NUEVA YORK (Reuters Health) - Los niños de familias pobres son más propensos que sus pares a estar deprimidos en la adolescencia y un nuevo estudio sugiere que las consecuencias podrían incluso dificultarles la salida de la pobreza.
La investigación, que incluyó el seguimiento de casi 500 familias en Iowa, Estados Unidos, durante una década, demostró que los niños de las familias más pobres tenían mayor riesgo de desarrollar síntomas de depresión en la adolescencia que el resto de los chicos.
A la vez, esos adolescentes eran más propensos a "crecer" más rápido, lo que incluía tener relaciones sexuales, abandonar el hogar o casarse antes que el resto.
Ese ciclo, según indican los resultados obtenidos, terminaría exponiendo a los niños a futuros obstáculos, como bajos niveles de educación, desempleo o relaciones inestables.
"El estudio demuestra la continuidad de la adversidad familiar por generaciones, desde la familia de origen hasta la que forma uno de sus adultos jóvenes", destacó el autor principal, K. A. S. Wickrama, profesor de estudios sobre desarrollo humano y familia de la Iowa State University.
"En otras palabras, se trata de la transmisión de la pobreza", dijo Wickrama.
Los resultados, publicados por Journal of Health and Social Behavior, sugieren que los síntomas de estrés y depresión en las primeras etapa de la vida se retroalimentan, un proceso que finalmente dificultaría la transición a la adultez, opinó el equipo.
Los niños de familias pobres, agregaron los autores, son especialmente vulnerables a quedar "atrapados en el ciclo permanente de circunstancias adversas y mala salud".
"Estos resultados señalan la necesidad de diseñar políticas y programas federales, estatales y municipales para reducir la adversidad infantil", escribieron los investigadores.
Esas políticas, explicó Wickrama, deberían estar orientadas a mejorar la condición de los niños en riesgo, a través de una mayor inversión en educación o, por ejemplo, en programas para mejorar el bienestar psicológico infantil.
"Las políticas y los programas de intervención deben ser de aplicación temprana. Esa es la lección real, porque la depresión precoz tiene una influencia de largo plazo. De modo que hay que intervenir en la niñez y la adolescencia, y no en la juventud", finalizó el autor.
FUENTE: Journal of Health and Social Behavior, diciembre del 2008
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Página actualizada: 09 enero 2009 |