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Fiebre, sudación y crisis vasomotoras (sofocos) (PDQ®)
Versión Paciente   Versión Profesional De Salud   In English   Actualizado: 02/27/2009
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Índice

Propósito de este sumario del PDQ
Fiebre
Descripción
Etiología
Evaluación
Intervenciones
Intervenciones primarias
        Fiebre a causa de infecciones
        Fiebre paraneoplásica
        Fiebre relacionada al uso de fármacos
        Síndrome neuroléptico maligno
        Fiebre relacionada con productos sanguíneos
Intervenciones no específicas para la paliación de la fiebre
Sudación
Descripción
Etiología
Intervenciones
Intervenciones primarias
        Sudaciones
        Crisis vasomotoras
Intervenciones paliativas no específicas
Decisiones clínicas en el manejo de la fiebre y la sudación
Obtenga más información del NCI
Modificaciones a este sumario (02/27/2008)
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Propósito de este sumario del PDQ

Este sumario del PDQ con información sobre el cáncer para profesionales de la salud, provee información integral con base en la información científica disponible que ha sido revisada por expertos sobre la fisiopatología y el tratamiento de la fiebre, la sudoración y las crisis vasomotoras. El Consejo editorial del PDQ sobre Cuidados Médicos de Apoyo examina regularmente este sumario y lo actualiza según sea necesario.

Este sumario contiene información sobre los siguientes aspectos:

  • Etiología.
  • Evaluación.
  • Intervención.

El propósito de este sumario es servir como fuente de información y ayuda para los médicos y otros profesionales de la salud que atienden a pacientes de cáncer durante el tratamiento y después del mismo. No provee pautas o recomendaciones formales para la toma de decisiones relacionadas con la atención de la salud. La información provista en este sumario no debe tomarse como base para determinar reembolsos.

Este sumario está disponible en inglés y también en una versión para pacientes escrita en lenguaje menos técnico.

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Fiebre



Descripción

La temperatura normal del cuerpo humano presenta un ritmo circadiano. La temperatura corporal se encuentra en su punto mas bajo horas antes del amanecer, 36,1 °C (97 °F) o menos y aumenta a 37,4 °C (99,3 °F) o más durante las horas de la tarde. La temperatura corporal normal se mantiene gracias a mecanismos termorreguladores que ajustan la pérdida y la producción de calor.[1-3]

Las elevaciones anormales de temperatura son el resultado de ya sea a la hipertermia o pirexia (fiebre). La hipertermia resulta de una falla de los mecanismos de control térmico. En la fiebre, los mecanismos de control térmico están intactos, pero el punto fijo térmico hipotalámico se eleva por encima de lo normal debido a fármacos pirógenos exógenos o endógenos. La fiebre tiene tres fases. En la fase inicial, la vasoconstricción cutánea promueve la retención de calor y los temblores generan calor adicional. Cuando se alcanza el nuevo punto fijo (elevado), la producción de calor se equilibra con la pérdida del mismo y los temblores cesan. Al descender el punto fijo a su estado normal, la vasodilatación cutánea promueve la pérdida de calor al ambiente en forma de sudor. Esos mismos mecanismos mantienen la temperatura corporal en individuos afebriles.[1-4]

La reacción a la fiebre varía con la edad. En las personas ancianas, un sistema termorregulador inadecuado puede contribuir a la aparición de hipertermia y puede también resultar en arritmias, isquemia, cambios en la condición mental o insuficiencia cardiaca a causa de un aumento de las demandas metabólicas. Los niños entre las edades de 6 meses y 6 años pueden padecer convulsiones febriles.

Etiología

Entre las principales causas de fiebre en los pacientes con cáncer se encuentran las infecciones, el tumor (conocido como fiebre paraneoplásica), los fármacos (reacciones alérgicas o de hipersensibilidad), la transfusión de productos sanguíneos y la enfermedad de injerto contra huésped (EICH).[2-8] Las infecciones son una causa particularmente importante en el huésped neutropénico, dada su frecuencia (casi dos tercios de los pacientes) y su resultado potencialmente letal. Tomando en cuenta que las infecciones gramnegativas son la causa predominante de la fiebre neutropénica en los pacientes de cáncer en los años 70s y principio de los 80s, las infecciones grampositivas sobre todo estreptococos y estafilococos de coagulasa negativa, han predominado desde entonces. El aumento en la incidencia de infecciones de estafilococos y estreptococos está relacionado con el uso de aparatos intravasculares, mucositis severa debido a quimioterapia de alta dosis y terapia antibiótica profiláctica con fluoroquinolonas. Sin embargo, el uso de fluoroquinolonas no ha disminuido la morbilidad y mortalidad de la fiebre neutropénica, pero ha resultado en un aumento de la incidencia de la bacterimia gramnegativa resistente.[9] Muchos expertos consideran que la fiebre paraneoplásica es más común en tumores primarios, como el carcinoma de células renales y el linfoma, pero la información disponible actualmente sugiere que sucede con tumores en diversos sitios primarios.[2] Entre las supuestas causas de fiebre en pacientes con tumores están las reacciones de hipersensibilidad, la producción de pirógenos, la producción primaria de citosina y la necrosis del tumor con producción secundaria de citosina. Los fármacos que causan fiebre incluyen varios fármacos quimioterapéuticos citotóxicos, modificadores de la respuesta biológica, vancomicina y anfotericina, y muchos otros medicamentos. La fiebre relacionada con tumores puede ser cíclica, surgir en momentos determinados del día o ser intermitente con periodos afebriles de días o semanas.[3,4] El perfil de la fiebre no indica si está relacionada con un fármaco o no, excepto en casos en que la relación temporal no es ambigua, ya que con muchos medicamentos hay un retraso muy variable entre el comienzo de la administración del fármaco en cuestión y la aparición de la fiebre.[4,6,7,10]

