Sello del Departamento de Justicia

Transcripción del Secretario de Justicia de los Estados Unidos Alberto R. Gonzales y la Jueza Sandra Day O'Connor en la Celebración del Mes Nacional de Historia de la Mujer

Washington, DC
8 de marzo de 2006

SRA. KAREN P. TANDY: Buenos días. Soy la administradora de la Dirección de Control de Drogas y es un honor agradecerles por estar aquí hoy y pedirles que por favor me acompañen en darle la bienvenida al Secretario de Justicia de los Estados Unidos y la Jueza O'Connor.

Deseo hacer mención de algunas personas especiales que nos acompañan esta mañana: en primer lugar, el Sr. John O'Connor, el marido de la Jueza O'Connor, y la Sra. Rebecca Gonzales, la esposa del Secretario de Justicia de los Estados.

Les pido, ahora, que se pongan de pie para la presentación de la bandera por la Tropa Número 470 de las Brownies de las Girl Scouts y para escuchar el Himno Nacional cantado por la Sra. Anamer Castrello.

Pueden sentarse. Les pido que me acompañen en agradecer a estas jóvenes pioneras del futuro femenino, las Brownies de las Girl Scouts.

Y muchas gracias, Sra. Castrello. Gracias por la interpretación conmovedora del Himno Nacional.

Bienvenidos a todos ustedes. Cuando pienso en nuestro tema, "Mujeres: Creadoras de Comunidades y Sueños", no puedo dejar de pensar en algunas de las mujeres poco conocidas del período de la Revolución de los Estados Unidos, quienes hicieron posible que tuviéramos nuestras comunidades actuales con su aporte de ese entonces a la construcción de nuestra gran nación.

Las mujeres recatadas de polleras largas del siglo dieciocho fueron las mismas mujeres que engañaron al enemigo. Los Chaquetas Rojas conocieron su astucia cuando invadieron el hogar de la Sra. Murray, a la que conocemos apenas por ese nombre, pues la Sra. Murray logró que los generales británicos ingirieran cantidades suficientes de bebidas alcohólicas para que una pequeña banda de soldados estadounidenses pudiera escaparse de entre medio de miles de Chaquetas Rojas británicos, pasando desapercibida.

Y estas son las mismas mujeres que fueron espías durante la lucha por la independencia. Sybil Ludington, de 16 años de edad, anduvo a caballo unas 40 millas para alertar a la milicia local de un ataque inminente, salvando a nuestros soldados de una muerte segura.

Apenas un veterano de la Revolución de los Estados Unidos fue enterrado en West Point, y se trata de una mujer, Margaret Corbin. Cuando el marido de Margaret Corbin fue muerto en la batalla de Fort Washington, Nueva York, fue Margaret quien lo reemplazó en el combate, recibiendo tres tiros. Y, si buscan en los registros de pensión del Ejército - les ahorraré el trabajo -- encontrarán que el Ejército pagó a Margaret apenas la mitad del sueldo y raciones de un soldado de los Estados Unidos porque había quedado discapacitada por las heridas.

Sin embargo, fue Margaret la que enfrentó al Ejército ante el Congreso Continental. Y Margaret no solo recibió el sueldo entero de soldado, sino también su ración completa, incluido el whisky.

El espíritu de estos pioneros estadounidenses evidentemente seguía vivo siglos más tarde cuando las mujeres revolucionaron la manera de pensar de nuestro país y crearon sueños que se volverían realidad en nuestros tiempos. Mujeres, por supuesto, como Rosa Parks. Rosa Parks, quien desencadenó los boicots de buses que despertaron la conciencia estadounidense entera.

Y mujeres como Candy Lightner, quien se destacó como fundadora de Madres contra Conductores Alcoholizados [Mothers Against Drunk Driving] y reunió a un ejército de madres enojadas para eliminar el glamour del consumo de bebidas alcohólicas y cambiar las actitudes y leyes de nuestro país con relación a las bebidas alcohólicas, desde Hollywood al Congreso y hasta nuestras carreteras.

