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04 diciembre 2008

Lista de deberes para los nuevos presidentes

 
Primer gabinete del presidente Bill Clinton, el 22 de enero de 1993.

Este artículo pertenece al periódico electrónico “La transición presidencial en Estados Unidos”, de enero de 2009. Para consultar los demás artículos haga clic a la derecha.

Por Stephen Hess

Podría definirse a  las tareas de un nuevo presidente como “Las Tres P”: Personal, Procedimientos y Política. Debe examinar los compromisos políticos que asumió durante la campaña. ¿En qué orden debería cumplirlos? Algunos llevarán tiempo. Dado que el presidente Franklin Delano Roosevelt creó un historial notable en sus primeros cien días, todos los presidentes saben que los “100 días” serán la vara que la prensa usará para medirlos.

Stephen Hess es catedrático emérito de la Institución Brookings y profesor distinguido de estudios de la prensa y asuntos públicos de la Universidad George Washington. Su libro más reciente es “What Do We Do Now? A Workbook for the President-Elect” (¿Qué hacemos ahora? Un cuaderno de ejercicios para el presidente electo).

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos se efectúan cada cuatro años el martes después del primer lunes de noviembre – 4 de noviembre en 2008 – y, como está escrito en la Constitución, el ganador asume el cargo “al mediodía del día 20 de enero”. Este lapso entre la elección y la toma de posesión es un fenómeno únicamente estadounidense. Si hay un nuevo presidente, es un período de gran interés en todo el mundo. También es un período con una historia de confusión e incluso, en ocasiones, de graves consecuencias políticas. Esto no ocurre en los sistemas parlamentarios, donde hay una transición instantánea del gobierno. La brecha en la transición al poder en Estados Unidos  se remonta al siglo 18, cuando los caminos llenos de surcos hacían difícil armar rápidamente el nuevo gobierno. En realidad los presidentes asumían el cargo el 4 de marzo hasta que la fecha se adelantó finalmente al 20 de enero en 1933. Desde entonces, los presidentes Dwight Eisenhower (quien fue elegido en 1952 y prestó juramento en 1953), John Kennedy (1960-61), Richard Nixon (1968-69), Jimmy Carter (1976-77), Ronald Reagan (1980-81), George H.W. Bush (1988-89), Bill Clinton (1992-93) y George W. Bush (2000-01) han maniobrado con distinto grado de éxito para crear sus administraciones presidenciales en las poco más de las 10 semanas asignadas.

Su tarea es infinitamente más difícil que la del primer ministro parlamentario que llega al cargo seguido por lo que se conoce como “shadow cabinet”, o un gabinete sombra, o un gobierno en el exilio. El presidente electo de Estados Unidos arranca desde el principio. Más aún, ningún candidato hizo planes antes de las elecciones hasta Jimmy Carter en 1976. La sabiduría convencional en el mundo político era que los votantes resentirían las actividades que pudieran verse como una actitud del candidato dando por sentada su victoria. Aún ahora la planificación previa se hace de una manera muy discreta.

Selección del gabinete

La primera tarea de la transición consiste en que el presidente electo seleccione su personal de la Casa Blanca y su gabinete. Esta es una tarea mucho más ardua que en un sistema parlamentario. Mientras el primer ministro escoge los funcionarios de su gabinete entre colegas en la legislatura, el presidente electo estadounidense arroja su red tan lejos como le plazca y por lo general incluye gobernadores de estados, empresarios y dirigentes sindicales y académicos, además de miembros del Congreso. Hay un cabildeo intenso de individuos y grupos para conseguir estos cargos apetecidos así como especulación interminable por la prensa. El gabinete consiste de 15 departamentos o ministerios: Agricultura, Comercio, Defensa, Educación, Energía, Salud y Servicios Humanos, Seguridad Nacional, Vivienda y Desarrollo Urbano, Interior, Justicia, Trabajo, Estado (relaciones exteriores), Tesoro, Transporte y Asuntos de Veteranos. Cada departamento es encabezado por un secretario cuyo nombramiento debe ser confirmado por el voto de la mayoría en el Senado nacional antes de que asuma el cargo.

