Sello del Departamento de Justicia

Comentarios realizados por el Secretario de Justicia de los Estados Unidos Michael B. Mukasey en el desayuno de oración por el día de Martin Luther King Jr.

Washington, D.C.
19 de enero de 2008 - 10:40 A.M.

Buenos días y gracias por invitarme a compartir este momento con ustedes. Es un privilegio estar aquí en la histórica Iglesia Bautista Shiloh y celebrar la gran labor realizada por personas como el Reverendo Smith y los voluntarios del Proyecto de Mejoras en Jóvenes Varones. Y es un honor especial compartir el podio hoy con Ted Shaw del Fondo Educativo y de Defensa Legal de la Asociación Nacional para el Progreso de Personas de Color [National Association for the Advancement of Colored People (NAACP)].

Estamos hoy aquí, como personas en todo el país este fin de semana, para rendir homenaje a la vida y la visión de un gran estadounidense: el Reverendo Dr. Martin Luther King Jr. Este lunes hará veintidós años que le rendimos tributo formal al Dr. King y a su legado – y la segunda vez que lo hacemos en duelo a la pérdida de Coretta Scott King, cuyo papel también recibe su justo homenaje hoy. El Día de Martin Luther King ha pasado a ser un momento anual en que nosotros, como país, hacemos una pausa y analizamos cuánto hemos avanzado en el cumplimiento del sueño del Dr. King de igualdad de derechos y libertad para todos; y cuánto nos queda aún por recorrer.

Al hacer un balance este año, tenemos razones para ser optimistas y celebrar. El progreso realizado por nuestro país desde la trágica y prematura muerte del Dr. King, de la que se cumplirán cuarenta años en abril, ha sido monumental en algunos sentidos, si bien a veces el progreso se detiene o no es perfecto. Podemos medir ese progreso no solo por la lista de afroestadounidenses distinguidos que han servido en todos los niveles y en todas las ramas de nuestros gobiernos locales, estatales y nacionales, o por la cantidad de escuelas que se han abierto y han mejorado, sino también por la cantidad de estudiantes que aprovechan los derechos que él luchó tanto para garantizar. No solo por las mejoras en el acceso de todos los estadounidenses al derecho al voto, sino también por el número de votos realizados.

Pero, sin importar cuánto hayamos progresado, sin importar cuán lejos hayamos llegado, todavía queda un largo camino por recorrer. Todos recordamos la famosa frase del Dr. King que dice, en sus propias palabras, "una injusticia en cualquier lugar es una amenaza a la justicia en todo lugar". Y, sin lugar a dudas, todavía existe injusticia en este gran país.

Si bien afortunadamente ya no existen leyes Jim Crow y letreros de "Solo blancos", está claro que el racismo y la discriminación perduran, como nos recuerdan vívidamente símbolos horrendos como dogales, quemas de cruces y cruces esvásticas. Si bien los ciudadanos estadounidenses ya no sufren una y otra vez porque no se les permite llegar a las urnas debido al color de su piel, formas más sutiles de discriminación electoral persisten, y exigen medidas apropiadas.

Además, como tanto Martin Luther King como Coretta Scott King reconocían, el objetivo de la igualdad de derechos y la libertad para todos también exige que se preste atención a males como el delito y, en las palabras del Dr. King, "pobreza debilitante y absoluta". El Dr. nos pidió con la mayor elocuencia que, cito: "sigamos insatisfechos hasta que quienes viven en los suburbios de la esperanza lleguen a la metrópolis de la seguridad diaria". Y, si bien hoy muchas más personas que en la época del Dr. King viven en esa "metrópolis de seguridad diaria", tenemos que seguir, como él decía, "insatisfechos".

La necesidad de programas como este de Shiloh demuestra que demasiados de los ciudadanos de nuestra nación viven con temor a la violencia, ya sea de pandillas u otros delitos violentos. Demasiados de nuestros jóvenes carecen de las oportunidades educativas que son una llave a la esperanza.