Y hoy, tenemos a las legiones de madres y hermanas como Ginger Katz, Kate Patton y Elmida Perez, a quienes las drogas les robaron sus seres queridos. Estas mujeres están uniendo a coaliciones comunitarias de base en todo el país, y el 8 de junio de este año reunirán a centenas, o tal vez miles, de mujeres y otras personas que han sufrido como consecuencia de la pérdida de seres queridos raíz de las drogas. Se reunirán en Washington para una vigilia a luz de velas, una vigilia a luz de velas nacional, para exponer otra amenaza a nuestra seguridad nacional, el desperdicio trágico de talento y promesa de decenas de miles de jóvenes que mueren cada año a raíz de las drogas.

Y hoy nuestras mujeres de las fuerzas del orden público recibirán el más alto galardón por su heroísmo de ir donde los demás se escaparían para proteger la seguridad de la comunidad estadounidense. Mujeres como la Agente Especial de la DEA, Towanda Thorne, quien con menos de cinco años en la función, participó en un tiroteo móvil con un narcotraficante para lograr que liberara a su rehén sin hacerle daño.

Se dice hoy que el papel de combate de las mujeres en las fuerzas armadas ha cambiado para siempre, gracias a las jóvenes uniformadas que sirven en Irak y Afganistán, quienes están luchando y haciendo el sacrificio máximo por nuestras comunidades estadounidenses.

Por más de 200 años, el tema común de todas estas mujeres extraordinarias ha sido, irónicamente, lo común que cada una de ellas era. Mujeres comunes que no tenían la intención de cambiar el curso de la historia, pero que vieron una causa, una necesidad o una injusticia, y con coraje y determinación excepcionales, construyeron un Estados Unidos más fuerte.

Tengo el honor, ahora, de presentarles al hijo de una de estas mujeres, nuestro Secretario de Justicia de los Estados Unidos, Alberto Gonzales. De comienzos comunes, el Secretario de Justicia de los Estados Unidos Gonzales, hijo de trabajadores inmigrantes se crió en una casa de dos habitaciones con siete hermanos, para acabar guiando a nuestro país en una época de desafíos sin precedentes para nuestro sistema legal.

El Secretario de Justicia de los Estados Unidos Gonzales ha logrado antecedentes extraordinarios de depender de la experiencia y criterio de mujeres al liderar el Departamento de Justicia de este país. Las ha colocado en posiciones de liderazgo en este departamento. En este momento, cinco de los Secretarios de Justicia Auxiliares del Departamento son mujeres, así como lo son las líderes de la Oficina de Asuntos Públicos, la Oficina de Enlace Intergubernamental y Público, la Oficina del Fideicomisario de la Oficina de Detención Federal, el Servicio de Relaciones Comunitarias y, por supuesto, la Dirección de Control de Drogas.

Es un honor para mí encabezar la DEA, y me complace que me acompañe en dicho liderazgo la Administradora Especial Adjunta Michelle Lindhart. Junto con los 11,000 hombres y mujeres de la DEA, trabajamos arduamente cada día para lograr comunidades seguras y libres de drogas para todo el país. Debemos agradecer al Secretario de Justicia por su fuerte liderazgo y apoyo en nuestra misión cada día.

Por lo tanto, señoras y señores, les pido que me acompañen en darle la bienvenida al 80º Secretario de Justicia de los Estados Unidos, el Juez Alberto Gonzales.

SECRETARIO DE JUSTICIA DE LOS ESTADOS UNIDOS ALBERTO R. GONZALES: Muchas gracias. Gracias, Karen. Estoy encantado de ver la cantidad enorme de participantes. Me complace estar aquí hoy con Karen, la primera mujer en encabezar la Dirección de Control de Drogas, y tantas otras mujeres que ocupan cargos de liderazgo en el Departamento de Justicia, al celebrar los logros de las mujeres.

