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Cáncer del hígado infantil: Tratamiento (PDQ®)
Versión Paciente   Versión Profesional De Salud   In English   Actualizado: 11/21/2007



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Este sumario informativo sobre el tratamiento del cáncer es un compendio que abarca el pronóstico, diagnóstico, clasificación y tratamiento del cáncer del hígado infantil.

El Instituto Nacional del Cáncer ofrece los sumarios de tratamiento con información oncológica pediátrica del PDQ como un servicio público para aumentar el grado de accesibilidad de información con base científica entre el personal sanitario, pacientes y el público en general. Estos sumarios son periódicamente actualizados conforme a las más recientes investigaciones y descubrimientos publicados en la literatura especializada por un Consejo Editorial conformado por especialistas en oncología y pediatría. La información contenida en este enlace está en inglés.

El cáncer es poco común en los niños y adolescentes, y estos deben ser siempre referidos a centros médicos que cuenten con un personal médico multidisciplinario de especialistas en cáncer con amplia experiencia en el tratamiento de los cánceres que aparecen durante la niñez y la adolescencia. Dicho personal debe contar con la pericia del médico de cabecera, subespecialistas en cirugía pediátrica, radioterapeuta, oncólogos y hematólogos pediatras, especialistas en rehabilitación, especialistas en enfermería pediátrica, trabajadores sociales y otros, con el fin de asegurarse de que los pacientes reciban el tratamiento, apoyo terapéutico y rehabilitación que determinen una calidad de vida y una supervivencia óptima. (Para obtener información específica sobre el Cuidado médico de apoyo para niños y adolescentes con cáncer, consultar los sumarios del PDQ sobre este tópico.)

Las pautas para los centros de cáncer pediátrico y su función en el tratamiento de los pacientes pediátricos con cáncer han sido delineadas por la Asociación Estadounidense de Pediatría.[1] En estos centros pediátricos para el tratamiento del cáncer, se cuenta con ensayos clínicos para la mayoría de los tipos de cáncer que afectan a niños y adolescentes, y se ofrece la posibilidad de participar en estos ensayos a la mayoría de los pacientes y sus familiares. Los ensayos clínicos diseñados para niños y adolescentes con cáncer generalmente comparan un tratamiento potencialmente mejor con el tratamiento actualmente aceptado como estándar. Gran parte del avance en la identificación de terapias curativas para los cánceres infantiles se ha logrado a través de ensayos clínicos. Para mayor información en sobre ensayos clínicos en curso, consultar el portal de Internet del NCI. (Nota: la información contenida en este enlace solo está disponible en inglés.)

En décadas recientes, se ha logrado mejoras espectaculares en la supervivencia de los niños y adolescentes con cáncer. Los niños y adolescentes que han sobrevivido el cáncer requieren un seguimiento atento ya que los efectos secundarios de la terapia anticancerosa pueden persistir o hasta surgir meses o años después del tratamiento. (Consulte el sumario Efectos tardíos del tratamiento anticanceroso en la niñez para obtener información específica sobre los tipos de efectos tardíos, su incidencia y su control en niños y adolescentes que han sobrevivido el cáncer.)

El cáncer hepático, una neoplasia maligna poco común en niños y adolescentes, se divide en dos grandes subgrupos histológicos: hepatoblastoma y carcinoma hepatocelular. La edad de inicio del cáncer hepático en niños está relacionada con la histología del tumor. El hepatoblastoma ocurre generalmente antes de los 3 años de edad, y alrededor de 90% de los tumores hepáticos malignos en los niños menores de 4 años son hepatoblastomas.[2] La incidencia del hepatoblastoma en Estados Unidos parece haberse duplicado en los últimos 25 años, mientras que la incidencia del carcinoma hepatocelular en los Estados Unidos varía poco con la edad entre 0 y 19 años de edad y no ha variado apreciablemente con el tiempo.[2,3] Se desconoce la causa de este aumento, pero un factor contribuyente pudiera ser la creciente supervivencia después de nacimientos prematuros de muy poco peso que se sabe que están relacionados con el hepatoblastoma.[4] En Japón, el riesgo de hepatoblastoma en los niños que pesaron menos de 1.000 g al nacer es 15 veces mayor que el riesgo de los niños de peso normal al nacer.[5] Otros datos han confirmado la incidencia alta de hepatoblastoma en lactantes prematuros de muy bajo peso al nacer.[6] En varios países asiáticos, la incidencia del carcinoma hepatocelular en los niños es más de 10 veces mayor que en América del Norte. La alta incidencia parece estar relacionada con la alta incidencia de hepatitis B adquirida perinatalmente, que es posible prevenir por medio de la vacunación.[7] La tasa de supervivencia general de los niños con hepatoblastoma es 70%,[8-10] pero para aquellos que tienen carcinoma hepatocelular es de solamente 25%.[2,11,12]

