Los primeros casos en Utah surgieron sin duda en el campo militar en Fort Douglas. Al igual que numerosos estados que presentan una amplia población rural, Utah no proporcionó un informe al Servicio de Salud Pública en las primeras semanas de la pandemia. Esto puede haber ocurrido debido a que la propagación de la enfermedad los abrumó o puede haber sido debido a que el estado no contaba con los suficientes funcionarios de salud pública disponibles para realizar los informes semanales requeridos por el Servicio de Salud Pública. A mediados de octubre, cuando el estado realizó su primer informe, la enfermedad había afectado todo el estado.
Los funcionarios de la Salud Pública reaccionaron mediante la aprobación de leyes que solicitaban que los ciudadanos utilicen máscaras. En todo el estado, la utilización máscaras se convirtió en algo común. En la ciudad de Cedar, durante un desfile que se llevó a cabo para celebrar el fin de la guerra se incluyó una estatua de la Dama de la Libertad, la cual llevaba una máscara. En la ciudad de Park, el propósito de las máscaras era limitar el impacto de la enfermedad en ese lugar, sin embargo, las suposiciones de los funcionarios de salud pública fueron erróneas. Las máscaras en ese momento dieron poco resultado en prevenir la propagación de la enfermedad.
Se prohibió escupir, una práctica común, y aquellas personas que escupían en público eran multados.
Se impusieron cuarentenas. En la ciudad de Ogden no se permitía salir o ingresar a la ciudad a ninguna persona sin una nota emitida por un doctor. En otros lugares, se cancelaron o limitaron las reuniones en iglesias, los funerales, fiestas privadas y todas las reuniones públicas. Cuando falleció el último presidente de la Latter Day Saints Church Joseph Fielding Smith el 19 de noviembre, el funeral estuvo limitado a sólo un número limitado de familiares.
Sin lograr comprender la causa de la enfermedad, las personas recurrieron a una variedad de remedios. El alcohol, el cual normalmente estaba prohibido en el estado, era vendido a doctores, quienes lo utilizaban para tratar a sus pacientes. En Panguitch (cerca de Bryce Canyon), Margaret Callister era una pequeña niña cuando se desató la pandemia. Recordó "gente muerta nos rodeaba por todos lados, tres o cuatro por familia". Siguiendo una típica práctica folclórica, su madre colocaba bolsas con hierbas alrededor de su cuello y el de sus hermanos para prevenir la influenza. A pesar de que muchos miembros de su familia estuvieron enfermos, ninguno falleció.
En el pequeño pueblo de Meadow, lo único que sabían los residentes era que los "gérmenes" provocaban la enfermedad. Al desconocer de qué gérmenes se trataba y cómo se transmitían, las familias cerraban sus hogares, sellaban los ojos de las cerraduras y rendijas alrededor de las puertas con algodón para prevenir la invasión de los gérmenes. Estas tácticas resultaron ineficaces y los residentes recurrieron a los remedios de hierbas preparados por Martha Adams, una curandera del lugar.
Los casos de enfermedad disminuyeron a fines del otoño, sin embargo, permaneció presente durante todo el invierno y la primavera de 1919.
|
En Ogden, como se muestra aquí en la fotografía de 1914, los funcionarios de la ciudad no permitían a la gente ingresar en la ciudad sin una orden de salud autorizada por un médico. [Crédito: La Biblioteca del Congreso] |
|