INTRODUCCION
Este documento examina hasta
donde ha avanzado América Latina en su búsqueda de una agricultura
más sostenible, y algunos factores que explican ese grado de avance.
Se pretende sacar un balance global de cuanto hemos recorrido, cuáles
son los obstáculos en el camino y hasta donde es realista pensar
llegar. Por agricultura sostenible s entiende una agricultura que
permite alimentar y vestir a toda la población a un costo razonable,
ofrecer un nivel de vida aceptable para los que depende del sector
y degradar poco la base de los recursos naturales.
El documento concluye que en
términos globales el avance hacia agricultura más sostenible ha
sido mínimo. Sin embargo, ese panorama general esconde el hecho
que se ha progresado bastante en temas y lugares específicos.
Este documento esta dividido en
seis secciones. La primera analiza los cambios generales en cuanto
a la seguridad alimentaria de la población y los ingresos de la
población rural. La segunda examina las tendencias generales en
cuanto a al degradación de los recursos naturales relacionados con
la agricultura. La tercera cuarta y quinta analizan el avance de
la agricultura sostenible en cuanto a las políticas, las instituciones
y la tecnología respectivamente, y la sexta presenta algunas conclusiones
finales.
La seguridad alimentaria y los ingresos de la población rural
El comportamiento global del
sector agropecuario en América Latina en las últimas décadas ha
sido mediocre. Entre 1970 y 1990, la producción agropecuaria creció
apenas los suficiente para mantener el mismo nivel de producción
per capita de alimentos (WRI, 1992); y en los últimos cinco años,
o sea más despacio que la población (Escudero, 1995).
Entre 1970 y 1990, la fracción
de la población que vivía en pobreza y por lo tanto tenía dificultades
para satisfacer sus necesidades de alimentación y ropa, se mantuvo
alrededor del 45% y el porcentaje que se consideraba indigente porque
sus ingresos no le permitan comprar una canasta básica de alimentos,
se redujo sólo ligeramente, de 24 a 22%. En términos absolutos,
la población en la pobreza creció de 120 millones de personas a
196 millones (CEPAL, 1994).
Durante el mismo período, la
proporción de la población rural que vivía en pobreza bajó de 67
a 61%, pero en términos absolutos creció de 75 a 80 millones de
personas (CEPAL, 1994). La pobreza rural se concentra en el Centro
y Sur de México, las laderas de Centro de América y la zona andina,
el nordeste de Brasil, Haití y la República Dominicana.
El número de minifundios creció
47% entre 1980 y 1990, pasando de 7.9 millones a 11.7 millones,
y el crecimiento demográfico llevó a una reducción en el tamaño
promedio de las fincas (Chiriboga y Plaza, 1993). A pesar de constituir
casi el 70% de las explotaciones agropecuarias, estos productores
sólo controlan el 3.3% de la superficie en fincas.
Los ingresos de los agricultores
han sufrido por los bajos precios internacionales par sus productos,
agraviados por la depreciación de las tasas de cambio y mayor competencia
con bienes importados debido a la liberalización del comercio. Los
pequeños productores han perdido gran parte de su acceso a crédito
bajo condiciones preferenciales y en la mayoría de los países ha
habido una reducción en los salarios (FAS, 1988).
En resumen, la agricultura latinoamericana
ha avanzado poco en cuanto a su capacidad de resolver los problemas
de seguridad alimentaria para la población o de ingresos para la
población rural. La producción per capita de alimentos y la proporción
de la población que vive en pobreza ha variado poco, mientras en
términos absolutos ha seguido creciendo a una alta velocidad.
