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15 septiembre 2008

El terrorismo y la niñez

Entrevista con Sharmeen Obaid-Chinoy

 
Jóvenes del movimiento rebelde congoleño, miles de niños son reclutados en todo el mundo como soldados
Jóvenes del movimiento rebelde congoleño, miles de niños son reclutados en todo el mundo como soldados (©AP Images/Karel Prinsloo)

Sharmeen Obaid-Chinoy, periodista y productora cinematográfica, ha ganado muchos premios internacionales por sus documentales y es la primera persona a quien, sin ser de Estados Unidos, se le concede el prestigioso Livingston Award, un premio estadounidense al reportaje, reservado para profesionales de los medios de comunicación menores de 35 años. Obaid-Chinoy ha obtenido licenciaturas en estudios de política internacional y comunicaciones en la Universidad de Stanford, en California.

Pregunta: Su película “Hijos del Terror” se concentra en los jóvenes refugiados afganos que viven en Pakistán, el país suyo. ¿Por qué los escogió como tema de un documental?

Respuesta: Pasé diez semanas viviendo con esos niños en un campamento de refugiados en Karachi y pronto comprendí que sus experiencias eran muy diferentes de las de la mayoría de los niños de Pakistán. Era evidente que estos niños se habían visto sumamente afectados por la violencia en la que se habían criado, y que eso influiría en la clase de adultos que lleguen a ser. Supe que había que contar su historia.

P: ¿Qué puede usted decirnos acerca de las pérdidas acumulativas que los niños experimentan en sociedades donde la familia y las estructuras civiles han sido avasalladas por la violencia terrorista?

R: El terrorismo crea intencionalmente inseguridad y temor. Arruina deliberadamente el tejido de una sociedad al ignorar las leyes comunes a la humanidad – entonces, muchos de los que tienen educación o medios financieros huyen, y los que quedan tratan de adecuarse en medio de la violencia y la espiral económica descendente. Las familias se destruyen y a los niños se les roba su inocencia. Las pérdidas que experimentan son materiales, sociales y emocionales.

Al haber crecido en medio de la violencia, los muchachos jóvenes que llegué a conocer en el campamento estaban más familiarizados con las ametralladoras Kalashnikovs y los cañones APC que con el alfabeto. Hablaban del temor que sentían – por la noche cuando no podían dormir por las explosiones de las bombas y los disparos, de ser heridos cuando estaban fuera de sus hogares durante el día. Temían ser reclutados por la fuerza o confrontados por la milicia local.

Cuando una generación crece bajo este tipo de violencia y temor, queda privada de educación y del conocimiento de su verdadera cultura. Los niños pequeños se ven forzados a valerse por sí mismos en la calle – a menudo se los envía a buscar alimentos en la basura o a trabajar por dinero en labores peligrosas. Se los trata como adultos y no como niños. Este es uno de los éxitos que consiguen los causantes de la violencia al azar: crear un ambiente en el que los niños no pueden comportarse como niños y, en cambio, se los obliga a aceptar responsabilidades de adulto.

La mayoría de los muchachos jóvenes con los que hablé nunca pasaron mucho tiempo con sus padres o hermanos mayores porque estos, como varones adultos, habían muerto o estuvieron lejos del hogar durante mucho tiempo. Estos jóvenes muchachos eran esencialmente, por lo tanto, los “hombres” de la casa, con la responsabilidad de proveer para las mujeres de la familia y de protegerlas. Tuvieron que aprender a usar un arma de fuego a la edad de seis o siete años y, cuando llegaban a los 14 o 15, estaban listos para salir a combatir por sí mismos.

Así es cómo los terroristas se aseguran de tener un suministro constante de reclutas: crear una sociedad imposible de funcionar y luego ofrecer un tejido sustituto, que ellos, por supuesto, controlan mediante la violencia, la intimidación y la manipulación. Utilizan los desastres, tanto naturales como los que ellos han creado, ofreciendo ayuda a los necesitados, pero subyugándolos con ataduras muy enmarañadas.

P: ¿Cómo se hace el reclutamiento?

R: Los niños son, para los terroristas, los reclutas perfectos porque no son capaces de poner en tela de juicio los motivos de loas adultos, se dejan llevar fácilmente cuando se apela a sus emociones y pueden ser convencidos fácilmente de hacer cualquier trabajo que se les pida.

Decenios antes de que la “Yijad” empezara en el mundo musulmán, se reclutaban niños soldados en Africa y en América del Sur. En esas guerras, los niños demostraron no sentir miedo. Después de todo, un estudio tras otro nos dice que los jóvenes son impulsivos y proclives a correr riesgos. Son demasiado inmaduros, en lo que respecta a su desarrollo, para juzgar apropiadamente su capacidad de manejar situaciones o ver los potenciales de una tragedia.

Todo padre sabe que los niños, sin reparar en cómo sus actos pueden afectarlos a ellos mismos y a otros, a menudo toman decisiones incorrectas. Es la razón por la que los niños pueden ser explotados por otros y lo han sido así, repetidamente. Es también, precisamente, la razón por la que los niños necesitan ser educados, para que puedan reflexionar sobre sus problemas, considerar consecuencias y desarrollar la comprensión.

