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La pandemia
Azota la influenza
Voces de la pandemia
La lucha contra la influenza
El legado de la pandemia
Foto en blanco y negro de filas de camas. Pacientes sentados en las camas.

Un antiguo cliché consideraba a la influenza como una maravillosa enfermedad, ya que no mataba a nadie pero brindaba a los doctores gran cantidad de pacientes. La pandemia de 1918 trastocó por completo el dicho. [Crédito: Biblioteca Nacional de Medicina]

Mapa de los Estados Unidos. Diferentes áreas se encuentran sombreadas de acuerdo con la primer fecha registrada de un brote en esa zona.
La influenza se diseminó por todos los Estados Unidos en menos de un mes.[Crédito: Oficina del Historiador del Servicio de Salud Pública]
Un hombre sostiene un pañuelo contra a su cara. En el afiche se lee: "Prevenga las enfermedades. Escupir, toser, o estornudar sin cuidado ayuda a diseminar la influenza y la tuberculosis".
Los funcionarios de la salud pública esperaban poder ayudar a la gente a evitar la influenza al educar a las personas sobre cómo puede diseminarse la enfermedad. [Crédito: Biblioteca Nacional de Medicina]
Una historieta. Un hombre con un sombrero que tiene una etiqueta en la que se lee "El público", sostiene un pañuelo. El hombre dice "¡Utilice el pañuelo y cumpla con su parte para protegerme!". Un joven escucha. Debajo de la imagen hay una leyenda que dice "Los resfríos, la influenza, la neumonía y la tuberculosis se diseminan de esta manera".
Esta imagen fue creada por uno de los caricaturistas más importantes del país, Clifford T. Berryman. [Crédito: Oficina del Historiador del Servicio de Salud Pública]
Azota la influenza

A lo largo de la historia, los virus de influenza han mutado y han causado pandemias o epidemias globales. En 1890, se desató una pandemia de influenza particularmente virulenta y dejó como saldo la muerte de innumerables estadounidenses. Aquellos que sobrevivieron a esa pandemia y vivieron lo suficiente como para experimentar la pandemia de 1918, fueron en general menos susceptibles a la enfermedad.

Desde Kansas hasta Europa y de vuelta nuevamente:

¿De dónde vino la influenza de 1918? ¿Y por qué fue tan letal?

En 1918, el Servicio de Salud Pública recién había comenzado a solicitar a los departamentos de salud estatales y locales que le proporcionen informes acerca de las enfermedades en sus comunidades. ¿Cuál fue el problema? La influenza no era una enfermedad sobre la que se pudiera realizar un informe.

Pero a principios de marzo de 1918, funcionarios en Haskell County en Kansas, enviaron un preocupante informe al Servicio de Salud Pública. A pesar de que estos funcionarios sabían que la influenza era una enfermedad sobre la que no podían realizarse informes, ellos querían que el gobierno federal supiera que "18 casos de influenza de un tipo grave" se habían informado allí.

Para mayo, informes de una influenza grave comenzaron a circular por Europa. Soldados jóvenes, hombres en los mejores años de su vida, se enfermaban en grandes números. La mayoría de estos hombres se recuperaron rápidamente pero algunos desarrollaron una neumonía secundaria del "tipo más virulento y mortal".

En dos meses, la influenza se había dispersado en Europa desde la población militar a la civil. Desde allí, la enfermedad se diseminó a Asia, África, Sudamérica y volvió nuevamente a América del Norte.

Ola tras ola:

A fines de agosto, el virus de influenza probablemente mutó nuevamente y la epidemia se desató ahora en tres ciudades portuarias: Freetown en Sierra Leona, Brest en Francia y Boston en Massachusetts.

En Boston, trabajadores portuarios en Commonwealth Pier se declararon enfermos en cantidades masivas durante la última semana de agosto. Estos trabajadores sufrían de fiebres tan altas como 105 grados, y también experimentaban terribles dolores en las articulaciones y los músculos.Para la mayoría de estos hombres, rápidamente llegó la recuperación. Pero de 5 a 10% de estos pacientes desarrolló una neumonía severa y masiva. Con frecuencia, el próximo paso era la muerte.