Lo que es más preocupante todavía
es que a corto plazo no se perfilan cambios importantes que puedan
revertir estas tendencias. Los simpatizantes de los procesos de
ajuste estructura y la liberalización del comercio siempre dijeron
que el modelo de sustitución de importaciones tenía un marcado sesgo
contra el sector agropecuario y los sectores pobres del campo y
que un modelo neoliberal favorecería a esos sectores. Sin embargo
no ha sido así. La apertura comercial y la devaluación de las monedas
nacionales redujeron la discriminación contra el sector agropecuario,
pero la combinación de los bajos precios internacionales para los
productos agropecuarios, la desprotección de la producción agropecuaria
para el consumo doméstico y la presencia de monopolio y oligopolios
comerciales y agroindustriales ha provocado, generalmente,, un estancamiento
de la situación de los productores. Además últimamente se ha revertido
la tendencia general hacia la devaluación de las tasas de cambio,
y eso ha perjudicado al sector agropecuario.
La degradación de los recursos
naturales
El concepto de recursos naturales
renovables incluye; suelo, agua aire, material genético, flora y
fauna. Estos recursos pueden ser degradados por sobreuso contaminación,
destrucción física y por el uso de sistemas de producción que perturben
el balance ecológico. Algunos de los problemas más severos de degradación
de los recursos naturales ligados a la agricultura son: la erosión,
acidificación, salinización, compactación y contaminación de los
suelos y la lixiviación y extracción neta de sus nutrientes, la
sedimentación de ríos, embalses y zonas costeras, el uso ineficiente
de aguas de riego, cambios indeseados en los flujos hídricos, la
contaminación del agua por agroquímicos y desechos agroindustriales,
la erosión genética de cultivares y razas de animales y la pérdida
de biodiversidad silvestre, la pérdida de masa boscosa, la degradación
de pastos por sobrepastoreo y pisoteo, la destrucción de los depredadores
naturales y de los microorganismos del suelo, la emisión del dióxido
de carbón por quema de madera y de metano por ganado y arroz irrigado,
la intoxicación de agricultores, obreros y consumidores por plaguicidas
y la resistencia creciente de las plagas a estos plaguicidas.
Según las condiciones ecológicas
y los sistemas de producción predominantes en cada región, los problemas
de degradación de los recursos naturales varían. En las laderas
y montañas de México, Centroamérica y los Andes los problemas centrales
son erosión y degradación de pastos (CIP 1992; CIAT/IICA/CATIE/CIMMYT,
1991)
La producción intensiva de frutas,
hortalizas, algodón y tabaco sufre sobre todo del uso excesivo de
agroquímicos y de la compactación del suelo (Murray, 1994). En los
márgenes de los bosques de la Cuenca Amazónica, Centroamérica y
México la preocupación más grande es la deforestación y la degradación
posterior de los suelos y los pastos (Painter y Durham, 1995). Las
grandes áreas de monocultivos cereales del Cono Sur enfrentan problemas
crecientes de fertilidad, plagas enfermedades y malezas ligados
a la eliminación de la ganadería de los sistemas de producción y
el uso inadecuado de rotaciones cultivos (Coscia, 1991, Viglizzo
et al 1991). Para una fracción importante de las áreas irrigadas
el factor limitante es la salinización de la tierra provocada por
un manejo inadecuado del agua de riego (Millar, 1993; Umali, 1993).
En muchas zonas desérticas áreas de la zona alta andina el sobrepastoreo
es la causa más importante de degradación, y puede llevar a procesos
de desertificación.
En los últimos veinte años ha
habido un deterioro notable en la base de los recursos naturales
para la agricultura, e incluso en los ritmos de deterioro. Entre
1970 y 1990, se perdieron 92 millones de has, de bosque en América
latina, y la tasa de deforestación anual aumentó de 5,4 millones
de has. en 1970 a 6,8 en 1990. Entre 1980 y 1990 las emisiones netas
anuales de carbón generadas por cambios en el uso de la tierra en
la región aumentaron de 384 millones de toneladas a 525 millones
de toneladas. También se ha expandido el área de suelos erosionados,
compactados y salinizados.
Muchos
países usaban más plaguicidas por hectárea cultivada en 1987-89
que en 1977-79 y todos, excepto. El Salvador, usaban más fertilizantes
químicos (Winograd, 1995).
