Elecciones en 2008 | Guía de las elecciones de 2008

07 octubre 2008

Barack Obama: Una vida estadounidense

 
El pequeño Barack con su mamá, Ann Dunham, alrededor del año 1963.
El pequeño Barack con su mamá, Ann Dunham, alrededor del año 1963.

(El siguiente fragmento pertenece a la publicación Barack Obama: 44º Presidente de Estados Unidos, para consultar los demás capítulos haga clic a la derecha)

Barack Obama, con su biografía insólita y su exitosa campaña para llegar a la presidencia de Estados Unidos, ha inaugurado un nuevo capítulo en la política de este país.

El presidente Obama, el primer afroestadounidense que ocupa la presidencia de Estados Unidos, llega con una biografía que no se parece a la de ninguno de los mandatarios anteriores de este país. Con su carácter birracial, hijo de padre keniata y madre blanca procedente del Medio Oeste de Estados Unidos, Obama adquirió prominencia nacional con su muy bien recibido discurso principal en la Convención Nacional Demócrata en 2004, el mismo año en el que fue elegido para el Senado de EE.UU. por el estado de Illinois. Sólo habían pasado cuatro años cuando subió a la cumbre, en un territorio atestado de grandes personajes demócratas, hasta conquistar la candidatura de su partido para la Casa Blanca y luego ganar la elección presidencial contra el candidato republicano, el senador John McCain.

Con un estilo oratorio pulido, el dominio de una retórica elocuente e inspiradora, la capacidad de despertar el entusiasmo de los votantes jóvenes y la sofisticada aplicación de Internet como herramienta de campaña, Obama se perfiló sin duda como un auténtico candidato del siglo XXI. En su campaña, puso de relieve dos temas predominantes: modificar el modo en que se han conducido tradicionalmente los asuntos del país en Washington y convocar a los estadounidenses, con sus diversas características ideológicas, sociales y raciales, a unirse para el bien común.

“No existe un Estados Unidos liberal y otro conservador: Estados Unidos de América es uno solo”, dijo Obama en su discurso en la Convención Nacional Demócrata de 2004. “No hay un Estados Unidos negro, otro blanco, otro latino y otro asiático: hay un solo Estados Unidos de América. ... Somos un solo pueblo, todos nosotros juramos lealtad a las Barras y las Estrellas, todos nosotros defendemos a Estados Unidos de América”.

Los primeros años

Los padres de Obama tuvieron orígenes muy diferentes. Su madre, Ann Dunham, nació y creció en un pequeño pueblo de Kansas. Cuando su familia se trasladó a las islas de Hawai, conoció a Barack Obama Sr., un estudiante becario keniata de la Universidad de Hawai. La pareja se casó en 1959 y Barack Obama Jr. nació en Honolulú el 4 de agosto de 1961. Dos años más tarde, el Sr. Obama se separó de su nueva familia, primero para realizar estudios de posgrado en Harvard y después para trabajar como economista del gobierno en Kenia. El pequeño Obama no volvería a ver a su padre sino hasta la edad de 10 años.

Cuando Obama tenía seis años, su madre se volvió a casar, esta vez con un ejecutivo petrolero indonesio. La familia se trasladó a Indonesia y Obama estudió durante cuatro años en una escuela de la ciudad capital de Jakarta. Finalmente regresó a Hawai a vivir con sus abuelos maternos y allí asistió a la escuela secundaria.

En su primer libro, Dreams from My Father (Sueños de mi padre), Obama describe este período de su vida en el que tuvo algo más que la cuota ordinaria de confusión de un adolescente, pues se esforzaba por comprender una herencia birracial que entonces todavía era relativamente poco común en Estados Unidos. El hecho de tener raíces tanto en la cultura de la raza negra como en la anglosajona pudo haber contribuido a que Obama consolidara esa visión expansiva que habría de traer consigo a la política años después y gracias a la cual logra comprender muchos puntos de vista.