La curación del hepatoblastoma o del carcinoma hepatocelular requiere una resección macroscópica completa del tumor. La mayoría de los pacientes sobrevive la extirpación de un hepatoblastoma que ha sido extraído por completo, pero menos de la tercera parte de los pacientes tienen lesiones que pueden ser resecadas completamente en el momento del diagnóstico. Por lo tanto, es de importancia crítica que un niño que pueda padecer de hepatoblastoma sea evaluado por un cirujano pediátrico con experiencia en la resección del hepatoblastoma en los niños. La quimioterapia puede, con frecuencia, disminuir el tamaño y la extensión del hepatoblastoma, permitiendo que se realice una resección completa.[8-10,13-16] El trasplante ortotóptico del hígado ofrece una opción de tratamiento adicional para los pacientes cuyos tumores permanecen irresecables después de la quimioterapia preoperatoria;[14,15,17] sin embargo, la presencia de tumor residual microscópico en el margen quirúrgico no impide un desenlace favorable. Cursos adicionales de quimioterapia, que suelen consistir en fármacos estándar utilizados para tratar este cáncer, se administran a todos los pacientes después de la operación que dio como resultado los márgenes positivos.[8,9,18] El hepatoblastoma suele ser unifocal, mientras que el carcinoma hepatocelular con frecuencia es ampliamente invasor o multicéntrico. Por lo tanto, la resección es posible con más frecuencia en el hepatoblastoma que en el carcinoma hepatocelular, en el cual menos del 30% es resecable.[19] El trasplante ortotópico de hígado ha sido exitoso en niños seleccionados con carcinoma hepatocelular.[16]

La mayoría de los pacientes con hepatoblastoma o con carcinoma hepatocelular tiene un marcador tumoral sérico, alfa-fetoproteína, que refleja en forma paralela la actividad de la enfermedad. La falta de disminución significativa en los niveles de alfa-fetoproteína con el tratamiento puede predecir una mala respuesta a la terapia.[20] La ausencia de alfa-fetoproteína elevada puede ser un signo pronóstico precario en el hepatoblastoma, ya que está relacionado con la variante histológica de células pequeñas (anaplásica), que responde de forma muy precaria a la quimioterapia. Las concentraciones de la hormona gonadotropina coriónica humana-beta (hCG-β) pueden aumentar en niños con hepatoblastoma o carcinoma hepatocelular, lo que puede resultar en precocidad isosexual.[21,22]

El hepatoblastoma forma parte del grupo de características relacionadas con el síndrome de Beckwith-Wiedemann o su variante, la hemihipertrofia aislada.[23,24] Otros síndromes con crecimiento somático excesivo como el síndrome de Simpson Golabi Behmel también puede estar relacionado.[25] Alrededor de 2% de los niños con hepatoblastoma tienen hemihipertrofia.[26] Menos de 1% de los niños con hemihipertrofia corren mayor riesgo de desarrollar un hepatoblastoma dentro de sus primeros años de vida.[24] Los niños con hemihipertrofia también corren mayor riesgo de desarrollar tumor de Wilms o carcinoma suprarrenal en los primeros años de su vida. Todos los niños con el síndrome de Beckwith-Wiedemann o con hemihipertrofia aislada deben examinarse con regularidad valiéndose de ultrasonido con el objetivo de detectar afecciones abdominales en un estadio temprano. La pérdida del alelo de origen materno en el locus familiar del síndrome Beckwith-Wiedemann ocurre en muchos hepatoblastomas. Por eso, la anomalía genética que produce el síndrome de Beckwith-Wiedemann pudiera estar involucrada directamente en la patogénesis de algunos casos de hepatoblastoma, y es posible que la impronta genética desempeñe una función.[27,28] Existe una relación evidente entre el hepatoblastoma y la poliposis adenomatosa familiar (FAP); los niños en las familias que llevan el gen de la FAP corren mayor riesgo de sufrir de hepatoblastoma, aunque se presenta en menos de 1% de los miembros de las familias con FAP.[29-31] La predisposición al hepatoblastoma puede estar limitada a un subgrupo específico de mutaciones FAP.[32] Se ha recomendado que todos los niños con hepatoblastoma sean examinados para detectar la hipertrofia congénita del epitelio pigmentario de la retina, un marcador de los portadores de mutación de la FAP en algunas familias con poliposis.[31] En ausencia de las mutaciones de líneas germinales de la FAP, los hepatoblastomas pediátricos no tienen mutaciones en el gen de la FAP; sin embargo, suelen tener, con frecuencia, mutaciones del gen β-catenin, cuya función está estrechamente relacionada con la FAP.[33]

El carcinoma hepatocelular está relacionado con la infección de la hepatitis B y hepatitis C,[34,35] especialmente en niños que adquirieron el virus hepatitis B en el periodo perinatal. Por eso, la inmunización general contra la hepatitis B puede disminuir la incidencia del carcinoma hepatocelular.[36] El período de incubación entre la infección del virus de la hepatitis y la génesis del carcinoma hepatocelular, es extremadamente corto en un pequeño subgrupo de niños que han adquirido el virus en el período perinatal, en comparación con el de los adultos. En el carcinoma hepatocelular infantil ocurren mutaciones en el gen del factor de crecimiento met/hepatocito y éstas pueden constituir el mecanismo que da como resultado el período más corto de incubación.[37] El carcinoma hepatocelular en niños muy pequeños también puede aparecer en niños con mutaciones en la bomba de exportación de sal bencílica ABCB11, que causa colestasis hepática familiar progresiva.[38] En los niños se relacionan varios tipos específicos de cirrosis y lesiones no virales del hígado con el carcinoma hepatocelular: tirosinemia, cirrosis biliar y deficiencia de alfa-1-antitripsina.

Bibliografía

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  5. Tanimura M, Matsui I, Abe J, et al.: Increased risk of hepatoblastoma among immature children with a lower birth weight. Cancer Res 58 (14): 3032-5, 1998.  [PUBMED Abstract]

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