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Las autoridades médicas y científicas están de
acuerdo en que el VIH no sobrevive con facilidad fuera del cuerpo,
lo cual hace remota la posibilidad de una transmisión ambiental. El
VIH se encuentra a diferentes cantidades o concentraciones en la
sangre, el semen, las secreciones vaginales, la leche de seno, la
saliva y las lágrimas. Para obtener datos acerca de la supervivencia
del VIH, los estudios de laboratorio han tenido que utilizar
concentraciones artificialmente elevadas de virus cultivados en
laboratorio. Aunque estas concentraciones no naturales del VIH se
pueden mantener con vida durante días o incluso semanas en
condiciones de laboratorio limitadas y de control estricto, los
estudios de los CDC han demostrado que incluso a esas altas
concentraciones, las concentraciones de VIH se secan después de
varias horas y la cantidad del virus infeccioso se reduce entre un
90 y un 99 por ciento. Debido a que las concentraciones del VIH
usadas en los estudios de laboratorio son mucho más altas que las
encontradas en circunstancias reales en la sangre y en otros
especímenes, el secado de la sangre humana y de otros líquidos
corporales infectados por el VIH, reduce el riesgo teórico de
transmisión ambiental esencialmente a cero. En ciertas ocasiones,
las interpretaciones incorrectas de algunas conclusiones derivadas
de estudios de laboratorio han causado alarmas innecesarias.
No se deben utilizar los resultados de los
estudios de laboratorio para evaluar el riesgo personal específico
de infección porque (1) la cantidad estudiada del virus no se halla
en muestras humanas ni en la naturaleza y (2) no se ha identificado
ningún caso de infección por el VIH debido al contacto con una
superficie ambiental. Además, el VIH no se puede reproducir fuera de
su huésped vivo (a diferencia de muchas bacterias u hongos que
pueden hacerlo en condiciones adecuadas), a menos que el VIH esté en
condiciones de laboratorio; por lo consiguiente, no se propaga ni
mantiene su contagiosidad fuera de su huésped. |