Los presidentes ahora se esfuerzan por seleccionar un gabinete que “se parezca a Estados Unidos”. Esto es un cambio notable con el pasado reciente. Excepto por una mujer en el gabinete de Eisenhower, los gabinetes iniciales de Eisenhower, Kennedy y Nixon estuvieron formados completamente por hombres blancos. Hubo un secretario negro en los gabinetes de Carter y Reagan, y un negro y dos hispanos en el gabinete de George H.W. Bush. Pero no fue hasta Bill Clinton que sólo la mitad de sus secretarios de departamentos fueron blancos de origen europeo. La diversidad reflejada en el gabinete de George W. Bush incluyó negros (Estado, Educación), asiáticos (Trabajo, Transporte), hispano (Vivienda y Desarrollo Urbano), y libanés (Energía).

Los presidentes se dan también un poco de amplitud de maniobra expandiendo la definición de quien es miembro del gabinete, como cuando el presidente Clinton agregó tres mujeres: la embajadora en las Naciones Unidas, la presidenta del Consejo de Asesores Económicos y la administradora de la Agencia de Protección Ambiental.

Las cuestiones de personal atraen los titulares más grandes de los diarios, especialmente cuando tiene que retirarse un nombramiento debido a algo que se descubre en el proceso de investigación de antecedentes. Por ejemplo, Bill Clinton sólo consiguió un candidato aceptable como secretario de Justicia en el tercer intento. Otros seleccionados son controversiales y ponen a prueba la habilidad política del nuevo presidente para conseguir su aceptación por el Senado. Cuando el designado de George H.W. Bush como secretario de Defensa fue rechazado en 1989, fue la primera vez en la historia que a un presidente entrante se le negó un miembro de su gabinete de su elección. Son situaciones bochornosas y también se ven como un indicador incipiente del criterio del próximo presidente.

Cuestiones de organización

Rehenes estadounidenses recientemente liberados saludan al ex-presidente Jimmy Carter el 21 de enero de 1981

Más allá de los titulares sobre las personas, el presidente electo tomará decisiones importantes sobre procedimientos que generalmente son de poco interés para el público. ¿Cómo organiza al personal de la Casa Blanca? ¿Quién le responde directamente y quién lo hace a través del secretario general de su presidencia? ¿Cuánta tensión o conflicto quiere incorporar en la formulación de política? ¿Cómo quiere que sea la relación entre su personal de la Casa Blanca y su gabinete? ¿Qué funciones u oficinas nuevas quiere poner en la Casa Blanca y cuáles oficinas quiere eliminar? Cada presidente tiene alguna causa especial que quiere promover.  Richard Nixon agregó una Oficina de la Casa Blanca de la Voluntariedad; Bill Clinton agregó una Oficina de la Casa Blanca para Iniciativas de las Mujeres, y George W. Bush agregó una Oficina de la Casa Blanca  para Iniciativas Religiosas y de Difusión Comunitaria.

Algunas de estas decisiones poco percibidas pueden tener grandes repercusiones. El presidente Dwight Eisenhower había creado en la Casa Blanca un sistema minucioso de seguridad nacional, pero el presidente entrante, John F. Kennedy, pensó que era demasiado pesado y lo desbandó. A los pocos meses de haber asumido el poder, sin embargo, ocurrió la desastrosa invasión de Cuba en Bahía de Cochinos respaldada por Estados Unidos y Kennedy se encontró sin una operación de seguridad nacional en la Casa Blanca que funcionara apropiadamente.

Podría pensarse de las tareas de un nuevo presidente como “Las Tres P”: Personal, Procedimientos y Política. Debe examinar los compromisos políticos que asumió durante la campaña. ¿En qué orden debería cumplirlos? Algunos llevarán tiempo. Pero debido a que el presidente Franklin Delano Roosevelt creó un historial notable en sus primeros cien días, todos los presidentes saben que los “100 días” serán una vara que la prensa usará para medirlos.

