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Fatiga (PDQ®)     
Actualizado: 04/30/2009
Versión Profesional De Salud
Índice

Propósito de este sumario del PDQ
Descripción
Patogénesis de la fatiga
Factores contribuyentes
Tratamientos para el cáncer
Anemia
Factores de nutrición
Factores psicológicos
Factores cognoscitivos
Trastornos del sueño e inactividad
Medicamentos
Evaluación
Evaluación de la anemia
Intervención
Psicoestimulantes
Tratamiento de la anemia
Ejercicio
Psicoterapia conductista cognitiva
Actividad y descanso
Educación del paciente
Consideraciones posteriores al tratamiento
Obtenga más información del NCI
Modificaciones a este sumario (04/30/2009)
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Propósito de este sumario del PDQ

Este sumario del PDQ con información sobre el cáncer para profesionales de la salud, provee información integral con base en la información científica disponible que ha sido revisada por expertos sobre la fisiopatología y el tratamiento de la fatiga. El Consejo Editorial del PDQ sobre Cuidados Médicos de Apoyo 1 examina regularmente este sumario y lo actualiza según sea necesario.

Este sumario contiene información sobre los siguientes aspectos:

  • Etiología.
  • Evaluación.
  • Manejo.

El propósito de este sumario es servir como fuente de información y ayuda para los médicos y otros profesionales de la salud que atienden a pacientes de cáncer durante el tratamiento y después del mismo. No provee pautas o recomendaciones formales para la toma de decisiones relacionadas con la atención de la salud. La información provista en este sumario no debe tomarse como base para determinar reembolsos.

Este sumario está disponible en inglés 2 y también en una versión para pacientes 3 escrita en lenguaje menos técnico.

Descripción

La fatiga es el efecto secundario más común del tratamiento contra el cáncer ya sea este con quimioterapia, radioterapia o con modificadores de ciertas respuestas biológicas. La fatiga relacionada con el tratamiento para el cáncer generalmente mejora después que el tratamiento ha terminado, pero hay un cierto grado de fatiga que puede continuar durante meses o años después de concluir el tratamiento. La fatiga también se observa como un síntoma que se presenta en cánceres que causan problemas como la anemia, los cambios endocrinos y la obstrucción respiratoria y es común en las personas con cáncer avanzado que no reciben tratamiento activo para el cáncer. La mayor parte de las investigaciones sobre la fatiga en las personas con cáncer se ha llevado a cabo en grupos de personas bajo tratamiento para el cáncer, y unos pocos estudios que se enfocan en las personas que reciben cuidados paliativos para el cáncer terminal y algunas investigaciones en grupos de personas que han terminado el tratamiento. Se ha informado que la fatiga relacionada con el tratamiento para el cáncer está presente en 14% a 96% de las personas que se encuentran bajo tratamiento de cáncer.[1-7]

La fatiga como el dolor es algo que se ve como un estado de autopercepción. Los pacientes pueden describir la fatiga como un sentirse cansado, débil, exhausto, perezoso, abatido, agotado, pesado, lento o esa sensación de falta de energía y de pararse y despegar. Los profesionales de la salud han incluido la fatiga dentro de conceptos como astenia, lasitud, malestar, postración, falta de tolerancia al ejercicio, falta de energía y debilidad. Las investigaciones sobre la fatiga en las personas con cáncer, se enfoca en la fatiga como un estado autopercibido; pruebas objetivas de variables tales como la debilidad muscular, desempeño en el ejercicio, prontitud en el desempeño de una tarea y la totalidad de movimientos diarios, no han sido examinadas con relación a la sensación de fatiga.

La fatiga experimentada como un efecto secundario del tratamiento para el cáncer, es diferente de la fatiga que siente una persona saludable en su vida diaria. La fatiga saludable se describe con frecuencia como una fatiga fuerte que eventualmente se alivia mediante el sueño y el descanso; la fatiga relacionada con el tratamiento del cáncer se caracteriza como fatiga crónica ya que está presente por largos períodos y no se alivia por completo mediante el sueño y el descanso. Aunque el término fatiga crónica es correcto, el usar este término no significa que las personas con cáncer que sienten fatiga presenten un síndrome de fatiga crónica. El usar la frase fatiga crónica puede resultar confuso tanto para el paciente como para el profesional de la salud. Términos tales como fatiga del cáncer, fatiga relacionada con el cáncer, fatiga relacionada con el tratamiento del cáncer han sido todos usados en la literatura médica, la literatura de investigación y los materiales educativos tanto para los pacientes como el público en general.

La fatiga incide de manera negativa en todos los aspectos del funcionamiento, como en el humor, funcionamiento físico, desempeño laboral, interacción social, cuidado familiar,[8] desempeño cognitivo, trabajo escolar, actividades comunitarias y el sentido del yo.[9-12] El patrón de la fatiga relacionada con el tratamiento del cáncer varía de acuerdo al tipo y frecuencia del tratamiento. Por ejemplo, las personas bajo un régimen quimioterapéutico cíclico, por lo general exhiben un aumento en la fatiga en los días posteriores al tratamiento, luego dan cuenta de una menor fatiga hasta que se suscita el próximo tratamiento, sin embargo, aquellos que reciben radioterapia de haz externo, experimentan una fatiga gradual que aumenta durante el curso de tratamiento sobre el campo de tratamiento mayor. Pocos estudios sobre las personas que reciben tratamiento para el cáncer han abordado el tópico de la fatiga como resultado de la aflicción emocional que resulta del someterse a una evaluación diagnóstica del cáncer y los efectos de los procedimientos médicos y quirúrgicos que se utilizan para esa evaluación y para el tratamiento inicial. Debido a que la mayoría de los adultos que entran al sistema de cuidados oncológicos luego de al menos un procedimiento quirúrgico y debido a que la cirugía y la aflicción emocional están ambas relacionadas con la fatiga, es probable que la mayoría de las personas que dan inicio a un tratamiento no quirúrgico experimenten fatiga al inicio del tratamiento.[13,14]

La evaluación de la fatiga en la práctica clínica toma muchas formas, la mayoría descansa en la evaluación de la intensidad de un solo punto similar al que se usa en la evaluación inicial del dolor. Un número de herramientas múltiples, originalmente diseñadas para la investigación de la fatiga ha sido utilizada en la práctica clínica. La mayoría de estas herramientas incluyen dimensión de los síntomas, diferentes a la intensidad de la fatiga, tales como la incidencia o las consecuencias de la fatiga, el momento en que esta aparece, síntomas relacionados, y acciones de autoayuda.[15-21] Las recomendaciones básicas para la evaluación de la fatiga en la práctica clínica incluye lo siguiente:

  • La evaluación debe incluir un autoinforme de la intensidad de la fatiga.


  • El período de evaluación debe ser relevante al estado de tratamiento actual del paciente y a la probabilidad de que se presente fatiga en un momento dado si dicho paciente está recibiendo tratamiento.


  • El mismo enfoque hacia el tratamiento debe ser utilizado en cada punto de la evaluación a fin de determinar cambios en la fatiga con el transcurso del tiempo.


