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16 septiembre 2008

El camino a la independencia

 
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Protesta contra los impuestos británicos conocida como “El Partido del Té de Boston”, 1773.
Protesta contra los impuestos británicos conocida como “El Partido del Té de Boston”, 1773.

Este artículo pertenece a la publicación “La historia de EE.UU. en síntesis”. Para consultar los demás artículos, haga clic a la derecha.

Los principios de liberalismo y la democracia –los cimientos políticos de Estados Unidos– surgieron en forma natural del proceso de edificar una nueva sociedad en tierras vírgenes. Con esa misma naturalidad, la nueva nación se vería a sí misma como algo diferente y excepcional. Europa la miraría con aprensión o esperanza.

Las 13 colonias británicas de Norteamérica maduraron en el siglo XVIII; fue entonces cuando crecieron en población, poder económico y logros culturales, y ya tenían experiencia en la autogestión. Sin embargo, no fue sino hasta 170 años después de la fundación del primer asentamiento permanente en Jamestown, Virginia, cuando el nuevo Estados Unidos de América surgió como nación.

Parte de la guerra entre Gran Bretaña y Francia en la década de 1750 se llevó a cabo en Norteamérica. Los británicos salieron triunfantes y pronto implantaron políticas para controlar y financiar su vasto imperio. Esas medidas impusieron mayores restricciones a la forma de vida de los colonizadores norteamericanos.

La Proclama Real de 1763 restringió la apertura de nuevas tierras a la colonización. La Ley del Azúcar de 1764 gravó con impuestos los bienes de lujo, como el café, la seda y el vino, y declaró ilegal la importación de ron. La Ley Monetaria de 1764 prohibió la impresión de papel moneda en las colonias. La Ley de Alojamiento de 1765 obligaba a los colonos a proveer de alimento y hospedaje a los soldados del rey. Y la Ley del Timbre de 1765 exigía la compra de sellos reales para todos los documentos legales, periódicos, licencias y contratos de arrendamiento.

Los colonos protestaron por todas esas medidas, pero la Ley del Timbre desencadenó la mayor resistencia organizada. Para un creciente número de colonos, la principal objeción era que, por medio de esa ley, una legislatura distante en la que ellos no podían participar les aplicaba impuestos. En octubre de 1765, 27 delegados de nueve colonias se reunieron en Nueva York para coordinar sus esfuerzos con el propósito de lograr que la Ley del Timbre fuera revocada. Ellos aprobaron resoluciones que exaltaban el derecho de cada una de las colonias a crear sus propios impuestos.

La autogestión produjo dirigentes políticos locales y éstos trabajaron juntos para anular lo que a su juicio eran actos opresivos del parlamento inglés. Cuando tuvieron éxito, su campaña coordinada contra Gran Bretaña llegó a su fin. No obstante, en los siguientes años un pequeño número de radicales trató de mantener vigente la controversia. Su objetivo no era la concertación sino la independencia.

Samuel Adams de Massachusetts fue el más eficaz. Escribió artículos en periódicos y pronunció discursos en los que apelaba a los instintos democráticos de los colonos. Él ayudó a organizar, en todas las colonias, comités que llegaron a ser la base de un movimiento revolucionario. En 1773, el movimiento atrajo a los comerciantes coloniales que estaban disgustados porque Gran Bretaña intentaba reglamentar el comercio del té. En diciembre, un grupo de hombres entró furtivamente en tres buques británicos anclados en el puerto de Boston y arrojó al mar sus cargamentos de té.

Para castigar a Massachusetts por su acto vandálico, el Parlamento británico cerró el puerto de Boston y restringió la autoridad local. Las nuevas medidas, conocidas como las Leyes Intolerables, fueron contraproducentes porque en lugar de aislar a la colonia, provocaron que las otras se unieran a ella. Todas las colonias, salvo Georgia, enviaron representantes a Filadelfia en septiembre de 1774 para discutir “su desdichado estado actual”. Ese fue el primer Congreso Continental.

Los colonos se sentían cada día más frustrados e irritados porque los británicos los privaban de sus derechos. Sin embargo, ni remotamente había unanimidad de opiniones en cuanto a lo que debían hacer. Los “leales” querían seguir siendo súbditos del rey. Los “moderados” proponían un compromiso para establecer una relación más aceptable con el gobierno británico. Y los revolucionarios aspiraban a la independencia total, para lo cual empezaron a acumular armas y a movilizar sus fuerzas en espera del día en que tuvieran que luchar para conquistarla.

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