Como dije anteriormente, el tributo anual al Dr. King nos pide a cada uno de nosotros que hagamos balance de lo que aún queda por hacer. Ese llamado a acción este año ha tenido un mayor significado para mí personalmente. El último Día de Martin Luther King, yo era un ciudadano civil en la Ciudad de Nueva York – un abogado en una ciudad a la que precisamente no le faltan abogados. Hoy, soy un abogado en otra ciudad a la que tampoco le faltan abogados, pero ya no soy un civil. Tengo una oportunidad extraordinaria y una tarea sobrecogedora: liderar el Departamento de Justicia.

El Departamento de Justicia tiene un lugar especial en la lucha para hacer realidad el sueño de Martin Luther King. La justicia no solo constituye el nombre del Departamento – también constituye su misión. Y es parte central de esa misión hacer valer enérgicamente las leyes de derechos civiles de nuestro país.

Hace medio siglo, el Departamento conformó una División dedicada a la causa de los derechos civiles. En gran parte gracias al Dr. Martin Luther King y los herederos de su legado, entre ellos Coretta Scott King, a quien también homenajeamos en este desayuno, hoy parece imposible imaginar al Departamento de Justicia sin la División de Derechos Civiles. De muchas maneras, en solo 50 años – es decir, dentro de los años que llevo vividos – la labor de la División de Derechos Civiles ha pasado a simbolizar el corazón del Departamento de Justicia. A través de la División de Derechos Civiles, el Departamento de Justicia ha hecho tangible la declaración de Thomas Jefferson, que vergonzosamente era ignorada en la época de Dr. King, de que todos somos creados iguales.

La primera época de la División de Derechos Civiles fue un período turbulento y violento en la historia de nuestro país, un período en que el optimismo de Martin Luther King respecto de los Estados Unidos y su compromiso con el cambio social no violento eran aún más excepcionales. Cuando James Meredith se convirtió en el primer estudiante afroestadounidense en inscribirse en la Universidad de Mississippi en 1962, la División de Derechos Civiles estuvo presente. John Doar, el Secretario de Justicia Auxiliar de la División de Derechos Civiles, enfrentó al gobernador de Mississippi cuando se resistió a eliminar la segregación en la Universidad. Después de que se produjeran disturbios en el campus en que resultaron heridos 160 alguaciles federales, Doar literalmente vivió con James Meredith para garantizar su seguridad.

Los enfrentamientos actuales pueden ser menos dramáticos. Pero, como pasaba en la época de John Doar, quienes trabajan en el Departamento de Justicia están atentos a hacer lo requerido por la ley y la justicia. Bajo el liderazgo de hombres y mujeres como Grace Chung Becker, Secretaria de Justicia Auxiliar Interina de la División de Derechos Civiles y nominada para ese puesto, que está aquí hoy con su familia, la División de Derechos Civiles sigue al frente de la lucha por la igualdad de derechos y la libertad para todos.

La División abarca casi todos los aspectos de la vida estadounidense, desde la educación hasta empleo, desde la vivienda hasta las libertades religiosas, y desde las instalaciones públicas hasta el voto. Este otoño, por ejemplo, la División de Derechos Civiles desempeñará un papel crucial a través de monitores y otros medios para asegurar que las leyes se observen al pie de la letra cuando nuestro país elija a un nuevo presidente. Y la División enjuicia con toda la fuerza de la ley casos de violencia relacionada con los prejuicios y conductas oficiales indebidas motivadas por cuestiones raciales.

La División no solo lidia con las injusticias del presente, sino que no olvida las injusticias del pasado. Por ejemplo, el año pasado, la División logró la condena de James Seale, un ex miembro del Ku Klux Klan, por dos asesinatos brutales en 1964. Estos casos ilustran vívidamente la observación del Dr. King que, como lo explicó él con tanta elocuencia: "el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia el lado de la justicia".