Las recomendaciones para el manejo de la fatiga se enfocan en identificar factores que podrían estar contribuyendo con la fatiga. Debido a que el único mecanismo causal que ha sido demostrado mediante investigación es la anemia inducida por la quimioterapia, La mayoría de las recomendaciones para el tratamiento de la fatiga ocasionada por otros factores independientes de la anemia inducida por la quimioterapia, dependen de un desarrollo cuidadoso de una hipótesis clínica, tal y como está delineada en el National Comprehensive Cancer Network guidelines on fatigue.[22]

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Patogénesis de la fatiga

Excepto en la anemia que ha sido inducida por la quimioterapia, se desconoce el mecanismo responsable de la fatiga en las personas con cáncer. El entender las causas de la fatiga en la gente con cáncer es un reto especial debido a que es probable que cada individuo experimente de manera simultánea múltiples causas posibles de fatiga. Esta hipótesis etiológica multifactorial se hace presente en los varios modelos que se han propuesto en el estudio de la fatiga. El mecanismo preciso que causa o que fomenta la fatiga en los pacientes de cáncer se desconoce. Es probable que muchos mecanismos diferentes desempeñen esta función.[1,2] Por lo general, se incorpora en estos modelos el balance energético, la tensión, las demandas del diario vivir, el sueño, los cambios neurofiológicos, interrupción del ritmo circadiano y cambios neuroinmunitarios, sobre la base de que estos factores están relacionados con la fatiga en otros contextos que no son el cáncer.[3] La literatura sobre el cáncer respalda algunas de estas variables. La interrupción del sueño, estuvo relacionada con la fatiga en mujeres que recibían quimioterapia adyuvante para el cáncer de mama, un estudio mostró variaciones en los requisitos energéticos de las personas con cáncer, y las citocinas proinflamatorias se muestran elevadas en algunos estudios de personas que presentan fatiga persistente luego de un tratamiento para el cáncer.[4,5] Además, los medicamentos simultáneos tales como analgésicos, hipnóticos, antidepresivos, antiheméticos, esteroides o anticonvulsivos, muchos de los cuales actúan sobre el sistema nervioso central, pueden, de manera significativa sobrecargar el problema de la fatiga.

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Factores contribuyentes

Aunque resulta claro que la fatiga es frecuente entre los pacientes de cáncer, ha resultado difícil identificar variables correlacionadas uniformes en esta población de pacientes. Los factores que influyen con mayor frecuencia son los siguientes:[1-9]

  • Tratamiento del cáncer.
  • Anemia.
  • Fármacos.
  • Caquexia y anorexia.
  • Trastornos metabólicos.
  • Deficiencia o exceso hormonal.
  • Aflicción psicológica.
  • Descondicionamiento físico.
  • Trastornos del sueño.
  • Inactividad excesiva.
  • Deterioro pulmonar.
  • Disfunción neuromuscular.
  • Dolor y otros síntomas.
  • Citocinas proinflamatorias.
  • Deficiencias nutricionales.
  • Deshidratación.
  • Infección.
  • Enfermedad médica simultánea.
Tratamientos para el cáncer

La relación de la fatiga con las principales modalidades quirúrgicas de tratamiento oncológico, quimioterapia, radioterapia y tratamiento con un modificador de la respuesta biológica ha originado especulaciones de que la fatiga es el resultado del deterioro tisular o la acumulación de los residuos de la muerte celular. El interés sobre los efectos del tratamiento del cáncer en la producción de citocinas proinflamatorias, es sobre la base del reconocimiento de los fuertes efectos que inducen a la fatiga de algunos modificadores de la respuesta biológica tales como el interferón α y el hallazgo de índices elevados de citocinas proinflamatorias en las personas que presentan fatiga persistente luego de un tratamiento para el cáncer.[10,11]

Hace mucho tiempo que la fatiga se asocia con la exposición a la radiación; sin embargo, el fenómeno de la fatiga que acompaña la radioterapia no se entiende bien.[12] Una serie de estudios de investigación documentan la presencia de un síndrome de fatiga que no es específico al tipo de enfermedad ni al sitio de radiación, y que muestra una reducción paulatina de la fatiga una vez que el paciente termina su tratamiento.[13-17] No obstante, algunos de estos estudios indican que no todos los pacientes recuperan el grado de energía que tenían antes del tratamiento. No se han identificado factores etiológicos específicos ni correlaciones de la fatiga asociada a la radioterapia.[12] Entre los factores de riesgo relacionados con la persistencia de bajos índices de energía en los pacientes de cáncer se encuentran mayor edad, enfermedad avanzada y terapia de modalidad combinada.[18]

La fatiga es un efecto tóxico del tratamiento con una variedad de agentes bioterapéuticos que limita la dosis de ese tratamiento. La terapéutica biológica expone a los pacientes con cáncer a citocinas exógenas y endógenas.[19] La fatiga relacionada con la terapéutica biológica se presenta por lo general como parte de una constelación de síntomas llamados síndrome parecido a la influenza. Este síndrome incluye fatiga, fiebre, escalofríos, mialgias, cefaleas e indisposición.[20] La fatiga mental y el déficit cognoscitivo también han sido identificados como efectos secundarios de la terapia biológica.[21] La clase de agente bioterapéutico utilizado puede influir en el tipo de fatiga y su modalidad.

Muchas personas con cáncer se someten a cirugía para determinar el diagnóstico o seleccionar el tratamiento. A pesar de la alta incidencia de fatiga postoperatoria observada en la medicina clínica, hay pocos proyectos de investigación que examinen las causas y correlaciones de la fatiga postoperatoria en las personas con cáncer.[12] Está claro, sin embargo, que la fatiga es un problema postoperatorio que mejora con el tiempo y se agrava con la fatiga producida por otros tratamientos de cáncer.[12]

Anemia

Los datos indican que la anemia puede ser un factor importante en la fatiga relacionada con el cáncer (CRF, por sus siglas en inglés) y en la calidad de vida de los pacientes de cáncer.[22-24] La anemia puede estar relacionada a la enfermedad misma o deberse al tratamiento. De vez en cuando, la anemia no es más que una dolencia que se presenta al mismo tiempo, sin estar relacionada ni a la enfermedad ni al tratamiento. A menudo, la anemia contribuye significativamente a los síntomas de las personas con cáncer. Para cada paciente en particular, puede ser difícil discernir cuál es el efecto actual de la anemia, ya que suelen haber otros problemas que confunden la habilidad de sopesar las repercusiones específicas de la anemia. Estas repercusiones varían de acuerdo a factores como la rapidez con que comienza, la edad del paciente, el estado del volumen plasmático y el número y severidad de las enfermedades simultáneas.[25] Se llevó a cabo una revisión retrospectiva con el fin de entender el problema de la anemia en los pacientes que reciben radioterapia. Inicialmente, la anemia era prevalente en el 48% de los pacientes y luego aumentó a 57% durante el tratamiento. El aumento fue más común en la mujeres que en los hombres (64% vs. 51%); sin embargo, los hombres con cáncer de la próstata, fueron quienes tuvieron el mayor aumento de anemia durante la radioterapia.[26] En algunos cánceres como el del cuello uterino y el de la cabeza y el cuello, la anemia es uno de los indicadores que predice que tanto la supervivencia como la calidad de vida de los pacientes bajo radioterapia, será precaria.[27-30]

Factores de nutrición

La fatiga a menudo se presenta cuando los requisitos energéticos del cuerpo exceden el abastecimiento de las fuentes de energía.[31,32] En las personas con cáncer, pueden participar tres mecanismos principales: alteración de la capacidad corporal para procesar nutrientes eficazmente, aumento de los requisitos energéticos del cuerpo y disminución de la ingestión de nutrientes energéticos. Las causas de las alteraciones nutricionales se enumeran en el Cuadro 1.

