El poder de la idea democrática ha prevalecido a lo largo de una historia prolongada y turbulenta, y el gobierno democrático, aunque sometido a constantes desafíos, sigue evolucionando y florece en todo el mundo.
La palabra democracia proviene del vocablo griego “demos” o “pueblo”.
Las democracias se basan en principios fundamentales, no en prácticas uniformes.
Las democracias se basan en el principio de que los gobiernos existen para servir al pueblo.
Las elecciones democráticas son competitivas, periódicas, incluyentes y definitivas.
El estado de derecho protege los derechos políticos, sociales y económicos fundamentales.
Una constitución que señale cuáles son las obligaciones y las limitaciones fundamentales del poder del Estado es vital para una democracia.
Por medio de elecciones libres, los ciudadanos de una democracia les confieren a sus líderes las facultades que la ley define.
A medida que las sociedades modernas crecen en tamaño y complejidad, la comunicación y el debate público son dominados por los medios de comunicación.
El derecho de los individuos a asociarse en libertad y organizarse como les plazca es fundamental para la democracia.
Las cuestiones de la guerra y la paz son las más trascendentales que una nación puede afrontar.
La educación es un componente vital de cualquier sociedad, pero es aún más vital en una democracia.
Las democracias estables tienen algunas de las economías más dinámicas, innovadoras y productivas del mundo, pero persisten los interrogantes: ¿podrán las democracias pobres o en transición alcanzar un crecimiento económico sostenido? ¿Cuáles son las políticas que deben seguir sus gobiernos para conseguir ese resultado?
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