Ahora, tengo el privilegio de presentar a una de las grandes ciudadanas de los Estados Unidos de nuestros tiempos, Sandra Day O'Connor, una mujer de coraje y reputación inusuales. Y me animo a decir que no hay nada de común en esta persona. Nacido en Texas, tejano para siempre.

Su excelencia, agradezco el tiempo que dedicó hace apenas algo más de un año para tomar mi juramento como Secretario de Justicia de los Estados Unidos. En ese entonces, hablé sobre cómo la grandeza de los Estados Unidos surge de su herencia de libertad y justicia para todos. Usted es uno de los grandes ejemplos de dicha herencia y hoy nos sentimos honrados con su presencia.

No existe ciudadano más sobresaliente que la Jueza O'Connor para hablar en nuestro reconocimiento anual del Mes Nacional de la Historia de la Mujer. El tema de este año, "Mujeres: Creadoras de Comunidades y Sueños", es especialmente apropiado, dada nuestra pérdida reciente de dos grandes mujeres creadoras de comunidades y sueños, Coretta Scott King y Rosa Parks.

Como ciudadana del oeste y ranchera, el espíritu pionero de la Jueza O'Connor ha caracterizado a su carrera innovadora. Enfrentó la hostilidad de empleadores como graduada con honores de la Universidad de Stanford; sin embargo, no se dio por vencida. La pionera en ella la llevó a probar quién era. En Arizona, practicó el derecho y fue Secretaria de Justicia Auxiliar Estatal. Fue elegida por votación para el Senado del Estado de Arizona y fue la primera líder mayoritaria del sexo femenino de una legislatura estatal. Fue tanto jueza electa como designada, y a lo largo de todos estos logros públicos, crió a tres hijos con su marido, John. Nos complace anunciar su presencia aquí hoy.

Estos aportes al derecho y la vida pública coronarían la carrera de cualquiera; sin embargo, como todos sabemos, el Presidente Reagan le pidió que fuera pionera una vez más y nombró a la Jueza O'Connor para servir en la Corte Suprema en 1981.

Durante su casi cuarto de siglo de servicio al tribunal y a la nación, la Jueza O'Connor ayudó a crear una comunidad de mujeres atraídas a la ley y al servicio público. Por supuesto, es imposible calcular el número efectivo de vidas afectadas por esta mujer notable y la cantidad de vidas que serán influenciadas por su ejemplo.

JUEZA SANDRA DAY O' CONNOR: Muchas gracias.

Dios mío. Gracias. Gracias. Muchísimas gracias.

Muchas gracias, Señor Secretario de Justicia de los Estados Unidos Gonzales, por sus palabras amables. Me complace estar aquí y poder oír los comentarios de Karen Tandy y celebrar el Mes de la Historia de la Mujer.

Es posible que sepan de qué voy a hablar. Espero que así sea. Un poco sobre la historia de la mujer, en particular, las mujeres dedicadas a la ley - si les parece bien, ya que la mayoría de las mujeres aquí se dedican a la ley.

Me parece que la experiencia de las abogadas tiene paralelos con otros campos, y la historia es ilustrativa de las experiencias más amplias de las mujeres en general.

Ahora, por supuesto, las mujeres legales pioneras enfrentaron una profesión y una sociedad que defendían lo que llamaban el culto a la domesticidad, la opinión de que las mujeres eran, por naturaleza, distintas a los hombres.

Así es. Y no paraba ahí. Se decía que las mujeres estaban hechas para la maternidad, la vida hogareña, que eran compasivas, desinteresadas, morales y puras. Sus mentes estaban sintonizadas con el arte y la religión, y no la lógica.

Por otro lado, los hombres estaban hechos, por naturaleza, para la competencia y el descubrimiento intelectual en el mundo; habían sido endurecidos por la batalla, eran sagaces, autoritarios y tenaces.

