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Embajada de Estados Unidos
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PALABRAS DEL EMBAJADOR DE LOS ESTADOS UNIDOS
ANTONIO O. GARZA. Jr.
ANTE LA CÁMARA AMERICANA DE COMERCIO

México, D.F., 9 de marzo de 2004

Emb. Garza en la Cámara AmericanaAcabo de regresar de Crawford, donde los presidentes Bush y Fox sostuvieron reuniones muy productivas. Una invitación a su rancho es en realidad algo que el Presidente Bush tiene en alta estima y reserva para sus amigos. Desde mi punto de vista, sus reuniones confirmaron la importancia que el Presidente Bush da a su relación con el Presidente Fox y a la relación que disfrutamos con México.

Parece como si hubiera pasado mucho tiempo desde que me reuní con ustedes el año pasado en estas fecha. En cierto sentido, sí ha pasado mucho tiempo. En la reunión anual anterior de la Cámara Americana de Comercio, yo sabía que iba a hablar acerca de un dictador en el medio Oriente ya explicar las acciones que tomamos con respecto a Irak. Pero ahora se están explicando las cosas por sí mismas: ayer, funcionarios del gobierno de Irak firmaron una Constitución interina que aboga por garantizar derechos civiles que no tenían precedente en ese país. Aunque aún queda mucho trabajo por hacer, quién no podría compartir la alegría del pueblo iraquí a medida que continúan avanzando en la senda hacia la libertad y la paz.

En esta ocasión no sabía a ciencia cierta dónde comenzar, aunque sí sabía dónde quería terminar… comunicándoles a ustedes que me siento optimista con respecto a México y por lo que toca a América Latina en general. No hay duda de que, el nuestro, no es un continente perfecto. Los líderes electos de la región siguen haciendo frente a tensiones políticas, económicas y sociales que representan un reto para las instituciones democráticas. Las tasas actuales de crecimiento económico no bastan para hacer frente a la pobreza crónica; y la corrupción institucional socava en muchos países el estado de derecho. El liderazgo político de Venezuela es una preocupación constante a medida que somos testigos de crecientes acciones antidemocráticas por parte del Presidente Chávez. El pueblo cubano está aún luchando para conquistar los derechos fundamentales. Y Haití nos recuerda lo que sucede en casos de extrema inequidad e inseguridad.

Si bien estos acontecimientos son objeto de los encabezados de los medios, sólo necesitamos considerar otros temas también "candentes" para saber que en esta parte del mundo estamos en una situación bastante buena. Durante la Reunión Extraordinaria de las Américas, celebrada en enero pasado en Monterrey, 34 dirigentes democráticos del Hemisferio Occidental reconocieron los temas de interés en la región. Se comprometieron a combatir la corrupción, a fomentar el crecimiento, a reducir la pobreza y a mejorar la salud y la educación. Si bien es cierto que se trata de categorías amplias, son importantes porque destacan una visión común, valores comunes y el reto común al que todos hacemos frente.

En la búsqueda de estos objetivos, los líderes regionales acordaron un conjunto de medidas concretas con fechas límite también establecidas concretamente. Una de ellas es reducir para el año 2005 el costo de iniciar una empresa. Otra se refiere a reducir a la mitad para el año 2008 el costo de enviar remesas. El Presidente Bush también prohibió el ingreso de funcionarios corruptos a los Estados Unidos; y las naciones de América Latina se adhirieron a la propuesta de negar protección a esos individuos corruptos.

Las democracias avanzadas deben alentar activamente la promesa del autogobierno y de los mercados libres en todo el mundo. El autogobierno y los mercados libres representan nada más ni nada menos que la libertad de elegir, el derecho de elegir quién y cómo gobierna, el derecho de elegir dónde se trabaja y cuál será el monto de la remuneración, el derecho de elegir el futuro de uno mismo y de sus seres queridos. Sin embargo, junto con la garantía de esa libertad viene también la responsabilidad de invertir en la gente, de asegurar que las personas tengan la capacidad de aprovechar las oportunidades que se les presenten: a través de la educación, a través del acceso al cuidado de la salud, a través de la aplicación honesta y eficiente de la ley. Estos derechos permiten que las personas compitan de manera libre y justa en un terreno donde las reglas son iguales para todos.

Es por esto que no es difícil sentirse optimista por lo que respecta a México. México ha sido un puente para el resto de Latinoamérica al convertirse en un modelo de democracia y de libre comercio. En el año 2003, Transparencia Internacional puso a México tan sólo después de Chile entre los países de América Latina por lo que respecta a la transparencia presupuestal; y México está subiendo en la clasificación de la calidad de sus instituciones públicas, de acuerdo con el World Economic Forum. En cuanto a la aplicación de la ley, Las autoridades mexicanas han reportado el arresto de más de 26,000 delincuentes involucrados en el narcotráfico desde diciembre del año 2000. Y aún cuando queda trabajo por hacer, la atmósfera cada vez más democrática de México, las firmes políticas económicas y la proximidad a los Estados Unidos son ventajas que han atraído a los inversionistas de regreso a México.

