Sello del Departamento de Justicia

OBSERVACIONES DEL HONORABLE ALBERTO R. GONZALES
SECRETARIO DE JUSTICIA DE LOS ESTADOS UNIDOS

SEMANA NACIONAL DE LOS DERECHOS DE LAS VÍCTIMAS DE LA DELINCUENCIA
CEREMONIA DE ENTREGA DE PREMIOS

VIERNES 8 DE ABRIL DE 2005
WASHINGTON, DC


Gracias, Tracy, por la presentación.

Es un honor estar con ustedes en esta vigésimo quinta conmemoración de la Semana Nacional de los Derechos de las Víctimas de la Delincuencia. Hoy celebramos el extraordinario progreso que hemos realizado juntos para dar a las víctimas una voz en nuestro sistema legal.

Quiero tomarme un momento para agradecer a mi esposa, Rebecca. Becky está hoy aquí conmigo porque está profundamente interesada en las cuestiones que enfrentan las víctimas de delitos. Pasó tres años y medio en la Oficina del Secretario de Justicia de los Estados Unidos de Texas trabajando para programas de agresión sexual en todo el estado. Ella entiende que los más altos ideales de compasión y justicia requieren que protejamos el bienestar de todas las víctimas.

Ha visto que hemos llegado lejos desde que el Presidente Ronald Reagan declaró la primera Semana Nacional de Derechos de las Víctimas de Delitos hace más de dos décadas. Por supuesto, el Presidente Reagan fue el defensor perfecto de esta importante cuestión, pues podía identificarse con ello, ya que él mismo había sido una víctima. El plomo de la bala de un asesino sólo endureció su voluntad para lograr que las víctimas de delitos violentos fueran escuchadas mediante nuestro sistema de justicia.

Desde que el Presidente Reagan destacó por primera vez los derechos de las víctimas en nuestra discusión nacional, los estadounidenses hemos escuchado con preocupación las historias de las víctimas de delitos. Y hemos respondido con compasión y acciones.

Sin embargo, todavía nos queda trabajo por hacer. Es por ello que nombré a los derechos de las víctimas como una de mis principales prioridades en mi primer discurso en el Departamento de Justicia.

Anoche, escuchamos una de esas historias, la historia del coraje excepcional de Trisha Meili. Después del brutal ataque que sufrió en el Central Park, ahora nos ofrece palabras de esperanza. Su perseverancia, luego de un delito tan brutal, es un faro para todos quienes han sido víctimas. Trisha, nos inspiras como pocos pueden. Gracias por estar con nosotros hoy.

Las palabras y acciones de Trisha me recuerdan el ejemplo marcado por otra víctima del delito violento. El mundo se detuvo hoy para celebrar la vida, y la resistencia, del Papa Juan Pablo II.

Temprano esta mañana, millones de personas, desde presidentes hasta peregrinos, atestaron la Plaza San Pedro y formaron corrillos en torno a las pantallas de video en toda Roma para ver el funeral del Papa. Y cientos de millones más miraron en sus salas de estar, desde Cracovia hasta Chicago y en todas partes entre esos puntos.

Los dolientes estuvieron silenciosos ante el ejemplo de sufrimiento del Papa. Como para muchas víctimas del delito, el sufrimiento profundo no disminuyó su resolución de hacer una diferencia en el mundo. Cuando recibió múltiples balazos, y nuevamente cuando la enfermedad de Parkinson se afianzó en su cuerpo, la perseverancia del Papa nos enseñó que el sufrimiento es un regalo de Dios.

El sufrimiento toma muchas formas y no discrimina a quienes afecta. Las víctimas de delitos, y las familias y amigos de seres amados perdidos o heridos sufren de formas inimaginables. Puede resultar difícil a quienes sufren considerar ese dolor un obsequio. Pero con el tiempo, la ayuda de otros, y la gracia de Dios, la experiencia puede ser una fuente de crecimiento y motivación. Y ese regalo debe compartirse con otras personas. Quienes han sufrido tienen una oportunidad de ayudar a otros con su propio sufrimiento, de levantar a quienes no tienen fuerza suficiente, de aconsejar a quienes aún tienen por delante transitar su propio dolor.

