Escudo E.U.
Embajada de los Estados Unidos
INFORMACIÓN DE FONDO


PALABRAS DEL EMBAJADOR ANTONIO O. GARZA
ANTE LA COPARMEX

12 de mayo de 2004

México, D.F.

Damas y caballeros, distinguidos invitados.

Quiero agradecer a la Coparmex por su invitación. Cuando me pidieron por primera vez que hablara sobre “El futuro de las relaciones entre México y los Estados Unidos”, me pareció un tema para abordarse en un seminario de una semana, en lugar de durante una participación de 15 minutos. Con sólo mirar el número de agencias del Gobierno de los Estados Unidos representadas en nuestra Embajada en la Ciudad de México, se puede reconocer el ímpetu y la profundidad de nuestros lazos. Trabajamos de la mano con el gobierno de México en un buen número de cuestiones relativas a la seguridad, procuración de justicia, tráfico de narcóticos, medio ambiente y recursos naturales, aduanas y cuestiones fronterizas, migración, y la lista de asuntos continúa.

Comenzaré por lo tanto con unas palabras sobre el comercio bilateral y la inversión en el pasado, el presente y el futuro, así como acerca del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (el TLCAN), y la competitividad. Después, será un placer contestar sus preguntas. Y por lo que he leído sobre los miembros de su organización, estoy seguro que éste será un intercambio intenso.

Mientras una encuesta de opinión dada a conocer en octubre pasado muestra que sólo 1 de cada 4 mexicanos cree que las exportaciones a los Estados Unidos se han incrementado bajo el TLCAN, en la actualidad México exporta a los Estados Unidos más del doble de lo que exportaba en 1993. México continua siendo nuestro segundo mayor socio, después de Canadá. Para poner esto en perspectiva les diré que el intercambio comercial de México con los Estados Unidos en una semana es igual al de todo un año con el conjunto de los cuatro países que integran el MERCOSUR. El comercio de México con los Estados Unidos en dos días es mayor al que sostiene con Chile en un año entero. Como Cuba ha estado en las noticias, puede serles de interés saber que México realiza más operaciones comerciales con los Estados Unidos en 6 horas de lo que lo hace con Cuba en un año, y con nosotros es más factible que ustedes reciban el pago a tiempo.

Adicionalmente, desde la instrumentación del TLCAN en enero de 1994, compañías de los Estados Unidos han sido responsables de más del 64 por ciento de toda inversión extranjera directa en México, o dicho en números, de 81 mil millones de dólares del total de 126 mil millones. En esta escala, el inversionista que sigue son los Países Bajos con un poco más de 11 mil millones de dólares.

El panorama para el año 2004 se presenta cautelosamente optimista. Dado que cerca de las tres cuartas partes del comercio bilateral de México se vincula con los Estados Unidos, conforme nuestra economía mejore, los consumidores estadounidenses comenzarán a comprar más. Esto se traduce en mayores oportunidades de exportación para los fabricantes mexicanos. Hemos visto señales significativas de que nuestra economía está recuperándose y esperamos que lo mismo suceda en el futuro cercano con la economía de México.

Sin embargo, hay trabajo por hacer. Vivimos en un mundo muy diferente al que vimos en 1994. El TLCAN no puede únicamente tratarse ahora de compañías estadounidenses en busca de mano de obra barata en México. La competencia para atraer inversión extranjera directa es mucha más dura hoy en día; proviene no solamente de China y otros países de Asia, está también a la vuelta de la esquina, en Centroamérica.

Para poder competir, el pueblo de México y su gobierno tendrán que tomar decisiones difíciles. Al buscar destinos de inversión, las compañías van a considerar todos los factores que contribuyen al costo final de sus productos. Por ejemplo, los impuestos a las empresas son actualmente 30 por ciento más altos en México que en la mayoría de los países en vías de desarrollo. Las cuotas de las carreteras son de las más altas del mundo. Los costos de electricidad son mayores que en los Estados Unidos y mucho más altos que en China. Aunado a ello, está el factor de que los salarios en este país, cerca de 2 dólares la hora, son considerablemente más altos que el salario de 1 dólar por hora en Centroamérica, 60 centavos en China y 40 centavos en la India.