Como muchos de ustedes pueden imaginarse, cuando los presidentes de nuestros dos países están en la misma habitación, es casi seguro que van a tocar el asunto de la migración. En Crawford, el Presidente Bush habló de ser prudentes en cuanto a tener expectativas muy altas de que el Congreso apruebe una amplia y profunda reforma migratoria durante un año de elecciones. Sin embargo, no dejó ninguna duda en cuanto a su compromiso sobre el tema. El Presidente Bush respondió a las necesidades de las comunidades fronterizas al acordar que se dispense el requisito de registrar las huellas digitales, tal como lo estipula el nuevo programa U.S. VISIT, para algunos ciudadanos mexicanos que ingresen al país por un tiempo corto. Esto fue una buena noticia para los miles de mexicanos que cruzan regularmente la frontera para trabajar, hacer compras o estudiar en los Estados Unidos. Nuestros líderes también estuvieron de acuerdo en la necesidad de promover las visas NAFTA para profesionistas. Este tipo de visa permite a algunos profesionistas mexicanos trabajar en los Estados Unidos, compartir su experiencia y regresar a su país con nuevos enfoques hacia el desarrollo. Tales iniciativas demuestran que seguimos estando abiertos para mejorar nuestro sistema con el fin de que los bienes y personas legítimas fluyan sin contratiempos a través de nuestra frontera de 2000 millas de extensión.

Nuestro diálogo sobre estos asuntos no se va a detener mientras el Congreso analiza los cambios profundos que pueden hacerse a nuestra política migratoria. Parece que han ahora un debate más intenso sobre este tema dentro de nuestra propia nación que el que se da entre nuestras dos naciones. El asunto de a quién permitimos la entrada en nuestro país y cómo se da la asimilación dentro de nuestra sociedad, tienen una carga emocional porque se trata de un asunto de identidad. Samuel Huntington sostuvo recientemente que la inmigración es un reto para nuestra identidad nacional. Por mi parte, diría que la inmigración ha creado precisamente nuestra identidad nacional. Nuestro país está hecho de inmigrantes, cuyo carácter, dedicación al trabajo y talento han contribuido a la sociedad estadounidense y a hacer que la nuestra sea la mayor economía del mundo y que nuestra forma de vivir sea la más envidiada.

El Presidente Bush delineó a principios de este año su visión sobre a la reforma de las leyes de inmigración. Su visión toma en cuenta las fuerzas del mercado y las realidades económicas. Sé que algunos argumentan que su propuesta fue sólo una maniobra política, pero sé a ciencia cierta que este tema ha ocupado la atención del Presidente desde los primeros días en que tomó posesión de su cargo. El Presidente Bush dio un paso decidido y audaz de liderazgo con base en los principios que él ha sustentado desde que lo conozco: lo hizo porque consideró que era lo justo.

Desde que el Presidente anunció su plan, parece que nadie está completamente contento, y quizá así es como debería ser. El plan no garantiza una senda fácil hacia la residencia permanente en los Estados Unidos o la ciudadanía estadounidense para quienes han violado las leyes del país. Tampoco aboga por la deportación masiva de esas mismas personas, ni garantiza a los empleadores un abasto indefinido de mano de obra a bajo costo. Lo que sí hace es ofrecer esperanza a los trabajadores migrantes y a sus familias, al mismo tiempo que permite que las agencias encargadas de aplicar la ley ya no desperdicien tiempo en personas que no son una amenaza para los Estados Unidos y concentrarse, más bien, en los que pueden tener la intención de hacernos daño.

En la guerra contra el terrorismo, tenemos en verdad la fortuna de tener un vecino como México. La seguridad es un área que parece haber acercado a nuestras dos naciones. Los secretarios Tom Ridge y Santiago Creel se reunieron recientemente en México y destacaron la amplia gama de actividades que se están llevando a cabo, que abarcan desde compartir información sobre las personas que viajan en aerolíneas comerciales, tanto hacia como desde los dos países, hasta la inspección de envíos de productos mexicanos. Ambos también acordaron que se necesita un acuerdo sobre repatriación --un acuerdo que, al permitir que regresen a salvo a su hogar en México, ayudará a salvar la vida a personas, que, de otra forma, la perderían en el tortuoso calor del desierto.

