30 abril 2007
Este artículo pertenece al periódico electrónico de marzo de 2007 “Las vacunas salvan vidas”. Para consultar los demás artículos de este periódico haga clic a la derecha.
Por Elizabeth Fee
Fee es jefa de la División de Historia de la Medicina de la Biblioteca Nacional de Medicina, en los Institutos Nacionales de la Salud
El éxito más impresionante en los más de doscientos años de la historia de las vacunas ha sido la erradicación de la viruela en 1980. Hubo varias razones para erradicarla: la viruela era transmitida de un ser humano a otro y no tenía reservas en los animales; existía una vacuna eficaz, resistente al calor y desecada por congelación, que podía proteger con una sola dosis; y se disponía de medios de diagnóstico prácticos para la rápida identificación de la infección de la viruela.
La Organización Mundial de la Salud se impuso en 1952 la meta de erradicar la viruela, pero el progreso fue relativamente lento hasta el inicio en 1967 del Programa Mundial Intensificado de Erradicación. La estrategia consistió en organizar campañas de vacunación masiva en cada país, asegurar la potencia y estabilidad de la vacuna, y abarcar por lo menos el 80 por ciento de la población. Estas campañas fueron complementadas por una rigurosa vigilancia de la enfermedad con el fin de detectar brotes y aplicarles medidas de contención concentradas. En cualquier momento que se denunciaba un caso “índice” de viruela, se vacunaba a todos los contactos cercanos del caso índice, y después se vacunaba también a todos los contactos cercanos de esas personas. Con este método se aislaba eficazmente al caso índice y se interrumpía la cadena de la transmisión.
El último caso de viruela fue identificado en Somalia en 1977. La búsqueda de casos de viruela duró otros dos años y, en 1980, la Organización Mundial de la Salud declaró que la “viruela había sido erradicada”.