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15 septiembre 2008

Evaluación estratégica del avance contra la amenaza terrorista

 

Las leyes de los Estados Unidos obligan al Secretario de Estado presentar al Congreso un amplio informe anual sobre el terrorismo. El artículo siguiente se basa en los Informes por Países sobre Terrorismo de 2006, publicado en abril de 2007 por el Departamento de Estado.

Cinco años después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 continúa el conflicto de la comunidad internacional contra los terroristas transnacionales. Las actividades cooperativas internacionales han dado por resultado auténticas mejoras en la seguridad, en particular en cuanto a la protección de fronteras y el transporte, mayor seguridad en la documentación, desbaratamiento de las finanzas de los terroristas y restricción del movimiento de los terroristas. La comunidad internacional también ha conseguido importantes éxitos en el desmantelamiento de organizaciones terroristas y en obstaculizar las actividades de sus dirigentes. Esto ha contribuido a una reducción de la capacidad de operación de los terroristas, la detención o la muerte de muchos de sus principales cabecillas.

Mediante la acción concertada con aliados y socios en todo el mundo, así como la coordinación e intercambio de información, hemos establecido un ambiente menos fácil para las operaciones terroristas, obligado a sus dirigentes a permanecer en constante fuga o a permanecer en la clandestinidad, reduciendo su capacidad de planear y llevar a cabo ataques. Canadá, Australia, el Reino Unido, Arabia Saudita, Turquía, Paquistán, Afganistán y otros muchos socios han desempeñado importantes funciones en este empeño, ya que reconocen que el terrorismo internacional representa una amenaza para la comunidad internacional en su totalidad.

A través de la Iniciativa Estratégica Regional, el Departamento de Estado trabaja con embajadores y representantes interministeriales en lugares clave de las operaciones terroristas para evaluar la amenaza y formular estrategias de colaboración, planes de acción y recomendaciones de política. Hemos hecho adelantos en la organización de respuestas regionales a los terroristas que actúan en espacios desgobernados o a través de fronteras nacionales. Esta iniciativa ha dado por resultado una mejor coordinación entre los distintos organismos del gobierno de Estados Unidos., mayor cooperación con los socios regionales y entre ellos, y mejor planificación y establecimiento de prioridades estratégicas, lo que nos permite usar todos los medios del arte de gobernar para establecer medidas a largo plazo para marginar a los terroristas.

Reto permanente

Pese a los indudables adelantos, todavía enfrentamos grandes retos. Varios estados siguen patrocinando el terrorismo. Irán sigue siendo el principal estado patrocinador del terrorismo, amenazando a sus vecinos y desestabilizando a Iraq, mediante la facilitación de armas, capacitación, asesoramiento y financiamiento a determinados militantes chiítas del Iraq. Siria, tanto directamente como en coordinación con Jezbolá, ha tratado de socavar al gobierno elegido de Líbano y dar marcha atrás a los adelantos hacia la democratización del Oriente Medio. Siria también apoya a algunos militantes y miembros del partido Ba’ha y ha seguido permitiendo a combatientes y terroristas extranjeros el tránsito por su territorio para entrar en Iraq.

La intervención internacional en Iraq ha reportado beneficios inconmensurables. Ha derrocado un régimen totalitario brutal, con un historial de patrocinio y apoyo al terrorismo regional, y ha permitido que surja un nuevo proceso político democrático. No obstante, también ha sido explotada por los terroristas como grito de batalla para la radicalización y el extremismo que han contribuido a la inestabilidad en países vecinos.

Afganistán permanece bajo la amenaza de los insurgentes talibanes y extremistas religiosos, algunos de los cuales están vinculados a Al-Qaeda y a patrocinadores de fuera del país. En Afganistán, el apoyo público al gobierno sigue siendo alto, las instituciones nacionales se afianzan y la mayoría de los afganos creen que están en mejor situación que cuando estaban bajo el régimen de Talibán. Pero para derrotar a la amenaza resurgente, la comunidad internacional tiene que proporcionar la asistencia prometida y trabajar con los afganos para establecer medios para derrotar a la insurgencia, asegurar una gobernanza efectiva y acabar con el creciente cultivo de estupefacientes.