“Barack tiene una capacidad increíble para sintetizar realidades del todo contradictorias y hacer que sean coherentes”, dijo su condiscípula de la facultad de derecho Cassandra Butts a la redactora de la revista New Yorker Larissa MacFarquhar. “Esa destreza la adquieres si pasas de un hogar donde eres amado por personas blancas y luego sales al mundo y todos te ven como una persona de la raza negra”.

Obama salió de Hawai para estudiar dos años en el Occidental College de Los Ángeles. Más tarde se mudó a la ciudad de Nueva York y obtuvo una licenciatura en filosofía y letras por la Universidad Columbia en 1983. En un discurso de 2008, explicó cómo solía pensar en aquellos tiempos: “... en la época en que me gradué por la universidad, estaba poseído por la loca idea de que podría trabajar en el nivel popular para provocar el cambio”.

El llamado al servicio público

En busca de su identidad y de una orientación significativa en la vida, Obama renunció a su trabajo como escritor financiero en una firma de consultores internacionales en Nueva York y se trasladó a Chicago en 1985. Allí trabajó como organizador comunitario, contratado por una coalición de iglesias locales del South Side de la ciudad, en una zona afroestadounidense duramente golpeada por una transición en la cual dejó de ser un centro manufacturero y se convirtió en una economía basada en los servicios.

“Fue en esos barrios donde recibí la mejor educación de mi vida y donde aprendí el verdadero significado de mi fe cristiana”, recordaría Obama años después en el discurso en el cual anunció que sería candidato a la presidencia.

Obama tuvo varios éxitos tangibles en su labor, pues dio a los residentes del South Side una voz propia en asuntos tales como el nuevo desarrollo económico, la capacitación para el trabajo y las campañas para sanear el medio ambiente. Sin embargo, él sintió que su principal función como organizador comunitario era convertirse en un catalizador capaz de movilizar a los ciudadanos comunes en un esfuerzo de abajo hacia arriba, encaminado a forjar estrategias autóctonas para la obtención de poder político y económico.

Al cabo de tres años de realizar ese trabajo, Obama concluyó que para que las comunidades tan deprimidas tengan una verdadera mejoría, es preciso intervenir en un nivel más alto, en el ámbito de la ley y la política. En consecuencia, asistió a la Facultad de Derecho de Harvard, donde obtuvo la distinción de haber sido elegido como el primer presidente negro de la prestigiosa Harvard Law Review y finalmente se recibió con honores magna cum laude en 1991.

Con esos merecimientos, “Obama podría haber hecho todo lo que hubiera querido”, comentó David Axelrod, quien fue el estratega de su campaña presidencial. Obama regresó a Chicago, su ciudad adoptiva, donde ejerció la abogacía en casos de derechos civiles y fue catedrático de derecho constitucional en la Universidad de Chicago. En 1992 se casó con Michelle Robinson, otra graduada en derecho por Harvard, y trabajó en el registro de votantes de Chicago en favor de candidatos demócratas, como Bill Clinton.

Con un compromiso firme e invariable con el servicio público, Obama decidió contender por primera vez por un cargo público en 1996 y ganó un asiento en el senado del estado de Illinois como representante de Chicago. En muchos aspectos, esa contienda fue consecuencia lógica de su trabajo anterior como organizador comunitario y Obama incorporó gran parte de esa misma perspectiva ampliada —el político como habilitador de los esfuerzos populares basados en la ciudadanía y como constructor de coaliciones de amplia base— a su visión de la política.

Barack, a los 10 años de edad, junto con su padre keniata, Barack Obama Sr.
Barack, a los 10 años de edad, junto con su padre keniata, Barack Obama Sr.

“Los afroestadounidenses que se limitan a hablar sobre el racismo como un obstáculo para nuestro éxito están muy mal encaminados si no se ocupan también de las fuerzas económicas más vastas que están creando inseguridad económica para todos los trabajadores, ya sea blancos, latinos o asiáticos, dijo en aquella ocasión. Algunos de sus logros legislativos durante los ocho años siguientes en el senado estatal fueron campañas a favor de la reforma financiera, recortes tributarios para los trabajadores pobres y el mejoramiento del sistema de justicia penal del estado.

