Sello del Departamento de Justicia

Comentarios preparados para discurso del Secretario de Justicia de los Estados Unidos Michael B. Mukasey en el Instituto de Capacitación Judicial

Bangkok, Tailandia
Martes, 10 de junio de 2008

Buenas tardes. Hace más de 20 años que un Secretario de Justicia de los Estados no visita el Reino de Tailandia, y es un honor y un placer acompañarlos hoy en su hermoso país.

Estoy especialmente orgulloso de tener la oportunidad de hablarles en este auditorio impresionante del Instituto de Capacitación Judicial de la Oficina Judicial. Si bien ahora sirvo en el poder ejecutivo del gobierno, he servido más de 18 años como juez federal en la Ciudad de Nueva York, y tengo gran respeto tanto por la institución judicial como por los jueces, quienes deben tomar decisiones cuidadosas sobre asuntos importantes y, con frecuencia, difíciles, todos los días.

Hace ciento setenta y cinco años, los Estados Unidos y Tailandia firmaron lo que se conoce como el tratado de Amistad y Comercio. Esto hace que Tailandia sea nuestro aliado y asociado más antiguo en Asia, y uno de nuestros amigos más cercanos.

Juntos, hemos realizado muchas cosas de las que debemos estar orgullosos: Hemos proporcionado alivio después de desastres naturales; hemos asegurado la paz y la seguridad de la región; hemos abierto el camino para el tratamiento médico que salva vidas; y hemos incentivado y mantenido un comercio que ha reforzado las economías de ambos nuestros países.

También tenemos una gran historia que contar sobre la colaboración entre nuestros países en mi principal área de incumbencia: la coacción legal.

Colaboración general de las fuerzas del orden público

Todos los días, las autoridades de las fuerzas del orden público de ambos nuestros países trabajan en forma estrecha para llevar a delincuentes peligrosos ante la justicia. Con el permiso del Reino de Tailandia, los Estados Unidos cuentan con agentes de las fuerzas del orden público en el país, los cuales trabajan con sus colegas de la Policía Real Tailandesa, la Oficina del Consejo de Control de Narcóticos, la Oficina contra el Lavado de Dinero, y otros.

Dos fiscales experimentados del Departamento de Justicia fueron destinados a nuestra embajada para trabajar con su Secretaría de Justicia y Ministerio de Justicia en asuntos operativos y de capacitación. Sus labor se ve beneficiada por dos tratados fuertes, uno sobre la extradición y otro sobre asistencia legal mutua.

A lo largo de los últimos 30 años, hemos tenido más de 100 extradiciones entre los Estados Unidos y Tailandia bajo el tratado. La lista de delitos por los cuales se ha extraditado a demandados entre nuestros países es larga; la misma incluye terrorismo, asesinato y delitos violentos, explotación infantil, tráfico de personas, narcotráfico, fraude, lavado de dinero, delitos de propiedad intelectual, y corrupción.

Nuestra relación es antigua y profunda y, últimamente, también ha sido especialmente productiva.

En el mes de febrero, por ejemplo, un demandado de una organización importante de tráfico de heroína fue extraditado para ser enjuiciado en Nueva York; un distribuidor de pornografía infantil fue extraditado para ser enjuiciado en Washington, D.C.; un ladrón de banco fue deportado para ser enjuiciado en Texas; y la Policía Real Tailandesa arrestó a un demandado buscado por los Estados Unidos por fraude contra un hospital por más de 1 millón de dólares.

Luego, en marzo, el traficante de armas internacional Viktor Bout fue aprehendido por la Policía Real Tailandesa, después de una investigación prolongada realizada por la Administración de Control de Drogas de EE.UU., y se encuentra actualmente detenido a la espera de su extradición. Asimismo, la Policía Real Tailandesa aprehendió a dos hombres en Pattaya, quienes eran buscados por la distribución en Internet de esteroides.