En el mundo musulmán a muchos niños se los manipula simplemente porque se han visto forzados a salir a la calle. Tienen que encontrar alimento y dinero como puedan hacerlo. Si son muchachos, se les puede ofrecer un lugar en una escuela religiosa donde serán alimentados e instruidos, donde se les enseña una ideología fundamentalista intolerante para con los otros, e incluso intolerante para con aquellos que practican la misma religión de manera diferente, que considera a Occidente y sus modos de ser un enemigo que hay que derrotar.

A estos niños se los seduce o se los obliga a sumarse a la Yijad y se los recluta, precisamente, porque su misma juventud puede ser explotada: al no ser reconocidos de inmediato como una amenaza pueden deslizarse dentro y fuera de áreas de extrema seguridad mientras juegan al fútbol en las calles. Para los terroristas se trata de representantes de la frustración perfecta, que no tienen una idea clara de lo que se espera de ellos hasta que es demasiado tarde.

Al contrario de lo que puede pensarse en Occidente, los terroristas tienen un éxito creciente en reclutar jóvenes varones musulmanes y, lo que es todavía más preocupante, de jóvenes mujeres para su causa. Una de las principales razones de triunfo es su éxito en mantener gran parte del mundo islámico deficientemente educado y cerrado a las nuevas ideas.

Estudiantes afganos de una escuela religiosa en Pakistán durante un mitin en Karachi, Pakistán, en 2001
Estudiantes afganos de una escuela religiosa en Pakistán durante un mitin en Karachi, Pakistán, en 2001.(©AP Images/Mohammed Raza)

P: ¿Qué ocurre con los padres de estos niños?

R: La reacción de los padres puede ser sorprendente. La pobreza y el analfabetismo desempeñan un papel importante en la determinación de sus creencias. En el sur de Afganistán muchas familias con las que hablé se sentían orgullosas de que sus jóvenes hijos – algunos menores de 15 años – hubieran glorificado el nombre del Islam “atacando al enemigo”.

Estos jóvenes, en particular, pertenecían a familias numerosas; algunos tenían hasta diez hermanos. Sus padres eran pobres y no podían hacerse cargo de ellos, de modo que los habían enviado a remotas escuelas islámicas en Pakistán. Sus padres apenas si podían reconocerlos.

Como lo destaqué antes, muchos de los varones adultos se han ido, y a menudo a las mujeres y sus hijas, a quien ya se les ha negado una educación, se les prohíbe trabajar fuera del hogar. Si se les da una opción entre la escuela, la comida o rebuscar en la basura para mantenerse, bueno, algunas veces no hay ninguna opción.

Esa es una de las razones por las que los terroristas tienen tanto éxito en convencer a los muchachos jóvenes de que se les unan y adopten sus puntos de vista, porque no tienen un sistema de apoyo al que recurrir, a unos padres con quienes consultar; a menudo están bajo severa presión de sus compañeros para que firmen, pertenecer a algo que tiene más organización que las calles, una probabilidad de alcanzar algún tipo de gloria o redimir su honor.

Al mismo tiempo, los padres pobres reciben recompensas económicas por el sacrificio de sus hijos e hijas como terroristas suicidas, y reciben citas selectas del Corán – fuera de un contexto apropiado – que les demuestran que sus hijos murieron cumpliendo las instrucciones del Profeta. Especialmente las mujeres solas en ocasiones obtienen una situación social distinguida dentro de la comunidad, además del apoyo monetario, por ser madres de mártires.

La actitud hacia las mujeres y la educación, la pobreza, la violencia constante, y el temor, todo compone una situación muy complicada.

P: Háblenos un poquito de algunos de los niños que aparecen en su película – en particular del muchacho serio que la acompañó a la piscina pública, el chico amable que trabajaba en la fábrica de alfombras, y la brillante y vivaz muchachita que no quería casarse.

R: Khai Mohammed tenía once años y, al carecer de una familia que estuviera en el campamento, lo habían llevado a una escuela fundamentalista. Aunque no sabía leer, memorizó todos los versículos del Corán, un logro enorme. Era, sin embargo, un muchacho muy estricto, y cuando fuimos a la piscina pública, donde las mujeres estaban totalmente cubiertas – con excepción de sus rostros, manos y pies – insistió en que no sólo eran “malas” sino que él iría al infierno por haber estado entre esa gente que actuaba “inmoralmente” en su esparcimiento del día feriado.

Noor Mohammed tenía diez años y era el único responsable de apoyar financieramente a su familia con el peligroso y difícil trabajo de tejer alfombras. Otro jovencito inteligente, habló con añoranza de su padre y su tío asesinados y de que él estaría en la escuela si ellos vivieran todavía. Durante la filmación de nuestra película, perdió su empleo por llegar tarde al trabajo – había tantos niños ansiosos de ocupar su lugar – porque tuvo que atender a su hermano mayor, adicto a las drogas, que estaba en el hospital.