Otras etiologías de la fiebre en pacientes con cáncer incluyen el retiro de fármacos (por ejemplo, opioides y benzodiazepinas), el síndrome neuroléptico maligno, la obstrucción de una víscera (por ejemplo, la vejiga, el intestino o un riñón) y la embolización del tumor. Los padecimientos médicos comórbidos como la trombosis, los trastornos de tejidos conectivos y las hemorragias o ictus del sistema nervioso central (SNC) también pueden provocar fiebre.[4] El diagnóstico diferencial de fiebre en los pacientes con cáncer es extenso y puede ser difícil distinguir las infecciones de otras causas. Desde una perspectiva paliativa, es importante establecer un diagnóstico específico para la fiebre, ya que este influye en el manejo de la enfermedad, el bienestar y el pronóstico del paciente.

Evaluación

La evaluación de la fiebre incluye una historia clínica meticulosa, revisión de fármacos y un examen físico que incluya todos los sistemas importantes del cuerpo. Los individuos con supuesta infección, especialmente aquellos con fiebre neutropénica, deben someterse a una inspección cuidadosa de la piel, todos los orificios del cuerpo (por ejemplo, la boca, los oídos, la nariz, la garganta, la uretra, la vagina y el recto), los sitios de punción de dedos y de venipuntura, los sitios de biopsia y los pliegues de la piel (por ejemplo, los senos, las axilas y las ingles). La evaluación oral debe incluir los dientes, las encías, la lengua, el suelo de la boca, la nasofaringe y los senos paranasales. El área perirrectal es una fuente de infección común, sobre todo en pacientes con leucemia. Los dispositivos para acceso vascular (VAD) y otros aparatos implantados (por ejemplo, tubos percutáneos para nefrostomía, para drenaje biliar o para gastrostomía o yeyunostomía) son otros focos de infección comunes. La evaluación inicial se debe completar con cultivos de orina, esputo y sangre (periférica y de puertos o lúmenes de VAD) y radiografías del pecho y otras pruebas según indiquen estos exámenes. Se deberá instruir a los individuos que se estén sometiendo a quimioterapia citotóxica a que acudan al médico de inmediato si padecen fiebre cuando su recuento de neutrófilos esté bajo o descendiendo. Es de singular importancia examinar frecuentemente a los pacientes neutropénicos, sin olvidar la revisión física, puesto que los signos y síntomas de infección pueden ser mínimos. La evaluación de tumores recidivantes o que evolucionan se puede realizar al mismo tiempo que los exámenes en busca de infecciones y otras causas de fiebre.[3]

Intervenciones

La presencia de fiebre está asociada con consecuencias metabólicas potenciales como la deshidratación y el aumento de la demanda metabólica. Los efectos pueden ser particularmente pronunciados en pacientes debilitados por el cáncer e incluir síntomas generales desagradables como la fatiga, la mialgia, la diaforesis, y los escalofríos. Entre las opciones para el manejo de la fiebre están las intervenciones primarias con enfoque en la causa subyacente, la hidratación con líquidos parenterales o mediante hipodermoclisis, el apoyo nutricional y medidas paliativas no específicas. Las opciones utilizadas dependerán de la ubicación del paciente en la trayectoria de su enfermedad y de las preferencias del paciente en cuanto a los fines de su tratamiento. Algunos pacientes pueden decidir no tratar la causa subyacente cuando les queda poco tiempo de vida. Por ejemplo, los pacientes con cáncer en estadio avanzado pueden rechazar el tratamiento para la neumonía u otras infecciones, pero solicitar medidas paliativas no específicas e hidratación para optimizar su calidad de vida. En otros casos, el paciente puede elegir la toma de antibióticos para paliar síntomas como la tos, fiebre, disnea o dolores de abscesos. (Para mayor información, consultar el sumario del PDQ sobre La nutrición en el tratamiento del cáncer, así como la sección sobre Intervenciones no específicas para la paliación de la fiebre que aparece más adelante.)