Se pensaba que las mujeres no eran aptas para el litigio acusatorio porque el mismo requería una lógica perspicaz y negociación sagaz, así como exposición a lo injusto y lo inmoral.

En 1875, la Corte Suprema de Wisconsin le dijo a Lavinia Godoy que ella no podía ser aceptada para el ejercicio de la profesión legal en el estado. El juez dijo que la práctica del derecho no era adecuada para el carácter femenino. El exponer a mujeres a los hechos brutales, repulsivos y obscenos de la vida de la sala de tribunal escandalizaría la referencia que el hombre tenía de la condición de mujer y relajaría el sentido público de la decencia.

Similarmente, en un caso que todos ustedes conocen, Myra Bradwell de Chicago solicitó su admisión a la profesión legal del estado de Illinois en 1869 y fue rechazada. La Corte Suprema de Illinois dictaminó que, como mujer casada, sus contratos no eran vinculantes y que los contratos eran la esencia de la relación abogado-cliente.

El tribunal también dijo que Dios había creado a los sexos para que ocuparan diferentes esferas de acción, y que pertenecía al hombre crear, aplicar y ejecutar las leyes.

Y la Corte Suprema de los Estados Unidos - y me ruborizó al decirlo - estuvo de acuerdo.

La famoso opinión concurrente dijo que "El hombre es, o debe ser, el protector y defensor de la mujer. La timidez y delicadeza naturales y propias del sexo femenino hacen que la mujer no sea apta para muchas de las ocupaciones de la vida civil".

Ahora, incluso Clarence Darrow, quien era campeón de causas impopulares, dijo lo siguiente a un grupo de abogadas: "Ustedes no pueden ser figuras luminosas de la profesión legal porque son demasiado gentiles. Nunca podrán ser abogadas empresariales porque no son despiadadas. Ustedes no tienen un alto grado intelectual. Dudo que puedan en algún momento ganarse la vida", dijo.

Ahora, otro abogado del mismo periodo dijo: "Las mujeres no pueden guardar un secreto".

"Y por esa razón, entre otras, dudo que alguien consulte jamás a una abogada".

Afortunadamente para las abogadas de hoy, nuestras antecesoras tenían más agallas y espíritu de lo que se creía.

Clara Shortridge Foltz fue la primera abogada en California y la primera fiscal adjunta en los Estados Unidos, y fue un ejemplo del temple de las abogadas del pasado. Cuando un abogado oponente dijo en tribunal abierto que ella estaría mejor en su casa, criando a sus hijos, Foltz contestó, "Sería mejor que una mujer se dedicara a cualquier cosa, en lugar de criar a hombres como usted".

Una abogada de Nueva York, la pionera Belva Lockwood, fue la primera mujer aceptada en la práctica ante la Corte Suprema de los Estados Unidos en 1879. Sin embargo, para lograrlo, tuvo que hacer tres intentos y lograr la aprobación de un proyecto de ley especial que cambiaba los requisitos para la admisión en el Senado de los Estados Unidos.

Acostumbraba pasear por Washington, D.C. en una especie de triciclo, cabildeando a Senadores y diciendo a la prensa que lucharía en todos los niveles.

En 1994, Belva Lockwood hasta fue candidata a Presidente de los Estados Unidos, bajo el raciocinio de que, si bien las mujeres no podían votar, nada las prohibía de ser candidatas. A pesar de no contar con el voto de las mujeres, obtuvo 4,149 votos en la elección.

Fuimos testigos de otra innovación histórica en 1993, con la confirmación de la primera Secretaria de Justicia de los Estados Unidos, Janet Reno.

No había habido una Secretaria de Justicia Auxiliar de los Estados Unidos hasta el gobierno del Presidente Woodrow Wilson, cuando Annette Abbott Adams fue nombrada.

