La influenza llegó a Arizona a finales de septiembre. Probablemente la enfermedad haya llegado a Phoenix con anterioridad, diseminándose al resto del estado hacia finales de septiembre. Para el 11 de octubre, Flagstaff, Winslow y Holbrook también informaron sobre la epidemia. Como la influenza se diseminaba, los funcionarios de la salud pública pronto se vieron sobrepasados por la situación. La epidemia llegó a su punto máximo en el estado durante la primera semana de noviembre; esa semana, el estado informó sobre las muertes por influenza que llegaban a cuadruplicar el promedio anual del estado.
Los funcionarios y residentes de la ciudad reaccionaron alarmados ante la diseminación de la enfermedad. Muchos residentes de Arizona insistieron en que la enfermedad era diseminada por los perros. En Phoenix, a medida que la policía y los residentes de la ciudad mataban perros en un intento de prevenir el avance de la enfermedad,el periódico local informó que "Phoenix muy pronto se quedará sin perros". Escuelas, teatros y otras áreas públicas también se encontraron cerradas durante tres meses.
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Cuando la pandemia azotó, muchos niños indios se encontraban en internados. Con la ausencia de servicio telefónico de larga distancia económico, los funcionarios enviaban telegramas como éste para notificar a los padres sobre la enfermedad de sus hijos. [Crédito: La Biblioteca del Congreso] |
Tanto en Tucson como en Phoenix, la policía arrestó a los residentes que se aventuraban a salir sin una máscara de gasa. Los funcionarios pensaban que las máscaras prevenían la diseminación de la enfermedad y solicitaban a las personas que utilicen estas máscaras para prevenir el contagio de la enfermedad. Cuando aprobaron esta disposición, los funcionarios de la ciudad y los expertos científicos no sabían que la influenza es en realidad distribuida por un virus que es lo suficientemente pequeño como para pasar a través de la máscara de gasa. La enfermedad azotó a los Navajos especialmente fuerte. Joseph Schmedding, un comerciante que ingresó a la reserva de los Navajos pocas semanas después de que la epidemia se había manifestado, afirmó haber encontrado 30 indios, jóvenes y viejos, muertos en sus chozas. En Tuba City, se convirtió la escuela en un hospital y la esposa de un comerciante Navajo escribió "por millas a la redonda cada choza buena se encontraba abandonada [ya que la gente temía a la infección]. La vida comenzó a desarrollarse afuera y conseguían el refugio que podían en campamentos temporales".
La economía también se vio afectada. Para fines de octubre, los informes indicaron que la productividad minera del estado era inexistente como resultado de la pandemia.
Luego de alcanza su punto máximo a principios de noviembre, la enfermedad lentamente comenzó a menguar hacia finales del otoño y comienzos del invierno. Para finales de la primavera, la influenza comenzó a desaparecer del estado. |