Cuadro 1. Factores de nutrición y energía
Mecanismos   Causas 
Capacidad alterada para procesar nutrientes Metabolismo defectuoso de glucosa, lípidos y proteínas
Mayores requisitos de energía Consumo de nutrientes por el tumor y competencia del tumor por esos nutrientes
Estado hipermetabólico debido al crecimiento del tumor
Infección/fiebre
Disnea
Reducción de la ingestión de nutrientes energéticos Anorexia
Náusea/vómitos
Diarrea
Obstrucción intestinal

Factores psicológicos

Se cree que numerosos factores relacionados con el estado de ánimo, las creencias, actitudes y reacciones a la tensión nerviosa de las personas con cáncer contribuyen a la presentación de la fatiga crónica. Las causas no orgánicas comprenden aproximadamente entre 40% y 60% de los casos de fatiga en las poblaciones médicas generales. La ansiedad y la depresión son los trastornos psiquiátricos más comunes.[33]

La depresión puede ser un síndrome morboso capaz de incapacitar, que afecta aproximadamente de 15% a 25% de las personas que padecen de cáncer.[34] La presencia de la depresión, manifestada como pérdida de interés, dificultad de concentración, letargo y pérdida de la esperanza, puede agravar las causas físicas de la fatiga en estos individuos y persistir incluso después de resueltas las causas físicas.[35] La ansiedad y el temor relacionado con el diagnóstico de cáncer como también su impacto en el bienestar físico, psicosocial y económico de la persona, son fuentes de tensión emocional. Solo la ansiedad asociada con el diagnóstico del cáncer puede ocasionar fatiga. Un estudio con 74 pacientes de cáncer de seno en estadio temprano, sin historial médico de trastornos afectivos, evaluó varios síntomas que tenían que ver con el reajuste a su nueva condición, aproximadamente dos semanas después del diagnóstico; cerca del 45% notaron índices de fatiga que variaba de altos a moderados. Esta fatiga pudo ser el resultado secundario del aumento en la tensión cognoscitiva de tener que lidiar con el diagnóstico o el insomnio, el cual el 60% de los pacientes definieron como moderado o grave. Por lo tanto, la fatiga puede comenzar antes del tratamiento debido a las preocupaciones u otros factores cognoscitivos, tanto primarios como secundarios al insomnio. Varias formas de tratamiento pueden agravar esta fatiga.[36] La fatiga también puede aumentar en los sobrevivientes de cáncer por encima de la que se observa en la población en general.[37,38] En los sobrevivientes de cáncer de testículo, la ansiedad y la depresión son factores pronósticos de la fatiga, indicando la posibilidad de intervención psiquiátrica en el manejo de la fatiga.[39] (Para mayor información, consultar los sumarios del PDQ sobre Depresión 6 y Trastorno por ansiedad 7.)

Factores cognoscitivos

El deterioro de las funciones cognoscitivas, incluso la disminución de la atención y el deterioro de la percepción y el pensamiento, se relaciona por lo general con la fatiga.[40,41] Aunque la fatiga y el deterioro cognoscitivo están conectados, el mecanismo implícito de esta relación no es claro. Las exigencias mentales inherentes en el diagnóstico y tratamiento del cáncer se han documentado bien; sin embargo, poco se sabe acerca del problema simultáneo de la fatiga de atención en las personas con cáncer. Los problemas de atención son comunes durante el tratamiento de cáncer y después de él. Algunos de los problemas de atención observados pueden ser causados por la fatiga de atención.[42,43] La fatiga de atención puede ser aliviada con actividades que promuevan descanso y recuperación de la atención dirigida. Aunque el sueño es necesario para aliviar la fatiga de atención y restaurar esa función, éste resulta insuficiente cuando hay altos requisitos de atención. La literatura empírica indica que el medio ambiente natural contiene las propiedades para restaurar la atención y aliviar la fatiga de atención.

Trastornos del sueño e inactividad

Las interrupciones del sueño, malos hábitos al dormir, reducción de las horas de descanso nocturno y grandes períodos de inactividad o sueño diurno son algunos de relacionada con el cáncer CRF. Los pacientes que desarrollaban menos actividad durante el día a la vez que despertaban con mayor frecuencia durante las noches, fueron quienes informaron de manera uniforme sobre un grado más alto de CRF. Aquellos pacientes con una actividad pico más baja, según las medidas tomadas por un monitor de actividad estilo reloj pulsera, experimentaron los grados más altos de fatiga.[6]

Medicamentos

Algunos medicamentos además de los que se usan durante la quimioterapia pueden contribuir a la fatiga. Con frecuencia los opioides que se utilizan en el tratamiento del dolor relacionado con el cáncer, causan somnolencia y esta varía dependiendo del individuo. Otros tipos de medicamentos como los antidepresivos tricíclicos, neurolépticos, bloqueadores beta, benzodiacepinas y antihistaminas pueden también producir como efecto secundario un estado de somnolencia. El tomar varios medicamentos a la vez puede aumentar estos efectos.

Bibliografía

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Evaluación

La evaluación de la fatiga es multidimensional en su naturaleza.[1] La literatura ambigua y la carencia que había de medios específicos para medir la fatiga han creado dificultades en el establecimiento de pautas de evaluación y control. La evaluación completa del paciente con fatiga comienza con la obtención de una historia concienzuda para describir la modalidad de la fatiga del individuo e identificar todos los factores que contribuyen a su presentación. Los siguientes aspectos deben ser incluidos en la evaluación inicial:

  • La modalidad de la fatiga, incluso su principio, duración e intensidad, así como los factores que la agravan y alivian.
  • Tipo y grado de la enfermedad y de los síntomas y los efectos secundarios relacionados con el tratamiento.
  • La historia clínica del tratamiento.
  • Los fármacos actuales.
  • La modalidad de reposo, descanso, hábitos de relajación, costumbres y ritos.
  • Ingesta de alimentos y cualquier cambio de apetito o de peso.
  • Los efectos de la fatiga en las actividades cotidianas y el estilo de vida.
  • Evaluación psiquiátrica, incluso evaluación de la depresión.
  • Reconocimiento físico completo, que incluya el modo de caminar, postura y variación del movimiento.
  • Cumplimiento del tratamiento.
  • Desempeño en el trabajo.
  • Recursos económicos.
  • Otros factores contribuyentes (por ejemplo, anemia, disnea, debilidad muscular).

