y padecieron menos infecciones renales durante el embarazo. Hasta la edad de 2 años, los niños nacidos de estas mujeres fueron 80% menos propensos a ser identificados como víctimas de maltrato o abandono infantil y se les atendió 56% menos veces en las salas de emergencia de los hospitales. A los cuatro años del primer nacimiento, las mujeres en el grupo de la intervención presentaron 42% menos embarazos adicionales y su participación en la fuerza laboral fue de un 84% más alta que la del grupo de control. El gobierno recuperó el costo de esta intervención antes de que los niños cumplieran cuatro años (Olds et al. 1993).

Un seguimiento del estudio original realizado en Elmira reveló que los resultados positivos perduran (Olds et al. 1997; Olds et al. 1998). Quince años después de la intervención inicial, los datos mostraron una reducción de 90 a 60 meses de dependencia en el Programa de Ayuda a Familias con Niños Dependientes entre las madres solteras de bajos ingresos. El programa de visitas en el hogar también se aplicó nuevamente en Memphis, Tenesí, en una población predominantemente negra. Los resultados, aunque menores en magnitud, fueron similares a los obtenidos en el grupo semi-rural y de mayoría blanca. (Olds et al. 1999; Kitzman et al. 1999).

Para familias con evidencia de maltrato o abuso
Estudios anteriores sugieren que la incidencia del maltrato infantil aumenta las posibilidades de delincuencia y criminalidad en la edad adulta en 40% (Widom 1992). Un alto porcentaje de delincuentes sexuales juveniles pueden haber sido víctimas de violencia durante su infancia (Feindler and Becker 1994). Los estudios y entrevistas con expertos han determinado que las intervenciones de visitas en el hogar son efectivas para reducir el riesgo de maltrato infantil así como sus consecuencias (Brust, Heins, y Rheinberger 1998; Carnegie Corporation 1994).

Wasik y Roberts (1994) realizaron un estudio de 1.904 intervenciones de visitas en el hogar, de las cuales 224 tenían como objetivo central proporcionar servicios para niños maltratados y abandonados y sus familias. Más de las tres cuartas partes de los participantes consideraron tres elementos clave de la visitas en el hogar como de fundamental importancia, mejorar las destrezas para que los padres sepan salir adelante, ampliar las destrezas para la crianza y el apoyo emocional. El control del estrés, desarrollo infantil mejorado y defensa de la familia y el niño fueron también considerados prioritarios por más de la mitad de los participantes.

Un programa exitoso de visitas en el hogar orientado a la prevención del maltrato y abandono infantil es Programa para un Inicio Saludable de Hawai, establecido en 1985 como un proyecto de prueba. En la actualidad acoge a más de la mitad de la población en situación de riesgo en Hawai. Este programa emplea las visitas en el hogar para mejorar las destrezas de las familias para manejar las dificultades, promueve las destrezas de crianza positivas, fomenta una saludable interacción padre-hijo y promueve además óptimo desarrollo infantil. Los resultados del proyecto inicial de tres años fueron decisivos: no se presentaron casos de maltrato entre las 241 familias en situación de alto riesgo del proyecto (Breakey and Pratt 1991, 1993).

Dicho programa ofrece un enfoque sistemático para la prevención del maltrato infantil entre los bebés y niños de 2-3 años. Este enfoque constituye la base de los programas diseñados mediante el programa de Familias Sanas de los EE.UU. (HFA, siglas en inglés), una sociedad de Prevención del Maltrato Infantil en los EE.UU. (anteriormente Comité Nacional para la Prevención del Maltrato Infantil) y la Casa de Caridad de Ronald McDonald. Aunque cada estado es autónomo en lo que respecta el diseño y puesta en marcha de sus programas HFA, entre los componentes clave se encuentran los siguientes (Daro and Harding 1999):

• selección sistemática basada en información de los hospitales para identificar las familias en situación de alto riesgo

• visitas en el hogar para proporcionar a la familia servicios de apoyo

• planes individuales para servicio continuo basados en las necesidades familiares y el nivel de riesgo

• enlace con servicios médicos (por ejemplo, vacunación y controles periódicos)

• coordinación y referencia a otros servicios sociales, de asesoramiento y de salud

Los resultados indican que este enfoque reduce el maltrato infantil, en cierta medida mejora el ambiente en el hogar, mejora el desarrollo y atención sanitaria del niño y reduce la dependencia de los servicios de asistencia social (Krysik et al. 1997; Norton 1998). En la sección de Recursos adicionales se incluye una lista de contactos HFA por Estado para esta estrategia.

