Escudo E.U.
Embajada de los Estados Unidos
INFORMACIÓN DE FONDO


Palabras del Embajador de los Estados Unidos en México
Antonio O. Garza, Jr.
ante el Consejo de Asuntos Mundiales de San Antonio

21 de octubre de 2004

San Antonio, Texas

¡Es bueno estar de nuevo en casa! Quiero agradecer la invitación del Consejo de Asuntos Mundiales de San Antonio para formar parte de la Serie de Conferencistas Distinguidos. Aprecio en todo lo que vale esta oportunidad, aunque también me intimida hablar sobre un tema que todos ustedes dominan tan bien.

En primer lugar, gracias, Tom Frost, por tu amable presentación. Quiero expresarte en público mi agradecimiento por tu dedicación a mejorar la relación entre los Estados Unidos y México, así como por tu desempeño recientemente concluido como miembro de la mesa directiva de la Comisión de Becas Fulbright entre México y los Estados Unidos.

También deseo felicitar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por su presencia durante 60 años en San Antonio. Debo decirles que me sorprendió saber cuánto tiempo lleva esta relación, que muestra, por una parte, la gran visión de la UNAM en cuanto valorar la integración y la convergencia entre México y Texas, y por otra parte el papel que esta gran universidad puede desempeñar en afianzar esta relación. No sólo se trata de la mayor universidad en América Latina, sino también de la más antigua, pues data de 1551.

A principios de este año firmé un acuerdo con el rector de la UNAM, Ramón de la Fuente, por el que establecimos la Cátedra Henry David Thoreau en Estudios Multidisciplinarios. Muchos de ustedes conocen al doctor De la Fuente, pero para quienes escuchan su nombre por vez primera, quiero decirles que es un hombre con una gran visión. De manera particular, aplaudo su liderazgo en promover una mayor inversión en la educación, la ciencia y la tecnología con el fin de mejorar la competitividad de México.

Quienes han observado a México durante mucho tiempo apreciarán la importancia de que se haya creado la Cátedra Henry David Thoreau. Ese acto ilustra de muchas formas cómo la relación entre nuestras dos naciones ha crecido en profundidad y madurez. Por muchos años, la UNAM criticaba cualquier contacto de los Estados Unidos con México, y se me ha dicho que ningún Embajador de los Estados Unidos había visitado el campus de esa universidad en la Ciudad de México desde la década de 1960. Ya sea que esto sea absolutamente verídico o no, el asunto es que esa era pertenece al pasado. México y los Estados Unidos aún tienen desacuerdos y diferencias, pero nadie cuestiona que nuestros futuros están entrelazados y que la senda de la prosperidad en ambos lados de la frontera pasa por el fortalecimiento de nuestra asociación y entendimiento mutuos.

Pero esto es algo que los texanos saben bien. El Presidente Bush ha dejado en claro que él considera la seguridad y prosperidad de este continente como algo fundamental para la seguridad nacional y los intereses económicos de los Estados Unidos.

Los texanos reconocen también que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es el centro dela integración de la región de la América del Norte. El TLCAN ha dado vigor y ha transformado nuestras economías al promover el comercio y la inversión, al mismo tiempo que mejora la calidad de la vida, el crecimiento y la estabilidad. Alienta, además, las reformas, la diversificación económica, la transparencia y el buen gobierno que se requieren.

Empero, el hecho es que, a medida que avanza este siglo, nuestras economías entrelazadas también son objeto de una competencia cada vez más intensa de otras naciones, en especial de Asia y de Europa. Al mirar al futuro de la integración en la América del Norte, nuestra visión debe concentrarse en asegurar que seguimos siendo competitivos a nivel global, al mismo tiempo que reducimos las asimetrías que existen tanto al interior como entre nuestras sociedades.

La integración de la América del Norte nos da una base sólida para asegurar una prosperidad continua. Sin embargo, el TLC va a significar poco en el futuro si no institucionalizamos las reformas que son necesarias para seguir siendo competitivos.

No hay duda de que la economía estadounidense está progresando. Las políticas del presidente Bush para estimular el crecimiento han dado como resultado la creación de más de un millón 900 mil empleos desde agosto de 2003, nuestra mayor tasa de empleo en cuanto a la construcción y servicios financieros, y un número sin precedente de propietarios de bienes raíces, en especial entre las minorías.