Intervenciones primarias

Fiebre a causa de infecciones

Un tratamiento antibiótico eficaz resulta en la paliación de síntomas constitucionales relacionados con la fiebre así como síntomas específicos del sitio como la tos secundaria a la neumonía o el dolor localizado provocado por la formación de abscesos. Es de suma importancia que los pacientes neutropénicos febriles (con recuentos granulocíticos <500) reciban tratamiento antibiótico de espectro amplio de forma inmediata, ya que la tasa de mortalidad para aquellos que no recibieron terapia antibiótica durante las primeras 48 horas de fiebre es del 70%. Al tratar de la neutropenia, se considera fiebre a un incremento único de la temperatura de más de 38,5 °C o tres incrementos por encima de 38 °C en un período de 24 horas.[4]

Como la causa de la fiebre neutropénica no es identificable en el 50% al 70% de los pacientes, el uso de antibióticos se basa en el conocimiento de la institución que administre el tratamiento de espectros antimicrobianos y perfiles de resistencia de los antibióticos, así como de la supuesta causa. No hay consenso general acerca de qué antibiótico o combinaciones de antibióticos se deberá usar, pero la terapia antibiótica empírica por lo general cae en uno de estos cuatro protocolos:

  1. Aminoglucósido más beta-lactama antiseudomona.
  2. Combinación de dos beta-lactamas.
  3. Vancomicina más aminoglucósido y beta-lactama antiseudomona.
  4. Monoterapia.

Cuando existan catéteres de lúmenes múltiples, la terapia antibiótica se deberá rotar a través de cada lumen. Los antibióticos bacteriostáticos (es decir, tetraciclinas, eritromicina, cloranfenicol, etc.) no son beneficiosos en ausencia de granulocitos y, cuando se administran simultáneamente, reducen la eficacia de los antibióticos bactericidas.[4,11]

Los regímenes de tratamiento también dependen de la duración de la fiebre y de los factores de riesgo del paciente como, por ejemplo, tener implantadas líneas centrales u otros dispositivos artificiales o antecedentes de uso de esteroides y drogas inyectadas. Varios investigadores han creado modelos que predicen los grupos de riesgo de pacientes febriles con neutropenia en los que se incluyen estrategias de manejo. Entre las opciones terapéuticas que se están evaluando están la estancia reducida en el hospital, la terapia antibiótica intravenosa en casa y los regímenes de antibióticos orales. Un subgrupo de estos estudios se centra en la población pediátrica. Debido a la rapidez de los cambios en este campo, se recomienda al lector que acuda a fuentes especializadas para obtener consejos específicos sobre el manejo de la neutropenia con fiebre.[12-14]

Después de aislar un patógeno específico, se modifica la terapia antibiótica para que provea una respuesta terapéutica óptima con toxicidad mínima. Se deberá mantener una cobertura de espectro amplio para prevenir infecciones secundarias micóticas y bacterianas. La terapia antibiótica generalmente se suspende de 5 a 7 días después siempre que el recuento granulocítico del paciente exceda 500 y el paciente permanezca libre de fiebre e infección. No hay consenso sobre el manejo apropiado en casos de granulocitopenia persistente cuando el paciente no padece fiebre. Algunos especialistas abogan por la continuación de la terapia, mientras que otros están a favor de suspender la administración de antibióticos una vez se haya estabilizado el paciente. A menudo se añade una terapia antifúngica empírica si un paciente neutropénico permanece febril después de una semana de antibióticos de espectro amplio o si presenta fiebre recurrente, puesto que la granulocitopenia continua se asocia generalmente con el desarrollo de infecciones oportunista no bacterianas, particularmente aquellas causadas por Candida y Aspergillus. Se recomienda la administración de una terapia prolongada (>10–14 días) para pacientes con un foco residual de infección bacterial o micótica, normalmente con anfotericina B. Se recomienda el uso de antifúngicos alternos (5-fluorocitosina, miconazol, fluconazol o itraconazol) cuando los organismos desarrollan resistencia a la anfotericina B.

El aciclovir es el fármaco más usado para el tratamiento de infecciones virales de herpes simple o de varicela zóster. El ganciclovir surte efecto contra el citomegalovirus. Ambos fármacos se usan con frecuencia de forma profiláctica durante el manejo de pacientes con riesgo alto de padecer de estas infecciones. El foscarnet es útil en el tratamiento del citomegalovirus y el virus de herpes simple resistente al aciclovir.

Fiebre paraneoplásica

El mejor manejo para las fiebres relacionadas con tumores es el tratamiento del neoplasma subyacente con terapias antineoplásicas definitivas, siempre que estén disponibles. De no haber terapias antineoplásicas eficaces, se suelen utilizar fármacos antiinflamatorios no esteroides (AINE). El naproxeno puede controlar la fiebre paraneoplásica relacionada con otros AINE o el acetaminofeno. La respuesta al naproxeno se ha considerado diagnóstico de fiebre asociada con el tumor; no obstante, la eficacia de este fármaco y de otros AINE no esteroides para tratar la fiebre relacionada con infecciones es una observación clínica común. La fiebre de pacientes a quienes se les ha reducido o extirpado un tumor puede aliviarse con un fármaco AINE no esteroide de estructura diferente.