Los expertos en la salud pública contaban con poco tiempo para registrar su asombro ante la severidad de este brote. En poco días, la enfermedad se había dispersado por la ciudad de Boston. Para mediados de septiembre, la enfermedad había llegado aún más lejos a estados como California, North Dakota, Florida y Texas, donde se experimentaban graves epidemias.

El desarrollo de la pandemia:

La pandemia de 1918-1919 se desarrolló en tres olas. La primera ola se desató cuando apareció una influenza leve la finalizar la primavera y durante el verano de 1918. La segunda ola comenzó con un brote de influenza grave en el otoño de 1918 y la ola final ocurrió en la primavera de 1919.

A su paso, la pandemia dejaría alrededor de veinte millones de muertos en todo el mundo. Solamente en Estados Unidos, alrededor de 675,000 personas en una población de 105 millones moriría de esta enfermedad.

Descubra qué sucedió en su estado durante la pandemia

La movilización para luchar contra la influenza:

A pesar de haber sido tomados desprevenidos por la pandemia, las autoridades federales, estatales y locales rápidamente se movilizaron para luchar contra la enfermedad.

El 27 de septiembre, la influenza se convirtió en una enfermedad sobre la que se podía informar. Sin embargo, la influenza se había diseminado tanto que la mayoría de los estados fueron incapaces de llevar un registro preciso. Muchos simplemente no pudieron realizar los informes para el Servicio de Salud Pública durante la pandemia, dejando a los epidemiólogos suponer cuál fue el impacto que la enfermedad tuvo en las diferentes áreas.

La Primera Guerra Mundial había dejado a muchas comunidades con escasez de personal médico capacitado. A medida que la influenza se diseminaba, los funcionarios locales solicitaron urgentemente al Servicio de Salud Pública que enviara enfermeras y médicos. Con menos de 700 funcionarios en actividad, el Servicio de Salud Pública fue incapaz de cumplir con la mayoría de estos pedidos.

En aquellas extrañas ocasiones en las que el PHS fue capaz de enviar médicos y enfermeras,
generalmente se enfermaron en el camino. Aquellos que si llegaron a destino sanos y salvos a menudo se encontraban a sí mismos sin la preparación suficiente e incapaces de proporcionar asistencia real.

En octubre, el Congreso destinó un millón de dólares al Servicio de Salud Pública. El dinero permitió al PHS reclutar y pagar a médicos y enfermeras adicionales. La escasez reinante de médicos y enfermeras, a causa de la guerra, dificultó al PHS localizar y contratar profesionales calificados. La virulencia de la enfermedad también significó que muchas enfermeras y médicos contrajeran la enfermedad a pocos días de haber sido contratados.

Confrontados con una escasez de camas de hospital, muchos funcionarios locales ordenaron que los centros comunitarios y escuelas locales se transformaran en hospitales de emergencia. En algunas áreas, la falta de médicos significó que se llevara a los estudiantes de enfermería y medicina a atender estos hospitales provisorios.

Los golpes de la pandemia:

Familias enteras cayeron enfermas. En Filadelfia, una ciudad golpeada especialmente duro, tantos niños quedaron huérfanos que la Oficina de Higiene Infantil se encontró sobrepasada por la situación e incapaz de cuidarlos a todos.

A medida que la enfermedad se diseminaba, las escuelas y los negocios se vaciaban. Los servicios de telegrafía y telefonía colapsaron ya que la enfermedad llevó a los operadores a la cama. La basura se acumulaba porque los encargados de recogerla caían enfermos. Las cartas se apilaban porque los carteros no podían ir a trabajar.

Los departamentos de salud local y estatal también sufrían de altas tasas de ausentismo. No había nadie que pudiera registrar la diseminación de la pandemia y las solicitudes de información del Servicio de Salud Pública nunca fueron respondidas.

A medida que los cuerpos se acumulaban, las funerarias se quedaban sin ataúdes y las morgues no recolectaban los cuerpos.

Protegerse a uno mismo de la influenza:

En ausencia de una cura segura, la lucha contra la influenza parecía una tarea imposible.

En muchas comunidades se impuso la cuarentena para prevenir la diseminación de la enfermedad. Se cerraron escuelas, teatros, tabernas, salas de pool e incluso iglesias. A medida que la cantidad de cuerpos se incrementaba, hasta los funerales se realizaban al aire libre para proteger a los dolientes de la diseminación de la enfermedad.