Debe prestarse atención específica a los factores subyacentes que contribuyen a la fatiga y pueden ser corregibles. Estos incluyen anemia, depresión, ansiedad, dolor, deshidratación, deficiencias nutricionales (por ejemplo, proteínas, calorías, vitaminas), fármacos sedantes (por ejemplo, opioides, benzodiacepinas), tratamientos neurotóxicos, infección, fiebre, trastornos del sueño e inmovilidad.[2,3]

Los criterios propuestos para la fatiga relacionada con el cáncer se enumeran más adelante. Dichos criterios han sido adoptados para incluirse en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud, Décima edición, Modificación Clínica (CIE-10-CM).[4] El definir la fatiga relacionada con el cáncer como un síndrome de diagnóstico tiene algunas ventajas y desventajas potenciales.[5] Una de las posibles ventajas es que permitiría a los clínicos documentar la presencia o ausencia de fatiga en un patrón reproducible. También puede resultar útil para establecer el reembolso apropiado para el manejo de estos descubrimientos. La desventaja potencial de este enfoque es que puede disuadir el manejo de la fatiga que no cubre el umbral para el diagnóstico dentro de la CIE-10. La alternativa para el enfoque basado en el síndrome, es el enfoque basado en el síntoma. Este enfoque basado en el síntoma se usa comúnmente para fenómenos como el dolor y la náusea. El enfoque basado en el síndrome se usa con frecuencia para la depresión. La utilidad de los criterios de la CIE-10 para la fatiga relacionada con el cáncer que se mencionan abajo, aún no han sido validados.

Criterio de la CIE-10 para la fatiga relacionada con el cáncer

Los siguientes síntomas han estado presentes cada día o casi todos los días durante el mismo período de dos semanas en el último mes:

  1. Fatiga significativa, disminución de la energía o aumento de la necesidad de descansar, fuera de proporción con cualquier modificación reciente del grado de actividad; además de cinco o más de los siguientes:
    1. Quejas de debilidad general, extremidades pesadas.


    2. Concentración o atención disminuida.


    3. Disminución de la motivación o del interés en las actividades.


    4. Insomnio o hipersomnia.


    5. Sueño que no refresca ni restaura.


    6. Percepción de que se necesita luchar para superar la inactividad.


    7. Reactividad emocional marcada (por ejemplo, tristeza, frustración o irritabilidad) al sentimiento de fatiga.


    8. La dificultad de llevar a cabo tareas cotidianas se le atribuye al sentimiento de fatiga.


    9. Percepción de que hay problemas con la memoria a corto plazo.


    10. La fatiga después del ejercicio extenuante dura varias horas.




  2. Los síntomas ocasionan una aflicción clínica significativa o un deterioro en el funcionamiento social, profesional o de otras áreas importantes del comportamiento.


  3. Hay signos en la historia clínica, el reconocimiento médico o el resultado de análisis de que los síntomas surgen como consecuencia del cáncer o del tratamiento del cáncer.


  4. Los síntomas no surgen principalmente como consecuencia de trastornos psiquiátricos simultáneos, como una depresión intensa, trastorno de somatización, trastorno somatoforme o delirio.


Al igual que en el caso de otros síntomas puramente subjetivos como el dolor, puede ser necesario alentar al paciente y a otros miembros de la familia a mencionarle al personal médico los síntomas de fatiga. Debe darse a todos los pacientes, al comienzo de su tratamiento, información sobre la posibilidad de que la enfermedad subyacente o los tratamientos le produzcan fatiga, sobre las opciones para controlarla y sobre la importancia de informar al médico de estos síntomas.[2] Los pacientes pueden no mencionar su fatiga, a menos que el profesional de la salud los impulse a hacerlo. Varias barreras obstaculizan el tratamiento apropiado de la fatiga relacionada con el cáncer. Algunas de estas barreras se identificaron en la fase 1 de un proyecto de tres fases actualmente en curso relacionado con la puesta en práctica de las directrices basadas en datos probatorios para el tratamiento de fatiga (National Comprehensive Cancer Network).[6] Las barreras identificadas con mayor frecuencia fueron que el paciente cree que el médico introduciría el tema de la fatiga si fuera importante (barrera de los pacientes), la falta de documentación sobre la fatiga (barrera profesional) y la falta de referencias para la atención de apoyo (barrera del sistema).[6,7]

Aunque no hay un estándar universalmente aceptado para medir la fatiga, se han formulado una variedad de instrumentos para evaluarla.[8-16] La fatiga también se suele evaluar mediante instrumentos multidimensionales de calidad de vida. Los instrumentos seleccionados para evaluar la fatiga se mencionan a continuación:

  • Breve inventario de la fatiga.[14]


  • La evaluación funcional de la anemia debida al tratamiento del cáncer.[8]


  • Evaluación funcional de la fatiga debida al tratamiento del cáncer.[9]


  • Escala Piper de autoinforme de la fatiga.[10]


  • Escala de fatiga por cáncer de Schwartz.[11]


  • Inventario de síntomas de la fatiga.[16]


  • El perfil de los estados de ánimo, subescala de fatiga e inercia.[12]


  • Escala visual análoga de Lee para la fatiga.[13]


  • Escala para la fatiga del cáncer.[15]


En un estudio de pacientes ambulatorios con tumores sólidos (N = 148) se evaluó la utilidad del tamizaje mediante preguntas aisladas para síntomas como la fatiga y el dolor.[17] Los investigadores encontraron que la evaluación de un elemento único puede ayudar como un primer paso de tamizaje para identificar a pacientes que necesiten una evaluación integral de los síntomas. Los pacientes identificaron que el uso de pantallas de elemento único se debe someter a evaluaciones integrales para detectar la sintomatología clínicamente pertinente.[17,18]

Evaluación de la anemia

La evaluación apropiada de la anemia en el paciente de cáncer abarca historia clínica y reconocimiento médico cuidadosos, evaluación del conteo de sangre completo y de los índices de glóbulos rojos, y análisis de frotis sanguíneo periférico. En combinación, la información obtenida de estas investigaciones suele dar un diagnóstico.

Un método que se usa comúnmente para clasificar la anemia es categorizar la anemia por el tamaño de los glóbulos rojos medidos por el volumen corpuscular medio (VCM). Las anemias microcíticas se relacionan con un VCM de 79 femtolitros o menos e incluyen la anemia por deficiencia de hierro, la talasemia y la anemia crónica. Las anemias macrocíticas se asocian con un VCM mayor de 101 femtolitros e incluyen las anemias relacionadas con la deficiencia de vitamina B12 o de folato, la mielodisplasia y la enfermedad hepática. La mayoría de las anemias son normocíticas, lo que significa que el VCM se encuentra dentro de su estado normal. Esta categoría de anemias incluye la anemia mielotísica (anemia debida al reemplazo neoplásico de la médula ósea), casi todas las anemia relacionadas con la quimioterapia, la anemia debida a disfunción renal o hepática, la anemia hemolítica y la aplásica.[19] Una población mixta de glóbulos rojos que consista en células microcíticas y macrocíticas (anisocitosis), sin embargo, puede indicar una etiología combinada, por ejemplo, pérdida crónica de sangre (microcítica) que da como resultado reticulocitosis (macrocítica). En esta situación, el VCM puede estar dentro de su estado normal, pero la amplitud de distribución del tamaño de los glóbulos rojos estaría elevada.