Fiebre relacionada al uso de fármacos

La aparición de fiebre es predecible para algunos fármacos, tales como los modificadores de la respuesta biológica, la anfotericina B y la bleomicina. Para muchos otros, la fiebre asociada a fármacos es un diagnóstico por exclusión. Esta fiebre responde al cese de la administración del fármaco en cuestión, siempre que esto sea posible. La fiebre y los síntomas relacionados con ella que aparecen durante la administración de los modificadores de la respuesta biológica dependen del tipo, la ruta, las dosis y el horario de tomas. Estos factores se pueden alterar algunas veces para controlar la fiebre sin sacrificar la eficacia del tratamiento. La fiebre también se puede atenuar mediante el uso de acetaminofeno, antiinflamatorios no esteroides y premedicación esteroide. Lo mismo se puede decir de la fiebre asociada con algunos citotóxicos y antimicrobianos (como la anfotericina).[6,7,10] En la práctica clínica común, se administra meperidina para atenuar los fuertes escalofríos causados por una reacción febril, aunque no se dispone de datos empíricos que confirmen su eficacia.

Síndrome neuroléptico maligno

El síndrome neuroléptico maligno (NMS) es un síndrome poco común pero potencialmente mortal que se puede desarrollar durante el tratamiento con fármacos neurolépticos de condiciones tales como trastornos psicóticos, delirios, náusea y vómito. Este síndrome se caracteriza por fiebre, rigidez, confusión e inestabilidad autonómica al igual que por elevaciones en el conteo de leucocitos, creatinina fosfocinasa, y mioglobina en la orina. Se deberá considerar la presencia de NMS al manejar pacientes con delirio que estén recibiendo fármacos neurolépticos que desarrollen rigidez y cuya condición no mejore con neurolépticos (por ejemplo, haloperidol). El tratamiento del NMS incluye la interrupción de la administración de fármacos neurolépticos, el uso de medidas de apoyo, y esporádicamente, la administración de bromocriptina o dantrolene. (Para mayor información, consultar el sumario del PDQ sobre el Trastornos cognitivos y Delirio.)

Fiebre relacionada con productos sanguíneos

Las supuestas reacciones febriles se pueden minimizar usando productos sanguíneos irradiados o sin leucocitos, siempre que sea apropiado clínicamente. Una práctica común es la premedicación con acetaminofeno y difenhidramina.[8]

Intervenciones no específicas para la paliación de la fiebre

Las medidas para mantener cómodo al paciente, junto con el tratamiento de la causa subyacente, sirven para aliviar el malestar causado por la fiebre, los escalofríos y el sudor. Durante los episodios febriles, se puede aliviar al paciente animándole a que tome más líquidos, aligerando su indumentaria y ropa de cama, y bañándolo en agua tibia o con una esponja mojada en agua tibia. Los resultados de un estudio pediátrico aleatorio controlado a placebo en los que se mojó la esponja en agua helada, alcohol isopropílico o agua templada, con o sin acetaminofeno, demostró que todas las combinaciones ayudan a controlar la fiebre. Los niños que más alivio sintieron fueron los que recibieron el placebo o el baño con esponja, seguidos de los que recibieron acetaminofeno combinado con un baño de esponja templada. El baño con esponja mojada ya sea en agua helada o en alcohol isopropílico, con o sin acetaminofeno, proporcionó el mayor malestar.[15] Durante periodos de escalofríos, se puede mantener a los pacientes más cómodos cambiando la ropa de cama húmeda con otra seca y caliente, manteniendo a los pacientes alejados de corrientes de aire, y ajustando la temperatura del cuarto al gusto del paciente.

El alivio sintomático de la fiebre persistente o intermitente puede beneficiarse del uso de AINE (como el naproxeno) o acetaminofeno.[15] La aspirina también puede ser eficaz a la hora de reducir la fiebre, pero se debe usar con cuidado en los pacientes con el linfoma de Hodgkin y los pacientes de cáncer con riesgo de trombocitopenia. La aspirina no se recomienda para los pacientes febriles cuyos sistemas inmunológicos están comprometidos, debido al riesgo de provocarles el síndrome de Reye.[4]

Bibliografía

  1. Boulant JA: Thermoregulation. In: Machowiak PA, ed.: Fever: Basic Mechanisms and Management. New York, NY: Raven Press, 1991, pp 1-22. 

  2. Dinarello CA, Bunn PA Jr: Fever. Semin Oncol 24 (3): 288-98, 1997.  [PUBMED Abstract]

  3. Young LS: Fever and septicemia. In: Rubin RH, Young LS, eds.: Clinical Approach to Infection in the Compromised Host. 2nd ed. New York, NY: Plenum Medical, 1988, pp 75-114. 

  4. Cleary JF: Fever and sweats: including the immunocompromised hosts. In: Berger A, Portenoy RK, Weissman DE, eds.: Principles and Practice of Supportive Oncology. Philadelphia, Pa: Lippincott-Raven Publishers, 1998, pp 119-131. 

  5. Knockaert DC, Vanneste LJ, Vanneste SB, et al.: Fever of unknown origin in the 1980s. An update of the diagnostic spectrum. Arch Intern Med 152 (1): 51-5, 1992.  [PUBMED Abstract]

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  7. Mackowiak PA: Drug fever. In: Machowiak PA, ed.: Fever: Basic Mechanisms and Management. New York, NY: Raven Press, 1991, pp 255-265. 