El Departamento de Justicia tuvo otra secretaria de justicia auxiliar durante el gobierno del Presidente Warren Harding en 1920. Fue Mable Walker Willebrandt de Los Angeles. Le dieron un trabajo que nadie quería, el de fiscal principal de las leyes de Prohibición.

Era conocida como Porcia de la Prohibición. Ocupó el cargo nueve años extenuantes en el Departamento de Justicia y finalmente regresó a Los Angeles para practicar el derecho.

Las primeras tres agentes de la Oficinal Federal de Investigaciones [Federal Bureau of Investigations (FBI)] fueron nombradas también a principios de la década del 20; sin embargo, se les pidió reiteradas veces que renunciaran y así lo hicieron cuando J. Edgar Hoover asumió el cargo de director.

En mi propia época y vida, ya bastante larga, he sido testigo de una revolución en la profesión legal. Como resultado, de los abogados practicantes hoy en el país, el 40 por ciento son mujeres y más del 50 por ciento de los graduados de la facultad de derecho son actualmente mujeres.

Cuando me gradué de la Facultad de Derecho de Stanford, en épocas sombrías, en 1952, ni siquiera podía conseguir una entrevista para un empleo en una empresa privada para practicar el derecho. Sin embargo, después tuve el privilegio de ocupar un gran número de puestos, incluido el más reciente durante alrededor de 25 años.

Las mujeres de hoy no solo están bien representadas en empresas de abogacía, sino que también están logrando gradualmente ocupar más posiciones de poder político y legal, como ustedes saben. Sin embargo, hasta que el porcentaje de mujeres en el Congreso y en la posición de juez y otras posiciones sea más cercano al 50 por ciento, creo que aún no habremos tenido éxito total. Por lo tanto, debemos hacer un poco más, a pesar del sorprendente progreso que hemos logrado en mi tiempo de vida.

Y dicho progreso se ha logrado, en gran parte, debido a la explosión del mito de la verdadera mujer, y eso se logró gracias al esfuerzo de verdaderas mujeres y la perspicacia de verdaderos hombres.

Liberadas de los antiguos prejuicios, creo que las mujeres han probado que pueden realizar cualquier tarea, y eso se ha visto reflejado, también, en la jurisprudencia de la Corte Suprema.

Ahora, la ratificación de la Declaración de Derechos en 1791 no tuvo demasiado efecto en la condición legal de las mujeres. Sus restricciones se limitaban inicialmente al gobierno federal, por supuesto, y la legislación estatal que afectaba a las mujeres provenía, en gran parte, de Gran Bretaña, donde se les otorgaban a las mujeres pocos derechos de propiedad o contractuales, siendo las leyes de este país un poco más generosas que las de Inglaterra apenas en el caso de mujeres no casadas, en lo que se refería a la administración de la propiedad.

No hubo garantías nacionales para ciertas libertades individuales que no pudieran ser limitadas por los estados hasta después de la Guerra Civil y la adopción de las 13ª, 14ª y 15ª Enmiendas; sin embargo, ni siquiera eso representó conceptos que beneficiaran a las mujeres como un grupo hasta el siglo veinte.

A pesar de los esfuerzos de mujeres como Elizabeth Cady Stanton y Susan Anthony y Sojourner Truth, la sociedad como un todo, incluida la Corte Suprema, aceptaba, en general, la condición separada e desigual de la mujer.

Y en los casos de los mataderos, en 1973, la Corte Suprema dijo que la Cláusula de Protección Igualitaria debía interpretarse de forma limitada, de modo que se aplicara únicamente a leyes que discriminaran a los negros; y durante la primera mitad del siglo veinte, el Tribunal siguió difiriendo a decisiones legislativas sobre distinciones basadas en los sexos.

De hecho, en 1948, hace no demasiado tiempo, la Corte Suprema, en una opinión del Juez Frankfurter, dijo que, a pesar de los grandes cambios en la posición social y legal de las mujeres, el estado podía incuestionablemente realizar distinciones con base en el sexo. Y en 1961, 20 años antes de que yo sirviera en la Corte Suprema, la Corte Suprema reafirmó la práctica de Florida de limitar el servicio de jurado a los hombres si las mujeres no se registraban por separado. Esto no fue hace demasiado tiempo.