El análisis del frotis sanguíneo periférico, aunque suele pasarse por alto, sigue siendo un paso importante en la evaluación de la anemia. Por ejemplo, las células sanguíneas nucleadas y las de forma de lágrima indican anemia mielotísica. Los macroovalocitos y neutrófilos hipersegmentados suelen indicar anemia megaloblástica. Los eritrocitos pequeños en diana y basofílicos puntiformes se relacionan con la talasemia.

Otros estudios que a veces se requieren para caracterizar la anemia en un paciente dado incluyen pruebas de las concentraciones de vitamina B12 o folato, de hierro sérico, de transferrina y de ferritina, la concentración de eritropoyetina, prueba directa e indirecta de Coombs y examen de aspirado y biopsia de la médula ósea. En los pacientes de cáncer, la etiología subyacente suele ser multifactorial.

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Intervención

Gran parte de la información sobre las intervenciones para aliviar la fatiga está relacionada ya sea con sujetos saludables o personas cuya fatiga muscular es la etiología primaria del problema o donde la fatiga es secundaria a la anemia relacionada con el tratamiento.[1-4] Sin una determinación de los mecanismos de la fatiga en los pacientes de oncología, las intervenciones deben orientarse al control de síntomas y apoyo emocional. Aunque se han hecho algunas recomendaciones para el control de la fatiga en los pacientes de oncología, éstas son de naturaleza teórica o anecdótica y, en general, no han sido el foco de la evaluación científica.

Como la etiología y los mecanismos de la fatiga y astenia en el paciente de cáncer no se han podido determinar, hay una variación considerable en las pautas habituales respecto al manejo de este síntoma. El enfoque del manejo médico suele orientarse hacia la identificación de síntomas específicos y síntomas correlacionados posiblemente reversibles. Por ejemplo, los pacientes con fatiga y dolor pueden tener titulación de los fármacos analgésicos; los pacientes con fatiga y anemia pueden recibir una transfusión de eritrocitos concentrados, intervenciones nutricionales que incluyen alimentos ricos en hierro, suplementos de hierro o vitaminas para corregir una deficiencia subyacente o inyecciones de epoetina α; los pacientes deprimidos y con fatiga se pueden tratar con agentes antidepresivos y psicoestimulantes. Suele ser útil pensar en la posibilidad de suspender los fármacos que puedan retirarse sin peligro. No hay un modo reconocido de evaluar y tratar la fatiga, pero hay una serie creciente de ensayos clínicos que han sido ideados para atender este problema en el paciente de cáncer.

Psicoestimulantes

Aunque la fatiga es uno de los síntomas más generalizados en el cáncer, hay hasta la fecha pocos ensayos publicados sobre el uso de psicoestimulantes en el tratamiento de la fatiga.[5] Las recomendaciones para su uso surgen generalmente de la experiencia clínica anecdótica.[6] Los psicoestimulantes (cafeína, metilfenidato, modafinila y dextroanfetamina) administrados en dosis bajas son útiles para los pacientes que están sufriendo de depresión, apatía, disminución de energía, mala concentración y debilidad.[5] Una vasta experiencia clínica con personas que padecen de cáncer indica que los psicoestimulantes fomentan sensación de bienestar, disminución de la fatiga y aumento del apetito. También son útiles para contrarrestar los efectos sedantes de la morfina y, en comparación con otros antidepresivos, producen un efecto rápido. Entre los efectos secundarios más comúnmente descritos de los psicoestimulantes se encuentran insomnio, euforia y labilidad. Las dosis elevadas y el uso prolongado pueden producir anorexia, pesadillas, insomnio, euforia, paranoia y complicaciones cardíacas. Estos fármacos (ver Cuadro 2. 8 más adelante) deben administrarse en dos dosis a las 8 a.m. y al mediodía, y pueden utilizarse como adyuvantes analgésicos y para contrarrestar la sedación producida por los opiáceos. Las dosis iniciales de metilfenidato y dextroanfetamina son de 2,5 a 5,0 mg a las 8 a.m. y al mediodía para evitar los desvelos y lograr que el paciente obtenga un absoluto descanso. La modafinila es una no-anfetamina que actúa de manera central como estimulante del sistema nervioso central, aprobada por la Administración de Fármacos y Alimentos de los Estados Unidos para el tratamiento de la narcolepsia. Se desconoce su mecanismo de acción exacto. A pesar de que aun no se ha estudiado de manera empírica para tratar la fatiga relacionada con el cáncer o la sedación (por ejemplo, sedación inducida por opioides) informes anecdóticos muestran que éste es útil en el tratamiento de estos problemas. El tratamiento de modafinila se comienza de 50 a 100 mg en las mañanas y puede escalonarse hasta 200 mg de forma oral cada mañana. En el paciente de cáncer que tiene fatiga y que también sufre de depresión, estos fármacos pueden comenzar a administrarse junto con un antidepresivo no estimulante; se puede pensar en suspenderlos cuando el antidepresivo haga efecto.[7,8] El buproprión es un estimulante antidepresivo con un mecanismo de acción principalmente dopaminérgico y noradrenérgico. (Para mayor información, consultar el cuadro sobre Fármacos antidepresivos para pacientes adultos ambulatorios 9 en el sumario del PDQ sobre la Depresión 6.) Datos preliminares de un estudio pequeño sin anonimato (n = 21) indica que la forma de buproprion de liberación lenta (SR) tiene el potencial de ser un fármaco terapéutico eficaz para tratar la fatiga relacionada con el cáncer con síntomas depresivos comórbidos o sin estos.[9] Las convulsiones, uno de los efectos secundarios de este fármaco que si bien es rara es muy seria, no se presentó en este estudio (la dosis máxima de buproprion SR que se usó en este estudio fue de 300 mg).

Cuadro 2. Psicoestimulantes para los pacientes de cáncer adultos
Fármaco/dosis   Efectos secundarios principales/comentarios 
d-anfetamina (Dexedrina) Ansiedad, desasosiego
Dosis: 2,5 mg/día (inicial)
5–30 mg/día
metilfenidato (Ritalín) Ansiedad, desasosiego
Dosis: 2,5 mg/día (inicial)
5–30 mg/día
modafinil (Provigil) Ansiedad, desasosiego
Dosis: 50–100 mg (inicial)
100–200 mg cada mañana

Sobre la base de la experiencia limitada, es razonable tratar un psicoestimulante como el metilfenidato o un corticosteroide para el tratamiento de la fatiga severa. El tratamiento a largo plazo con esteroides se reserva generalmente para pacientes con enfermedad avanzada.