Pero el historial estadounidense no es perfecto. No hemos avanzado con la rapidez que muchos hubieran querido en cuanto a reformar nuestra política migratoria. Hay demasiadas personas en nuestro país que piensan que la reforma migratoria es hacer un favor a México, cuando, de hecho, una política migratoria segura, legal, ordenada y humanitaria –tal como el presidente Bush la propuso a principios de este año– haría que los Estados Unidos fueran un país más fuerte y seguro.

Los Estados Unidos no pueden hacer que México sea más competitivo en términos económicos de lo que México desee hacer por sí mismo en este campo. Muchos de ustedes han seguido de cerca a la administración del Presidente Fox y al Congreso mexicano con respecto a abordar las reformas energética, fiscal y laboral, así como otras que darían como resultado un Poder Judicial más eficaz. Los estadounidenses están familiarizados con los estancamientos ocasionales que resultan cuando diferentes partidos dominan los poderes ejecutivo y legislativo. Esto es precisamente lo que ha sucedido desde que el presidente Fox tomó posesión y, aunque la situación es frustrante, estas reformas siguen siendo grandes prioridades para la democracia mexicana.

México también se percata de que debe avanzar con rapidez para mejorar el ambiente propicio para las inversiones. Recientemente se han registrado indicios preocupantes de que México ha reducido su atracción en cuanto a las inversiones, y que ha disminuido la competitividad en general. Esto es de interés no sólo para México, sino para la más amplia comunidad de la América del Norte, cuyas economías están cada vez más conectadas. El capital no tiene patria y va a ir a donde obtenga beneficios. Más inversionistas venderán a México cuando sepan que pueden operar en un ambiente seguro y transparente, con reglas racionales, estructuras más eficientes y un menor costo en cuanto a realizar negocios.

Pero antes de que ustedes se lleven la impresión de que no todo está bien, permítanme hablarles sobre las áreas en las que México ha tenido éxito considerable. En años recientes, la política macroeconómica de México ha sido sólida. El país se recuperó de manera impresionante de la crisis del peso de 1994-1995, en gran parte debido a su disciplina fiscal. En 2003, Transparencia Internacional puso a México detrás sólo de Chile en cuanto a los diez países latinoamericanos con mayor transparencia presupuestal. En 2003-2004, El Foro Económico Mundial determinó que México había avanzado del onceavo al quinto lugar entre 21 países latinoamericanos con respecto a la calidad de sus instituciones públicas.

Sin embargo, no podemos ignorar que grandes segmentos de la sociedad están quedándose atrás. La educación es la clave para asegurar que un número mayor de personas se beneficien de la prosperidad que las reformas y el crecimiento pueden traer. Este proceso comienza con la educación primaria y continúa a través de la capacitación vocacional, de la educción superior y de la investigación y desarrollo científicos. A fin de competir en la era de la información, los gobiernos deben educar a sus poblaciones para producir el conocimiento tecnológico. De otra forma quedarán rezagadas. El futuro de la América del Norte se basa en desarrollar la capacidad intelectual creativa del inventor, del empresario y del trabajador especializado que, a su vez, aportarán innovación y competencia técnica conforme a las necesidades modernas.

Me gustaría reconocer a algunos de quienes están trabajando arduamente para hacer más sólida la promesa de la educación. Por ejemplo, el Estado de Texas tienen más ciudadanos mexicanos estudiando en sus universidades que cualquier otro estado. Muchos de ellos están inscritos aquí mismo, en la Universidad de Texas en San Antonio. Es también muy bueno poder anunciar que el Banco de Desarrollo de la América del Norte (NADBANK), que ha fortalecido las relaciones entre México y los Estados Unidos a través de proyectos de infraestructura y ambientales, está en pláticas con la Comisión Fulbright México Estados Unidos con el fin de patrocinar becas de posgrado para profesionistas mexicanos y estadounidenses.

Pero con la finalidad de asegurar que nuestros ciudadanos pueden utilizar su enseñanza educativa y realizar sus sueños, es también crítico que mostremos una determinación constante en nuestra lucha contra el terror. Lo que hicimos al liberar Afganistán e Irak fue lo que debía hacerse. Esto no quiere decir que hayamos tenido éxito total, pero estamos trabajando de manera estrecha con nuestros socios para ayudar a que Irak pase de años de opresión a la democracia y la prosperidad. Por otra parte, Afganistán no sólo tiene una de las más modernas constituciones del mundo musulmán, sino que acaba de realizar elecciones presidenciales históricas. ¿Quién no se ha conmovido con la gráfica de una joven afgana de 19 años al emitir su primer voto?