Por otro lado, también existen
tendencias positivas. Ha disminuido la tasa de deforestación en
la amazonía brasilera y algunos países de América Central (Kaimowitz,
1955; Moran 1993). Se ha reforestado millones hectáreas de tierras
erosionadas en las áreas templadas del Cono Sur con árboles de rápido
crecimiento y hay millones de hectáreas sembradas con labranza de
conservación. En varios países se ha reducido el uso de plaguicidas
químicas. Han aparecido importantes industrias de insumos menos
tóxicos y degradantes para el medioambiente como agentes biológicos
para el control de plagas y biofertilizantes.
También hay decenas de miles
productores que han adoptado sistemas agroecológicos, o por lo menos
algunas prácticas que reducen la degradación de los recursos naturales.
La situación en cuanto al marco de políticas
Durante las últimas décadas,
las políticas macroeconómicas y sectoriales favorecieron patrones
no sostenibles de desarrollo agropecuario. Con escasas excepciones,
incentivaron la concentración de la producción y el comercio en
pocas manos el sobreuso de los recursos naturales y la contaminación
la especialización excesiva y la pérdida de la capacidad de encontrar
opciones de mediano y largo plazo.
Durante los años setenta, las
políticas cambiarias y comerciales asociadas con el modelo de sustitución
de importaciones en América latina discriminaron contra la agricultura.
Las políticas alimentarias buscaron disminuir los precios de los
alimentos básicos, producidos en gran medida por campesinos, aunque
eso significara ingresos bajos para los agricultores. Eso desincentivó
la inversión en la agricultura, haciendo menos rentables acciones
dirigidas a cuidar los suelos, bosques y agua y perjudicó el nivel
de vida de los agricultores.
Para compensar esa discriminación
contra la agricultura, se subsidió el uso de la maquinaria y los
agroquímicos y la expansión de la ganadería extensiva y el área
regada a través del uso de crédito subsidiado, tasas de cambio sobrevaloradas
políticas comerciales favorables para la importación de bienes de
capital, tarifas bajas de agua y electricidad para riego e inversión
publica en infraestructura, investigación, extensión y producción
de semillas (Bebbington et al, 1993). Estas políticas fomentaron
el uso excesivo de los plaguicidas tóxicos, el uso de fertilizante
químicos como la principal forma de mantener la fertilidad de los
suelos, la conversión de bosques a pastos, los sistemas de monocultivo,
una fuerte dependencia en recursos energéticos no renovables y el
uso ineficiente del agua para riego.
Las políticas de subsidios tampoco
favorecieron la equidad, ya que fueron las empresas de "agrobusiness"
y los productores medianos y grandes quienes tuvieron mayor acceso
a la subsidios. Los programas de crédito subsidiado y tecnología
para los pequeños productores siempre recibían menores recursos
que los programas para los grupos más fuertes. En gran medida, los
campesinos sufrieron el impacto de las políticas que discriminaban
contra la agricultura, pero no gozaron los beneficios de las políticas
que deberían compensar dicha discriminación.
Las
políticas de reforma agraria colonización y titulación de tierras
típicamente consideraban el área forestal como "ociosa" y fomentaron
su conversión para usos ganaderos o agrícolas. También existían
incentivos fiscales para la deforestación y políticas macroeconómicas
y fiscales e inversiones públicas en caminos que favorecían la especulación
de tierras. Y aunque hubo iniciativas positivas de reforma agraria
la mayoría de ellas fracasaron por priorizar más la conversión de
los sectores reformados en clientes fieles a los gobiernos de turno,
que la viabilidad económica de estos sectores.
