La transcripción completa:
Bueno, como puede imaginarse, los ánimos estaban por el suelo. Todos estaban muy deprimidos. Algunos intentaron suicidarse; creo que un hombre intentó cortarse las muñecas y fue el único que bajó a tierra porque tenían que llevarlo al hospital para atenderle. No se si se quedó o no. Creo que sí. Debe haber sido el único que se quedó. Pero ya sabe, la esperanza es lo último que se pierde. Siempre nos aferramos a la esperanza de que algo sucederá. No iban a dejar que nos pudriéramos en el océano. Quiero decir, algo tenían que hacer con nosotros. Por supuesto, teníamos miedo de que nos devolvieran a Alemania. Eso era lo que más nos preocupaba. La comida cada vez estaba en peor estado y el agua era... el suministro de agua, es decir, teníamos agua pero debíamos tener cuidado, y por supuesto que las fiestas se acabaron. No hubo más fiestas ni más diversión. Simplemente nos sentábamos a esperar a ver qué iba a suceder, usted sabe, y el comité de nuevo intentó todo cuanto pudo y envió telegramas a todo el mundo para que nos acogieran, pero... Todos los días imprimían boletines de noticias y los disponían en la cubierta para informarnos de lo que estaba ocurriendo y todos los días había otro país al que se suponía que íbamos a ir, pero nunca... y nada surgió hasta que finalmente, primero llegamos a la costa de Miami y pensamos que podríamos, ya sabe... después oí que el capitán había acordado que realizáramos algún tipo de desembarco forzoso o algo así, pero nosotros no sabíamos nada de eso. Simplemente vimos a los barcos de los guardacostas rodearnos cerca de Miami para asegurarse de que ni siquiera nos acercáramos a la frontera, a la costa, de modo que eso hubiera sido imposible. Vimos las luces de Miami. Vimos las luces de los Estados Unidos y ahí se acabó la cosa. Regresamos a Europa lentamente. Había muchas negociaciones en curso con el United Jewish Appeal y había un tal Sr. Tupper en París que al final logró que nos dividieran entre Bélgica, Holanda, Francia e Inglaterra. |