Las lecciones de quienes sufrieron pueden hacer una diferencia en las vidas de otros. El Papa afectó a miles de millones de personas. Cada uno de nosotros puede sólo esperar alcanzar a unas pocas, o a unas pocas centenas. Pero el ejemplo del sufrimiento del Papa nos da la oportunidad de dejar nuestra marca en el mundo y de tocar las vidas de otros… como lo han hecho él y héroes como Trisha.

Hay muchos héroes en la lucha por los derechos de las víctimas; y quiero prestar reconocimiento a tres personas que representan la primera labor de nuestra nación para ayudar a crear un sistema de justicia que respalde a las víctimas de delitos:

Lois, Terry y Doris sirvieron todos en el Grupo de Trabajo del Presidente Reagan en 1981 para Víctimas del Delito. Es en gran medida por sus esfuerzos que esta semana puede servir un propósito mayor que el de ser meramente un momento para reflexionar sobre las víctimas del delito: podemos celebrar su marca en el mundo.

El informe final del Grupo de Trabajo contuvo 68 recomendaciones específicas para mejorar la forma en que las víctimas de delitos son tratadas. El informe declara de manera audaz que: "En algún punto del camino, el sistema comenzó a tratar a la víctima con desinterés institucionalizado". Ese informe se centró en este serio problema y nos puso en la senda de soluciones concretas.

Durante los últimos 25 años, gracias al Presidente Reagan, al Grupo de Trabajo y al movimiento por los derechos de las víctimas, nosotros nos hemos concentrado en terminar con ese "desinterés institucionalizado". Gracias, Jueza Haight, Terry Russell y Doris Dolan por su servicio a las víctimas y por estar con nosotros hoy.

Como el Presidente Bush dice a menudo, el poder de los Estados Unidos está en su pueblo. Somos gente compasiva. Y dondequiera que haya sufrimiento humano, está también la humanidad del consuelo personal. Muchos que aplican los bálsamos del consuelo y la compasión a las víctimas del delito son quienes comparten una comprensión común del sufrimiento.

Nuestra nación se apoya tanto en ellos, personas que han experimentado el sufrimiento y que eligieron abrazar el de otros, como lo hace en programas o políticas que garantizan los derechos de esas víctimas.

Tenemos una responsabilidad institucional para con las víctimas de delitos violentos. Pero eso llega después de nuestra responsabilidad individual de compartir la experiencia humana del sufrimiento con nuestros compañeros hombres y mujeres.

El Presidente Reagan mostró una profunda empatía en ambos niveles, como persona y como el Jefe a cargo de brindar consuelo. Lo vimos mientras se recuperaba en una cama de hospital. Lo vimos mientras encomiaba a los astronautas del Challenger en la televisión en vivo. Lo vimos en su suave sonrisa.

Pero también puso a la nación que amaba en el camino correcto para tratar compasivamente a las víctimas de forma institucional.

En una ceremonia en la Casa Blanca para conmemorar la Semana de las Víctimas del Delito en 1984, alabó a las víctimas reunidas por "convertir su congoja en acción constructiva, mediante el establecimiento de programas para ayudar a sus conciudadanos, que han sufrido (como ellas) a manos de delincuentes".

Hoy, el legado del Presidente Reagan y su espíritu se extienden a casi todos los sectores de los derechos de las víctimas y de los servicios a las víctimas.

Ustedes pueden ver su legado en los miles de programas de asistencia local a las víctimas basados en la legislación que él fomentó. Pueden verlo en la compasión del refugio para víctimas de violencia doméstica que cuida de una esposa abusada y de sus hijos. Y ustedes pueden ver su legado en las unidades del fiscal de distrito para asistencia a víctimas, donde los fiscales y las fuerzas del orden público pueden aconsejar a las víctimas de acoso.

Desde que el Presidente Reagan habló tan elocuentemente y actuó tan decisivamente a favor de las víctimas de delitos, hemos visto surgir una red de programas para proveer ayuda financiera a las víctimas. Para los supervivientes de violación, llega en forma de atención médica. Para las víctimas de agresión, puede ser el pago que les ayude a cubrir las pérdidas salariales mientras se recuperan en casa. A veces, son la ayuda y el apoyo dados a la familia de una víctima de asesinato con grandes dificultades para pagar un funeral.