En los últimos a{os, han disminuido
los subsidios directos e indirectos para el uso d agroquímicos y
para la deforestación. Entre muchos lugares han cambiado la políticas
de colonización y reforma agraria en aras de disminuir la deforestación
y algunos países han subido las tarifas del agua para riego o la
han privatizado par hacer más eficiente su uso. En varios países
se han reconocido los derechos territoriales de los grupos indígenas,
las comunidades negras, quienes generalmente se han caracterizado
por un uso más sostenible de sus recursos. Algunos ejemplos notables
de las mejoras en políticas incluyen la eliminación de incentivos
fiscales par la deforestación en la amazonía brasilera, la adopción
de una política de subsidios para la agricultura en México que dejó
de promover el uso ineficiente de agroquímicos o la siembra de cultivos
anuales en tierras marginales, los incentivos para la reforestación
y la privatización del agua de riego en Chile y las devaluaciones
en Nicaragua y Honduras que desincentivaron fuertemente el uso de
plaguicidas (Moran, 1993; Murray, 1994 Rosegrant y Binswanger, 1993;
Secretaría de Desarrollo Social 1994).
Sin embargo, todavía no existe
un marco de políticas de tasa de cambio, aranceles, crédito, comercialización,
subsidios, tenencia de la tierra, información, inversión pública,
normas y controles que favorezca la adopción de patrones tecnológicos
más sostenibles. Muchas distorsiones que favorecen el deterioro
de los recursos naturales persisten, y algunas de las medidas asociadas
con los procesos de ajuste estructural y liberalización comercial,
como son la promoción de las exportaciones de banano, productos
agrícolas no tradicionales como frutas, hortalizas, flores y plantas
ornamentales y madera extraída de bosques naturales y la liberalización
de las importaciones de plaguicidas, han estimulado el uso excesivo
de plaguicidas y la deforestación (Hoppin, 1991; von Amsberg, 1944).
El sesgo pro-exportador de las políticas recientes también tiende
a favorecer más a los grandes productores y a aumentar la vulnerabilidad
de las economías.
La situación en cuanto al marco institucional
El marco institucional que caracterizó
la agricultura latinoamericana en las décadas pasadas dista mucho
de promover una agricultura sostenible. Las prioridades, estructuras
organizativas, metodologías y recursos humanos respondían a los
objetivos de aumentar la producción agropecuaria de corto plazo
bajar los precios de los alimentos a los consumidores y establecer
clientelas políticas en el campo, pero no a la búsqueda de una economía
más democrática y de una relación más armoniosa entre la sociedad
y la naturaleza. Además, tuvieron siempre un marcado sesgo verticalista,
donde el Estado imponía las políticas con escasa participación de
los sectores involucrados, sobre todo cuando se trataba de campesinos,
indígenas, mujeres y agricultores de la zona marginadas.
Ultimamente, ese marco institucional
ha sido debilitado, pero se empiezan a perfilar apenas algunos elementos
de un marco institucional alternativo. Casi han desaparecido las
agencias públicas dedicadas a la comercialización de alimentos básicos
y las empresas estatales productivas y han perdido presencia y recurso
los organismos públicos de investigación y extensión agropecuaria,
reforma agraria, crédito y riego, aún son débiles los gobiernos
municipales y estatales, las agencias ambientales, las universidades,
las organizaciones no gubernamentales y las organización campesinas
e indígenas que podrían formar el núcleo de una nueva institucionalidad
en el campo.
El sector público mismo comienza
paulatinamente a cambias. Cada vez más los discursos de los jerarcas
del sector reconocen de forma explícita la magnitud de la degradación
de los recursos naturales y la necesidad de tomar medidas radicales
para enfrentarla. Ya no extraña a nadie que los Ministros de Agricultura
o los Congresos hablen de agricultura sostenible, agroecología o
agricultura orgánica aunque todavía la práctica dista mucho de la
retórica. Los institutos nacionales de investigación agropecuaria
están dedicando más recursos a investigar sobre temas ligados al
manejo de los recursos naturales, algunas veces incluso con enfoques
agroecológicos. Se han fortalecido algunos organismos públicos encargados
del monitoreo ambiental y el establecimiento de un marco regulatorio
y se han financiado proyectos de áreas protegidas manejo de cuencas,
agroforestería y forestería comunitaria y manejo integrado de plagas.
