Wyoming no informó la presencia de influenza hasta mediados de octubre, mucho después de que el Servicio de Salud Pública pidiera a los estados que proporcionaran información sobre la influenza. La influenza había, sin embargo, llegado al estado a fines de septiembre. Los funcionarios de salud pública estaban desbordados atendiendo a miles de ciudadanos enfermos del estado, lo que hacía imposible mantener registros precisos.

Las comunidades de todo el estado se unieron para responder a la epidemia. En Sheridan, las mujeres de la Cruz Roja quienes habían usado las vendas enrollables de la guerra, indumentaria hospitalaria cosida, apósitos y calcetines tejidos ayudando a soldados en tránsito y recolectando ropa usada, ahora comenzaban a encargarse de las víctimas de la influenza. Se creó en Sheridan un hospital de emergencia ideado solamente para pacientes de influenza. Dieciocho pacientes del hospital murieron por la enfermedad. Cuando los organizadores comenzaron a planificar un memorial de guerra para Sheridan, los ciudadanos exigieron que el memorial incluyera los nombres de los muchos soldados del área que habían muerto, no en combate, sino por la influenza.

En Thermapolis, las autoridades religiosas también se vieron bajo mucha presión para cuidar de sus congregantes. Un sacerdote católico se dió cuenta de que la dispersión de sus feligreses era tan grande que sus viajes podían llevarle hasta cuatro días. Era habitual que el sacerdote al regresar a Thermapolis, donde él residía, descubriera que algunos de sus feligreses habían muerto y habían sido enterrados en su ausencia.

En Sheridan, abrió un hospital de emergencia para cuidar pacientes. c. 1909. [Crédito: La Biblioteca del Congreso]

Se cancelaron los oficios religiosos en Casper y se realizaban funerales al aire libre junto a la tumba. Los funcionarios temían que un servicio dentro de una iglesia diseminara la enfermedad. Los dueños de los comercios limitaban el número de clientes permitidos en sus locales intentando impedir la diseminación de la enfermedad. A los clientes también se les pedía que utilizaran máscaras mientras compraban. Las máscaras no servían de mucho a la hora de impedir la diseminación de la influenza.

Cuando la Sra. de Charles Naigny viajó desde Iowa hasta Wyoming para cuidar a su madre que estaba enferma de influenza, su esposo, quien había permanecido en Iowa, enfermó y murió de influenza mientras ella estaba en el estado. Los niños que habían sido enviados fuera del estado para asistir a la escuela se convirtieron en víctimas de la influenza en más de una forma. Alice Dodds, la hija de un hacendado de Wyoming, se contagió la gripe en un internado de Nebraska. Sus padres fueron a buscarla para llevarla a casa, ya que sus maestros también tenían gripe y no podían cuidarla. Dodd luego recordaba estar sentado en la estación del tren, rodeado de personas con máscaras.

A pesar de que las tasas de influenza alcanzaron su punto máximo en Wyoming durante fines del otoño, la enfermedad se mantuvo en todo el estado durante el invierno y la primavera de 1919.