Durante los últimos 25 años, hemos luchado para garantizar que nuestro sistema judicial sea rápido y seguro y que nuestras actividades dirigidas hacia las víctimas sean compasivas y reconfortantes.

Durante los últimos cuatro años, he tenido el honor de servir a un Presidente que ha seguido el ejemplo del Presidente Reagan. El Presidente Bush compartió el dolor y el sufrimiento que todos sentimos el 11 de septiembre, y reforzó las emociones de una nación que se sintió víctima. Es importante además, que cree que nuestro sistema judicial debe proteger a los derechos de las víctimas de delitos.

Como el Presidente Reagan, el Presidente Bush ha hablado elocuentemente sobre los derechos de las víctimas, diciendo que: "la justicia es uno de los compromisos que definen a los Estados Unidos". En nuestra guerra contra el terrorismo, constantemente recuerdo a nuestros conciudadanos que buscamos justicia y no venganza. Buscamos justicia para todas nuestras víctimas ... incluyendo justicia para las víctimas de delitos violentos".

El pasado octubre, el Presidente Bush firmó la Ley de Justicia para Todos, la más completa ley federal de derechos para víctimas en la historia.

La Ley de Justicia para Todos da a las víctimas en el sistema federal un acceso sin precedentes para garantizar que se haga justicia. Por ejemplo, todas las víctimas de delitos federales tienen ahora el derecho a asistir a los procedimientos en los casos y a hablar en las audiencias de condenación. Y la Ley afirma explícitamente sus derechos básicos a ser tratadas con justicia y respeto y a ser notificadas de los avances en sus casos.

Estoy orgulloso de servir a un Presidente decidido a llevar a las víctimas desde la periferia del sistema a su verdadero centro.

Tres años atrás, el Presidente Bush hizo claro su compromiso para con las víctimas, al refrendar una enmienda constitucional sobre los derechos de las víctimas de delitos federales. "Las víctimas de delitos violentos", dijo, "tienen derechos importantes que merecen ser protegidos en nuestra Constitución".

El compromiso del Presidente para lograr esta meta tan esperada no ha sufrido merma alguna. Y tengo el privilegio de ayudarlo a honrar ese compromiso y de usar los recursos del Departamento de Justicia para ayudar a atender las necesidades de las víctimas.

Quiero elogiar a John Gillis, al personal de la Oficina para Víctimas del Delito, y al personal de los Programas de la Oficina de Justicia, por el trabajo que vienen realizando para servir a las víctimas del delito. La propia historia de John muestra que del sufrimiento puede surgir el obsequio de una gran fuerza.

La hija de John, Lourna, fue asesinada en 1979, y desde entonces él se ha dedicado a los derechos de las víctimas y sus familias. El suyo es otro ejemplo inspirador de alguien que, como tantos de ustedes, ha transformado un sufrimiento inimaginable en el trabajo de su vida. Todos nos beneficiamos del regalo de sus esfuerzos, y quiero agradecérselo nuevamente.

En gran medida, como el Grupo de Trabajo del Presidente Reagan, el personal de John ha viajado por todo el país para encontrarse con las víctimas y escucharlas directamente, y está usando esta información invaluable para dar forma a su extensión a la comunidad.

También han respondido al llamado del Presidente para conseguir ayuda de la comunidad religiosa para mejorar aún más la labor de extensión a las víctimas. Hoy, los programas de asistencia a las víctimas están trabajando mano a mano con los líderes espirituales, las iglesias y las sinagogas para ayudar a las víctimas en su proceso de recuperación.

Y a través del programa HOPE, el Programa de Subvenciones de Ayuda para la Expansión de Programas de Extensión [Helping Outreach Programs to Expand Grant Program], el Departamento de Justicia proporcionó un financiamiento inicial a más de 300 organizaciones comunitarias de víctimas. Estos programas operan a menudo con escasos medios, pero son la mejor y, a veces, la única fuente de ayuda y esperanza para las víctimas.