Figure 1_Comparison of Attacks and Victims by Region

El conflicto entre Israel y Palestina sigue fomentando el terrorismo. La celebración de elecciones libres en los Territorios Palestinos ha sido una señal esperanzadora de democratización, pero la negativa subsiguiente de Hamas de renegar del terrorismo o aceptar el derecho internacionalmente reconocido de Israel a existir perjudicó el efecto de las elecciones. La actividad terrorista procedente de los Territorios Palestinos sigue siendo un factor desestabilizador determinante y una causa de preocupación.

La guerra reciente en Líbano, entre Israel y Jezbolá, fue un ejemplo de cómo los constantes intentos de Jezbolá para aprovechar las reivindicaciones pendientes en la frontera entre Líbano e Israel pueden transformarse rápidamente en guerra abierta. El conflicto obligó una vez más a la comunidad internacional a exigir a Jezbolá el desarme total, en la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (UNSCR) 1701, y dio lugar a reiterar el compromiso de la comunidad internacional a apoyar una democracia pacífica, estable y multisectaria en el Líbano. Aun así, Jezbolá, designada como organización extranjera terrorista, junto con los patrocinadores del terrorismo Irán y Siria, continua socavando al gobierno elegido del Líbano y sigue siendo una grave amenaza de seguridad en el Oriente Medio.

Al-Qaeda y sus afiliados se han adaptado a nuestros éxitos en cuanto a entorpecimiento de su capacidad operativa y están dedicando más atención y recursos a su labor de propaganda y desinformación. Explotan e interpretan las actividades de varios actores pseudo independientes locales, a los que utilizan para movilizar a patrocinadores y simpatizantes, intimidar a sus rivales e influir en la opinión pública. Los terroristas consideran las operaciones de información parte importante de su campaña. La comunidad internacional todavía tiene que montar una campaña coordinada y con recursos efectivos para contrarrestar la propaganda extremista.

En conjunto, Al-Qaeda y su vaga confederación de movimientos afiliados, sigue siendo la amenaza más inmediata para la seguridad de los Estados Unidos y un importante reto de seguridad para la comunidad internacional.

Principales tendencias en Al-Qaeda

Actos terroristas individuales, como el ataque contra la mezquita Askariya en Samarra, Iraq, el 22 de febrero de 2006, que dio lugar a una oleada de violencia sectaria y cambió el carácter de la guerra en Iraq, pueden desencadenar conflictos más generalizados o una serie de imitaciones. Dado que el terrorismo es un fenómeno esencialmente político, el significado político de importantes acontecimientos es vital para determinar respuestas significativas. Así pues, las tendencias presentadas en esta sección son interpretativas, ofrecen una visión cualitativa de detalles estadísticos.

Figure 2_Primary Methods Used in Attacks

La guerra de propaganda terrorista

Como se indica en los Informes por países de 2005, el éxito de la comunidad internacional en el desbaratamiento de la dirección y la capacidad operativa terrorista llevó a Al-Qaeda a dedicarse más a su campaña de desinformación y propaganda contra el Occidente. Esta tendencia cobró nuevo impulso este año con la cínica explotación por Al-Qaeda de las reivindicaciones de grupos locales y su intento de presentarse como la vanguardia de un movimiento mundial. Al-Qaeda todavía mantiene cierta capacidad operativa y no ha renunciado a montar ataques espectaculares en gran escala, en particular contra Estados Unidos y otros objetivos occidentales de alto relieve. En conjunto, sin embargo, la estrategia de Al-Qaeda se concentra en la guerra de propaganda—en la que utiliza una combinación de ataques terroristas, insurgencia, pronunciamientos por los medios de comunicación, propaganda a través de Internet y subversión para socavar la confianza y unidad en las poblaciones de Occidente y generar una falsa impresión de poderoso movimiento mundial.