La escena nacional

En 2000 Obama se presentó por primera vez a elecciones al Congreso de EE.UU. en un intento infructuoso por desbancar al titular Bobby Rush, representante demócrata por Chicago en la Cámara de Representantes. Desanimado por la decisiva derrota que le infligió Rush en las primarias, y en busca de influencia más allá de la legislatura del estado de Illinois, convenció a Michelle de la conveniencia de optar a un escaño en el Senado, en un último intento del cual dependería el futuro de su carrera política.

Las elecciones del representante de Illinois en el Senado de EE.UU. en 2004 se habían convertido en una auténtica refriega desde el año anterior, cuando el titular republicano, Peter Fitzgerald, anunció su intención de no presentar su candidatura para un nuevo mandato. Siete demócratas y ocho republicanos se disputaron en las primarias de sus respectivos partidos la designación de candidato al Senado. Obama consiguió fácilmente la candidatura por el Partido Demócrata, con una proporción de votos —53 por ciento— que excedía a la obtenida por sus seis rivales juntos.

Como los republicanos tenían entonces el control de los 100 escaños del Senado por una minúscula mayoría de 51 por ciento, los demócratas vieron en la batalla senatorial de Illinois una oportunidad única de recuperar el control del Senado aquel noviembre (de hecho, sólo lo conseguirían en 2006). El deseo de impulsar la campaña de Obama dándole un papel destacado en la Convención, las reconocidas dotes oratorias de Obama y la favorable impresión que había dejado en el candidato demócrata a la presidencia John Kerry, fueron decisivos en la selección de Obama como el principal orador de la Convención.

El inspirado y pulido lenguaje de Obama en su discurso sobre la necesidad de superar las divisiones partidistas y su llamamiento a la adopción de una “política de esperanza”, en vez de una política de cinismo, hizo algo más que entusiasmar a los participantes en la Convención: lanzó a Obama al primer plano de la actualidad mediática, como un astro ascendente del Partido Demócrata. De allí pasó a ganar sin esfuerzo las elecciones al Senado en ese otoño, con un abrumador 70 por ciento del voto popular. Si bien la casi total desorganización de los republicanos aquel año en Illinois contribuyó indudablemente a ese margen arrollador, la victoria de Obama fue impresionante por su propio mérito, ya que ganó en 93 de los 102 condados del estado y los electores blancos votaron a su favor en proporción de más de 2 a 1.

La fama de Obama como un político distinto, capaz de superar las divisiones raciales tradicionales, fue en continuo aumento. En una semblanza de Obama publicada en la revista New Yorker, el escritor William Finnegan, tras señalar el talento de Obama para “deslizarse sutilmente en el lenguaje de su interlocutor”, dijo que Obama “se expresa con toda la gama del habla vernácula estadounidense”. Obama mismo explicó el porqué de su compenetración con los votantes blancos.

“Yo conozco a esta gente”, afirmó. “Son mis abuelos. … Sus modales, sus susceptibilidades, su sentido de lo que está bien y lo que está mal; todo eso me es totalmente familiar”.

En el Senado, Obama estableció un historial de voto en consonancia con la política del ala liberal del Partido Demócrata. Sus críticas a la guerra del Iraq han sido uno de sus sellos distintivos y se remontan a un discurso de 2002, incluso aun antes de estallar la guerra, cuando hizo la advertencia de que cualquier acción militar de esa índole “no se basaría en los principios, sino en la política”. También ha procurado fortalecer las normas éticas en el Congreso, mejorar la atención a los excombatientes y fomentar el uso de combustibles renovables.

La campaña por la presidencia

La larga campaña de elecciones primarias demócratas de 2008, con elecciones y asambleas electorales en los 50 estados, fue histórica en distintas maneras. Aspirantes afroestadounidenses y mujeres ya se habían presentado anteriormente como candidatos a la presidencia, pero esta vez los dos favoritos eran una mujer y un afroestadounidense. Cuando Obama y otros siete contendientes a la nominación presidencial del Partido Demócrata empezaron a organizarse en 2007, los sondeos de opinión lo situaban sistemáticamente en segundo lugar, detrás de la senadora por Nueva York, Hillary Clinton, a la cual se daba por favorita. No obstante, Obama tuvo mucho éxito en esta etapa inicial con el reclutamiento de seguidores entusiastas, en particular entre los jóvenes, la organización de una campaña popular a escala nacional y la recaudación de fondos a través de Internet.