Hace unos momentos hice alusión al libre comercio y sé que ya he hablado ante ustedes sobre los beneficios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), así que no quisiera repetir lo que ya saben. Sí quisiera, sin embargo, comentarles acerca de los retos que México aún enfrenta en materia de competitividad. Los indicadores fundamentales de la macroeconomía mexicana se mantienen sólidos. La estricta disciplina fiscal ha resultado en una baja histórica de la inflación y de las tasas de interés. También ha disminuido la percepción de riesgo por parte de los inversionistas. Pero tanto economistas como empresarios mexicanos han hablado durante años de la necesidad de reformas en materia fiscal, energética y laboral para incrementar la competitividad. Es obvio también que un sistema judicial y un estado de derecho transparentes son esenciales para estimular la confianza en un país. Estoy seguro de que todos los que se encuentran reunidos aquí siguieron de cerca el debate que sostuvo en diciembre el Congreso mexicano sobre las reformas económicas. Estos cambios estructurales son clave para que más sectores y regiones de México puedan aprovechar el TLCAN e incrementar su productividad. Si México no puede mantener el mismo nivel de competitividad que tienen el creciente número de naciones que están abriendo sus mercados, entonces la inversión se irá hacia otros rumbos. Es así de simple. Y el hecho es que éstas no son las reflexiones del Embajador de los Estados Unidos, sino más bien la realidad de cada una de las conversaciones que he tenido con cada empresario interesado en México y que es un potencial generador de empleos.

Mientras tanto, ¿cuál es el papel de la comunidad empresarial a este respecto? Ciertamente es abogar por estos cambios. Cuando eché un vistazo a la página de Internet de la AmCham, quedé impresionado de que una de sus misiones es “alentar a una conciencia empresarial responsable” – me gusta referirme a esto como prácticas empresariales sustentables. Las compañías globales pueden y deben utilizar su poder y liderazgo para ayudar a crear entornos competitivos y a incrementar la riqueza en las comunidades en el extranjero donde residen y operan. Don Mohanlal, Vicepresidente Ejecutivo de la Fundación Internacional para la Juventud, dijo alguna vez: “Las empresas no pueden ser exitosa en sociedades que fracasan”. No sólo se trata de hacer un buen negocio, sino también de hacer lo correcto como ciudadanos globales. Se trata de fomentar prácticas que muestren nuestro liderazgo, nuestra conciencia, nuestro compromiso de largo plazo.

Me gustaría reconocer a las compañías mexicanas y estadounidenses que han trabajado junto con el sector público en el marco del programa "Sociedad para la Prosperidad", en la labor de sembrar el desarrollo económico en México. Esta alianza de los sectores público y privado continúa poniendo en práctica proyectos concretos para expandir el acceso al capital, para compartir las mejores prácticas y conocimiento tecnológico y, por encima de todo, para desarrollar la capacidad para el crecimiento futuro.

Por ejemplo, la compañía mexicana CEMEX patrocina dos iniciativas que resaltan la conciencia social empresarial. Una de ellas está orientada a mejorar las condiciones de salud entre familias de escasos recursos, brindándoles productos bactericidas para reducir el riesgo de enfermedades. La otra hace posible que familias de bajos ingresos puedan adquirir materiales de construcción de alta calidad y puedan recibir asistencia técnica para construir un hogar. La empresa tiene programas comunitarios similares en otros países donde opera actualmente, como Filipinas y Costa Rica.

La empresa estadounidense Intel ha desarrollado seminarios para enseñar a pequeñas y medianas empresas a cómo mejorar su competitividad en México. En coordinación con la Secretaría de Educación Pública, también patrocinó un programa que ha capacitado a más de 70,000 profesores de primaria y secundaria en todo el país para que puedan integrar la tecnología a su labor de enseñanza y al mismo tiempo desarrollar las habilidades tecnológicas de sus estudiantes. Las actividades de Intel ayudan a aumentar el nivel profesional de la fuerza de trabajo y brindan innovación y experiencia técnica en el lugar de trabajo.

La meta primordial es ayudar a las sociedades a usar mejor las oportunidades que les presenta el mundo globalizado; aprovechar las nuevas tecnologías y los nuevos vínculos internacionales; brindar mejor educación para que la gente pueda realizar sus sueños en la nación que aman y llaman su hogar, naciones que muchas veces tienen que dejar atrás en busca de una mejor vida. Las compañías mexicanas y estadounidenses que han creado activamente estos entornos empresariales competitivos han comprendido de manera clara las palabras del Presidente Bush en Wall Street: "en el largo plazo, no hay capitalismo sin conciencia; no hay riqueza sin carácter".

Como dije al principio, mantengo mi optimismo. Soy optimista porque creo que los líderes de la empresa y el gobierno que he conocido aquí quieren ayudar a las comunidades y aprovechar el crecimiento de la globalización y combatir la pobreza. Soy optimista porque tenemos un continente que funciona. Generalmente estamos en paz y compartimos valores comunes sobre la democracia y la economía libre. Soy optimista porque nuestra relación bilateral está construida sobre un cimiento fuerte que se fortalece y expande constantemente.

A la Cámara Americana de Comercio le digo: gracias por el trabajo que están realizando.... y, como siempre, que Dios bendiga a México y los Estados Unidos. Gracias.

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