Tratamiento de la anemia

La mejor forma de manejar la anemia en los pacientes con cáncer es tratando la causa subyacente. Cuando ésta es obscura o no hay un remedio específico, entonces el tratamiento es paliativo. Las intervenciones nutricionales, incluso la ingesta suplementos alimenticios y de alimentos ricos en nutrientes, debe ser tomadas en cuenta, además de otras modalidades de tratamiento. La transfusión de glóbulos rojos concentrados es el tratamiento que más se usa y la forma más rápida de aliviar los síntomas en los pacientes de cáncer con anemia sintomática. Con la transfusión hay una probabilidad muy alta de aumentar con éxito la concentración de hemoglobina y hay poco riesgo de complicaciones. No obstante, realizar repetidas transfusiones puede ser incómodo y el riesgo de contraer una infección llevada por la sangre puede preocupar a los pacientes. Otros riesgos incluyen una reacción aguda a la transfusión, enfermedad de injerto contra huésped asociada con la transfusión, modulación inmunitaria sutil que aparece con la transfusión y exceso de hierro para aquellos que reciben muchas transfusiones.[10]

Varios estudios comunitarios grandes han examinado la eficacia de la epoetina α en el tratamiento de la anemia relacionada con el cáncer en aquellos pacientes que se encuentran bajo tratamiento quimioterapéutico.[4,11,12] Cada uno de estos estudios empleó un diseño abierto no aleatorio e incluía como objetivos finales de estos estudios (respuesta de la hemoglobina, requisitos de transfusión) y una evaluación subjetiva de los testimonios personales sobre los grados de actividad y de la calidad de vida en sentido general. En estas circunstancias, la epoetina α ha sido eficaz en aumentar las concentraciones de hemoglobina y disminuir las necesidades de transfusión. Además la epoetina α ha estado relacionado con una mejora en lo funcional y la calidad de vida independientemente de la respuesta tumoral. La dosis empleada en estos estudios fue de 10.000 unidades subcutáneas tres veces por semana. Es uso de dosis de 40.000 unidades por semana, se ha convertido en algo común tanto en el ambiente académico como en centros oncológicos.[13] Si después de cuatro semanas la hemoglobina tiene un incremento menor de 1 g/dl, la dosis debe ser aumentada a 60.000 unidades cada semana. El tratamiento debe cesar si la hemoglobina sube por encima de 12 g/dl o si la hemoglobina tiene un aumento mayor de 1,3 g/dl durante cualquier periodo de dos semanas. Un aumento excesivo en la concentración de hemoglobina aumenta el riesgo de tromboembolismo venoso. A pesar de que las características que se toman como punto de comparación, parecen tener poco valor a la hora de predecir la respuesta del paciente al tratamiento con epoetina humana recombinante α, los índices de suero de ferritina al principio del tratamiento pudieran resultar útiles. Estudios retrospectivos sobre el tratamiento con epoetina α han indicado que los pacientes que tienen un índice reducido de suero de ferritina (con relación al punto de comparación) o sea (<400 ng/ml) tienen probabilidades de responder al tratamiento con epoetina α, mientras que los pacientes con un índice mayor de suero de ferritina (con relación al punto de comparación) mayor de 400 ng/ml pueden no responder.[14] Un estudio evaluó retrospectivamente las características marginales entre 2.289 pacientes para identificar los factores que pudiesen predecir la respuesta al tratamiento con epoetina α. En este estudio no se encontró diferencia alguna entre los diversos tipos de tumores o sobre si el paciente había recibido quimioterapia previa.[11] Expertos independientes de dos sociedades profesionales revisaron una extensa colección de pruebas recopiladas por el centro de evaluación de una compañía nacional de seguros quien publicó las pautas.[15] A continuación se detallan los aspectos mayores de estas pautas:

  • Las pruebas favorecen el uso de epoetina α para el tratamiento de la anemia inducida por quimioterapia (Hgb <10 g/dl). Esta recomendación se basa en el mejoramiento de la concentración de hemoglobina (variación de 1,6–3,1 g/dl) y menores requisitos de transfusión.


  • Otra opción es la transfusión de glóbulos rojos.


  • Debe observarse el resultado hematológico antes de tomarse la decisión de comenzar con epoetina α en pacientes con mieloma múltiple, linfoma no Hodgkin y leucemia linfocítica crónica.


  • No se ha establecido una mejora sintomática con el uso de epoetina α y esto exigiría más estudios. Los datos disponibles sobre la calidad de vida ha mostrado resultados no uniformes, calidad metodológica variable y tasas de abandono del 10% a 40%.


La Administración de Fármacos y Alimentos de los Estados Unidos ha revisado la información 11 sobre el uso de las sustancias estimulantes de la eritropoyesis (ESAs, por sus siglas en inglés) en la anemia inducida por la quimioterapia en los pacientes de cáncer y ha revisado los datos sobre inocuidad. La administración ha ordenado los siguientes cambios de etiqueta en las ESAs epoetina alfa y darbepoetina alfa. Nota: la información contenida en este enlace solo está disponible en inglés.

  • Las ESAs no se indican en pacientes que están recibiendo quimioterapia mielosupresiva cuando el resultado anticipado del tratamiento es la cura. Todavía se indican las ESAs cuando la intensión de la quimioterapia mielosupresiva es la paliación.


  • Las ESAs no deben iniciarse cuando las concentraciones de hemoglobina son ≥10 g/dl.


Ejercicio

Estudios preliminares [16-23] indican que el ejercicio (incluso caminar lenta o rápidamente) tiene beneficios potenciales para las personas con cáncer. Entre los beneficios que se observaron en estos estudios en un entorno clínico tenemos el mejoramiento de la energía física, estímulo del apetito o de la capacidad de funcionamiento o ambos, con mejoramientos de la calidad de vida y mejora de muchos aspectos del estado psicológico (tales como mejor concepto de la vida, sentimiento de bienestar, sentido realzado de participación y habilidad para enfrentarse a los obstáculos del cáncer y su tratamiento). Un estudio pequeño, novedoso, (n = 21) asignó de manera aleatoria a pacientes con cáncer de próstata para recibir radioterapia más ejercicios de gimnasia tres veces por semana durante ocho semanas, versus un grupo de control que recibió radioterapia sin ejercicios. La fatiga así como otros indicadores de adaptación mejoraron de manera sustancial en el grupo de ejercicios versus el grupo de control.[24] La mayoría de los ensayos clínicos de ejercicio se han enfocado en las mujeres con cáncer de la mama y sobre la validez de generalizar los resultados para aplicarlos a otros tipos de cáncer. Estos estudios presentan muchas dificultades metodológicas, entre ellas errores sistemáticos y selección de muestras que no son representativas, inscripción de pacientes en ensayos aleatorios mal seguimiento a los ejercicios de intervención del programa y evaluaciones muy variadas de las variables de la investigación y de la medida de los resultados.[25] Las conclusiones a las que se lleguen basadas en estos estudios deben considerarse como preliminares. Un estudio en pacientes sometidos a trasplante de células madre de sangre periférica encontró beneficios sintomáticos y una mejoría en el humor de los pacientes que participaron en el programa de adiestramiento a intervalos versus el grupo de control.[26,27] Los grupos de gimnasia supervisada proveen beneficios funcionales así como en la calidad de vida en las mujeres durante el tratamiento del cáncer del seno.[28] El hacer ejercicio mejoró la capacidad funcional en las pacientes bajo tratamiento del cáncer del seno.[29,30] En un estudio con 545 pacientes supervivientes de cáncer de mama, quienes en promedio tenían seis meses posdiagnótico, el aumento de la actividad física fue congruente tanto con una mejoría del funcionamiento físico, como con una reducción de la fatiga y el dolor corporal. La actividad física antes del diagnóstico estuvo relacionada con un mejor funcionamiento físico a los 39 meses pero, por lo general, síntomas no relacionados. El aumento en la actividad física después del cáncer estuvo relacionado con menos fatiga y dolor y mejor funcionamiento físico. Se encontró una relación significativamente positiva entre la actividad física recreativa que va de moderada a vigorosa pero que no incluía a los quehaceres domésticos. Este estudio indica que los supervivientes de cáncer podrían disminuir la fatiga y el dolor corporal y estar en mejores condiciones de llevar a cabo sus actividades cotidianas mediante el aumento en sus actividades físicas recreativas después del cáncer.[31]