Estamos edificando asociaciones firmes y perdurables que asegurarán nuestra región común de la América del Norte contra quienes desearían dañar nuestras instituciones, nuestras economías y a nuestros pueblos. México ha sido un aliado firme en nuestros esfuerzos diarios contra el terrorismo y en pro de la observancia de la ley, al igual que un socio importante en la más amplia Guerra contra el Terrorismo. Los acontecimientos de los últimos dos años sirven como recordatorio de que la integración de la América del Norte, que se está dando, va más allá del comercio y la economía, y abarca áreas como la observancia de la ley y el contraterrorismo.

Los Estados Unidos es más seguro cuando nuestro continente trabaja en conjunción. El año pasado en la Ciudad de México, miembros de la Organización de Estados Americanos acordaron un enfoque amplio para abordar las amenazas multidimensionales del siglo XXI. A través de la OEA y de acuerdos bilaterales, estamos trabajando estrechamente con nuestros vecinos del continente para proteger a nuestras patrias y a nuestros ciudadanos del terrorismo y del crimen organizado. Nuestros programas se concentran en luchar contra los estupefacientes y los narcotraficantes, desmembrar bandas de delincuentes, combatir la trata de personas, aumentar la seguridad en la frontera y, sobre todo, llevar a los delincuentes ante la justicia.

Nuestra seguridad también está ligada a la prosperidad de la América Latina, y los Estados Unidos están a la cabeza de los esfuerzos para ampliar las oportunidades económicas en todo el continente. Una de las mejores formas de incrementar la prosperidad es reducir las barreras al comercio. Esto crea más empleos competitivos y baja los precios a los consumidores. En años recientes, los Estados Unidos ha negociado acuerdos de libre comercio con Chile, con las naciones de América Central y con la República Dominicana. Ya casi se ha completado un convenio similar con Panamá.

Las negociaciones sobre un acuerdo andino con Colombia, Ecuador y Perú están en marcha, y Bolivia no está muy atrás. Estamos comprometidos con el ideal de un amplio Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, y me siento alentado porque se ha logrado un compromiso reciente en la Organización Mundial de Comercio para poner término a los subsidios proteccionistas sobre productos agrícolas en los países industrializados. Este compromiso podría traer enormes beneficios a las naciones más pobres y ampliar la senda a una mayor integración regional.

Los Estados Unidos también han ayudado a las economías latinoamericanas que han afrontado problemas. En 2002 y 2003, apoyaron un paquete de asistencia del Fondo Monetario Internacional para Brasil, durante un periodo de turbulencia en ese país. Proporcionamos las seguridades para un préstamo puente de 1,500 millones de dólares para que Uruguay reestructurara su deuda. Conformamos apoyos internacionales para Colombia, Bolivia y la República Dominicana, al igual que respaldamos los esfuerzos de Argentina para estabilizar su situación financiera. Que nadie les cuente que esta administración no ha prestado atención a América Latina.

En 2002, el Presidente Bush anunció la Cuenta del Milenio, que aumenta de manera sustancial la asistencia estadounidense para el desarrollo y ayuda a recompensar políticas sólidas y a evitar crisis. Bolivia, Honduras y Nicaragua han sido los primeros países en beneficiarse. Los Estados Unidos también han estado al frente de los esfuerzos globales para alentar que se alivie la situación de la deuda, lo que permitirá que los países administren mejor sus deudas al recibir donaciones, en vez de préstamos, las cuales estarían a disposición de gobiernos democráticos responsables.

La democracia es el pilar fundamental de la seguridad y prosperidad en las Américas, y los Estados Unidos la han mantenido en alto de manera consistente. En la actualidad Cuba es la única y solitaria excepción en un continente de democracias. Desafortunadamente, el liderazgo cubano ha resistido tercamente cualquier movimiento hacia la apertura, el respeto a los derechos humanos o a las libertades básicas de su pueblo. En mayo, el presidente Bush anunció su Iniciativa para una Nueva Cuba, que es una estrategia amplia para ayudar a que el pueblo cubano apresure la llegada del día de la liberación.

A través de toda la región, los objetivos de la política estadounidense no sólo son generar oportunidades económicas, sino también promover las reformas políticas e institucionales que van a distribuir de forma más equitativa esas oportunidades. Si se quiere que el crecimiento económico perdure y sea justo, los pobres deben tener acceso a las herramientas que se requieren para mejorar su vida. Permítanme decirlo otra vez: no tengo duda alguna de que la educación es la clave ni de que todos debemos hacer más al respecto.