Todos estos casos contaron con la colaboración estrecha entre nuestros gobiernos. Nuestra relación ha probado no sólo ser duradera, sino también flexible. En un caso reciente, por ejemplo, un ciudadano estadounidense era buscado por las autoridades tailandesas para ser enjuiciado por su participación en un complot en 2001 para bombardear a la embajada vietnamita en Wireless Road. Después de dicho intento, el cual afortunadamente fracasó, el demandado se escapó a los Estados Unidos, donde fue arrestado y mantenido en custodia por cargos asociados al terrorismo, por el intento de bombardeo. Sin embargo, con base en la solicitud de Tailandia, bajo el tratado de extradición, desestimamos los cargos estadounidenses rápidamente y fue extraditado a Bangkok.

Nuestra decisión de respetar los cargos tailandeses reconoció consideraciones prácticas como, por ejemplo, que las pruebas críticas y testigos se encontraban en Bangkok; también reconocimos el fuerte interés de Tailandia de enjuiciar a este demandado aquí. Esta estrategia de enjuiciamiento coordinada quedó justificada cuando un tribunal penal tailandés condenó a este demandado estadounidense por cargos de explosivos el año pasado.

Podría pasar el día dando ejemplos de nuestra colaboración estrecha, hasta agotarme y, probablemente, agotarlos a todos ustedes, cuyo trabajo arduo ha permitido una mayor seguridad para todos nuestros ciudadanos. En lugar de ello, deseo hablar sobre los éxitos que hemos tenido y el progreso que hemos realizado juntos en tres áreas: la delincuencia organizada internacional, los derechos de propiedad intelectual y el tráfico de personas.

Delincuencia organizada internacional

Hace dos meses, anuncié una nueva labor organizada por los Estados Unidos para combatir la amenaza de la delincuencia organizada internacional. Por supuesto, los delincuentes en EE.UU., así como en Tailandia, están organizados y son internacionales hace mucho tiempo, y también hace mucho tiempo que luchamos contra los mismos. Pero las amenazas específicas que enfrentamos hoy son más sofisticadas, y operan en escalas mayores, en comparación con cualquier cosa que hayamos enfrentado en el pasado.

Sabemos que, en años recientes, la delincuencia organizada internacional ha crecido considerablemente, tanto geográficamente como en su sofisticación, y que ahora amenaza de muchas maneras nuestra forma de vida, trabajo y de hacer negocios.

Algunos de los delincuentes organizados internacionales más significativos están infiltrándose en industrias estratégicas en los Estados Unidos y otros países, están proveyendo apoyo logístico a organizaciones terroristas, y son capaces de crear un caos en nuestra infraestructura económica global.

Hay personas en ambos nuestros países que no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, del peligro que representa este nuevo tipo de delito organizado; es posible que cierren los ojos debido al temor, o simplemente no comprendan su efecto. Sin embargo, nuestros gobiernos no pueden darse dicho lujo o tener esa excusa. Debemos reconocer la amenaza, y debemos hacer algo al respecto.

Es por eso que estamos contraatacando, y me complace decir que contamos con Tailandia como aliado crucial.

Un buen ejemplo de nuestra cooperación en esta área es el caso de Min Hui Loi, también conocido como "Johnny", un personaje chino importante de la delincuencia organizada en Tailandia, Indonesia, Malasia, Camboya y otros países del sudeste de Asia.

Loi era el principal proveedor de una operación de tráfico de heroína amplia, así como un líder poderoso y temido de un Tríada de Singapur-China involucrada en delitos desde la corrupción al contrabando, desde la prostitución al narcotráfico, y desde los juegos de azar a la extorsión. También tenía conexiones antiguas con miembros de la mafia italiana-estadounidense en los Estados Unidos.

Llevó años de investigación por el Departamento de Justicia y nuestros homólogos aquí en Tailandia y toda Asia, para que la policía tailandesa finalmente pudiera encontrar a Loi y arrestarlo. La colaboración entre nuestros dos países fue absolutamente indispensable en este caso.