Seleccione el personal adecuado para su intervención
Las visitas en el hogar pueden ser realizadas por varios individuos, enfermeras del servicio sanitario o graduadas, trabajadores sociales, auxiliares profesionales, voluntarios, defensores y enlaces. No obstante, para la mayoría de las intervenciones de visitas en el hogar, estará más capacitado para lograr los resultados deseados un profesional de la salud o paramédico especialmente capacitado para hacer esta labor.

Antes de elegir al personal, prepare un esquema de su intervención, en el cual especifique la tarea a desempeñar y las responsabilidades de todos los miembros del personal. Base la contratación, la capacitación y la supervisión en dicho esquema. Asegúrese de emplear personal cuya experiencia y educación se ajuste a las exigencias de su intervención. Por ejemplo, si entre sus objetivos se incluye mejorar la salud de la mujer embarazada y sus hijos, la enfermera será la elección más acertada; por otra parte, si su objetivo es mejorar las destrezas de aprendizaje de los niños en edad preescolar de las familias participantes, puede que necesite personal con experiencia docente.

Enfermeras
Las enfermeras de los servicios sanitarios parecen estar en capacidad de determinar los problemas y tendencias de la comunidad antes que otro personal sanitario (Bekemeier 1995). Ellas serán la mejor elección como personal de su intervención, en especial si sus participantes son mujeres embarazadas en situación de riesgo.

La experiencia que poseen las enfermeras es bien aceptada e incluso deseada por la mayoría de las madres que esperan un hijo, dado que se centran en la salud, primero en la de la madre y luego, en la del bebé. Además, las familias puede que se sientan más cómodas al pedir ayuda a una enfermera que a un profesional del servicio social o a un consejero, puesto que el posible estigma asociado con la ayuda de una enfermera es menor. De hecho, cuando la mujer embarazada solicita ayuda que puede brindar una enfermera se considera un signo de intenciones positivas hacia su salud y la del bebé.

Las enfermeras son además visitadoras ideales ya que:

  • pueden ofrecer asesoría con una gran cantidad de información médica;

  • están capacitadas para enseñar, emplean buena técnica de preguntas, detectan las pistas sutiles, establecen las prioridades y controlan casos;

  • tienen un papel ya aceptado en la vida de la mujer embarazada que puede facilitar la aceptación temprana y la confianza.

Auxiliares profesionales
Para algunas intervenciones, los auxiliares profesionales— consejeros, trabajadores sociales y en particular, voluntarios de la comunidad debidamente capacitados—serán visitadores efectivos. Una intervención ejecutada como una prueba aleatoria controlada en Denver, Colorado, comparó la efectividad de los auxiliares profesionales y de las enfermeras en el mejoramiento de los resultados del embarazo, cuidado infantil y el curso de vida de los padres. En general, las enfermeras aportaron mayor número de efectos beneficiosos y más amplios: mejoramiento de la conducta sanitaria prenatal, mejoramiento de la viabilidad del recién nacido, cuidado infantil más efectivo, mayor desarrollo del lenguaje del niño y disminución de la tasa de embarazos subsiguientes. Sin embargo, los auxiliares profesionales también influyen significativamente El ambiente de los hogares visitados por auxiliares profesionales sevuelve más favorable para el desarrollo infantil (a los 21 meses); la temprana participación post-parto en la fuerza laboral fue alcanzada por mujeres de bajos recursos psicológicos; y se presentó una tasa menor de embarazos subsiguientes.

Es necesario realizar más estudios para determinar en qué circunstancias pueden ser más efectivos los auxiliares profesionales capacitados en visitas en el hogar. Los posibles participantes en la investigación pueden colaborar en la identificación del tipo de auxiliar profesional que será mejor aceptado e inspirará mayor confianza en las familias. En ambos casos, es decir, con enfermeras y con auxiliares profesionales, los efectos benéficos de las visitas en el hogar serán atribuibles al modelo particular del programa y a las orientaciones que guíen tales visitas (Olds 1998).

Características del personal
Ya sea que se utilice enfermeras, auxiliares profesionales u otros, todo el personal debe estar dispuesto a realizar la visita en el hogar cuando sea más conveniente para los participantes. A partir de la reforma del servicio de bienestar social, un mayor número de madres trabajan y pueden estar disponibles sólo los fines de semana o en las noches. El personal debe comprometerse también en el esfuerzo y realizar las visitas en el horario previsto, asistir a cada visita y finalizar la intervención. El éxito de las intervenciones de visitas en el hogar depende del logro de una relación de confianza entre los participantes y los visitadores. El asistir a las citas con retraso o de manera irregular no fomenta la confianza.