  8. Huh YO, Lichtiger B: Transfusion reactions in patients with cancer. Am J Clin Pathol 87 (2): 253-7, 1987.  [PUBMED Abstract]

  9. Marchetti O, Calandra T: Infections in neutropenic cancer patients. Lancet 359 (9308): 723-5, 2002.  [PUBMED Abstract]

  10. Quesada JR, Talpaz M, Rios A, et al.: Clinical toxicity of interferons in cancer patients: a review. J Clin Oncol 4 (2): 234-43, 1986.  [PUBMED Abstract]

  11. Pizzo PA: Management of fever in patients with cancer and treatment-induced neutropenia. N Engl J Med 328 (18): 1323-32, 1993.  [PUBMED Abstract]

  12. Karthaus M, Carratalà J, Jürgens H, et al.: New strategies in the treatment of infectious complications in haematology and oncology: is there a role for out-patient antibiotic treatment of febrile neutropenia? Chemotherapy 44 (6): 427-35, 1998 Nov-Dec.  [PUBMED Abstract]

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  14. Talcott JA, Siegel RD, Finberg R, et al.: Risk assessment in cancer patients with fever and neutropenia: a prospective, two-center validation of a prediction rule. J Clin Oncol 10 (2): 316-22, 1992.  [PUBMED Abstract]

  15. Steele RW, Tanaka PT, Lara RP, et al.: Evaluation of sponging and of oral antipyretic therapy to reduce fever. J Pediatr 77 (5): 824-9, 1970.  [PUBMED Abstract]

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Sudación



Descripción

La fiebre y las crisis vasomotoras son algo común en los sobrevivientes de cáncer, desde los que se encuentran en un entorno adyuvante hasta los que viven con enfermedad avanzada. Los mecanismos fisiopatológicos son complejos. Las opciones de tratamiento cuentan con una base amplia como fármacos hormonales, farmacoterapias no hormonales y diversas modalidades de medicina integral.[1] Fisiológicamente, el sudor regula la temperatura central del cuerpo provocando la pérdida de calor por evaporación transcutánea.[2,3] La sudación ocurre en estados patológicos como la fiebre y en otros no patológicos como los ambientes cálidos, el ejercicio y la menopausia. Se dispone de datos limitados que indican que entre un 14% y un 16% de los pacientes con cáncer avanzados que reciben cuidados paliativos sudan de forma moderada a fuerte.[4-6] El sudor es parte del complejo de calor repentino que caracteriza la inestabilidad vasomotora de la menopausia. Aproximadamente dos tercios de las mujeres posmenopáusicas con historial de cáncer del seno sufren crisis vasomotoras, y éstas están asociadas con sudores nocturnos en 44% de los casos.[7,8] Para la mayoría de estas pacientes y para los pacientes con cáncer de la próstata, la intensidad de estas crisis es de moderada a fuerte. Las crisis vasomotoras molestas parecen ser menos frecuentes entre las mujeres posmenopáusica sin antecedentes de cáncer del seno. Aproximadamente un 20% de las mujeres sin cáncer del seno acuden al médico por padecer síntomas posmenopáusicos, incluyendo aquellos relacionados con la instabilidad vasomotora.[9] Los síntomas vasomotores se resuelven espontáneamente en la mayoría de las pacientes de esta población, y solo un 20% de las mujeres afectadas informan que padecen molestias significativas 4 años después de su última menstruación.[9] No se dispone de datos comparables para las mujeres con cáncer de mama metastásico. Tres cuartos de los hombres con cáncer de la próstata metastásico o localmente avanzado tratados con orquiectomía médica o quirúrgica padecen crisis vasomotoras.[10]

Etiología

Las sudaciones de los pacientes con cáncer pueden estar relacionadas con el tumor, su tratamiento o con otros padecimientos no asociados (comórbidos). Este síntoma es característico de ciertos tipos de tumores primarios, como el linfoma de Hodgkin, el feocromocitoma, y los tumores neuroendocrinos funcionales (es decir, los tumores carcinoides secretores). Entre otras causas están la fiebre, la menopausia, la castración (para los hombres), los fármacos, los trastornos hipotalámicos y los trastornos primarios de sudación. La menopausia puede ser natural, quirúrgica o química, la cual se puede deber en las pacientes con cáncer a la quimioterapia citotóxica, la radiación o el tratamiento andrógeno. Entre las causas de la "menopausia masculina" se encuentra la orquiectomía, el uso de hormonas que despiden gonadotropina y el uso de estrógeno. Algunos fármacos relacionados con la sudación son el tamoxifeno, inhibidores de la aromatasa, los opioides, los antidepresivos tricíclicos y los esteroides. Sin relacionarse con los efectos de la menopausia, las terapias con hormonas, los modificadores de la respuesta biológica y los fármacos citotóxicos asociados con la fiebre provocan sudores como resultado secundario.

Intervenciones

Al igual que las intervenciones con la fiebre, la base del manejo de las sudaciones y los sofocos son las intervenciones primarias enfocadas en la causa subyacente. En el caso de no existir una terapia eficaz o de comenzarse tarde, son importantes las intervenciones paliativas no específicas.