Las autoridades aquí participaron en operaciones encubiertas críticas, realizaron una vigilancia amplia de Loi y otros objetivos de la investigación, proporcionaron pruebas documentales en respuesta a solicitudes asociadas al tratado de asistencia legal mutua, y lo extraditaron a los Estados Unidos para su enjuiciamiento. Además, Tailandia también trasladó a un testigo crítico que estaba cumpliendo una sentencia de prisión perpetua aquí, a los Estados Unidos, para que atestiguara contra Loi. Fue la primera vez que se hizo esto en esta región y un paso importante en el desarrollo de medidas de protección de testigos eficaces.

Al final, la colaboración prestada por ustedes nos permitió encarcelar a un importante personaje de la delincuencia organizada internacional, quien había sido esencialmente inmune al enjuiciamiento debido a la complejidad de sus operaciones. Después de haber sido confrontado con varios testigos que iban a atestiguar contra él, Loi se declaró culpable el primer día del juicio y recibió una sentencia de más de 12 años en prisión.

La amenaza que representan los delincuentes organizados como Loi no es algo que viven solo Tailandia o los Estados Unidos. Países que antiguamente consideraban estas operaciones delictivas el problema de otro han comenzado a reconocer que la delincuencia no respeta fronteras como lo hace la economía mundial. Debemos seguir extendiéndonos más allá de nuestras fronteras para combatir dicha delincuencia.

Propiedad intelectual

Uno tipo de delito que estos grupos encuentran atractivo y relativamente simple de cometer entre países es la comercialización de propiedad intelectual falsificada. La lucha contra este tipo de delito es importante no solo porque la presencia de bienes falsificados en el mercado global amenaza la economía global. Los bienes falsificados comprados por nuestros ciudadanos podrían poner en peligro su salud y seguridad, ya sea que dichos bienes aparezcan como piezas en dispositivos electrónicos o vehículos que fallan; o medicamentos vencidos o con manipulación indebida o, directamente, falsos, que no curan o causan lesión adicional; o copias no autorizadas de grabaciones musicales o películas que privan a sus creadores del beneficio merecido por su trabajo, y destruyen, al mismo tiempo, el incentivo de las personas creativas de enriquecer sus vidas con el producto de su ingenio.

Las empresas dependen cada vez más de los derechos de propiedad intelectual para generar ganancias; los mercados de todo el mundo dependen cada vez más de la protección de los derechos de propiedad intelectual para crear incentivos para empresarios, artistas y empresas para el desarrollo de tecnologías y productos nuevos y seguros. Sin embargo, los progresos tecnológicos han creado oportunidades comerciales sin precedentes para la propiedad intelectual mundial y también han proporcionado un objetivo atractivo para delincuentes que buscan obtener ganancias a partir de las innovaciones de terceros.

Los delincuentes, ya sea asociados a la delincuencia organizada internacional o no, están mejor conectados y son más técnicamente sofisticados que nunca antes. Y el alto valor de la propiedad intelectual hoy crea grandes incentivos para la falsificación.

Para luchar contra estos delincuentes, hemos creado relaciones fuertes con asociados de todo el mundo, incluido el sudeste de Asia, y estamos trabajando en toda la región para mejorar la colaboración.

En enero de 2006, por ejemplo, designamos al Agregado del Departamento de Justicia en Bangkok nuestro primer Coordinador de Coacción Legal asociada a la Propiedad Intelectual [Intellectual Property Law Enforcement Coordinator (IPLEC)], para Asia. El trabajo de este fiscal, junto con otros investigadores y fiscales dedicados en esta región, ha producido una colaboración sin precedentes en casos de propiedad intelectual.

Nuestra mayor preocupación aquí es proteger al público contra productos falsificados que carecen de la calidad y seguridad requeridas por las normas en los productos auténticos y regulados. En años recientes, hemos visto casos asociados a piezas falsificadas para automóviles y aviones, las cuales pueden fallar con resultados trágicos, baterías falsificadas que pueden explotar y, tal vez la amenaza de crecimiento más rápido, los medicamentos falsificados, los cuales representan un peligro obvio para la salud pública.