La “correa de transmisión” terrorista

Continuó la radicalización de las poblaciones inmigrantes, los jóvenes y las minorías marginadas de Europa, Oriente Medio y África. No obstante, cada vez es más obvio que dicha radicalización no ocurre por accidente o porque dichas poblaciones tienen una propensión innata al extremismo. Más bien, cada vez hay más pruebas de que los terroristas y los extremistas tergiversan las reivindicaciones de una juventud marginada o de poblaciones inmigrantes y explotan cínicamente estas reivindicaciones para derrocar a la autoridad legítima y provocar disturbios.

Los terroristas tratan de manipular las reivindicaciones para radicalizar a otros y arrastrarlos más y más a actividades ilícitas. La mejor ilustración de esta tendencia es una “correa de transmisión”, a través de la cual los terroristas tratan de transformar a poblaciones marginadas agraviadas, imbuirlas de ideas extremistas, y hacer de ellas, por etapas, simpatizantes, patrocinadores y, finalmente, miembros de redes terroristas. En algunas regiones, estos planes incluyen actividades de Al-Qaeda y otros terroristas para explotar la insurgencia y el conflicto comunal como medios de radicalización y reclutamiento, en particular a través de Internet, que utilizan para transmitir su mensaje. Para contrarrestar estas actividades es imprescindible que tratemos a los jóvenes y las poblaciones inmigrantes no como fuente de amenaza contra la que es preciso defenderse, sino como objetivo de la subversión enemiga que hay que proteger y apoyar. También es imprescindible que los líderes comunitarios asuman la responsabilidad por los actos de los miembros de su comunidad y adopten medidas para contrarrestar la subversión extremista.

Una nueva clase de enemigo

Estos acontecimientos ponen de relieve una tendencia más profunda: la transformación del terrorismo internacional de las manifestaciones más tradicionales que el Congreso se propuso abordar cuando estableció la serie de Informes por países, en un planteamiento más amplio y variado de guerra transnacional no estatal que ahora se asemeja a una forma de insurgencia mundial. Hemos entrado en una nueva era de conflicto que puede exigir nuevos paradigmas y respuestas distintas de las de eras anteriores.

Al-Qaeda y su grupo central de dirigentes representan una red de acción mundial que trata de aunar y explotar los efectos de actores semi independientes muy dispersos. Se define a sí misma abiertamente como movimiento transnacional de guerrilla y utiliza estrategias clásicas de insurgencia a escala mundial. Al-Qaeda utiliza el terrorismo, pero también la subversión, la propaganda y la guerra abierta, y trata de obtener armas de destrucción en gran escala para infligir el máximo daño posible a sus rivales. Enlaza y explota una comunidad más amplia y nebulosa de actores regionales, nacionales y locales que comparte algunos de sus objetivos, pero que también persigue sus propios planes locales. Por último, actúa a través de refugios regionales y transfronterizos seguros que facilitan sus actividades, al mismo tiempo que obstaculizan las respuestas gubernamentales.

La disgregación de la amenaza

En la medida en que Al-Qaeda consigue aunar esta amplia constelación de actores extremistas, puede empezar a emprender ataques terroristas más frecuentes y de mayor alcance geográfico. Por tanto debemos actuar para disgregar la amenaza con la cooperación internacional, la contrapropaganda, la contrasubversión, la contrainsurgencia y el antiterrorismo tradicional.

La disgregación rompe los eslabones de la cadena que explota las reivindicaciones de la gente ordinaria y los manipula hasta transformarlos en terroristas. Intenta ofrecer a quienes ya están radicalizados una salida y crear vías por las que los grupos marginados puedan buscar remedio a sus legitimas reivindicaciones sin unirse a las redes terroristas. La disgregación niega a Al-Qaeda su objetivo primario de hacerse con el liderazgo de los movimientos extremistas del mundo y unificarlos en un movimiento único. No elimina la amenaza, pero la reduce a componentes locales menos peligrosos, con los que pueden lidiar los gobiernos y las comunidades individuales en colaboración.