Estos
cambios son positivos, pero su influencia real en el campo todavía
es muy limitada. Se han creado nuevos reglamentos sin tener la capacidad
de hacerlos cumplir. Se está investigando más sobre como manejar
mejor los recursos naturales pero hay escasa participación de los
agricultores o las posibilidades de difundir los resultados de la
investigación son limitadas.
Muchas universidades latinoamericanas
tienen un interés creciente en trabajar en temas ligados a al agricultura
sostenible, pero la mayoría son académicamente débiles. En al mayor
parte de la Centroamérica, el Caribe, los países más pobres de la
zona andina y las regiones pobres de los otros países, las universidades
investigan poco y tiene limitado acceso a la información producida
por otras entidades, sus profesores y estudiantes cuentan con una
formación académica deficiente y padecen de múltiples problemas
institucionales. Al mismo tiempo, en las universidades con mayor
fortaleza técnica existe la tendencia de dedicarse más a investigaciones
netamente académicas y a tener a escasos vínculos con los actores
menos privilegiados en su entorno.
Cientos de ONGs en América Latina
trabajan con tecnología de manejo de recursos naturales ligada a
la agricultura (Kaimowitz, 1993). Entre ellas existe una gran variabilidad
de tamaño capacidad tecnológica y tipo de vínculos reales con los
agricultores. Sin embargo, en toda la región probablemente no pasa
de cien las ONGs que tienen un trabajo eficaz relacionado con agricultura
sostenible, y sólo llegan a una fracción marginal de los agricultores.
La gran mayoría de las ONGs que trabajan con estos temas son pequeñas,
con limitada capacidad técnica y poco arraigo real entre los agricultores
a quienes supuestamente apoyan. Las ONGs son muy dependientes de
fondos externos de Europa y Estados Unidos, lo cual es muy preocupante
ya que dichos fondos tienden a disminuir.
La ONGs ha desempeñado un papel
importante en promover el uso de tecnología sencilla para el manejo
de recursos naturales tales como el uso de abonos orgánicos y cultivos
de cobertura obras de conservación de suelos, reforestación repelentes
naturales e insecticidas botánicos (IDESAC et al, 1989; Kaimowitz
et al, 1992). En general, estas son alternativas tecnológicas que
se conocen desde hace bastante tiempo, y las ONGS han hecho relativamente
poco para adaptarlas a las condiciones específicas de las distintas
regiones productores.
Muchas ONGs hablan sobre la importancia
de aprender de los agricultores y rescatar tecnología autóctona,
pero pocas logran hacerlo de manera sistemática. También hay una
brecha muy grande en cuanto al discurso de la mayoría de las ONGs
sobre la participación de los agricultores en sus programas y la
situación real.
Un aspecto positivo del trabajo
de las ONGs con agricultura sostenible en los últimos años ha sido
la tendencia a crear instancias nacionales y regionales para construir
consensos sobre políticas, intercambiar experiencias, metodología
y materiales y realizar actividades de forma conjunta. Muchas ONGs
que trabajan con agricultura sostenible forman parte del Consorcio
Latinoamericano de Agroecología y Desarrollo (CLADES), el Consorcio
de Desarrollo Sostenible Andino (CONDESAN) la Federación Internacional
de movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM), la Asociación para
el Mejoramiento de los Cultivos Orgánicos (OCIA), el Movimiento
Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA) y el Servicio
de Información Mesoamericana de Agricultura Sostenible (SIMAS).
También existen redes nacional de ONGs y otras entidades que trabajan
con agricultura sostenible, agroecología o temas similares en casi
todos los países de la región.
