Sello del Departamento de Justicia

Comentarios preparados del Secretario de Justicia de los Estados Unidos
Alberto R. Gonzales al presentar a la Jueza Sandra Day O'Connor en la
Celebración del Mes Nacional de Historia de la Mujer

Washington, DC
8 de marzo de 2006

Muchas gracias. Me complace estar aquí hoy con Karen, la primera mujer en encabezar la Dirección de Control de Drogas, y tantas otras mujeres que ocupan cargos de liderazgo en el Departamento de Justicia, al celebrar los logros de las mujeres.

Ahora, tengo el privilegio de presentar a una de las grandes ciudadanas de los Estados Unidos de nuestros tiempos, Sandra Day O'Connor, una mujer de coraje y reputación inusuales, una conterránea de Texas y del Oeste. Nacido en Texas, tejano para siempre. Su excelencia, agradezco el tiempo que dedicó hace apenas algo más de un año para tomar mi juramento como Secretario de Justicia de los Estados Unidos. En ese entonces, hablé sobre cómo la grandeza de los Estados Unidos surge de su herencia de libertad y justicia para todos. Usted es uno de los grandes ejemplos de dicha herencia y hoy nos sentimos honrados con su presencia.

No existe ciudadano más sobresaliente que la Jueza O'Connor para hablar en nuestro reconocimiento anual del Mes Nacional de la Historia de la Mujer. Y el tema de este año, "Mujeres: Creadoras de Comunidades y Sueños", es especialmente apropiado, dada nuestra pérdida reciente de dos grandes mujeres creadoras de comunidades y sueños, Coretta Scott King y Rosa Parks.

Como ciudadana del oeste y ranchera, el espíritu pionero de la Jueza O'Connor ha caracterizado a su carrera innovadora. Enfrentó la hostilidad de empleadores como graduada con honores de la Universidad de Stanford; sin embargo, no se dio por vencida. La pionera en ella la llevó a probar quién era. En Arizona, practicó el derecho y fue Secretaria de Justicia Auxiliar Estatal. Fue elegida por votación para el Senado del Estado de Arizona y fue la primera líder mayoritaria del sexo femenino de una legislatura estatal. Fue jueza estatal tanto designada como electa. Y, a través de estos logros públicos, crió a tres hijos con su marido, John. Nos complace anunciar su presencia aquí hoy.

Estas contribuciones a la vida pública y al derecho serían suficientes para coronar la carrera de cualquier persona. Sin embargo, el Presidente Reagan le pidió que fuera pionera una vez más y designó a la Jueza O'Connor a la Corte Suprema en 1981. Durante su casi cuarto de siglo de servicio al Tribunal y a la nación, la Jueza O'Connor ayudó a crear una comunidad de mujeres atraídas a la ley y al servicio público. Por supuesto, es imposible calcular el número efectivo de vidas afectadas por esta mujer notable y la cantidad de vidas que serán influenciadas por su ejemplo. Su más grande legado está no en las opiniones de la Corte Suprema, sino en el espíritu de esperanza que ilumina los corazones de generaciones de mujeres estadounidenses.

Señoras y señores, la Jueza Sandra Day O'Connor.

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