Intervenciones primarias

Sudaciones

Las intervenciones primarias para las sudaciones asociadas con la fiebre son las enfocadas en la causa subyacente de la misma (para más información, vea la sección sobre Intervenciones primarias). Las terapias antineoplásicas eficaces controlan los sudores asociados con la recidiva o evolución del tumor. Los análogos de la somatostatina son el tratamiento primario para los rubores y sudaciones asociadas con algunos tumores neuroendocrinos.

Crisis vasomotoras

Estrogenoterapia sustitutiva

La estrogenoterapia restitutiva controla eficazmente las crisis vasomotoras asociadas con estados posmenopáusicos biológicos o relacionados con el tratamiento en la mujer. El mecanismo de acción propuesto para la restitución de estrógeno en el mejoramiento de las crisis vasomotoras, es mediante el aumento del umbral temperatura-sudor de la temperatura corporal base;[11] sin embargo, muchas mujeres tienen contraindicaciones relativas o absolutas a dicha terapia. Los sobrevivientes del cáncer de mama y sus médicos suelen creer que hay un riesgo mayor de sufrir recidivas o cáncer de mama de novo cuando se utiliza el tratamiento de sustitución hormonal, y difieren el manejo hormonal de los síntomas posmenopáusicos. Solo hay una cantidad mínima de información metodológica sólida que evalúa el riesgo de cáncer de mama relacionado con el tratamiento de sustitución hormonal en la mujer saludable, a pesar de que hay consideraciones científicas básicas contundentes que indican un posible vínculo con dicho riesgo.[12] En mayo de 2002, la Iniciativa de Salud de la Mujer (WHI), un amplio ensayo aleatorio controlado a placebo sobre los riesgos y beneficios del estrógeno y la progestina en la mujer posmenopáusica saludable, se concluyó prematuramente después de un seguimiento promedio de 5,2 años (±1,3) a causa de la detección de un aumento de 1,26 veces para el riesgo de cáncer de mama (intervalo de confianza [IC] de 95% 1,00–1,59) en las mujeres que estaban recibiendo tratamiento de sustitución hormonal. Los tumores de las integrantes del grupo que recibían tratamiento de sustitución hormonal eran ligeramente mayores y estaban en estadios más avanzados que los de las mujeres que recibían un placebo, observándose un aumento considerable y de significación estadística en el porcentaje de mamografías anormales durante el primer examen sistemático anual; un incremento como éste puede dificultar el diagnóstico de cáncer de mama y ser la causa de diagnósticos en estadios más avanzados.[13,14] Estos resultados están respaldados por un estudio de población de casos frente a control que indica un riesgo mayor de cáncer de mama de 1,7 veces (IC de 95%; 1,3–2,2) en las mujeres que utilizan tratamiento de sustitución a base de una combinación de hormonas. El riesgo de padecer de carcinoma lobular invasor aumentó 2,7 veces (IC de 95%; 1,7–4,3), el riesgo de carcinoma ductal invasor, 1,5 veces (IC de 95%; 1,1–2,0), y el riesgo de cáncer de mama con receptor estrogénico positivo y receptor de progesterona positivo aumentó 2,0 veces (IC 95%; 1,5–2,7). Este riesgo más alto es mayor para los tumores lobulares invasores y en las mujeres que usaron tratamiento de sustitución hormonal durante períodos más largos de tiempo. No se observó aumento del riesgo con la terapia de estrógeno sin oposición.[15] La información muy limitada que tenemos a nuestra disposición no indica un aumento del riesgo de recidiva del cáncer de mama con el uso de estrógeno como fármaco único en los pacientes con antecedentes de cáncer de mama.[16,17] Una serie de estudios doble ciego controlados mediante placebo sugiere que las dosis bajas de acetato de megestrol (es decir, 20 mg por vía oral dos veces al día) y los ISRS son algunos de los fármacos más prometedores para el manejo de las crisis vasomotoras en esta población. Datos limitados indican que ciclos breves de acetato de medroxiprogesterona intramuscular pueden tener cierta incidencia en el manejo de las crisis vasomotoras.[18] Se desconoce el riesgo relacionado con el uso de la progestina.[12]