Otro fenómeno positivo, aunque
incipiente, ha sido la incorporación del concepto de agricultura
sostenible en el trabajo de muchas de las organizaciones campesinas
e indígenas. Algunas organizaciones campesinas, como el Consejo
Nacional Coordinador "Plan de Ayala" en México, los sindicatos campesinos
en Ecuador y el Consejo de Pequeños y Medianos Productores "Justicia
y Desarrollo" y en Costa Rica, han encontrado en el apoyo de las
opinión pública por el ambiente, una oportunidad para construir
nuevas alianzas, planteando que la defensa de la pequeña producción
es necesaria para preversar los sistemas de producción diversificados
y conservar los recursos naturales (Toledo, 1992). Dado que ya no
hay tanto apoyo urbano para reformar agraria crédito agrícola subsidiada
o políticas comerciales que protegen la agricultura, estos grupos
esperan ganar apoyo de la clase media y los grupos ambientalistas
internacionales con base en el potencial de los pequeños productores
como guardianes de la tierra, bosques, agua y recursos genéticos.
Este es un fenómeno reciente, y todavía está más a nivel de discurso
que de acciones concretas, pero a mediano plazo podría resultar
de mucha importancia.
La situación en cuanto a la disponibilidad de alternativas tecnológica
Para analizar el avance en cuanto
a la tecnología para una agricultura sostenible, se ha dividido
la tecnología relacionado con agricultura sostenible en seis tipos:
a. insumos alternativas
b. tecnología de alta precisión
c. prácticas de manejo y obras físicas
d. tecnologías "agroecológicas"
e. alternativas de ordenamiento territorial
f. tecnología de comercialización
Los insumos alternativos sustituyen
insumos tóxicos, dañinos para el medio ambiente y basados en recursos
naturales no renovables por otros productos menos nocivos con abonos
orgánicos, biofertilizantes, lombrices, agentes de control biológico,
repelentes naturales, feromonas y plaguicidas químicos menos tóxicos
y/o con menores efectos residuales (Altieri, 1995).
En este caso se usan insumos de fuera de la parcela, igual como
se hacía con la tecnología de la revolución verde, lo único que
cambia es el tipo de insumo que se usa. Por lo tanto, este es uno
de los tipos de tecnología mas fácilmente compatible con las estructuras
organizativas y metologías de la investigación y transferencia de
tecnología agropecuaria actual, y un alto porcentaje de los éxitos
hasta la fecha han sido con este tipo de tecnología. Ya existen
mercados importantes para Bacillus Thuringiensis (BT), Trichogramma
y otros agentes biológicos, plaguicidas con base botánica, "biofertilizantes
como rhizobium, micorrizas y azobacteres y abonos orgánicos de distintas
fuentes, y se puede anticipar que el uso de estos productos aumentaran
sustancialmente en los próximos años.
Las tecnologías de "de alta precisión" reducen el uso de agroquímicos,
agua y energía no renovable a través de un afinamiento de las dosis,
formas y momentos de aplicación de insumos, agua y maquinarias que
evita cualquier uso por encima de óptimo económico (Munson y Runge,
1990). Por ejemplo, se puede usar umbrales económicos de incidencia
de plagas para determinar cuando aplicar plaguicidas, fertilizar
con base en análisis del suelo pro parcela, ajustar las densidades
de siembra a las condiciones de cada parcela e instalar sistemas
de riego que permitan mayor control sobre los flujos de agua. Los
modelos de programación lineal y no lineal ayudan a identificar
formas de ahorrar en el uso de la tierra, maquinarias agua e insumos
Muchas
de estas tecnologías, aunque no todas, requieren métodos algo sofisticados,
y por lo tanto, han sido aprovechado principalmente por productores
grandes. Al mismo tiempo que disminuye el uso excesivo de bienes
de capital también disminuyen los costos de producción. Con el avance
de la revolución informática se puede anticipar que este tipo de
tecnología se utilizar cada vez a mas aportando al uso mas eficiente
de los bienes de capital, pero haciendo mas difícil para los pequeños
productores competir con los productores más grandes.
Mucha de las tecnología tradicional de conservación de suelos y
agua tienen como base las prácticas de manejo y obras físicas de
manejo y obras físicas, como terrazas, acequias, muros, siembra
en contorno, labranza mínima y labranza cero y obras de captación,
almacenamiento, distribución y drenaje de agua. También hay algunas
alternativas de manejo de plagas basadas en prácticas culturales,
como la incorporación de rastrojos, el uso de podas y la eliminación
de plantas hospederas de plagas.
