Comunicados de Prensa
El Embajador Garza Conmemora a los Caídos de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos
México, D.F., 29 de mayo de 2006 -- “Nosotros,
los estadounidenses debemos recordar a aquellos que se han
ido antes que nosotros, sirviendo a su país tanto
en tiempos de paz como durante conflictos, dentro y fuera
de la nación. Este servicio puede representar la
mayor responsabilidad y la más grande recompensa.
Separados de sus familias, de sus amigos y de su hogar,
los hombres y mujeres que aquí honramos viajaron
fuera de su patria hacia lugares inestables, frecuentemente
en conflicto, con el objetivo de cumplir con la política
exterior de los Estados Unidos”: Embajador Garza.
Durante la ceremonia anual del “Día de los
Caídos” de las Fuerzas Armadas y Veteranos
de Guerra (Memorial Day), realizada en el cementerio americano
en la Ciudad de México, el Embajador Garza invitó
a los estadounidenses a recordar a quienes dieron sus vidas
sirviendo a su país. El Embajador elogió especialmente
a “todos aquellos que responden el llamado para servir
a nuestra nación en el extranjero en las líneas
frontales de la libertad”.
El “Día de los Caídos”, fue oficialmente
proclamado por el General John Logan el 5 de mayo de 1868,
y entró en vigor el 30 de mayo de 1868, cuando las
tropas colocaron ofrendas florales en las tumbas de los
soldados caídos de la Unión y la Confederación
en el Cementerio Nacional de Arlington en Virginia. Este
día feriado se conmemora anualmente en los Estados
Unidos el último lunes de mayo.
A continuación presentamos el texto completo de
las palabras del Embajador:
“En recuerdo de quienes se nos han adelantado”
Palabras del Embajador Antonio O. Garza en la Ceremonia del “Día de los Caídos”
29 de mayo de 2006 Cementerio
Americano, Ciudad de México
Muchas gracias, Coronel Toro.
Padre Juniot, Comandante Lamburth, Coronel Rhea, Capitán
Telfer, señor Johonson, Destacamento de Marines,
distinguidos amigos e invitados.
De manera especial, quiero agradecer al Puesto 2 de la
Legión Americana haber leído el discurso que
pronunció el Presidente Lincoln en Gettysburg, porque
ahora mis comentarios seguirán a uno de los discursos
más grandiosos y célebres en la historia de
los Estados Unidos.
Es un honor para mí ver a tantos miembros no sólo
de la comunidad estadounidense en México, sino a
representantes de otras misiones diplomáticas y de
México.
Al rendir honor a los orgullosos miembros del Ejército,
de los Marines, de la Armada, de la Fuerza Aérea
y del Guardacostas, demostramos nuestro compromiso con los
ideales democráticos por los que entregaron su vida
para preservarlos.
Así que, ¿cómo conmemoramos a quienes
se han dado en servicio, se nos han adelantado y sacrificaron
tanto? Y más allá de ese sacrificio, ¿cómo
podemos dar sentido y sustancia a lo que nosotros hacemos
ahora sirviendo a nuestra patria y a esos ideales democráticos?
Considero, primero, que debemos recordar a quienes se nos
han adelantado, ya sea en situaciones de paz o de conflicto,
en nuestra patria o fuera del país, y que han servido
en las fuerzas armadas de los Estados Unidos. El servicio
es a la vez la mayor carga y la mayor recompensa.
Lejos de su familia, de sus amigos y de su hogar, los hombres
y las mujeres a quienes rendimos homenaje este día
salieron del país hacia lugares inestables y con
frecuencia en conflicto, con el objetivo de cumplir con
la política exterior de los Estados Unidos.
Al hacerlo, ellos pusieron en alto la tradición
del deber que nos enorgullece reconocer. El deber es una
palabra sublime, como bien dijo Robert E. Lee, pero no es
una palabra que podamos definir. Yo creo que es hacer lo
que uno tiene que hacer, cuando uno lo tiene que hacer,
sin importar si queremos hacerlo o no.
¿Y no es precisamente este principio la piedra angular
del servicio militar? En estas tumbas y en los cementerios
para soldados estadounidenses en todo el mundo yacen los
restos de quienes fueron llamados por su sentido del deber
a servir, tanto militares como civiles, algunos plenamente
identificados y otros sólo conocidos por Dios.
Pero sólo conmemorar no es suficiente. La segunda
cosa que debemos hacer es honrar el significado de los sacrificios
de los quienes se nos han adelantado, continuando su labor
y promoviendo los ideales de democracia y libertad.
Veo muchos amigos aquí este día. Amigos que
sirven a sus respectivos países, algunos en las fuerzas
armadas, otros en el servicio diplomático. Hubo tiempos,
algunos distantes y otros recientes, cuando las naciones
aquí representadas se encontraban en conflicto entre
sí o con los Estados Unidos.
Aún así, nos encontramos en este hermoso
jardín y cementerio, como amigos y como aliados.
Todos estamos de acuerdo en que la democracia es mejor que
la tiranía, que el estado de derecho es mejor que
las dictaduras y que los derechos humanos son mejores que
la ley de las turbas.
Finalmente, creo que nos unimos al saber que los ideales
tan apreciados por las democracias, como la libertad de
expresión, la libertad de credo, la libertad de prensa,
y la libertad en sí, deben su existencia al servicio
y al sacrificio.
Nuestra labor continúa, no sólo en cuanto
a honrar a nuestros muertos, sino en promover la causa en
cuya defensa nuestros hombres y mujeres que sirvieron a
nuestra nación “dieron con gran nobleza la
última y total muestra de devoción”.
Tal como Lincoln escribió con tanta belleza, de
quienes perecieron mientras servían a su país,
“tomamos la gran devoción a su causa:... que
el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no
desaparecerá de la tierra”
¡Gracias; que Dios los bendiga a todos!
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