A través del trabajo diligente de investigadores estadounidenses y tailandeses, funcionarios de aduana y fiscales, estamos trabajando para reducir el riesgo impuesto por los productos farmacéuticos falsificados. Un ejemplo excelente de este enfoque internacional coordinado surgió recientemente de la investigación de Randy Gonzáles.

De acuerdo con los cargos contra el mismo, a partir de julio de 2005, Gonzáles publicitó y vendió medicamentos falsificados por Internet. Embarcaba grandes cantidades de píldoras sueltas falsificadas, junto con frascos y etiquetas falsificadas, en paquetes de mercadería general de la China a una tienda en Houston, Texas. Aquí, sus coconspiradores colocaban las píldoras en frascos y les agregaban las etiquetas falsificadas.

A través del correo electrónico, Gonzáles indicó a agentes encubiertos que las píldoras falsificadas estarían disponibles para compra en cantidades mayoristas en la tienda. Durante una investigación que duró un año, agentes realizaron varias compras encubiertas de medicamentos falsificados, hasta finalmente confiscar más de 75,000 píldoras falsificadas por un valor estimado de más de 776,000 dólares.

Agentes de la Policía Real Tailandesa arrestaron a Gonzáles en marzo de 2007, y el mismo fue extraditado a los Estados Unidos a principios de este año para ser enjuiciado. En este caso, las autoridades de las fuerzas del orden público estadounidenses y tailandesas trabajaron unidas para desbaratar el comercio internacional de productos farmacéuticos falsificados. Este tipo de coordinación seguirá siendo crítica para nuestra labor de detener la propagación de productos falsificados y pirateados.

Si bien Gonzáles y sus asociados trabajaban para traer los medicamentos falsificados a los Estados Unidos, sabemos que dichas píldoras podrían haber sido destinadas a pacientes en Bangkok. Todos los días, se producen y envían productos falsificados y pirateados de todos los tipos en todo el mundo. Nuevamente, los delincuentes se vuelven globales, y nosotros también debemos actuar globalmente.

Como ayuda para lograrlo, el Departamento de Justicia organizó una conferencia de una semana de duración aquí, en Bangkok, en octubre pasado, con la ayuda de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia y otros. Participaron miembros de alto nivel de la policía, autoridades aduaneras y fiscales de 14 países, para establecer una Red de Coacción contra Delitos de Propiedad Intelectual que aumentar la cooperación en estos casos.

Dicha red tiene dos funciones principales. En primer lugar, funciona como un foro para el intercambio de estrategias de investigación y enjuiciamiento exitosas para combatir este tipo de delito. Nos ayuda a comparar notas y descubrir qué funciona y qué no. Y, en segundo lugar, fortalece los canales de comunicación para promover enjuiciamientos conjuntos de los delincuentes más importantes. Nuestro objetivo es desarrollar más casos multinacionales y crear nuestros contactos en toda la región.

Existe una segunda conferencia programada para principios del año que viene, cuando esperamos tener muchas historias de éxitos para compartir y aprovechar. Esta red es un modelo valioso y esperamos poder aplicar una estrategia similar en la lucha contra la delincuencia organizada internacional y otras amenazas.

Tráfico de personas y turismo sexual

El último tema sobre el que deseo hablar es la lucha contra la práctica sobrecogedora del tráfico humano. Esta esclavitud moderna ocurre en todo el mundo, a medida que traficantes, ocultos de los ojos de la ley, acechan a los vulnerables, obligándolos a trabajar o realizar actos sexuales contra su voluntad. Los Estados Unidos no están más inmunes contra este delito que cualquier otro país.

A lo largo de los últimos siete años, el Departamento de Justicia ha condenado a más traficantes que nunca. Al hacerlo, hemos ayudado a más de 1300 víctimas de más de ochenta países.

Hemos condenado a traficantes que han obligado a niñas jóvenes de África Occidental a prestar servicios domésticos en hogares.