El hecho de que la División de Derechos Civiles pueda seguir funcionando como lo hace, enjuiciando tantos casos, en gran medida es testimonio de la genialidad del Dr. King, quien vio en la ley el mejor instrumento para combatir los males de los conflictos raciales y las discordias grupales. Cuando pensamos en lo que hemos visto, y lo que seguimos viendo, en la historia y la experiencia de discordia racial y religiosa en otros países que no tuvieron la suerte de tener un Dr. Martin Luther King, nos damos cuenta de los horrores que evitamos y de la bendición que fue su vida.

Nuestro progreso ha sido lento, incluso intermitente por momentos, incluso doloroso por momentos, y lamentablemente se logró a costa de algunas vidas, entre ellas la del propio Dr. King, pero el progreso ha sido pacífico en su gran mayoría y constante en general.

En el corto período que llevo como Secretario de Justicia de los Estados Unidos, pienso hacer mi mayor esfuerzo para ampliar, y acelerar, este progreso. En mi primer mes en el puesto, tuve de invitados a un grupo de los líderes de derechos civiles de nuestro país, entre ellos Ted Shaw, cuya carrera es una continuación del camino marcado por el Dr. King. Yo les juré, como les juro ahora a ustedes, que hacer valer de manera enérgica, justa e imparcial las leyes de derechos civiles está dentro de mis principales prioridades como Secretario de Justicia de los Estados Unidos.

De más está decir que habrá momentos de desacuerdos, como siempre. Pero espero y supongo que esos desacuerdos serán inusuales. Y es importante reconocer que cualquiera de tales desacuerdos serán sobre los medios, no sobre los fines. Al igual que el Dr. King, todos compartimos el objetivo de la igualdad de derechos y la libertad para todos – de cumplir lo que el Dr. King denominó como la “obligación sagrada” de los Estados Unidos y garantizar la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad para, como él dijo, "todos los hijos de Dios".

Hace un poco más de dos meses, cuando tomé el juramento como Secretario de Justicia de los Estados Unidos, yo declaré que lo que hace el Departamento de Justicia es ley. Eso puede sonar prosaico, limitado o normal, pero es mejor que la alternativa, en la que los resultados dependen de la opinión de una persona o un grupo de personas sobre lo que les parece correcto. No hacemos simplemente lo que nos parece justo y correcto según nuestros propios gustos, parámetros u opiniones políticas. En todos los casos, grandes o pequeños, hacemos lo que requieren los hechos y la ley, y el resultado es la justicia.

Eso se aplica a todo lo que hace el Departamento de Justicia – pero se aplica especialmente en el área de los derechos civiles. Los derechos civiles no son, y no deben llegar a ser, un tema de blanco o negro; musulmán o cristiano; republicano o demócrata. Hacer valer las leyes de derechos civiles es, como dejó en claro el Dr. King, una orden moral universal, una elección entre la justicia y la injusticia.

Al aceptar el Premio Nóbel de la Paz en 1964, el Dr. King habló de lo que él llamó "una fe perdurable en los Estados Unidos y una fe audaz en el futuro de la humanidad". Yo comparto esa fe. No solo por el gran progreso que nuestro país ha hecho desde la época del Dr. King, cuando muchos estadounidenses avanzaban penosamente bajo lo que él describió con exactitud y elocuencia como "las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación". Pero también porque existen demasiadas buenas personas como las que sirven en la División de Derechos Civiles del Departamento de Justicia y aquellas como el Reverendo Smith y los voluntarios detrás del Proyecto Shiloh de Mejoras en Jóvenes Varones.

Pero el legado del Dr. King exige más que solo fe, exige estar alerta y actuar frente a la injusticia. Como nos recordó Coretta Scott King, cito: "no nos pusieron aquí en la mayor nación del mundo para tener sueños pequeños y realizar actos insignificantes". Me he comprometido personalmente a tener ese nivel de alerta y ese accionar, y les pido que me acompañen y me apoyen en ese camino. Pienso que se los debemos al Dr. y la Sra. King.

Y les agradezco profundamente.

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