Las siguientes características son también muy recomendables en los visitadores:

  • motivación, confianza en sí mismo y buen sentido del humor

  • empatía y mente abierta

  • comprensión de los principios de la crianza y desarrollo infantil

  • sensibilidad hacia las costumbres de cada cultura y temas políticos

  • buenas destrezas comunicativas

  • pensamiento crítico y habilidades para resolución de problemas

  • habilidad para relacionarse con personas de distintos niveles

Consideraciones especiales para los visitadores en el hogar
Puesto que el personal de la intervención irá a los hogares de los participantes y discutirá temas potencialmente delicados, los profesionales deben tomar en cuenta varios factores al seleccionar el personal y al asignarles las familias participantes.

Confidencialidad
Los miembros del personal no podrán realizar visitas en el hogar de miembros de su familia o amigos. Los participantes pueden estar renuentes a compartir detalles de problemas de conducta con personas que conocen (por ejemplo, maltrato infantil, consumo de drogas) o las preocupaciones sobre sus habilidades para la crianza. Todos los visitadores deben firmar un acuerdo de confidencialidad para proteger la privacidad de los participantes. Sin embargo, los profesionales deberían identificar circunstancias de emergencia, en las cuales el visitador puede violar el acuerdo con el fin de ayudar a la familia (en el caso que la salud o seguridad del participante se encuentre amenazada).

Visitadores varones
Evalúe cuidadosamente el contexto y la sensibilidad de los futuros participantes antes de elegir hombres como visitadores. Algunos padres—en especial, los padres solteros—podrían estar dispuestos a participar en una intervención dirigida por un hombre. No obstante, otros padres pueden experimentar un sentido de competencia o incluso hostilidad hacia un visitador hombre. Muchas visitas se efectúan en hogares en los que no hay un padre presente. Las madres solteras pueden sentirse inseguras o incómodas con un visitador hombre. Cuando los participantes no deseen un visitador hombre, trate que éste acompañe al visitador principal en calidad de auxiliar con experiencia especial.

Problemas Culturales
Combinar el bagaje cultural del visitador con el de la familia puede o no puede ser importante. La preferencia de su esperado participante dictará su decisión. Independientemente del bagaje cultural del visitador, él o ella debe manifestar una orientación neutra hacia la raza, origen étnico, religión y otros factores culturales.

Capacitación de los miembros del personal
Es fundamental una capacitación que forme a los miembros del personal para el trabajo de visitas en el hogar, independientemente de su educación y experiencia. Los profesionales determinarán las competencias fundamentales que el personal necesitará para cumplir con las metas y objetivos de la intervención y solicitará al personal proporcionar información sobre sus necesidades de capacitación. El programa de capacitación deberá, por lo menos, cubrir los siguientes puntos: guía para las visitas en el hogar (aquello que deben hacer los visitadores)

  • salud durante el embarazo, transición a la maternidad, y unión y apego padre-hijo

  • signos de riesgo y factores de riesgo de maltrato y abandono infantil

  • desarrollo de una relación de confianza con los participantes

  • establecimiento de metas y solución de desavenencias

  • pasos para crear un ambiente seguro en el hogar para los niños

  • síntomas e información para realizar una referencia en caso de problemas de salud mental, consumo de sustancias tóxicas y violencia doméstica

  • seguridad personal para el visitador

En la mayoría de los casos, el personal profesional (aquellos con un título de cuatro años de estudios) debe recibir 80 horas de capacitación; los auxiliares profesionales deben recibir 200 horas. Ofrezca oportunidades para las actividades de actuación de manera que el personal pueda practicar nuevas destrezas y formular comentarios. Elabore un manual de capacitación para complementar las actividades de la clase y que sirva como referencia durante la ejecución.

Reclute a los participantes
La participación en las intervenciones basadas en el hogar debe ser voluntaria. En un mundo ideal, las familias serían las primeras interesadas en participar en su intervención. Pero, en la realidad, es posible que sea necesario llevar a cabo actividades intensas de extensión para interesar a las familias en su programa. Las familias pueden estar renuentes a participar debido a que:

  • se sienten ofendidas porque se piensa que necesitan ayuda;

  • ven al personal de la intervención como "la clase que manda";

  • temen el descubrimiento de actividades ilícitas;

  • consideran que las visitas constituyen una invasión de su privacidad.