Hemos condenado a traficantes que usaron falsas promesas, amenazas y violencia física para engañar y forzar a jóvenes mujeres de la China, México, los Estados Unidos y Tailandia a ejercer la prostitución. Y hemos condenado a traficantes que usaron combinaciones de amenazas, fuerza e intimidación para obligar a víctimas de Vietnam y Tailandia a trabajar en talleres de trabajos forzados.

También reconocemos que cualquier programa eficaz contra el tráfico debe combatir tanto a la oferta como a la demanda. Estos delincuentes están en el negocio para obtener ganancias. La única manera de realmente reducir el tráfico es reduciendo su mercado. Es por ello que nuestra lucha contra el tráfico sexual infantil incluye el enjuiciamiento del turismo sexual infantil, una industria vergonzosamente rentable que se extiende por todo el mundo. Los Estados Unidos y Tailandia cuentan con un record altamente exitoso de trabajo conjunto contra estos delincuentes.

El caso de Steven Erik Prowler es un excelente ejemplo de dicha cooperación. En mayo de 2005, Prowler fue arrestado en Bangkok después de que la Policía Real Tailandesa, actuando a partir de una denuncia, vio a dos adolescentes dejar su apartamento en Bangkok.

Después de su arresto, la policía tailandesa y agentes estadounidenses allanaron el apartamento y encontraron más de 100 fotografías de menores desnudos. La policía también rescató diarios manuscritos en los que Prowler describía con detalles gráficos actos sexuales que realizó con menores en Tailandia, Camboya, Laos y México.

Después de un año en prisión en Tailandia por cargos de abuso sexual, Prowler fue deportado a los Estados Unidos para ser enjuiciado en California. En febrero de 2007, se declaró culpable de cargos de turismo sexual y actualmente cumple una sentencia de diez años en prisión en los Estados Unidos.

Reconocemos que tenemos la responsabilidad, cuando nuestros ciudadanos viajan al exterior, de combatir este tipo de explotación delictiva de menores. Trabajando en relación estrecha con la policía y fiscales tailandeses, hemos logrado capturar y castigar a muchos delincuentes como Prowler, en amplio beneficio de ambos nuestros países.

Además de los enjuiciamientos, también hemos trabajado con las autoridades de las fuerzas del orden público aquí, en toda Asia, y alrededor del mundo, en proteger a familiares de víctimas amenazados por traficantes y sus asociados.

Hemos trabajado juntos en ubicar a testigos que han atestiguado contra traficantes y quienes han proporcionado información que nos ayudó a capturar a traficantes en EE.UU.

Y organizaciones no gubernamentales de todo el mundo nos han ayudado a satisfacer las necesidades humanitarias de víctimas del tráfico y sus familias, y a reunir a dichas familias con los niños que temían no volver a ver. Agradecemos a todos los participantes en la lucha para erradicar el tráfico de personas.

La cooperación entre nuestros dos países en estos delitos, y en todos los demás desafíos de las fuerzas del orden público, es el cimiento sobre el que se basan muchas de nuestras otras relaciones. La preservación del principio del derecho, y la aplicación segura y rápida de la justicia, son esenciales para la continuidad del comercio, la seguridad y prácticamente toda otra característica que valoramos en nuestras vidas y sociedades.

Sin dicha protección, estaríamos a la merced de cualquiera interesado en aprovecharse del resto de las personas. Evidentemente, las historias de éxito específicas que he detallado hoy son apenas ejemplos; sin embargo, juntas presentan un argumento claro, espero, del valor, y hasta la necesidad, de que trabajemos unidos.

Los Estados Unidos y el Reino de Tailandia han enfrentado muchos desafíos a lo largo de los últimos 175 años, y son muchos los que enfrentamos en la actualidad. A lo largo de dicho periodo, hemos demostrado en reiteradas ocasiones nuestro compromiso inquebrantable de trabajar unidos para enfrentar dichos desafíos, y confío en que seguiremos haciéndolo.

En nombre de los Estados Unidos, agradezco al pueblo de Tailandia por su trabajo arduo y su amistad.

Muchísimas gracias.

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