Sello del Departamento de Justicia

Comentarios preparados para el discurso del Secretario de Justicia de los Estados Unidos Michael B. Mukasey en la ceremonia de entrega de premios a Empleados del año de la Junta Ejecutiva Federal de la Ciudad de Nueva York

Ellis Island, Nueva York
16 de mayo de 2008

Buenas tardes y gracias, Cliff, por la amable presentación.

Me complace estar hoy con ustedes para reconocer los logros y la dedicación de los empleados federales que sirven aquí en Nueva York.

Volver a esta ciudad, mi casa de toda la vida, me recuerda un comentario realizado por uno de mis predecesores en el puesto de Secretario de Justicia de los EE.UU., Robert Jackson, en un viaje a California en 1939. Enfatizando las virtudes relativas de la vida fuera de Washington, D.C., Jackson dijo: "Todos los funcionarios públicos deberían tener que pasar una semana en su casa — donde sea que fuera—cada tres semanas para experimentar la vida real, para aliviar la hipertensión política que siempre afecta a Washington y que, más o menos en esta época del año, tiende a poner un poco histéricas a sus víctimas". Calculo que es debatible si tenía o no a la Ciudad de Nueva York en mente cuando dijo eso; este lugar no es conocido precisamente por bajar la presión arterial. Pero, de todos modos, gracias por invitarme aquí, y hacer que esté un poco menos histérico y más como en casa.

Es un honor especial estar en este lugar histórico, el punto de ingreso de tantos inmigrantes a este país. Mi padre llegó a esta isla en 1921 con su hermana menor proveniente de una región que en ese momento formaba parte de Rusia. Tenía 19 años; él y su hermana estaban solos y prácticamente sin un centavo. El hecho de que su hijo pudiera regresar a esta isla 87 años más tarde como Secretario de Justicia de los Estados Unidos, para exaltar la idea y el hecho del servicio a lo que ya era su nuevo país, claramente es un poderoso testamento de lo excepcional que es esta nación.

Mi propia perspectiva sobre el servicio público está forjada por mis 23 años combinados en el gobierno federal: como Secretario de Justicia Auxiliar de los EE.UU., juez de un Tribunal de Distrito, y ahora como el Secretario de Justicia de los EE.UU. Al recordar, puedo decir sin dudarlo que mis años en cargos públicos han sido por mucho los más significativos para mí.

No solo porque no hay nada que dé más satisfacción que trabajar para el bienestar público, sino también porque los dedicados hombres y mujeres con los que he trabajado en el gobierno federal están entre las mejores personas que he conocido.

Actualmente, cuando voy a trabajar al Departamento de Justicia, estoy rodeado por un personal que se destaca porque todas las personas tienen un talento que está en el primer nivel – legal y en otros campos – entre las numerosas personas talentosas con las que he tratado. Cualquiera de ellos podría ganar un sueldo mucho más alto en el sector privado, probablemente con menos estrés y un horario más reducido: y sé que podría decir lo mismo de muchas de las personas que se encuentran hoy aquí. Pero ellos, al igual que ustedes, han elegido trabajar en el gobierno, y este país se beneficia con esa elección.

Es por eso que antes que nada, lo que quiero decir es gracias: por su dedicación, su compromiso y su labor en beneficio de sus conciudadanos.

El trabajo del gobierno federal es difícil, y a menudo se realiza sin el agradecimiento correspondiente, pero es de una importancia mayúscula. Ya sea que los conciudadanos a los que sirven se den cuenta habitualmente o no, las responsabilidades de quienes están hoy aquí – y de todo el gobierno federal – afectan casi todos los aspectos de sus vidas.

Ustedes protegen a nuestro país de ataques terroristas y fortalecen las fronteras de nuestra nación. Ustedes protegen el suministro de alimento y agua, y el medio ambiente de la nación. Ustedes cuidan a nuestros niños, enfermos, ancianos, pobres, a nuestras tropas y a nuestros veteranos. La lista es infinita y nos afecta y beneficia a todos.

La diversidad de esas contribuciones se ve reflejada en la amplitud de campos de las personas premiadas hoy. Hay personas de todo el poder ejecutivo: desde el Buró Federal de Investigaciones [Federal Bureau of Investigation (FBI)] hasta la Administración Federal de Aviación [Federal Aviation Administration (FAA)], desde la Oficina de Estudios Geológicos de los EE.UU. hasta el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EE.UU., desde el Departamento de Salud y Servicios Humanos hasta el Departamento de Seguridad Nacional.