Algo que el Departamento sabe es que el proceso de ayudar a las víctimas produce un desgaste enorme en aquellos que brindan la ayuda. Veo que nuestro trabajo no se limita a proporcionar recursos a las víctimas, sino que también debe apoyar a quienes las ayudan. La Oficina del Departamento para Víctimas del Delito tiene la obligación de cumplir esta responsabilidad, entrenando y consultando a proveedores de servicios y dándoles las herramientas y el apoyo que necesitan para realizar sus trabajos.

Uno de nuestras importantes labores en la lucha contra el delito es el progreso en el uso de pruebas de ADN. Sé que se ha colocado mucho énfasis últimamente en el valor del ADN para exonerar a los inocentes. Exculpar a los acusados por error es una importante aplicación de la ciencia forense, y una que estoy seguro que todos aquí aplauden. Sin embargo, es igualmente importante el potencial del ADN para ayudar a las víctimas y para prevenir completamente el delito.

Por ejemplo, los supervivientes de violación son a menudo interrogados cruelmente sobre su capacidad para identificar a sus atacantes. El análisis de ADN puede evitar esa carga y establecer concluyentemente la identidad.

Los familiares de víctimas de homicidio desaparecidas claman por respuestas. El análisis de ADN puede permitirnos identificar a las víctimas y brindar a sus familiares cierto consuelo.

Las estadísticas sobre el delito muestran que los pedófilos seriales cometen docenas de delitos contra niños durante sus vidas. El análisis por ADN puede permitirnos identificar a los predadores seriales más rápidamente y evitar que generen futuras víctimas del delito.

El Presidente y yo sabemos que el ADN puede, también, ayudar a resolver delitos mucho después de haber sido cometidos, permitiendo a las víctimas y a sus familiares cierto consuelo al saber que se ha hecho justicia.

El año pasado, gracias a pruebas genéticas, la policía y los fiscales resolvieron la violación y muerte, sucedidos una década atrás, de la cantante Mía Zapata. Después de 10 años de espera, los amigos y familiares de Mía encontraron alivio cuando el responsable fue condenado por homicidio en primer grado y sentenciado a 37 años de prisión.

La tecnología de ADN nos dará las herramientas que necesitamos para dotar de mayor velocidad y certeza al proceso de buscar justicia. El ADN promete terminar con el miedo de miles de víctimas de delitos violentos preocupados que sus atacantes sigan caminando por las calles. Y puede significar que los delincuentes violentos paguen por todos sus delitos, incluso aquellos cometidos hace años o décadas.

Sin embargo, teniendo en cuenta toda la energía que dedicamos a luchar contra el delito, a hacer justicia y a reconfortar a las víctimas del delito y el sufrimiento de otros . . . no debemos olvidar que el perdón puede ser una parte crucial del proceso de recuperación.

Desde el fallecimiento del Papa, a muchos se les ha recordado su conmovedora visita para perdonar a su agresor cara a cara. Eso requirió una fortaleza excepcional. Para muchos, esa fortaleza es demasiado difícil de reunir.

Sin embargo, fortaleza es lo que vio el Presidente Reagan cuando miró a los Estados Unidos. Es lo que veo en los ojos de tantos estadounidenses cuando viajo por el país. Es lo que hemos visto en gente como Trisha y otras víctimas que han compartido sus historias.

El mundo nos conoce como una nación que se atreve a lograr grandes cosas. Como estadounidenses, sabemos que esa osadía se desprende de la resolución de nuestro propósito, de nuestro compromiso hacia los demás y de nuestra compasión como pueblo.

Hoy, honramos a tantos sanadores y recordamos a tantos héroes. Los felicito por dedicarse a una causa de gran valía: la de ayudar a quienes mucho lo necesitan. Ustedes han dejado su marca, como lo hizo el Presidente Reagan, como lo hizo el Papa Juan Pablo II, como lo han hecho tantas víctimas que eligieron convertir su sufrimiento en un triunfo del espíritu para una comunidad entera.

Han prestado a su país y a sus conciudadanos un invaluable servicio.

Espero con ansias seguir trabajando juntos para construir una nación mejor y más justa para todos.

Que Dios los bendiga a ustedes y a sus familias y que siga bendiciendo a los Estados Unidos de América.

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