Es difícil estudiar el ejercicio en los pacientes con enfermedad avanzada o terminal, pero puede tener beneficios similares. En un estudio se observó un mejoramiento en la habilidad de los pacientes con cáncer avanzado que estaban bajo atención médica en asilos y que seguían un régimen de fisioterapia para realizar sus actividades cotidianas.[32] Además, se observó mayor satisfacción con el régimen fisioterapéutico cuando aumentaba la participación familiar en el programa. Un estudio aleatorio indicó que el ejercicio mejoró la fatiga durante el tratamiento del cáncer de mama.[33]

Psicoterapia conductista cognitiva

La psicoterapia conductista cognitiva (CBT, por sus siglas en inglés) se ha usado por mucho tiempo para tratar una variedad de problemas psicológicos; la psicoterapia se enfoca en los pensamientos (cogniciones) y las conductas funcionales pertinentes para los problemas que se presentan. En un ensayo clínico aleatorio, a 98 sobrevivientes de diferentes tipos de cáncer (grupo de intervención = 50, control en lista de espera = 48) que presentaban fatiga grave no atribuible a una causa somática específica se les proporcionó CBT individual.[34] La CBT se enfocó en el modelo único de cada participante relacionado con seis factores posibles que pueden servir para perpetuar su fatiga después del tratamiento del cáncer: enfrentar en forma insuficiente la experiencia del cáncer, temor a la recidiva de la enfermedad, cogniciones disfuncionales con respecto a la fatiga, desregulación del sueño, desregulación de la actividad y bajo apoyo social o interacciones sociales negativas. El número de sesiones de psicoterapia varió según el número de factores que se perpetúan (rango: 5–26 sesiones de una hora; media: 12,5 sesiones); los resultados mostraron una disminución clínicamente significativa en la gravedad de la fatiga y la deficiencia funcional.

Actividad y descanso

Los profesionales de la salud pueden asesorar a las personas con cáncer para formular un programa de actividad y descanso que, basándose en la evaluación de su modalidad de fatiga, les permitan utilizar mucho mejor la energía. Cualquier cambio en la rutina diaria requiere un consumo adicional de energía. Debe aconsejarse a los individuos con cáncer que establezcan prioridades y mantengan un horario razonable. Los profesionales de la salud pueden ayudar a los pacientes suministrándoles información sobre los servicios complementarios disponibles para ayudarles con sus actividades y responsabilidades diarias. Una consulta de terapia ocupacional puede ser útil en la evaluación de métodos de conservación de energía. Unos buenos hábitos de dormir, que incluyan el evitar acostarse en la cama a menos que no sea para dormir, reducir las siestas a no más de una hora, evitar los ruidos que distraigan (como el de la radio o la televisión) al dormir, puede ayudar a mejorar el sueño y los ciclos de actividad.

Educación del paciente

Gran parte del control de la fatiga crónica en el paciente de cáncer supone el fomento de la adaptación y el ajuste del paciente a su estado. Se debe discutir con el paciente la posibilidad de que la fatiga sea una incapacidad crónica. Aunque suele ser un efecto secundario temporal esperado del tratamiento, el problema puede persistir si otros factores siguen estando presentes.

Una meta importante del tratamiento es facilitar la autoayuda de la persona con cáncer. Como la fatiga es el síntoma que se observa con más frecuencia (81% de los pacientes de cáncer se quejan de fatiga),[35] es importante transferir la responsabilidad de controlar los efectos secundarios del profesional de la salud al paciente.[36] Es imprescindible que los individuos con cáncer se eduquen para que puedan adquirir las habilidades de autocuidado necesarias para lidiar con la fatiga.

Entre las técnicas específicas para el control de la fatiga se encuentran las siguientes:

  • Diferenciar entre la fatiga y la depresión.


  • Evaluar la presencia de correlaciones corregibles o causas de la fatiga (por ejemplo, deshidratación, desequilibrio electrolítico, disnea y anemia).


  • Evaluar los patrones de descanso y actividad durante el día al igual que durante un período de tiempo.


  • Determinar el grado de la fatiga de atención y estimular el uso de un plan de actividades que restaure la atención (tales como caminar, cuidar el jardín o mirar los pájaros).


  • Orientar al paciente con anticipación sobre la posibilidad de que se presente fatiga y sobre la modalidad de la fatiga que se asocia con cada tratamiento en particular.


  • Estimular actividades y programas planificados de ejercicio según las limitaciones individuales, y hacer que las metas sean realistas teniendo presente el estado de la enfermedad y los regímenes de tratamiento.


  • Educar a los individuos y las familias acerca de la fatiga relacionada con el cáncer y su tratamiento.


  • Ayudar a que las personas con cáncer y sus familias identifiquen las actividades que producen la fatiga y adopten estrategias específicas para modificarlas.


  • Sugerir cambios individualizados del medio ambiente o de actividad que puedan contrarrestar la fatiga.


  • Mantener la hidratación y nutrición adecuadas.


  • Recomendar fisioterapia para las personas con déficit neuromusculoesquelético.


  • Recomendar terapia respiratoria a las personas cuya disnea sea un factor que contribuye a la fatiga.


  • Programar las actividades cotidianas importantes durante las horas de menos fatiga y eliminar las actividades no esenciales que produzcan tensión nerviosa.


  • Atender el efecto negativo de los factores psicológicos y sociales que producen tensión nerviosa y pensar cómo evitarlos o modificarlos.


  • Evaluar la eficacia de las intervenciones para la fatiga de manera regular y sistemática.[37]


En un ensayo controlado, con pacientes que dieron cuenta de síntomas tales como grupos de dolores y fatiga mientras recibían quimioterapia, una intervención conductual de enfermería produjo mejorías en la calidad de vida y disminuyó la carga de síntomas en relación al cuidado en general.[38,39] Estos intrigantes resultados necesitan de una mayor exploración en otras poblaciones de pacientes que no sean mujeres con cánceres ginecológicos o de las mamas.