Hay personas cuyos logros llegan a los titulares, como el equipo de la Operación Luz Brillante [Shining Light] que desbarató un complot terrorista para atacar al aeropuerto JFK, y hay personas cuyos logros seguramente nunca lleguen a los periódicos, pero cuyas contribuciones son de igual importancia.

Eso incluye a supervisores y líderes de equipo, así como también a los responsables de brindar apoyo técnico y logístico, conocimientos científicos y asistencia administrativa. En síntesis, ellos abarcan y definen lo que significa ser un empleado federal.

Las personas toman cargos públicos por diversas razones. Para algunos, es un trabajo. Para otros, es un honor y un deber. Para muchos de quienes están hoy aquí, es la esencia de quienes son: personas que están dispuestas a recibir menos y dar más para servir a sus comunidades y a sus conciudadanos.

Un ejemplo dramático de ese espíritu es el coraje de Andrew MacDonald, un empleado de la FAA que, camino al trabajo, un día puso en riesgo su propia vida para intentar salvar a una mujer tendida en el medio de una transitada avenida. Otros ejemplos menos dramáticos, pero igual de significativos, de ese espíritu de ayudar a los demás más allá del puesto concreto de trabajo son Richard Berman, quien dedica horas y horas a ayudar a víctimas del SIDA y el VIH; James Cott, quien creó un programa innovador de mentores para jóvenes en la Fiscalía Federal; y Jeanne Morrone y Patricia Holmes-Burford, quienes batieron récords en la Administración de Seguridad Social recolectando donaciones de caridad a través de la Campaña Federal Combinada.

Muchos de quienes están aquí, como yo, han alternado (o alternarán) entre el servicio público y el sector privado. Nuestro gobierno se beneficia muchísimo con esa especie de polinización cruzada, ya que aporta energía, destrezas y experiencia del sector privado a la tarea de resolver problemas para beneficio público.

Pero para muchos de ustedes, como Nancy Williams y Robert Mudzinski, el servicio público es una vocación de toda la vida. La Sra. Williams ha servido a su país en la Administración de Seguridad Social por más de 50 años: ¡más de medio siglo! ... y el Sr. Mudzinski ha hecho lo mismo en el Servicio Secreto durante más de 40 años. El gobierno se puede beneficiar de personas, como yo, que no pueden mantener mucho tiempo el mismo trabajo, pero literalmente no podría funcionar día día, año a año, sin la dedicación y el compromiso de personas como la Sra. Williams y el Sr. Mudzinski.

Los beneficiarios individuales del premio que acabo de mencionar solo son un ejemplo de las personas extraordinarias que están siendo homenajeadas hoy, y todos los años, por la Junta Ejecutiva Federal. Al revisar los contenidos del programa de hoy, no se puede evitar quedar impresionado. Es un catálogo de logros sobresalientes, y las biografías de estos hombres y mujeres son suficientes para convencer a cualquier cínico de que el gobierno puede marcar, y marca, una diferencia.

He sido Secretario de Justicia de los EE.UU. solo por unos seis meses. Pero durante ese tiempo, me he concentrado en salir lo más posible para conocer y agradecer a las personas que realizan el trabajo del Departamento de Justicia día a día. El Departamento de Justicia, como muchos de los otros departamentos y dependencias representadas hoy aquí, más que un edificio en Washington, es un ejército en el campo. Son las tropas – como ustedes – quienes hacen el trabajo por el que otros – como yo – reciben el reconocimiento. No lo hacen por el sueldo, por las comodidades materiales, ni por el reconocimiento, sino que lo hacen por el orgullo que genera hacer lo correcto y servir a los demás.

Ese sentido del orgullo es lo que primero me llevó a trabajar en el gobierno hace 35 años. Cuando era un abogado joven en un bufete privado en Nueva York, hubo un socio principal del bufete de abogados que me impresionó especialmente. En la oficina, a menudo parecía estar encorvado, con el rostro levemente taciturno. Siempre que era posible, este socio inventaba una razón para ir al centro al tribunal federal, y cuando lo hacía pasaba a visitar a sus antiguos colegas que trabajaban en la Fiscalía Federal. Y durante esas visitas, a las que me sumaba, nunca era el mismo: Su mirada apesadumbrada desaparecía y se erguía con orgullo. En ese momento yo no sabía qué era lo que provocaba esa transformación, pero sabía que, sin importar lo que fuera, yo quería eso.

Como él, todos ustedes pueden y deben tener la frente bien alta.

Felicito a todos los premiados de hoy y les agradezco su extraordinario servicio al país.

Gracias.

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