Consideraciones posteriores al tratamiento
Esta sección de postratamiento ha sido ideada especialmente para aquellos
individuos con cáncer que no recibieron tratamiento antineoplásico
durante seis meses. Hay dos razones por las que se creó una sección separada.
En primer lugar, la etiología del problema es diferente para el individuo que
está bajo tratamiento que para aquellos que no lo están recibiendo. En
segundo lugar, las estrategias de intervención y la información se pueden
adaptar mejor de manera que se puedan satisfacer los requisitos de ambas
poblaciones.
La fatiga es un problema distinto para los individuos después que han
terminado el tratamiento. Se ha propuesto muchas teorías para explicar la
etiología de la fatiga que padece el paciente bajo tratamiento y para explicar
el efecto de ese tratamiento en la calidad de vida. Pero muchas de estas
teorías no se aplican a la población que ha concluido su tratamiento. No
obstante, la fatiga continúa siendo un asunto importante para los individuos
que ya no reciben tratamiento y que están libres de enfermedad.
Hay indicios de que la fatiga afecta la calidad de vida de las personas que
sobreviven al cáncer de un modo significativo. En el entorno médico en
general, la experiencia de la fatiga entre los sobrevivientes de cáncer es
similar a la que experimentan los pacientes con síndrome de fatiga crónica.[1] Se han hecho pocos estudios que indiquen qué repercusión tiene la fatiga
en la calidad de vida; algunos ejemplos se incluyen a continuación:
- Un 50% de los 29 sobrevivientes de cáncer que han tenido trasplantes de
médula ósea han dicho tener fatiga moderada o severa por más de un año después
del trasplante. La fatiga fue uno de los tres asuntos más negativos
estudiados y tuvo mayor repercusión en la calidad de vida que cualquier otro
problema físico.[2]
- Un 56% de las 125 personas con trasplante de médula ósea dijeron tener
fatiga constante entre 6 y 18 años después del trasplante.[3]
- En 687 sobrevivientes de varios tipos de cáncer evaluados después del
tratamiento para estudiar asuntos relacionados con la calidad de vida, la
fatiga fue uno de los tres asuntos que afectaban la calidad de vida de manera
más negativa.[4]
- Cerca de 90 pacientes con un diagnóstico de linfoma de Hodgkin o con linfoma
no Hodgkin, 30 pacientes dijeron tener falta de energía a los 32 meses, como
promedio, después del diagnóstico.[5]
- Un 37% de 403 individuos con el linfoma de Hodgkin dijeron que su grado de
energía no había vuelto a índices satisfactorios aun nueve años después del
tratamiento, como media.[6]
- Un 26% de los sobrevivientes de linfoma de Hodgkin sufren de fatiga
persistente, seis meses después del tratamiento con 50% relacionado con problemas
psicológicos. El aumento de la edad y la ausencia de síntomas psicológicos
previos no predijeron casos de fatiga.[7]
- Un 75% de 162 mujeres tratadas con radiación para el cáncer del seno y 61%
de 173 mujeres tratadas con quimioterapia para el cáncer del seno describieron
tener una disminución de energía de 2 a 10 años después de haber concluido el
tratamiento.[8] En una encuesta cruzada llevada a cabo por separado entre mujeres que completaron su tratamiento para el cáncer de mama en una media de 29 meses antes de la encuesta, 38% tuvieron fatiga severa en comparación con el 11% de un grupo de control igual.[9]
- Se ha informado de fatiga en mujeres sobrevivientes de trasplante de médula
ósea autóloga y altas dosis de tratamiento
quimioterapéutico de linfomas de 4 a 10 años después del tratamiento.[10]
A pesar de que muchos estudios han documentado la incidencia de fatiga en
aquellos que ya no reciben tratamiento para el cáncer, el mecanismo específico
de la fatiga todavía se desconoce. Debido a que la fatiga es un problema
multifacético, es difícil determinar su etiología.
La información disponible sobre la fatiga de los sobrevivientes de cáncer
infantil procede de la literatura que describe los efectos psicológicos y
cognoscitivos posteriores al tratamiento. En un estudio, los resultados
cognoscitivos fueron evaluados en niños, 3 a 4 años después de diagnosticarles
cáncer cerebral. La fatiga fue un factor contribuyente al desempeño escolar
precario.[11]
En otro estudio, los sobrevivientes de leucemia linfoblástica aguda fueron
evaluados para ver su déficit cognoscitivo posterior al tratamiento y se
observó que padecían de un efecto típico de fatiga. Se cree que éste fue un
factor en la variación de los resultados de sus pruebas.[12] Anecdóticamente,
los individuos que han recibido irradiación del tórax y irradiación completa
del cuerpo, se quejan de fatiga y muestran mayor necesidad de dormir.
Las personas que han sido tratadas exitosamente contra el cáncer corren el
riesgo de padecer una serie de complicaciones específicas a los órganos que
son secundarias a su tratamiento.[13] La fatiga que se presenta en la población
después del tratamiento, recalca la importancia de seguir atendiendo a estos
pacientes. La persistencia de la fatiga después del tratamiento requiere que
ésta sea evaluada cuidadosamente para descartar las condiciones fisiológicas
contribuyentes.
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