Al hacerlo, la Corte Suprema dijo: A pesar de la emancipación progresista de las mujeres de las restricciones del pasado, y su ingreso a muchas partes de la vida comunitaria anteriormente reservadas a los hombres, aún se considera a la mujer el centro del hogar y de la vida familiar".

No fue hasta la década del 70 que la Corte Suprema finalmente comenzó a analizar la legislación basada en el sexo más detenidamente. El primerísimo caso en el que la Corte Suprema opinó que una ley estatal que discriminaba a las mujeres era inconstitucional fue el caso Reed contra Reed.

En el caso, la Suprema Corte, en una opinión de nuestro ex Juez Principal, Warren Burger, revocó una ley de Idaho que le daba preferencia automática a los hombres para nombramientos para administradores de patrimonio; y Reed marcó un cambio muy significativo en el enfoque del Tribunal de la discriminación basada en el sexo.

En 1976, la Corte Suprema hizo explícito su estándar de revisión más cuidadoso de la legislación basada en el sexo. Sostuvo que las clasificaciones basadas en el sexo serían mantenidas solo si atendían a objetivos gubernamentales importantes y estaban significativamente asociadas al logro de dichos objetivos.

Después de uso, durante dos décadas, la Corte Suprema invalidó, basándose en la protección igualitaria, una amplia gama de leyes basadas en el sexo, y el volumen de casos en la Corte Suprema relativos a leyes sobre la Cláusula de Protección Igualitaria disminuyó un poco en la década del 80, cuando yo ya había sido nombrada para la Corte, y era más probable que los casos que llegaban en ese entonces a la Corte hubieran surgido bajo el Título 7 que en la Cláusula de Protección Igualitaria ya que, en esa época, tanto el Congreso como muchos de los estados habían promulgado leyes que prohibían la discriminación basada en el sexo en acciones laborales.

En Hishon contra King & Spalding, por ejemplo, el Tribunal sostuvo que una vez que una empresa de abogacía hace de la condición de socio un privilegio del empleo, de acuerdo con el Título 7, la empresa no puede discriminar con base en el sexo en su selección de socios.

Ahora, en todos estos casos, el Tribunal finalmente miró con ojo un tanto negativo a las generalizaciones y estereotipos imprecisos en los que se había basado en el pasado, y comenzó a pedir a los empleadores que se fijaran si la persona específica en cuestión era capaz de hacer el trabajo, en lugar de si las mujeres en general eran más o menos capaces que los hombres.

Ahora, justo cuando la Corte Suprema y el Congreso habían adoptado estas opiniones menos optimistas de la clasificación basada en sexo, la nueva presencia de mujeres en el derecho llevaron a una serie de comentaristas feministas a preguntar si las mujeres habían aportado algo nuevo a la profesión legal, si tenían estilos y aptitudes o desventajas distintas.

Irónicamente, la iniciativa de volver a formular esta pregunta de si las mujeres son distintas en la manera en que practican el derecho tiene resonancias en el pasado, y más escritores han sugerido que las mujeres practican el derecho de manera distinta que los hombres.

Uno conjeturó que mis opiniones en el Tribunal diferían de manera peculiarmente femenina de las de mis colegas del sexo masculino, y las diferencias de sexo citadas actualmente son algo similares a las del pasado.

Escuchen algunas de ellas:

Es más probable que abogadas busquen mediar disputas que ocuparse del litigio;

Es más probable que abogadas se concentren en solucionar un problema del cliente que reivindicar una posición;

Es más probable que abogadas sacrifiquen el progreso en sus carreras por sus obligaciones familiares;

Les interesa más el servicio público o el fomento comunitario que los logros individuales;

Es más probable que juezas hagan hincapié en el contexto y quiten énfasis a los principios generales;

Las juezas son más compasivas, y así por delante.