Dado que los salarios bajos ya no son una ventaja comparativa para México, México tiene que responder con trabajadores más calificados. Esto implica mayor educación. La educación es la clave para la competitividad económica y el desarrollo. Comienza con la educación primaria y la cadena sigue con la educación superior, la investigación y desarrollo científicos. La inversión de México en este rubro, especialmente en el ámbito de la investigación y desarrollo de la ciencia y la tecnología (tan sólo el 1% del PIB), queda en rezago con respecto a lo que invierten China, India, Brasil y otras muchas naciones en vía de desarrollo.

Y no sólo importan estos factores obvios de mayores costos al hacer los negocios, sino también la burocracia y la corrupción –muy prevalecientes en el mercado mexicano—, lo que aumenta el costo de hacer negocios en términos reales. México ha dado pasos importantes para fortalecer la transparencia, mejorar la procuración de justicia y desmantelar la corrupción institucional. El gobierno también ha anulado algunas de las mayores cargas burocráticas que enfrentan las maquiladoras. Pero se necesita hacer más, y pronto, para modernizar los procesos y vigorizar el estado de derecho. Como se dice, el tiempo es oro. Su gobierno y ustedes, el sector privado, deben preguntarse dónde quieren ver a México en 10 años. Y una forma de asegurar el desarrollo económico a largo plazo es a través de la inversión.

La inversión se traduce en empleos, tanto para quienes no tienen trabajo, como empleos mejor pagados para quienes ya lo tienen. La inversión significa que aquellos que no pudieron beneficiarse de los primeros 10 años del TLCLAN y los empleos que se crearon a través del incremento en la inversión, se verán beneficiados de los nuevos empleos creados por el flujo de capital adicional. Esto es de gran importancia si México está por mover un gran porcentaje de su población pobre a los rangos de clase media. Para atraer esta inversión, México necesita mejorar su competitividad con respecto a otras naciones. No porque yo lo diga, sino porque el mercado lo demanda. El capital siempre irá a donde se generen mejores rendimientos.

En fechas recientes, El Economista informó que en el 2003, México bajó tres lugares en el Anuario de Competitividad Mundial, obteniendo la posición 56 de entre 60 países evaluados por el Instituto Internacional de Desarrollo de la Gestión en Suiza. Ésta es una caída dramática del lugar 33 que ocupó en el año 2000. En términos generales, la razón que cita el estudio para la caída de México fue su incapacidad de crear y mantener el tipo de ambiente que las compañías internacionales buscan en México. De manera más específica, los factores que contribuyeron fueron un bajo crecimiento de la tasa de empleo, la ineficiencia de los partidos políticos, la falta de habilidad de gobierno para adaptar sus políticas a cambios en la economía y los mercados mundiales, y una baja tasa de desarrollo tecnológico.

Para asegurar la competitividad de su economía, el gobierno de México debe llevar a cabo cambios estructurales, especialmente en las áreas de reforma fiscal, laboral y energética –algo que las compañías han dicho aquí durante años. Para alcanzar crecimiento del mercado interno, el gobierno de México tendrá también que promover mayor innovación e incentivos para el ahorro, así como mayor acceso a créditos para las compañías locales. También debe contar con una infraestructura más eficiente. Pero ninguna de estas medidas será efectiva hasta que el sistema judicial de México ofrezca transparencia y recursos eficientes para casos de disputas comerciales, así como mecanismos alternativos efectivos para la resolución de conflictos. El permitir que el sistema penal se utilice para desahogar diputas del ámbito civil genera incertidumbre –de hecho, temor– en el proceso. Los inversionistas requieren un sistema judicial que los trate a ellos y a sus empleados con certidumbre y transparencia.

Todas éstas son cuestiones que no dependen de fuerzas externas, sino que está dentro de la capacidad del Gobierno de México cambiar las cosas. Todos los partidos políticos en el Gobierno tendrán que trabajar juntos por el bien del país para alcanzar esas metas.