Bibliografía

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Consideraciones posteriores al tratamiento

Esta sección de postratamiento ha sido ideada especialmente para aquellos individuos con cáncer que no recibieron tratamiento antineoplásico durante seis meses. Hay dos razones por las que se creó una sección separada. En primer lugar, la etiología del problema es diferente para el individuo que está bajo tratamiento que para aquellos que no lo están recibiendo. En segundo lugar, las estrategias de intervención y la información se pueden adaptar mejor de manera que se puedan satisfacer los requisitos de ambas poblaciones.

La fatiga es un problema distinto para los individuos después que han terminado el tratamiento. Se ha propuesto muchas teorías para explicar la etiología de la fatiga que padece el paciente bajo tratamiento y para explicar el efecto de ese tratamiento en la calidad de vida. Pero muchas de estas teorías no se aplican a la población que ha concluido su tratamiento. No obstante, la fatiga continúa siendo un asunto importante para los individuos que ya no reciben tratamiento y que están libres de enfermedad.

Hay indicios de que la fatiga afecta la calidad de vida de las personas que sobreviven al cáncer de un modo significativo. En el entorno médico en general, la experiencia de la fatiga entre los sobrevivientes de cáncer es similar a la que experimentan los pacientes con síndrome de fatiga crónica.[1] Se han hecho pocos estudios que indiquen qué repercusión tiene la fatiga en la calidad de vida; algunos ejemplos se incluyen a continuación:

  • Un 50% de los 29 sobrevivientes de cáncer que han tenido trasplantes de médula ósea han dicho tener fatiga moderada o severa por más de un año después del trasplante. La fatiga fue uno de los tres asuntos más negativos estudiados y tuvo mayor repercusión en la calidad de vida que cualquier otro problema físico.[2]


  • Un 56% de las 125 personas con trasplante de médula ósea dijeron tener fatiga constante entre 6 y 18 años después del trasplante.[3]


  • En 687 sobrevivientes de varios tipos de cáncer evaluados después del tratamiento para estudiar asuntos relacionados con la calidad de vida, la fatiga fue uno de los tres asuntos que afectaban la calidad de vida de manera más negativa.[4]


  • Cerca de 90 pacientes con un diagnóstico de linfoma de Hodgkin o con linfoma no Hodgkin, 30 pacientes dijeron tener falta de energía a los 32 meses, como promedio, después del diagnóstico.[5]


  • Un 37% de 403 individuos con el linfoma de Hodgkin dijeron que su grado de energía no había vuelto a índices satisfactorios aun nueve años después del tratamiento, como media.[6]


  • Un 26% de los sobrevivientes de linfoma de Hodgkin sufren de fatiga persistente, seis meses después del tratamiento con 50% relacionado con problemas psicológicos. El aumento de la edad y la ausencia de síntomas psicológicos previos no predijeron casos de fatiga.[7]


  • Un 75% de 162 mujeres tratadas con radiación para el cáncer del seno y 61% de 173 mujeres tratadas con quimioterapia para el cáncer del seno describieron tener una disminución de energía de 2 a 10 años después de haber concluido el tratamiento.[8] En una encuesta cruzada llevada a cabo por separado entre mujeres que completaron su tratamiento para el cáncer de mama en una media de 29 meses antes de la encuesta, 38% tuvieron fatiga severa en comparación con el 11% de un grupo de control igual.[9]


  • Se ha informado de fatiga en mujeres sobrevivientes de trasplante de médula ósea autóloga y altas dosis de tratamiento quimioterapéutico de linfomas de 4 a 10 años después del tratamiento.[10]


A pesar de que muchos estudios han documentado la incidencia de fatiga en aquellos que ya no reciben tratamiento para el cáncer, el mecanismo específico de la fatiga todavía se desconoce. Debido a que la fatiga es un problema multifacético, es difícil determinar su etiología.

La información disponible sobre la fatiga de los sobrevivientes de cáncer infantil procede de la literatura que describe los efectos psicológicos y cognoscitivos posteriores al tratamiento. En un estudio, los resultados cognoscitivos fueron evaluados en niños, 3 a 4 años después de diagnosticarles cáncer cerebral. La fatiga fue un factor contribuyente al desempeño escolar precario.[11]

En otro estudio, los sobrevivientes de leucemia linfoblástica aguda fueron evaluados para ver su déficit cognoscitivo posterior al tratamiento y se observó que padecían de un efecto típico de fatiga. Se cree que éste fue un factor en la variación de los resultados de sus pruebas.[12] Anecdóticamente, los individuos que han recibido irradiación del tórax y irradiación completa del cuerpo, se quejan de fatiga y muestran mayor necesidad de dormir.

Las personas que han sido tratadas exitosamente contra el cáncer corren el riesgo de padecer una serie de complicaciones específicas a los órganos que son secundarias a su tratamiento.[13] La fatiga que se presenta en la población después del tratamiento, recalca la importancia de seguir atendiendo a estos pacientes. La persistencia de la fatiga después del tratamiento requiere que ésta sea evaluada cuidadosamente para descartar las condiciones fisiológicas contribuyentes.

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Modificaciones a este sumario (04/30/2009)

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Factores contribuyentes 15

Se añadió Jacobsen et al. como referencia 9 16.

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Lista de Enlaces

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2http://www.cancer.gov/cancertopics/pdq/supportivecare/fatigue/HealthProfessional
3http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/fatiga/Patient
4http://www.nccn.org/professionals/physician_gls/PDF/fatigue.pdf
5http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/fatiga/HealthProfessio
nal/Table1
6http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/depresion/HealthProfes
sional
7http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/ansiedad/HealthProfess
ional
8http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/fatiga/HealthProfessio
nal/139.cdr#Section_139
9http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/depresion/HealthProfes
sional/193.cdr#Section_193
10http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/fatiga/HealthProfessio
nal/Table2
11http://www.fda.gov/cder/drug/infopage/RHE/default.htm
12https://cissecure.nci.nih.gov/livehelp/welcome.asp
13http://www.cancer.gov/espanol
14https://cissecure.nci.nih.gov/ncipubs
15http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/fatiga/HealthProfessio
nal/12.cdr#Section_12
16http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidados-medicos-apoyo/fatiga/HealthProfessio
nal/13.cdr#Section_13
17http://www.cancer.gov/espanol/instituto/correo-electronico
18http://www.cancer.gov/espanol/recursos/pdq
19http://www.cancer.gov/espanol/pdq/tratamientoadultos
20http://www.cancer.gov/espanol/pdq/tratamientopediatrico
21http://www.cancer.gov/espanol/pdq/cuidadosdeapoyo
22http://cancer.gov/cancerinfo/pdq/screening
23http://cancer.gov/cancerinfo/pdq/prevention
24http://cancer.gov/cancerinfo/pdq/genetics
25http://cancer.gov/cancerinfo/pdq/cam