Estas tecnologías difieren de las tecnologías anteriores en cuanto
a que su aporte al manejo de recursos naturales no viene principalmente
a través de una reducción en el uso de bienes del capital.
La mayoría, aunque no todas, requieren inversiones adicionales en
mano de obra o maquinaria, lo que puede dificultar su adopción,
especialmente cuando no generan un alto retorno a corto plazo que
justifique la inversión adicional. En el pasado, frecuentemente
se asumía, erróneamente, que los campesinos disponen de mucha mano
de obra subocupada, que se puede aprovechar para invertir en estas
tecnologías de los esfuerzos para promoverlas.
De todas estas prácticas, quizás las únicas que han tenido una amplia
adopción, han sido las relaciones con la labranza de conservación.
Esa tecnología requiere nuevas inversiones en maquinaria e implementos,
pero en relativamente corto plazo reduce los costos de producción.
Por otro lado, hay amplias áreas donde tradicionalmente los agricultores
usaban terrazas y otras prácticas de conservación de suelo, pero
esas tradiciones se han ido perdiendo debido a la necesidad de los
productores de buscar fuentes de trabajo fuera de las fincas (Zimmerer,
1993).
Las tecnologías agroecológicas aprovecha los principios ecológicos
tales como diversidad en el espacio y el tiempo, reciclaje de nutrientes,
depredación natural y parasitismo, máximo aprovechamiento de luz
y agua, fijación biológica de nitrógeno y recursos genéticos adaptados
a las condiciones locales par crear agroecosistemas más productivos
y estables y menos dependientes de recursos externos (Altieri, 1987).
Las tecnologías de este tipo incluyen las rotaciones y asociaciones
de cultivos, los sistemas mixtos agrícolas-ganaderos, agroforestales
y silvopastoriles, el uso de leguminosas, al control biológico clásico,
el mantenimiento de la diversidad genética y el reciclaje de deshechos
agroindustriales, como la pulpa de café, el banano de deshecho,
el bagazo de la caña de azúcar y el excremento de establos y chiqueros
para distintos usos.
En su máxima expresión, este tipo de tecnología implica rediseñar
de forma completa los sistemas de producción, y no sólo cambiar
algún componente especifico. Esta pretensión, sin embargo, contradice
la tendencia de la mayoría de los agricultores de adoptar sólo componente
tecnológicos aislados, y por lo tanto requiere esfuerzos más intensivos
de transferencia de tecnología. Probablemente sólo se aun pequeño
grupo de agricultores los que asimilan la filosofía de un enfoque
agroecológico de alta productividad y reestructuran sus sistemas
de producción. Sin embargo, si ha habido un aumento sustancial en
el uso de abonos verdes en muchos lugares, el reciclaje de deshechos
agroindustriales y otras practicas puntuales. Es probable que paulatinamente
aumente la adopción de patrones tecnológicos agroecológicos, aunque
no se puede esperar que ese proceso sea muy rápido.
Por tecnologías de "ordenamiento territorial", se entiende todos
aquellos cambios en los patrones de uso de la tierra que degradan
menos los recursos naturales. Estos cambios en el uso de la tierra
son producto no solo de cambios en los precios relativos, sino también
de tecnologías que modifican la rentabilidad comparativa de los
distintos usos de suelo. Ese cambio en rentabilidad puede ser directo
cómo cuando se expande el área del bosque como resultado del desarrollo
de una nueva variedad de árbol de rápido crecimiento o puede ser
indirecto -cuando mejoras tecnológicas en el arroz aumenta su oferta
en zonas productivas, reduce su precio y desincentiva la producción
de arroz en zonas marginales (Harrington, 1994).