Laila, también de diez años, dijo repetidamente que no quería casarse y que, en lugar de ello, quería una educación, mientras su padre la amonestaba amablemente, explicándole que se comprometería en breve para casarse porque, a medida que se hiciera mayor, necesitaría un hombre que la protegiera. De hecho, la principal diversión de las niñas del campamento era jugar “al casamiento”.

Las muchachas jóvenes son particularmente vulnerables a la ideología extremista debido a que se abren ante ellas pocos caminos. En países como Pakistán, las escuelas religiosas fundamentalistas se preocupan cuidadosamente de reclutar a las mujeres jóvenes, al comprender que al indoctrinarlas ellas pueden controlar a toda la familia. Una mujer va a su casa desde la mezquita, educa a sus hijos y habla con sus vecinos, y así la ideología prospera y crece. Es el primer paso hacia la militarización de las mujeres.

Ya estamos viendo la etapa que sigue. Recientemente, en Islamabad, un grupo de mujeres que esgrimían bastones exigieron que las tiendas de alquiler de videos fueran cerradas y se prohibieran las tiendas de artículos musicales. Atacaron una casa donde creían que se practicaba una conducta inmoral y secuestraron a las mujeres que vivían en la casa. Algunas de estas mujeres militantes, que juzgaban a otras, tenían apenas 15 años. Tal es la efectividad de los proponentes de la ideología fundamentalista. Hoy, invaden una causa en contra de los correligionarios musulmanes “inmorales”, y mañana pueden muy bien optar por envolverse en bombas y convertirse en dinamiteras suicidas contra los “infieles”.

De hecho, muchas musulmanas bien educadas, nacidas en Occidente, son susceptibles de ser reclutadas. Escribí un artículo que examinaba las escuelas religiosas musulmanas en Mississauga, Canadá. Allí, a jóvenes mujeres canadiense-musulmanas se les decía que debían evitar el mundo occidental en el que vivían. A estas mujeres, a quienes se les lavaba el cerebro para que se cubrieran el rostro y se adhirieran a la segregación sexual, se les decía continuamente que sus hermanos musulmanes morían en batallas para defender el honor de ellas, a fin de que los hombres occidentales no pudieran “deshonrarlas”. Irónicamente, rechazan al mismo sistema político que les da las opciones que actualmente disfrutan. Se trata de un problema difícil en razón de que en sociedades como Canadá y Estados Unidos, donde la multiplicidad cultural y la libertad religiosa no sólo reciben aliento sino que son un fundamento sólido de las creencias sociales, mucha gente no pone en tela de juicio las enseñanzas que se imparten en las escuelas religiosas. Es un principio fundamental que las mujeres tienen derecho a una educación y el derecho a practicar los principios de su fe. Desafortunadamente, estas mujeres a las que se ha concedido derechos aprenden una interpretación muy extrema del Islam, que está en conflicto directo con la sociedad en la que crecieron y con la cual ellas, y sus hijos, están destinadas a chocar en el futuro.

P: ¿Qué futuro cree usted que tienen estos niños?

R: Se estima que más del 50 por ciento de la población musulmana en el mundo tiene menos de 18 años, lo cual es un hecho demográfico grave, especialmente dado que la mayoría de estos jóvenes tiene poco o ningún acceso a la educación y el empleo. Se sienten frustrados por el gobierno corrupto que los rige. Perciben que Occidente practica una doble moral, que insiste en la democracia en Irak, pero no en otras partes de la región. Están al tanto de que el Islam fue una vez el cimiento de una gran cultura, y se preguntan qué ha pasado, porque su generación sólo ha experimentado pobreza, guerra y destrucción, corrupción y nepotismo. De algún modo, este problema debe ser convertido en una ventaja. Estos jóvenes, si se los educa apropiadamente y se les da la oportunidad, podrían, en cambio, ser el motor del cambio y el progreso económico.

El verdadero Islam alienta a los musulmanes a adaptarse a los tiempos que cambian, pero los fundamentalistas extremos se han opuesto siempre a cualquier cosa nueva, desde el telégrafo hasta la televisión. Se oponen a la educación moderna porque dicen que enseña temas que no armonizan con el Islam. Los musulmanes educados saben que esto es un plan para impedir que mentes jóvenes y activas los desafíen.

Esto se convierte en un círculo vicioso: al privar deliberadamente a los jóvenes musulmanes de una buena educación, los fundamentalistas se aseguran de que el futuro de sus potenciales reclutas sea sombrío y que las frustraciones resultantes los hagan fácilmente susceptibles a la ideología terrorista. Esa ideología les requiere rechazar violentamente cualquier idea que desafíe los preceptos fundamentalistas y les impide aprender la importancia de la libertad de pensamiento y expresión que separan las ideas lógicas de las distorsiones emocionales, la misma cosa sobre las que pueden construirse las sociedades vibrantes que la mayoría de la gente quiere para sus hijos.

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente los puntos de vista o políticas del gobierno de Estados Unidos.

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