Los gobiernos pueden tomar el liderazgo, negociar acuerdos de libre comercio y crear un ambiente más propicio para la inversión, pero el sector privado debe hacerse presente y participar con el fin de asegurar el desarrollo sostenido; debe ayudar a encontrar maneras de superar los obstáculos al desarrollo, a promover políticas económicas que tengan sentido y a resistir la corrupción. Uno de los mejores ejemplos de esta exitosa cooperación entre los sectores público y privado es el programa “Sociedad para la Prosperidad” que se está poniendo en práctica en México y que fuera lanzado por los presidentes Fox y Bush en septiembre de 2001.

Este programa es una alianza estratégica en la que los gobiernos estadounidense y mexicano actúan como facilitadores con el fin de aprovechar la experiencia, recursos y programas del sector privado para profundizar los lazos que conectan a ambos países y promover el desarrollo de regiones menos prósperas. El programa Sociedad para la Prosperidad se ha concentrado en desarrollar proyectos de vivienda y el mercado de hipotecas, así como en reducir de manera muy importante el costo de las remesas. De 1999 a 2003, el costo promedio de enviar 200 dólares de alguna ciudad de Texas a México se redujo más de la mitad –de más de 30 a menos de 15 dólares.

Además, un acuerdo importante entre los dos países permite que la Corporación de Inversiones Privadas en el Exterior ofrezca programas muy relevantes en México, que incluyen promover inversiones en la educción, la infraestructura y el medio ambiente, al apoyar a empresarios mexicanos y estadounidenses al financiar y asegurar hasta 250 millones de dólares por proyecto, y apoyar a emprendedores mexicanos con un innovador fondo de capital privado de 120 millones de dólares.

Si las empresas desean seguir siendo bienvenidas en las comunidades donde operan, también deben cumplir su responsabilidad. Por ejemplo, en un esfuerzo por combatir el hambre y la desnutrición, una empresa local –HEB– aporta tiempo, alimentos y recursos económicos a bancos de alimentos y a organizaciones que aprovechan alimentos perecederos no sólo en Texas sino también en el norte de México. Ésta es precisamente la clase de responsabilidad corporativa que se requiere en toda América Latina. Las compañías que establecen y practican un balance entre las responsabilidades con sus empleados y accionistas con las responsabilidades hacia la comunidad donde operan, deben reconocer que actúan así no sólo por motivos de buenas relaciones públicas, sino porque es lo correcto. Las empresas no pueden tener éxito en sociedades que fracasan.

Los mercados funcionan cuando se les permite responder a la demanda. Como líderes en los sectores público y privado, tenemos la necesidad de educar a nuestros pueblos y de continuar eliminando obstáculos a las inversiones y al progreso dentro del empleo. Debemos luchar contra la corrupción, contra políticas arbitrarias y contra la aplicación selectiva de la ley –todo lo cual mina la confianza en los mercados y es aún demasiado común en toda América Latina.

También necesitamos ser honestos con respecto a lo que puede acontecer si los mercados no funcionaran. Si las personas perdieran la esperanza económica, también podrían perder la fe en sus instituciones públicas, alejándose de los mercados y la democracia y avanzando hacia el tipo de demagogia que con demasiada frecuencia ha plagado a las naciones latinoamericanas y ha limitado sus horizontes y libertades. Esta ha sido la historia de Venezuela, donde la democracia enfrenta una prueba seria, y ha sido la tragedia de Cuba durante los últimos 45 años.

Al estar ante ustedes, veo a líderes actuales y futuros en los campos de la política, los negocios y la academia. Compartimos juntos la responsabilidad especial de asegurar que los mercados a los largo y ancho del Hemisferio Occidental satisfagan las aspiraciones de todos nuestros ciudadanos y que los gobiernos faciliten este empeño y no le pongan obstáculos. Sé que éste puede ser el siglo de las Américas. Creo que si tomamos las decisiones apropiadas, todos nuestros ciudadanos –no sólo grupos privilegiados dentro de nuestras sociedades– podrán disfrutar de las oportunidades de un crecimiento más amplio.

La visión del presidente Bush es de un continente seguro, prospero y democrático. Un continente que sea competitivo con respeto a las economías más fuertes del mundo, hasta donde podamos anticipar en el futuro. Sé que ustedes también creen en esto.

Finalizaré con el deseo que siempre expreso al estar en este grandioso estado, al pedir a Dios que bendiga a Texas, a los Estados Unidos y a México.

Muchas gracias.

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