Ahora, todos estos escritos académicos son interesantes; sin embargo, preocupa un poco volver al mito victoriano de la verdadera mujer y comparar estos conceptos con las aseveraciones de Clarence Darrow en el pasado.

Aún permanece una diferencia, sin embargo, entre los hombres y las mujeres, no solo en la profesión legal sino en general. Las profesionales tienen la responsabilidad principal, como cuestión práctica, de tener hijos y ocuparse de las tareas del hogar, y dedican alrededor del doble del tiempo a dichos quehaceres que sus maridos profesionales.

Como resultado, creo que es verdad que las abogadas suelen enfrentar algunas dificultades, en ciertos momentos, para ocuparse tanto de la carrera como del hogar. Me ocurrió a mí, y me quedé en casa sin trabajar durante alrededor de cinco años, cuando mis hijos eran muy pequeños. Me preocupaba nunca poder conseguir otro empleo en la profesión legal, que nadie quisiera contratarme, pero me alegro de poder decir que eso resultó ser un mito.

Actualmente, mientras que muchas mujeres hacen malabarismos admirables entre la profesión y el hogar, aún es cierto que el tiempo que ustedes pasan en casa no se puede facturar a clientes o dedicar a hacer contactos con trabajo y organizaciones profesionales, y las mujeres que no quieren quedarse atrás suelen encontrarse con una decisión difícil de tomar. No están seguras de si se quieren casarse temprano, si quieren tener hijos cuando aún son muy jóvenes y tal vez sea un poco más fácil. Son decisiones difíciles, y no creo que exista una respuesta única.

Yo elegí formar y disfrutar de mi familia y retomar mi carrera un poco más tarde, y todo salió bien. Nuestras vidas son un poco más largas que antes, y por lo tanto, funcionó.

Y las elecciones que las mujeres deben hacer en este sentido son un poco distintas a las elecciones que los hombres deben hacer. Por reconocer estas diferencias y desafíos, la Corte Suprema ha enfrentado sus propios desafíos más difíciles.

El dilema es el siguiente: si la sociedad no reconoce el hecho de que solo las mujeres pueden dar a luz, entonces el tratamiento igual acaba por ser desigual; sin embargo, si la sociedad reconoce al embarazo como algo que requiere dedicación especial, se vuelve un poco a la pendiente resbaladiza hacia la legislación proteccionista que excluía a las mujeres del lugar de trabajo. Y la cuestión de cuándo una calidad requiere diferencias complacientes es una cuestión en la que sospecho que la Corte Suprema y otros tribunales seguirán encontrando dificultades.

Creo que la generación actual está encontrando maneras nuevas de equilibrar las responsabilidades familiares y profesionales entre los hombres y las mujeres, reconociendo las diferencias de los sexos de manera que promueva la igualdad y libere tanto a las mujeres como a los hombres de las limitaciones de papeles tradicionales.

Y no solo las mujeres, sino los hombres también, han perdido en la división del trabajo y el hogar. Mientras que una mayor cantidad de mujeres disfruta de los desafíos de una carrera legal u otra carrera, más hombres están descubriendo la bendición de dedicar más tiempo a educar y cuidar a sus hijos.

Sé que en mi época, mi adorado marido, John, admirable en todos los sentidos, no sabía dónde estaba la cocina y mucho menos el lavarropas.

Pero los tiempos han cambiado, y eso es bueno. Creo que estamos viendo muchos cambios en ese sentido.

Por lo tanto, me preguntan muchas veces, como el Juez Ginsburg, ¿las juezas deciden los casos de manera distinta por el hecho de ser mujeres?

Creo que ambos hemos contestado esa pregunta de la siguiente manera: cuando llegue el momento, una anciana sabia y un anciano sabio llegarán a la misma conclusión.

