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TRIBUNALES PARA JUZGAR CRÍMENES DE GUERRA

La idea de que las violaciones a los derechos humanos cometidas por quienes participan en guerras agresivas deben ser juzgadas —incluida la autoría intelectual de atrocidades por altos funcionarios del gobierno— quedó firmemente establecida en Nuremberg, Alemania, donde fueron juzgados funcionarios nazis de alto nivel hace más de 50 años.

El principio fue proclamado oficialmente por primera vez en la Declaración de Moscú en 1943, firmada por el presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt, el primer ministro británico Winston Churchill y el premier soviético Joseph Stalin. Como resultado de la declaración, los Aliados instituyeron la Comisión sobre Crímenes de Guerra, que celebró reuniones en Londres todo el año 1994 para elaborar listas de criminales de guerra y discutir lo que se debía hacer con ellos.

Hubo muchos desacuerdos entre los miembros de la comisión y dentro de los gobiernos aliados, sobre el destino de los violadores nazis de los derechos humanos. Algunos proponían la ejecución sumaria de los peores violadores; otros recomendaban un juicio expedito y su ejecución. Sin embargo, finalmente se acordó que los dirigentes nazis debían ser juzgados de acuerdo con los principios jurídicos aceptados, para que quedara firmemente establecido un precedente.

En una conferencia realizada en Londres se aprobó un plan para decidir cuál sería el sistema adecuado para esos juicios. Así surgió la Carta de Londres, el documento básico del Tribunal Militar Internacional y de todo el proceso judicial de Nuremberg.

En el caso más importante expuesto en Nuremberg, fueron juzgados 22 dirigentes nazis por cargos de conspiración contra la paz, crímenes contra la misma e infracciones a las leyes de la guerra. Tal vez lo más importante fue que se les halló culpables de crímenes contra la humanidad, por violaciones a los derechos humanos perpetradas en sus propios conciudadanos y súbditos. La fiscalía citó diversos acuerdos internacionales, como la Convención de La Haya de 1907 y la Convención de Ginebra de 1929, para respaldar la acusación. De los 22 acusados, 19 fueron declarados culpables y tres quedaron absueltos de los cargos.

En sus comentarios sobre el significado de Nuremberg para las generaciones futuras, Edward R. Murrow, un reportero de radio que mantuvo informados a millones de estadounidenses con sus transmisiones durante la guerra en Europa, dijo: “Ahora ha quedado establecido que el planeamiento, preparación e inicio de una guerra agresiva configuran un delito internacional. También se ha establecido que las atrocidades —los crímenes contra la humanidad— no sólo son imputables a quienes los cometen, pues también son responsables de ellas las más altas autoridades del gobierno”.

Con la creación del Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia en 1993 y para Ruanda en 1994, muchos piensan que este instrumento para sancionar a los infractores de los derechos humanos en la guerra, por largo tiempo en desuso, puede llegar a ser un arma poderosa para desalentar esas violaciones en el futuro.

— David Pitts, escritor de planta, Servicio Cultural e Informativo de Estados Unidos

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