Los funcionarios públicos, que no sabían que la influenza es un virus y que las máscaras no proporcionan ninguna protección real contra los virus, exigían a menudo que la gente utilizara máscaras de gasa. En algunas ciudades hasta se aprobaron leyes para exigir a las personas que utilicen máscaras. Resultó bastante difícil hacer cumplir estas leyes ya que muchas personas se resistían a utilizar máscaras.

Los periódicos se llenaron de publicidades recomendando drogas que curaban la influenza. Algunos médicos sugirieron que ingerir alcohol podría evitar la infección, lo que causó una gran demanda de provisiones de alcohol. Algunos curanderos insistían en que al utilizar un tipo específico de amuleto o pequeño bolsito de alcanfor podría proteger contra la influenza.

En los estados se aprobaron leyes por las que se prohibía escupir, por miedo a que esta práctica tan común ayudara a diseminar la enfermedad.

Ninguna de estas sugerencias demostró ser efectiva en la limitación de la diseminación de la pandemia.

Las comunicaciones durante la pandemia:

Los funcionarios de la salud pública intentaron detener el pánico en aumento censurando a los periódicos y emitiendo directivas simples. También se imprimían afiches e historietas, advirtiendo a la gente sobre los peligros de la influenza.

A pesar de que el Servicio de Salud Pública estaba al tanto de que la mayoría de la gran población inmigrante del país no hablaba o leía en inglés, los afiches utilizaban el inglés de manera casi exclusiva. Pero incluso los nativos que hablaban inglés encontraban los afiches y las directivas confusas. Y el limitado entendimiento de la influenza combinado con la rapidez de su diseminación, significó que estas directivas fueran ignoradas o escasamente entendidas.

Desvanecimiento de la pandemia:

En noviembre, dos meses después de que la pandemia comenzó, el Servicio de Salud Pública comenzó a informar que los casos de influenza estaban disminuyendo.

Las comunidades levantaron poco a poco sus cuarentenas. Las máscaras fueron descartadas. Las escuelas reabrieron sus puertas y los ciudadanos acudieron en grandes números a celebrar el fin de la Primera Guerra Mundial.

Las comunidades y la enfermedad continuaron siendo una amenaza durante la primavera de 1919.

Para cuando la epidemia había terminado, en el verano de 1919, alrededor de 675,000 estadounidenses habían muerto de influenza. Cientos de miles más habían quedado huérfanos o viudos.

Dibujo de un hospital lleno de pacientes que sufren de influenza.
En 1890, una pandemia de influenza asoló al mundo entero, matando muchos a su paso. [Crédito: Biblioteca Nacional de Medicina]
Fotografía en blanco y negro de filas de camas de hospital. Las camas están todas ocupadas y tiendas de gaza las separan.
En julio, un soldado estadounidense afirmó que mientras la influenza causara una fiebre intensa, "generalmente sólo lleva al paciente a la cama por un par de días". La mutación del virus cambió todo aquello.[Crédito: Biblioteca Nacional de Medicina]
Una enfermera con su uniforme blanco llena una jarra con agua.
Enfermeras y médicos intentaban, a menudo sin éxito, protegerse de la influenza. [Crédito: Archivos nacionales y Administración de registros]
Un cartero lleva una máscara sobre su rostro. Se encuentra entregando cartas.
A pesar de utilizar máscaras, muchos carteros cayeron enfermos y no pudieron continuar con su labor. [Crédito: Archivos nacionales y Administración de registros]
Hombres y mujeres parados y sentados frente a la Clarendon Store con máscaras.
A pesar de que la gente diligentemente utilizaba máscaras, éstas proporcionaban únicamente una protección muy limitada contra el virus de influenza. [Crédito: Oficina del Historiador del Servicio de Salud Pública]
Un afiche en blanco y negro. El afiche recomienda que aquellos que sufran de tos o estornuden no deben ingresar al teatro. El afiche fue creado por el Departamento de Salud de Chicago.
Los departamentos de salud locales alertaron a aquellos que estuvieran enfermos que debían mantenerse alejados de teatros y otros sitios públicos. [Crédito: Oficina del Historiador del Servicio de Salud Pública]
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