Mientras Clinton se beneficiaba de la mayor popularidad de su nombre, una campaña bien organizada y el apoyo en el plano estatal de destacados demócratas, el equipo de Obama ideó una original estrategia para impedirle el disfrute de estas ventajas: concentrarse en aquellos estados que elegían a sus delegados en asambleas electorales y no en primarias, y dirigir su atención predominantemente hacia estados más pequeños, que votaban tradicionalmente por el Partido Republicano en las elecciones generales. Esta manera de actuar aprovechaba el sistema de representación proporcional del Partido Demócrata —por el cual se otorgan delegados a la convención en cada estado en proporción casi equivalente a la parte del voto obtenida por un candidato— a diferencia del sistema republicano, que otorga la mayoría o todos los delegados a la convención al ganador de cada estado.

La estrategia dio resultado en las primeras asambleas electorales del país, en Iowa, el 3 de enero de 2008, con la sorprendente victoria de Obama frente a Clinton. Con el triunfo de Iowa cambió la situación; como dijo el Washington Post, “La derrota de Clinton […] alteró el curso de las elecciones al establecer a Obama como su principal rival, el único candidato con el mensaje, la capacidad de organización y los recursos financieros para desafiar su condición de favorita”.

Dio resultado una vez más el “súper martes” —las elecciones que se celebraron simultáneamente en 22 estados el 5 de febrero— cuando Obama empató con Clinton y barrió en los estados rurales del Oeste y del Sur. Y volvió a dar resultado con la victoria de Obama en otras 10 contiendas consecutivas en febrero, que solidificó una ventaja en el número de delegados que Clinton nunca llegó a superar.

La presidencia de Obama

Barack Obama es uno de los presidentes más jóvenes del país. Nacido en la parte final del auge de nacimientos, de 1946 a 1964, es también el primer presidente que llegó a la mayoría de edad en los años 1980, lo que ya de por sí puede presagiar el cambio. El ambiente en que creció era marcadamente distinto del de los tumultuosos años 1960 que conformaron la perspectiva de los miembros anteriores de esa generación. Como dijo Obama en una ocasión al referirse a las elecciones presidenciales de 2000 y de 2004, en las que se enfrentaron candidatos pertenecientes a una cohorte mucho más antigua de esa generación de posguerra: “A veces me sentía como si estuviera presenciando el drama psicológico de la generación del auge de nacimientos —una historia arraigada en viejos rencores y proyectos de venganza urdidos en unos cuantos recintos universitarios hace largo tiempo—, representado en la escena nacional”.

Larissa MacFarquhar, redactora de la revista New Yorker, expuso su teoría sobre el evidente atractivo de Obama que trasciende las divisiones políticas. “El historial de voto de Obama es uno de los más liberales del Senado”, observó, “pero siempre ha atraído a los republicanos, tal vez porque habla de objetivos liberales en un lenguaje conservador”.

“En su visión de la historia, en su respeto a la tradición, en su escepticismo de que el mundo pueda cambiar de cualquier forma que no sea muy, muy lentamente”, observó, “Obama es profundamente conservador”.

El presidente Obama ha abierto nuevos caminos en la política estadounidense. Su candidatura surgió precisamente cuando muchos estadounidenses pensaban que su país necesitaba un cambio radical de dirección. El redactor político del Washington Post E.J. Dionne resumió, tal vez perfectamente, la feliz confluencia de la candidatura de Obama y el ánimo imperante en el país, cuando escribió:

“El cambio, no la experiencia, era el orden del día. Arrasar, no exhibir un control de los detalles, era la virtud más valorada en la oratoria de la campaña. Romper claramente con el pasado, no sólo volver a tiempos mejores, era la promesa más preciada”.

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