Aquí es donde entran la Coparmex y otras organizaciones como ustedes. La urgencia de esta cuestión exige una mayor participación del sector privado para buscar las reformas. Existen fuerzas que preferirían el status quo, pues los beneficios personales son sustanciales. Sin embargo, para lograr que México avance, que atraiga niveles significativos de inversión extranjera y alcance una tasa de crecimiento a largo plazo que beneficie a todos los mexicanos, la reforma es imperativa. Los exhorto a desempeñar una función activa en la apertura del diálogo sobre reformas amplias en este país. Es la única alternativa.

Ahora bien, existe en México quien culpe al TLCAN y a la apertura de mercados del predicamento en el que se encuentra el país. Sin embargo, sólo a través de una mayor apertura, comercio e inversión esta nación generará más empleos y reducirá la enorme pobreza que existe. En el transcurso de los meses recientes también he sido testigo de muchos señalamientos hacia China y el resto de Asia por robarse los empleos de los trabajadores mexicanos. Un número de fábricas propiedad de estadounidenses que han reubicado sus instalaciones a Asia nos han dicho que sus decisiones no se basaron simplemente en “mano de obra barata”. Expresaron su frustración por muchas de las cuestiones que mencioné anteriormente, que incrementan el costo de hacer negocios en México. En el Anuario de Competitividad Mundial, donde mencioné anteriormente que ubicaron a México en la posición 56 de 60 países, siete mercados asiáticos se ubicaron en los primero 24 sitios. Por consiguiente, no debería sorprenderles por qué a México se le está dificultando cada vez más atraer la inversión extranjera directa o simplemente conservar la inversión como se encuentra actualmente.

Por así decirlo, los gobiernos no pueden generar riqueza, solamente pueden establecer el ambiente donde ésta pueda generarse. En tanto que el gobierno de México tiene que forjar la infraestructura necesaria, tanto física como en materia regulatoria, depende de las compañías de ustedes crear bienes y servicios de valor, utilizando métodos productivos, que a su vez determinen la competitividad y prosperidad de la nación.

Antes de terminar, quisiera decir unas palabras sobre la responsabilidad corporativa. Muchas empresas, tanto en México como en los Estados Unidos, han escuchado el llamado de servir a otros al balancear las responsabilidades entre sus empleados y sus accionistas con la responsabilidad social hacia las comunidades donde operan. Es a través del compromiso sostenido para con estas comunidades que todos tenderemos la capacidad de construir una sociedad más fuerte y fomentar una cultura de servicio, civismo y responsabilidad que tardará años en llegar.

Volviendo a mi comentario de que la educación es la clave para forjar la competitividad económica, el Presidente Fox está claramente comprometido con el mejoramiento de la educación que reciben todos los mexicanos. Pero mientras el Gobierno realiza lo que tiene que hacer para instrumentar cambios institucionales en el sistema, el sector privado también debe contribuir. Esto puede lograrse a través de programas de acercamiento con universidades o programas comunitarios tales como adoptar una escuela, donar tecnología para crear un laboratorio de cómputo, ofrecer tiempo para capacitar a los estudiantes o donar libros a la biblioteca de una escuela. Sé que muchos de ustedes ya participan en estas actividades y los exhorto a continuar con sus esfuerzos en esta área.

He mencionado algunas de las cuestiones que pueden llevarles a pensar que soy pesimista sobre el futuro de México. Pero se trata precisamente de todo lo contrario: como Embajador de los Estados Unidos en México y como alguien que creció en el sur de Texas, he visto el enorme potencial que tiene este país. Los retos son inmensos para todos los socios comerciales de la América del Norte, pero las recompensas son aún mayores: más y mejores empleos, una posición competitiva más fuerte en el escenario global, y mejores beneficios económicos para todos nuestros ciudadanos. Los exhorto a todos ustedes a desempeñar un papel muy activo en el futuro económico de esta gran nación y a trabajar con su Gobierno para sentar las bases de lo que garantizará prosperidad para todos los mexicanos.

Muchas gracias por esta invitación.

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