Por lo tanto, creo que tal vez esa debería ser nuestra aspiración, que independientemente del sexo u origen, todos podemos volvernos sabios, sabios a través de nuestras distintas batallas y distintas victorias, sabios a través del trabajo y la diversión, a través de nuestra profesión y a través de nuestras familias.

Muchas gracias por haberme invitado aquí hoy para pasar la hora con ustedes, cuando pensamos sobre los cambios que todos hemos vivido en los papeles y oportunidades para las mujeres en mi tiempo de vida.

Gracias.

SRA. TANDY: Gracias, Jueza O'Connor, por sus palabras de inspiración y el legado rico que nos ha señalado. Cuando estemos pensando en quejarnos, recordaremos a todas las mujeres que nos precedieron.

Jueza O'Connor, por favor, puedo pedirle que venga hasta aquí? Nuestras fantásticas Brownies tienen una presentación especial para usted. Por favor, párese aquí, su Excelencia.

JUEZA O'CONNOR: Es grandioso contar con la presencia de las Brownies aquí hoy. Cuando estábamos esperando la Presentación de la Bandera, mirábamos pero no podíamos ver nada.

No han crecido a sus alturas definitivas todavía; sin embargo, nos complace muchísimo verlas. Muchas gracias.

Gracias. Fantástico. Realmente hermoso.

Gracias, Brownies.

SRA. TANDY: Me complace, ahora, invitar a Anamer Castrello a presentar una selección musical para nosotros. Sin embargo, me gustaría primero hablarles brevemente sobre sus antecedentes. Son antecedentes impresionantes, por donde uno los mire. Ella nació en Puerto Rico y se graduó en la Universidad de Puerto Rico. Tiene un título de Master en Humanidades en Educación Musical de la Universidad de Nueva York y Master de Música e Interpretación de Óperas de la Universidad de Maryland. Ha ganado muchos premios por sus interpretaciones y se ha presentado con la Ópera de Baltimore, el Teatro Shakespeare y muchos otros lugares demasiado numerosos para ser nombrados.

Por favor, acompáñenme en darle la bienvenida nuevamente a Anamer Castrello.

Eso fue extraordinario. Muchísimas gracias por elevar nuestros espíritus y compartir su gran talento, el de ambos. Nuevamente gracias, Anamer Castrello y Daniel Sticko, quien acompañó a la Sra. Castrello. Gracias.

En este momento, me gustaría agradecer a los participantes del programa de hoy y a nuestra invitada especial y homenajeada, la Jueza Sandra Day O'Connor. Muchas gracias por compartir sus experiencias y su historia con nosotros. El Secretario de Justicia de los Estados Unidos, Alberto Gonzales, nuestra Tropa de Brownies de Fairfax, Virginia, Anamer Castrello, Daniel Sticko, así como todos nuestro copatrocinadores. La DEA está orgullosa de ser la copatrocinadora del programa de hoy, pero deseo señalar que este programa es la labor de muchos y quiero agradecer públicamente a todos nuestros otros copatrocinadores de hoy, el Dr. Paul Cortz y la División de Gestión de Justicia, Carl Truscott, la Oficina de Control de Bebidas Alcohólicas, Tabaco y Armas de Fuego y Explosivos, la Oficina Federal de Prisiones y Michael Battle y la Oficina Ejecutiva de Fiscales Federales, así como la Oficina Ejecutiva de Revisión de Inmigración. Estos son nuestros copatrocinadores del día de hoy. Finalmente, deseo agradecer también a nuestros grandes talentos musicales, así como al Comité Federal de Planificación de Mujeres, los miembros del equipo del Secretario de Justicia de los Estados Unidos, Marcus Williams, el Director Interino del Personal del EEO de la División de Gestión de Justicia y su personal, y todas las demás personas que participaron en la planificación de la celebración de hoy.

Esto encierra nuestro programa. Muchísimas gracias por su presencia.

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