Además, las nuevas madres pueden estar cansadas o deprimidas y puede que no tengan la energía para participar. También pueden considerar que no tienen tiempo para visitas.

Ponga en práctica su intervención
La realización de la intervención de visitas en el hogar representa retos complejos. Los visitadores en el hogar deben atacar una variedad de problemas que varían frecuentemente relacionados con las circunstancias de la familia. En muchos casos, se requiere mucho tiempo para lograr un cambio relativamente pequeño.

Combine la intensidad, frecuencia y duración de su intervención con la necesidad de las familias
La duración de la intervención, frecuencia de las visitas y duración de cada una son factores que dependerán de las necesidades de las familias y las metas fijadas para su esfuerzo (Brust, Heins, y Rheinberger 1998; Powell 1993). En promedio, la intervención de visitas en el hogar dura aproximádamente un año; los programas intensivos pueden durar de tres a cinco años. Por lo general, las visitas en el hogar se producen semanalmente. Las visitas mensuales representan el mínimo necesario para las familias con bebés y niños muy pequeños; para familias con niños mayores, las visitas trimestrales podrían ser adecuadas, si la intervención incorpora otras formas de apoyo de la comunidad. La mayoría de las visitas duran entre 30 minutos y una hora, pero pueden ser más largas (Wasik y Roberts 1994).

La frecuencia de las visitas puede disminuír en la medida que las familias maduran en la intervención, se vinculan de manera exitosa con los servicios que necesitan y dominan las destrezas y la información establecida en los objetivos de la intervención. Si las reuniones de los grupos de padres forman parte de la intervención, alterne las semanas de visitas en el hogar con las de las reuniones de grupo.

Cada visita debe contar con una estructura bien definida y actividades determinadas. Para mantener las actividades por buen camino, concéntrese en las metas a largo plazo. Al final de cada visita, observe el progreso y discuta cómo las próximas actividades reflejarán las expectativas de ambos. Crear un "contrato" con los participantes puede ser útil para determinar lo que debe lograrse en cada visita. Aunque es importante crear una relación cómoda con los participantes, las visitas no deben convertirse en reuniones sociales. Además, el contenido de las visitas no debe decidirse de acuerdo a las crisis.

Anime a los participantes a participar siempre
Por lo general, los participantes en las intervenciones de visitas en el hogar terminan por retirarse. Puede que se sientan desanimados al ver que los cambios se producen tan lentamente o pueden llegar a creer que ya no necesitan los servicios que ofrecen las visitas en el hogar (Olds y Kitzman 1993). Es necesario que los visitadores mantengan a los participantes comprometidos con la intervención. Los siguientes consejos pueden ser útiles:

  • Sea flexible. Equilibre la necesidad de seguir la guía con los objetivos de la familia y las circunstancias.

  • Resuelva las diferencias inmediatamente. Escuche con atención las preocupaciones de los participantes y respete sus puntos de vista.

  • Proporcione una respuesta que capacite. Busque oportunidades para reforzar la conducta positiva de los padres, en particular, en lo que respecta a los lazos con el recién nacido o la respuesta a las señales del bebé.

  • Utilice videos para la evaluación. Grabe la interacción entre padres e hijos. Resalte los momentos importantes en el desarrollo infantil.

  • Haga que el niño participe en las actividades. Ayude a los padres en la identificación de las actividades familiares que son adecuadas para la edad e intereses de los niños.

  • Haga participar a otros miembros de la familia, pero no a muchos ni tan seguido que se interrumpa el diálogo padrevisitador.

  • Deje que los participantes definan quién es "familia".

  • Programe actividades de diversión, como cantar, contar cuentos, ir al parque o eventos de la comunidad.

Apoye al personal de la intervención
Para evitar que el personal se agote, limite la carga de casos del personal de visitas en el hogar a no más de 15 familias, en algunas comunidades, los casos asignados serán muchos menos (HFA 1996). Advierta seriamente al personal en cuanto a verse involucrados en los problemas familiares que no estén preparados para manejar. Por ejemplo, los visitadores no deben desempeñar la función de un terapeuta, en caso que los participantes sufran de depresión u otros problemas de salud mental. Las familias deben ser referidas a los servicios con que cuenta la comunidad para estos problemas.

