Educación | Los logros del futuro

06 octubre 2008

Son mis hijos

Estudiantes de intercambio se hacen parte de la familia

 
Eric Marcus, la estudiante Kristina Gembarskaya, Eric y Lela Marcus. (Courtesía de Kristina Gembarskaya)

(Este artículo pertenece al Periódico electrónico: “Jóvenes del Mundo, constructores del futuro”)

Entrevista con Eric y Lela Marcus

Un joven que va a otro país a vivir y estudiar en un programa de intercambio, probablemente recordará el viaje como una de esas experiencias que tienen lugar sólo una vez en la vida. Pero para algunas personas, el intercambio estudiantil es una experiencia que se vive una y otra vez. Esas personas pertenecen a las familias anfitrionas que tienen un compromiso a largo plazo con los programas de intercambio patrocinados por organizaciones no gubernamentales. Estas familias abren sus puertas, año tras año, para darle la bienvenida en sus hogares a un joven de otro país. El Periódico Electrónico de Estados Unidos encontró a una de esas familias en Beavercreek, Ohio. Eric y Lela Marcus alojan estudiantes a través del programa no gubernamental, sin fines de lucro, Intercambio Juvenil Internacional de Rotarios, que está activo en 82 países y en el que participan cada año unos 8.000 estudiantes. El programa de intercambio juvenil de Rotarios recluta a los clubes rotarios locales y a sus miembros como anfitriones de los estudiantes visitantes, con el apoyo de muchas familias de la comunidad. Eric y Lela Marcus comenzaron a participar en el programa en 1998, cuando el mayor de sus tres hijos estudiaba en un colegio universitario. Desde entonces, ocho estudiantes de siete países se han unido a su familia durante períodos que van desde varias semanas hasta un año entero. Eric y Lela hablaron con la editora gerente de eJournalUSA Periódico Electrónico, Charlene Porter, acerca de su experiencia como familia anfitriona.

Pregunta: ¿Qué ocurre cuando un nuevo estudiante de intercambio llega a su hogar?

Eric: Siempre les digo a las familias que probablemente tengan como huésped a un estudiante, así como a los estudiantes, que una familia ha tenido 15 ó 16 años para acostumbrarse a la manera en que actúan sus propios chicos. Sus chicos disponen de ese mismo tiempo para aprender cómo actúan sus padres. Pero un estudiante de intercambio tiene de 15 a 16 minutos para aprenderlo cuando se muda a la casa de alguien. De modo que siempre hay tensión para ambas partes porque, simplemente, no saben cómo actúa la familia, qué es lo que está bien, qué es lo que está mal, qué es aceptable, qué no lo es… de modo que uno siempre se encuentra con límites.

Hay ocasiones en las que todo funciona perfectamente. Hace un par de años tuvimos una muchacha de Argentina que era simplemente una chica asombrosa. Llegó a nuestra casa, y fue como si hubiera nacido aquí.

Lela: "Es alguien que quisiéramos quedarnos”. Esa fue la frase norteamericana que le enseñamos, y que ella adoraba totalmente. En Internet, cambió su nombre por el de keeper, como le llamábamos para expresar esa idea.

Eric: Fue como si toda su vida hubiera sido uno de nuestros chicos. Mi esposa y ella eran inseparables. En la terraza exterior construyeron el “tiki bar”, porque ella estuvo aquí durante el verano. Colocaron todas esas lámparas de keroseno y luces colgantes, y se sentaban allí afuera a beber refrescos sin alcohol con sombrillas.

Pregunta: ¿Qué le aporta la experiencia de la familia anfitriona a su propia familia? ¿Cómo cambia su perspectiva del mundo?

Eric: Lo primero es que ahora tengo hijos en siete países diferentes. Son como mis chicos. Me envían correos electrónicos, le envían muchos correos electrónicos a mi esposa.

Lela: No son como si fueran mis hijos. Son mis hijos. Estos son mis hijos, y me llaman “mamá”. Y yo los amo. Le traen vida a la casa. Nos vamos haciendo viejos, aunque todavía seamos jóvenes. Pero nos vamos haciendo viejos, y nos convertimos en ocupantes de un nido vacío, y eso es triste. Construimos esta hermosa casa para una familia grande, y es muy divertido tener toda esta vida, estos jóvenes y la experiencia de sus vidas.

Es divertido verlos cometer sus propios errores, sabe usted, incluso los errores grandes y graves. Porque tienen que aprender, y es bueno estar allí cuando necesitan un hombro en el que llorar o alguien que les levante el ánimo, los ponga en pie y los guíe por el buen camino.

Como cuando sienten nostalgia de su hogar. Ese es un problema importante para estos estudiantes de intercambio. Se vuelven nostálgicos, nostálgicos de mala manera. No me importa que mantengan conversaciones con su familia y amigos y sigan relacionados con ellos, pero no pueden hacerlo las 24 horas del día, siete días a la semana. Necesitan salir y soltarse y llegar a ser adultos por sí mismos.