Otras intervenciones farmacológicas

Se han evaluado numerosos tratamientos farmacológicos sin estrógeno para el manejo de sofocos en las pacientes de cáncer de mama. Entre las opciones con eficacia probada están los andrógenos, los fármacos progestacionales, gabapentina, los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS), los agonistas α-adrenérgicos (por ejemplo, metildopa, clonidina transcutánea), los bloquedores β, la veraliprida (un fármaco antidopaminérgico) y la vitamina E. La eficacia inferior y los efectos secundarios limitan el uso de mucho de estos fármacos. Se ha mostrado que la venlafaxina, un inhibidor de la recaptación de la serotonina y norepinefrina causa una disminución en la severidad e intensidad de las crisis vasomotoras en un 60%. La dosis óptima indicada en estos ensayos es de 75 mg de la formula de acción prolongada diariamente.[19-26] Un ensayo aleatorio, doble ciego, controlado con placebo que evalúa el uso de dosis autorreguladas de paroxetina para el tratamiento de las crisis vasomotoras relacionadas con la menopausia en una población general de mujeres indica que este ISRS puede desempeñar una función importante en el manejo de las crisis vasomotoras.[27] Un ensayo aleatorio controlado con placebo (URCC-U2101), de gabapentina en mujeres con cáncer del seno (mama) indica que la gabapentina en dosis de 900 mg por día puede resultar eficaz en la disminución de la frecuencia y gravedad de los sofocos.[28] En un ensayo aleatorio en fase III (NCCTG-N03C5) con gabapentina solamente (900 mg diario o 300 mg tres veces al día) versus gabapentina conjuntamente con un antidepresivo en mujeres cuyas crisis vasomotoras no han sido controladas de forma adecuada solamente con antidepresivos, el uso de gabapentina dio como resultado una mediana de reducción en la frecuencia y puntaje de las crisis vasomotoras de aproximadamente 50%, independientemente de si se continuó con el antidepresivo. En otras palabras, en las mujeres que estuvieron usando antidepresivos exclusivamente para el manejo de crisis vasomotoras, y cuyo manejo no era adecuado, la iniciación de gabapentina con la descontinuación del antidepresivo, no proveyó resultados inferiores a aquellos obtenidos con la terapia de combinación, lo cual resultó en la necesidad de menos medicación.[29] El estudio piloto abierto (n = 30) sobre el uso de levetiracetam para el manejo de las crisis vasomotoras en las mujeres con antecedentes de cáncer de mama, así como las que experimentaban la menopausia natural, indica que también puede desempeñar una función en el manejo de las crisis vasomotoras. Si bien hubo una tasa alta de deserciones del estudio debido a los efectos secundarios, el sistema citocromo P450 no metaboliza el levetiracetam y este no tiene ninguna interacción conocida con el tamoxifeno; por consiguiente, se justifica una evaluación más intensiva sobre su eficacia.[30] Un estudio aleatorio bien diseñado, doble ciego, cruzado (NCCTG-N01CC), controlado con placebo con cohosh negro o cimicifuga racemosa en mujeres con antecedentes de cáncer de seno (mama) llevado acabo con una metodología similar a aquella utilizada con los ISRS no muestra prueba de beneficio.[31] De forma similar, dos estudios aleatorios controlados con placebo en sobrevivientes de cáncer de mama no mostró beneficio alguno entre la soya y el placebo en el alivio de las crisis vasomotoras.[32,33]

Interacción farmacológica

Muchos de los ISRS pueden inhibir las enzimas del citocromo P450 involucradas en el metabolismo del tamoxifeno, fármaco que se utiliza comúnmente en el tratamiento del cáncer de mama. Cuando se usan los ISRS, se debe notar las interacciones entre fármaco y fármaco. El tamoxifeno, el cual se usa en el manejo del cáncer de seno (mama), se metaboliza mediante el sistema enzimático del citocromo P450, específicamente el CYP2D6. El CYP2D6 de tipo natural, metaboliza el tamoxifeno a un metabolito activo, 4-hidroxi-N-desmetil-tamoxifeno, también llamado endoxifeno. Un ensayo que evaluó los efectos de la administración conjunta de tamoxifeno y paroxetina, un inhibidor del CYP2D6, sobre el metabolismo del tamoxifeno encontró que la administración conjunta con paroxetina produjo concentraciones reducidas del endoxifeno. La magnitud de la reducción fue mayor en las mujeres con el genotipo de tipo salvaje CYP2D6 que en las que tenían un genotipo variante (P = 0,03).[34] En un estudio de observación con 80 mujeres que se iniciaban en la terapia con tamoxifeno adyuvante para cáncer del seno recién diagnosticado, los genotipos variantes CYP2D6 al igual que el uso concomitante de los ISRS CYP2D6 dieron como resultado una reducción en las concentraciones de endoxifeno. Los genotipos variantes CYP2D6 no producen enzimas CYP2D6 funcionales.[35] Las implicaciones clínicas de estas modificaciones y de otros genotipos CYP2D6 [36] no se han dilucidado aún, pero la interacción farmacocinética entre el tamoxifeno y los antidepresivos más nuevos utilizados para tratar sofocos merece mayor estudio.[37] De la misma forma, el riesgo del uso del fitoestrógeno de soya en la recidiva o evolución del cáncer de mama aún no ha sido clarificado. Los fitoestrógenos de soya constituyen estrógenos débiles que se encuentran en los alimentos vegetales. Los modelos in vitro indican que estos compuestos tienen un efecto bifásico en la proliferación de células mamarias que depende de la concentración intracelular de fitoestrógeno y estradiol.[38]

Métodos conductuales

Los métodos de modificación de conducta como modalidad primaria o adjunta también pueden desempeñar una función en el manejo de las crisis vasomotoras. Muchas mujeres con cáncer del seno muestran interés por saber más sobre los métodos de modificación de conducta y otros métodos complementarios y alternativos para el manejo de dichas crisis. La enseñanza de técnicas de relajación han mostrado reducir la intensidad de las crisis de las mujeres posmenopáusicas con buena salud que fueron distribuidas al azar a un grupo de enseñanza de técnicas de respuesta a la relajación, a un grupo de intervención con placebo o a un grupo de control.[39] Las investigaciones futuras sobre el manejo de las crisis vasomotoras, pueden recibir ayuda del desarrollo de herramientas de evaluación psicométricamente sólidas, como la Escala de Interferencia Diaria de las Crisis Vasomotoras.[40]