Más aún, debido a que la popularidad del presidente es más grande cuando asume el cargo, cada presidente quiere “arrancar corriendo”, como lo describe el estudioso James Pfiffner. Algunas veces, sin embargo, no ocurre de esa manera. La campaña de Bill Clinton se había fundado en revivir la economía, pero en una conferencia de prensa durante la transición acentuó una promesa de terminar con la prohibición de homosexuales en las fuerzas armadas; esta cuestión emocional – “homosexuales en las fuerzas armadas” –dominó los primeros meses de su presidencia. Como observó Pfiffner entonces, Clinton “arrancó tropezando”.

En algún momento durante la transición el presidente electo tendrá que ir a la Casa Blanca y reunirse con el presidente. Este puede ser un momento delicado si son de diferentes partidos políticos. Con frecuencia el presidente saliente quiere que su sucesor siga alguna acción o política. Por lo general esto no le interesa al presidente entrante. Franklin Delano Roosevelt rechazó el esfuerzo de Herbert Hoover de involucrarlo en sus propuestas de bienestar social. Después de todo, unos pocos días después Roosevelt podría presentar sus propuestas propias.

Pero en 1980 hubo una clase de interacción diferente entre los presidentes saliente y entrante. El presidente Jimmy Carter se hallaba en negociaciones en procura de conseguir la liberación de los rehenes estadounidenses en Irán. El presidente electo Ronald Reagan quería que las negociaciones hubieran terminado con éxito antes de asumir el poder y dejó saber que los iraníes no iban a conseguir de él un trato mejor. Los rehenes fueron dejados en libertad instantes después que Reagan tomó posesión de la presidencia.

Otra reunión entre presidentes tuvo ramificaciones internacionales. Entre su derrota en noviembre de 1992 y dejar el gobierno en enero de 1993, el presidente George H.W. Bush envió tropas estadounidenses a Somalia en una misión humanitaria para ayudar a aliviar el sufrimiento de la sangrienta guerra civil. Buscó y consiguió el apoyo del presidente electo Clinton. Según las memorias de Clinton, “en ese momento el asesor de seguridad nacional de Bush, general Brent Scowcroft, le dijo a (el ayudante de Clinton) Sandy Berger que estarían de regreso antes de mi toma de posesión”. No ocurrió así. El desastre de los Black Hawk [cuando dos helicópteros Black Hawk estadounidenses fueron derribados en Mogadishu, Somalia] ocurrió el 3 de octubre de 1993 y Clinton escribió: “La batalla de Mogadishu me persiguió. Pensé que supe cómo debía haberse sentido el presidente Kennedy después de Bahía de Cochinos”.

Cuestiones algo menores

No todas las decisiones que tiene que tomar el presidente electo durante la transición son trascendentales. Algunas podrían recordarle de por qué soñó con vivir un día en la Casa Blanca. Hubo cuatro escritorios presidenciales. ¿Cuál de ellos quiere que el curador de la Casa Blanca instale en la Oficina Oval? ¿O le gustaría traer el suyo propio, como hizo Lyndon B. Johnson?

La mayor parte de los presidentes han colgado retratos de presidentes anteriores en la Casa Blanca. ¿A quién debería darle el lugar de honor sobre la repisa de mármol blanco sobre la chimenea? ¿A George Washington? ¿A Abraham Lincoln? ¿A Franklin Delano Roosevelt?

Y al mediodía del 20 de enero, cuando preste el juramento del cargo de pie en la terraza del lado oeste del Capitolio, con un público de miles frente a él y millones más que lo estén viendo por televisión en todo el mundo, colocará la mano sobre la Biblia y si quiere la abrirá sobre un pasaje favorito. ¿Cuál será?

“¡Oh hombre, Él te ha mostrado lo que es bueno! ¿Qué quiere de ti Jehová? Solamente que hagas  lo justo, ames la misericordia y camines humildemente con tu Dios”.  Escogido por el presidente Jimmy Carter.

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra”.  Escogido por el presidente Ronald Reagan.

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente los puntos de vista o las políticas del gobierno de Estados Unidos.

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