Eric: Lo otro que yo encuentro muy divertido es que los chicos no suelen decir “no”. Para los adolescentes norteamericanos, si usted quiere que hagan algo con mamá y papá, es como si fuera “Hmm…¿salir con mamá y papá?”. A los estudiantes de intercambio uno les dice: “¿Quieren ir al mercado?” “Oh, sí!”. “¿Quieren ir a Wal-Mart?” “Oh, sí!” “¿Quieren ir al partido de pelota?” “Oh, sí!”. “¿Quieren ir de visita a la casa de nuestro amigo?” “Oh, sí”. Cualquier cosa que uno quiera hacer, están listos para ponerse su chaqueta y salir. Uno puede arrastrarlos a cualquier parte que uno vaya, y no los avergüenza que los vean con sus padres. Lo cual es diferente con los hijos propios. Para ellos, no es elegante estar con los padres.

Los estudiantes de intercambio sienten curiosidad por todo. Tal vez en sus propios hogares, son como nuestros adolescentes, pero debido a que están aquí están dispuestos a hacer cosas que no harían en sus casas. Debido a que no somos realmente sus padres, no nos ven realmente como padres pero, a fin de cuentas, cuando se vayan seremos mamá y papá. Normalmente en el programa de intercambio de los rotarios tendrán dos o tres mamá y papás. Y lo llamarán a uno mamá y papá, que es lo que hay de realmente hermoso en eso.

Pregunta: ¿En qué otros aspectos encuentra usted que son parecidos o diferentes a sus propios adolescentes?

Eric Marcus con sus hermanas estudiantes Pichamon, de Tailandia y Juli, de Argentina (Cortesía de Julieta Mezzano)

Lela: Su acento es diferente, su idioma es diferente, pero creo que son igual que nosotros. Lloran como nosotros, sangran como nosotros, ya sabe. Son simplemente chicos; se meten en problemas como lo hacen nuestros chicos.

Eric: Hacen las mismas tonterías que nuestros adolescentes.

Lela: Sin embargo, son un poco más cautelosos.

Eric: Quizás al dejar de hacer su tarea escolar, o hacer algo que no deberían, se meten ocasionalmente en problemas, tal como lo hacen nuestros chicos. Desde ese punto de vista, los adolescentes son adolescentes en todas partes. Uno encuentra que los han hecho con el mismo molde. Lo único distinto es que son de un país diferente, tienen un acento y cultura diferentes.

Pero las culturas también son divertidas de aprender. Tuvimos una muchacha tailandesa durante apenas un par de semanas antes de que se fuera con otra familia. Fuimos a una tienda de comestibles orientales, y enloqueció comprando todas esas cosas de Tailandia. De modo que llevamos todo a casa y nos preparó una enorme cena tailandesa que fue muy sabrosa.

Lela: Fue asombroso.

Eric: De modo que uno saborea un poquito sus países. Uno oye hablar de su país. Aprende acerca de ellos, tanto como ellos aprenden acerca de usted.

Algunos de ellos, cuando llegan, no hablan muy bien inglés. Les ayudamos a aprender inglés y al observarlos al término de su intercambio, hablan como si fueran de Estados Unidos.

Pregunta: Ustedes les dan la bienvenida a esos jóvenes en su hogar de una manera muy personal; pero, ¿consideran que desempeñan una función en el entendimiento internacional?

Lela: Sí, lo considero.

Eric: Participo en muchas actividades de los rotarios y voy a las convenciones. Hace dos años, el presidente de los rotarios dijo que si cada joven de 17 años se convirtiera en un estudiante de intercambio, no tendríamos más guerras porque ellos podrían ir a otros países y conocerlos y ser verdaderos ciudadanos del mundo, y no querer ir a la guerra con otros países. Creo que eso es una verdad que no necesita demostración, realmente lo creo.

Pregunta: ¿Qué ocurre en su comunidad? En Beaverbrook, Ohio, usted les presentó sus estudiantes visitantes a sus amigos, a los vecinos que encontraba en el supermercado. A través de estos jóvenes, ¿los ayuda usted a comprender un poquito más acerca de otros países?

Lela: Así lo creo. Pienso que cada uno se enamora de estos estudiantes de intercambio tanto como nos enamoramos nosotros. Simplemente, pierden la cabeza con las experiencias por las que pasan mientras están aquí. La gente de aquí se enamora de ellos y también los ayuda. Cuando están en la escuela, los chicos los aceptan también. Encajan perfectamente.

Eric: Creo que es allí donde todo se traduce en más satisfacciones, con los chicos de escuela secundaria. Se convierten en parte de la clase. Todos, en la escuela, saben quienes son esos chicos. Conocen a alguien de otro país y aprenden lo que es eso.

Y lo mejor del programa rotario es que enviamos chicos norteamericanos en intercambio con estos chicos. Por cada estudiante que vino a Estados Unidos, un estudiante norteamericano fue al otro país. Es cuestión de uno por otro.

Las opiniones expresadas en esta entrevista no reflejan necesariamente los puntos de vista o políticas del gobierno de Estados Unidos.

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