Cáncer de próstata

Los datos relacionados con el manejo de la fisiopatología de los sofocos en hombres con cáncer de la próstata resultan escasos. Lo exiguo de estos datos indican que los sofocos se relacionan con las concentraciones de hormonas masculinas, lo cual ocasiona inestabilidad en el centro hipotalámico termorregulador de forma análoga a los mecanismos propuestos sobre los sofocos que se presentan en las mujeres. Al igual que las mujeres con cáncer del seno (mama), los sofocos afectan la calidad de vida de los hombres con cáncer de la próstata que reciben terapia antiandrogénica. El neuropéptido vasodilator, péptido relacionado con el gen de la calcitonina, puede ser un instrumento en el origen de los sofocos. Entre las formas de tratamiento tenemos estrógenos, progesterona, ISRS, gabapentina 300 mg tres veces al día como opción para los hombres,[41] y el acetato de ciproterona el cual es un antiandrógeno. Este último no está disponible en los Estados Unidos. Los estudios pilotos sobre la eficacia de los ISRS paroxetina y fluvoxamina indican que estos fármacos disminuyen la frecuencia y gravedad de los sofocos en hombres con cáncer de la próstata.[42,43] Al igual que en el caso de las mujeres con tumores sensibles a las hormonas, hay preocupación sobre los efectos del uso de hormonas en los resultados del cáncer de próstata, además de otros efectos secundarios que han sido descritos en forma detallada.[44]

Intervenciones paliativas no específicas

La experiencia clínica indica que el bloqueador de H2 cimetidina puede ser útil en el manejo de los sudores asociados con el cáncer. Dada la acción vascular del 5-hidroxitriptamina, los análogos de la somatostatina pueden desempeñar una función en el manejo no específico de la sudación. Otras recomendaciones incluyen el uso de ropa poco ceñida, ropa de algodón, ventiladores y métodos de modificación de conducta. Ya no se recomienda el uso de dosis bajas de tioridazina para el manejo de la sudación en pacientes con cáncer avanzado debido a informes sobre arritmias, "torsade de pointes" [45] y muerte súbita.[46]

Bibliografía

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Decisiones clínicas en el manejo de la fiebre y la sudación

Las estrategias de manejo eficaces para la fiebre y la sudación se ven limitadas por la escasez de informes sobre la epidemiología de los síntomas y las fisiopatologías contribuyentes en los pacientes de cáncer en estadio avanzado. Sin embargo, se puede usar la toma detallada del historial médico y los exámenes físicos para desarrollar un plan para la evaluación diagnóstica que sea consistente con la ubicación del paciente en el espectro de su enfermedad y con sus metas en relación a sus cuidados. Algunos pacientes prefieren tener mayor calidad de vida a las ventajas potenciales de una mayor supervivencia. La fiebre, sudación y crisis vasomotoras le restan a la calidad de vida de un número significativo de pacientes con cáncer o historial de cáncer. Las estrategias de manejo requieren un entendimiento de las causas subyacentes y los mecanismos fisiopatológicos como también el conocimiento de las metas del paciente en relación a su cuidado. Entre las intervenciones de tratamiento están las modalidades farmacológicas, físicas, alimenticias y de comportamiento.[1]

Bibliografía

  1. Zhukovsky DS: Fever and sweats in the patient with advanced cancer. Hematol Oncol Clin North Am 16 (3): 579-88, viii, 2002.  [PUBMED Abstract]

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Modificaciones a este sumario (02/27/2008)

Los sumarios del PDQ con información sobre el cáncer se revisan con regularidad y se actualizan en la medida en que se obtiene nueva información. Esta sección describe los cambios más recientes introducidos en este sumario a partir de la fecha arriba indicada.

Sudación

Se revisó texto para indicar que tres cuartos de los hombres con cáncer de la próstata metastásico localmente avanzado tratados con orquiectomía quirúrgica o médica presentan sofocos

Se revisó texto para incluir los inhibidores de la aromatasa como una causa de sudación relacioada con los fármacos.

Se revisó texto para indicar que la dosis óptima de venlafaxine para reducir la gravedad e intensidad de los sofocos es de 75 mg diarios en su fórmula de acción prolongada.

Se revisó texto para incluir la gabapentina de 300 mg tres veces al día como opción de tratamiento en los hombres con cáncer de próstata que presentan sofocos (se citó a Loprinzi et al. como referencia 41).

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Preguntas u opiniones sobre este sumario

Si tiene preguntas o algún comentario sobre este sumario, por favor envíelas a través del formulario de opinión disponible en nuestro portal de Internet, Cancer.gov/espanol.

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La presente información está dirigida principalmente al personal médico y a otros profesionales de la salud. Si usted tiene alguna pregunta relacionada con el presente tema, puede preguntar a su médico o comunicarse directamente con el Servicio de Información sobre el Cáncer al 1-800-4-CANCER (1-800-422-6237).

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