Redes fiables

Esta cooperación requiere el establecimiento de redes fiables para desplazar y marginar a las redes extremistas. Si bien matar y capturar a los terroristas es fundamental en la lucha contra el terrorismo, puede tener efectos perjudiciales. Estas acciones no eliminan la amenaza y, si se cometen errores, pueden ser contraproducentes. En su lugar, debemos tratar de establecer redes fiables de gobiernos, organizaciones y ciudadanos particulares, instituciones multilaterales y organizaciones empresariales que trabajen en colaboración para dar al traste con la amenaza del terrorismo.

Estas redes, con el tiempo, contribuyen a apartar a las poblaciones de riesgo de las maniobras subversivas de los terroristas y crear mecanismos para atender a las necesidades y reivindicaciones de la gente y, de esta manera, marginar a los terroristas. Las organizaciones juveniles, redes educativas, asociaciones empresariales, y las iniciativas para facultar a la mujer y para el desarrollo local pueden tener una función que desempeñar con el gobierno como socio en el que pueden buscar apoyo.

Líderes, refugios, condiciones subyacentes

Para que estas medidas sean eficaces, los tres componentes estratégicos de la amenaza terrorista que se debe neutralizar son los líderes, los refugios y las condiciones subyacentes. Los líderes proporcionan la motivación, movilización y organización y actúan de figuras simbólicas. Los refugios, que a menudo en espacios no gobernados o subgobernados, ofrecen un entorno seguro para el entrenamiento, la planificación y el apoyo financiero y operativo así como una base para organizar ataques. Pueden ser físicos o virtuales. Las condiciones subyacentes proporcionan el combustible, en forma de reivindicaciones y conflictos que son la leña que alimenta el fuego de la radicalización.

Tratar esta nueva era de conflicto como forma de insurgencia mundial implica que los métodos de contrainsurgencia son fundamentales para combatir la nueva forma de terrorismo transnacional. Estos métodos incluyen, en primer lugar, la protección de la población y, en segundo lugar, la marginación física y política de los insurgentes, la obtención del apoyo y cooperación de las poblaciones de riesgo mediante políticas y medidas de desarrollo especialmente dirigidas a ellos, y operaciones precisas basadas en datos de inteligencia para eliminar elementos enemigos críticos con daños colaterales mínimos.

Integración de todos los elementos del poder nacional

Todos los elementos del poder nacional, incluidos los diplomáticos, militares, económicos y de inteligencia, deben integrarse y utilizarse de manera coordinada con la participación de todo el gobierno. Las dimensiones intelectual y psicológica de la amenaza son al menos tan importantes como su dimensión física, por lo que las contramedidas deben estar debidamente coordinadas y dotadas de recursos. Así pues, el componente militar del poder nacional desempeña sólo un papel de apoyo en esta labor; el enfoque principal está en la influencia no militar.

Dado que el enemigo es un actor no estatal, que medra entre poblaciones descontentas, la actuación del sector privado es al menos tan importante como la del gobierno. La diplomacia ciudadana, la actividad cultural, los contactos personales, la cooperación económica y los recursos mediáticos y académicos son componentes esenciales de nuestra repuesta a la amenaza. Fomentar, movilizar y apoyar esas actividades impulsadas por iniciativa privada son tareas de liderazgo esenciales en el nuevo ambiente.

Compromiso—la clave del éxito

Desde el 11 de septiembre, la experiencia nos ha demostrado que la clave del éxito en la lucha contra el extremismo violento es el compromiso de los gobiernos a trabajar unos con otros, con la comunidad internacional, con organizaciones del sector privado y con sus ciudadanos y poblaciones inmigrantes.

Cuando los gobiernos cooperan, establecen redes fiables, procuran el apoyo activo e informado de su pueblo, ofrecen una gobernanza sensible, efectiva y legítima, y mantienen estrechas relaciones con la comunidad internacional, la amenaza del terrorismo se reduce considerablemente.

Cuando los gobiernos no tienen interés en cooperar con sus vecinos y obtener el apoyo de su pueblo, el terrorismo, la inestabilidad y el conflicto que explotan los terroristas siguen siendo las fuentes de la amenaza.

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