Probablemente, la tencología de ordenamiento territorial que mayor
impacto ha tenido hasta ahora ha sido el mejoramiento genético forestal,
permitiendo una gran expansión en el uso de árboles de rápido crecimiento,
en varias regiones, pero especialmente en el Cono Sur. Esto ha permitido
reducir la erosión en grandes áreas de laderas aunque también ha
generado otros tipos de problemas debido al enfoque de monocultivo
de las plantaciones, el desplazamiento de especies nativas, la contaminación
asociada con los procesos industriales y el desplazamiento de los
pequeños productores por las grandes empresas forestales.
Las tecnologías
de comercialización le permiten al productor obtener mejores precios
para sus productos por ser "orgánicos" o producidos en sistemas
"sostenibles". Estas tecnologías incluyen sistemas de certificación
y sellos verdes que garantizan que los productos agropecuarios y
forestales han sido producidos usando tecnologías de manejo de recursos
naturales y formas innovativas de distribución de esos productos.
Ya existen iniciativas importantes de producir, procesar y exportar
ajonjolí, algodón, café, cacao, frijol y soya orgánica, y también
hay mercados pequeños pero crecientes para estos productos en la
región. También se ha comenzado a exportar madera y otros productos
forestales con "sellos verdes", que supuestamente reflejan que esos
productos han salido de sistemas donde existen un manejo sostenible.
En muchos casos, aunque no siempre, la agricultura orgánica produce
rendimientos físicos por debajo de los que permiten un agricultura
con algo uso de insumos. Esto, sin embargo, se puede compensar con
el menor gasto en insumos y los precios más altos que logran los
productos orgánicos (Pretty, 1995). De igual forma, en algunos casos
de sobreprecio que permite el manejo sostenible de los bosque nativos
cuando se vende los productos, justifica los costos adicionales,
sobre todo cuando se incluye una etapa de transformación industrial.
Se puede esperar que durante los próximos años sigan creciendo los
mercados para los productos orgánicos y con "sellos verdes", aunque
seguirán representando un pequeño porcentaje de los mercados globales.
La producción para estos mercados también debe de generar experiencias
valiosas a nivel tecnológicos que puedan ser incorporadas por otros
productores que no necesariamente vende en estos mercados.
Conclusiones
Visto en su conjunto, las macrotendencias de la agricultura
latinoamericana reflejan poco avance en cuanto a la sostenibilidad.
Se nota poco progreso tanto en la seguridad alimentaria y los ingresos
de los sectores pobres del campo como en la degradación de los recursos
naturales. En términos generales, el marco de políticas todavía
favorece a una agricultura de carácter excluyente que degrada los
recursos naturales, la capacidad institucional para promover una
agricultura sostenible es todavía una débil y muchas de las tecnologías
disponibles que podrían aportar a una agricultura sostenible son
difíciles de adoptar.
Existen, sin embargo, semillas de esperanza o como dice Miguel Altieri
"semilla de resistencia". Ciertas políticas que incentivaban la
deforestación y el uso de agroquímicos han cambiado. Se empieza
a visualizar algunos elementos que podrían formar la base de un
nuevo marco institucional que promueve la agricultura sostenible.
Actualmente están dispersos en múltiples pequeños esfuerzos por
entidades publicas, proyectos, universidades, ONGs gobiernos locales
y organizaciones campesinas y ambientalistas. También existen algunas
alternativas tecnológicas como el uso de agentes biológicos para
el control de plagas y la labranza cosnervacionista que han logrado
una amplia difusión.
Todavía es demasiado temprano para determinar si estas semillas
de esperanza son islas asiladas en un mundo que va irreversiblemente
hacia una globalización excluyente y depredadora de la naturaleza
o si son los gérmenes de un nuevo modelo de agricultura basado en
principios solidarios y ecológicos. Pero esto no es simplemente
un pregunta académica para se constatada de forma empírica. Sin
querer caer en el voluntarismo más vulgar, sospechoso que la respuesta
a la pregunta depende en parte de nuestros propios esfuerzos. Desapreció
para siempre la época en que se contaba con las leyes inexorables
de la historia para lograr el progreso. De nuevo, somos responsables
de nuestro propio futuro.
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