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El suicidio y los niños

El suicidio es tan poco común entre los adolescentes sin otros trastornos mentales como entre los adultos. El adolescente a menudo cree que su enfermedad está fuera de su control y que está en manos de Dios o de alguna otra fuerza sobrenatural. Al rechazar el tratamiento no está intentando suicidarse, sino que el rechazo surge de creer la vida y la muerte son regidas por el destino, la suerte o Dios.

En la población general, aproximadamente 2.000 adolescentes se suicidan cada año en los Estados Unidos de América. El suicidio se ubica continuamente en el segundo o tercer puesto entre las causas de muerte de las personas de 15 a 34 años de edad. Los niños son menos propensos a suicidarse antes de llegar a la pubertad debido a que sus capacidades de razonamiento son aún inmaduras, lo cual hace más difícil planear el suicidio y llevarlo a cabo. Entre 1956 y 1993 se duplicó el número de jóvenes que se suicidaron. Este aumento de la tasa de suicidios se atribuye al aumento del abuso del alcohol entre los adolescentes. Las enfermedades crónicas y agudas no eran causas principales de suicidio en los jóvenes. La tasa de suicidios entre los adolescentes varones es cuatro veces más alta que la tasa de las adolescentes. La tasa de suicidios de adolescentes blancos es aproximadamente el doble que la tasa de suicidios de afroamericanos e hispanos. No se tiene mucha información sobre si los niños con cáncer piensan sobre el suicidio y si llegan a intentar quitarse la vida.

Entre los factores de riesgo para los niños en general, están los siguientes:

  • Factores biológicos: antecedentes familiares de problemas mentales como la depresión, la esquizofrenia, el alcoholismo, la fármacodependencia y los trastornos de la conducta. La predisposición genética a tener concentraciones bajas de serotonina está relacionada con la depresión.


  • Predisposición debida a experiencias anteriores: antecedentes familiares tempranos de abuso a manos del padre o la madre; un acontecimiento vital negativo, como la pérdida del padre o la madre; la angustia infantil, y las relaciones familiares desequilibradas y hostiles. Muchos otros problemas sociales y acontecimientos negativos no parecen provocar comportamientos suicidas.


  • Factores sociales: la naturaleza misma de la adolescencia, con su deseo de probar drogas psicotrópicas y el alcohol. El conflicto o la confusión acerca de la orientación sexual puede ser un factor en el suicidio de los adolescentes. Además, características tales como el ser perfeccionista, impulsivo, inhibido o estar aislado pueden conducir a pensamientos sobre el suicidio.


  • Problemas mentales: 95% de los jóvenes que se suicidan padecen de algún trastorno mental, que normalmente es depresión grave, esquizofrenia, alcoholismo, fármacodependencia o trastornos de la conducta. No obstante, la mayoría de los niños con problemas mentales no cometen suicidio.


  • Contagio: expresión que describe el fenómeno por el cual los jóvenes se identifican con otros que se han suicidado. Algunos jóvenes que son vulnerables pueden imitar el comportamiento suicida. Se debe ofrecer apoyo y orientación a los amigos de pacientes de cáncer que hayan cometido suicidio.


  • Disponibilidad de armas letales: es más probable que ocurra un suicidio si se tiene un arma en la casa.


  • Acontecimientos que sirven de motivación: el recibir un diagnóstico de cáncer puede hacer que una persona con riesgo de suicidarse lo intente. En estos casos, por lo general existe también un trastorno mental, otras tensiones en la vida personal, un suceso perturbador, como sacar malas notas en la escuela, o una enfermedad que pone en peligro la vida, como el cáncer.


Algunos de los adolescentes sobrevivientes de cáncer pueden sentirse abrumados por sentimientos de desesperación. Esto puede llevarlos a pensar en el suicidio. El suicidio se trata mediante una evaluación cuidadosa del niño con cáncer y de su familia. Se necesita examinar los múltiples factores que pueden llevar a un niño a pensar que su vida es insoportable. La prevención del suicidio debe incluir una evaluación individual, el envío del paciente al profesional de salud adecuado, el tratamiento con medicamentos y la consejería o terapia, tanto individual como familiar.

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