Durante la ejecución, proporcione al personal oportunidades sobre la marcha para la capacitación y la discusión en grupo. Mantenga la línea de comunicación abierta de manera que el personal pueda acercarse, en cualquier momento, a los supervisores con sus preocupaciones o preguntas. Los supervisores deben estar pendientes de los signos de fatiga, desaliento y dificultades observados en el personal durante las actividades de ejecución.

Haga un seguimiento del progreso y la calidad de su intervención
Al igual que con cualquier esfuerzo de prevención, las intervenciones de visitas en el hogar deben ser supervisadas para asegurarse de que la misma está dentro de lo programado y va bien encaminada. La  recopilación de datos durante la ejecución puede ayudarle a comprobar que las actividades se realicen de la forma planificada y además ayudarle en la identificación de aquellos problemas que podrían poner en peligro el éxito de la intervención. Las siguientes recomendaciones le ayudarán a supervisar de manera efectiva su esfuerzo: 

  • Supervise al personal de la intervención de cerca para garantizar que siguen la guía para las visitas en el hogar.

  • • Haga que el personal lleve un registro de los procedimientos al concluirlos.

  • • Anime a los participantes a comunicar sus preocupaciones (por ejemplo, si consideran que no se satisfacen sus necesidades).

  • • Solicite a los participantes que lleven un registro de actividades (cada tercera visita es suficiente).

  • • Registre las observaciones cualitativas, así como las cuantitativas, pero no exagere pues puede ser un elemento perturbador.

  • • Averigüe—mediante estudios, concentración en grupos o visitas de supervisores—porqué algunas personas abandonan la intervención. Los datos que recopile pueden ayudarle a mejorar su intervención. 

Los datos de supervisión deben revisarse con frecuencia. Recuerde que ninguna intervención se desarrolla exactamente cómo se planeó. Si los procedimientos o actividades se anuncian como poco efectivos o problemáticos, deberán modificarse o suspenderse (Slaughter- Defoe 1993).

Evalúe los cambios
Para determinar si su intervención ha cumplido las metas, observe los cambios en la conducta de los participantes y en la interacción familiar a medida que la intervención avanza. Compárelos con la información base establecida al inicio de la ejecución para determinar si la intervención dio resultados positivos.

Haga que los padres observen los progresos en su conducta, en la de sus hijos y en la interrelación padre-hijo. Los padres pueden evaluar además, su confianza en la crianza y control de los conflictos que se presenten en el hogar. Los visitadores en el hogar, en particular las enfermeras, pueden evaluar el desarrollo y la salud infantil, así como evaluar también los cambios de conducta que observen. Si los niños asisten a la escuela o están en algún programa de cuidado, tanto los educadores como los que atienden a los niños pueden proporcionar información sobre la conducta infantil.

Mantenga los resultados después de la ejecución
Para mantener los efectos positivos de la intervención, elabore una estrategia para ayudar a los participantes con la transición que se verifica al terminar la intervención. Por ejemplo, puede programar sesiones trimestrales de refuerzo u orientar a los padres hacia las organizaciones comunitarias que les puedan brindar apoyo. Considere la posibilidad de ofrecer incentivos como diplomas y ceremonias de graduación para alentar la transición.

Anticipe la necesidad de repetir o hacer seguimiento a la intervención. Siga con atención a las familias después de que concluya la intervención inicial, de manera que sea fácil localizarlas. Por ejemplo, enviarles tarjetas de Navidad, del Día de la Madre o del Día del Padre ayuda a mantener las direcciones actualizadas. Al compartir los relatos exitosos con los patrocinadores y con quienes establecen las políticas puede obtener apoyo para las actividades de seguimiento.

Vincule la estrategia de visitas en el hogar con otras
La visita en el hogar es un componente efectivo de los programas que aspiran a prevenir la violencia en los jóvenes; sin embargo, es probable que no sea suficiente (Weiss 1993). Aunque es necesario investigar más para ensayar la hipótesis, puede que la combinación de la intervención temprana basada en el hogar con programas escolares y otros esfuerzos de la comunidad sea una estrategia efectiva en la prevención de la violencia y otras consecuencias sanitarias negativas.

Resumen
La intervención de visitas en el hogar mejora las destrezas de crianza, proporciona apoyo social a las familias, identifica y controla problemas de conducta y promueve el desarrollo y la salud infantil. Dicho tipo de intervención tiene muchas posibilidades de tener una mayor influencia para la disminución de la delincuencia y la violencia que los programas de prevención secundarios y terciarios, como por ejemplo los del sistema de justicia penal (Rivara y Farrington 1995).

 

 


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