Sello del Departamento de Justicia
Comentarios preparados del Secretario de Justicia de los Estados Unidos Alberto R. Gonzales
Instituto de Liderazgo Hispano del Congreso
Secretario de Justicia de los Estados Unidos
28 de septiembre de 2005—8:15 pm

Muchas gracias, damas y caballeros, y buenas noches.

En nombre del Presidente Bush, es un privilegio acompañarlos en la celebración del Mes de Herencia Hispana.

Sé que es tarde y que ya han escuchado a una serie de oradores. Sin embargo, me gustaría agregar mi voz al coro de gratitud al Instituto de Liderazgo Hispano del Congreso por la creación de una mayor concientización de la diversidad de pensamientos, intereses y opiniones de los hispanos estadounidenses.

Las diferencias entre nosotros pueden ser muchas; sin embargo, sé que la mayoría de nosotros comparte la creencia de que Estados Unidos es el mejor país del mundo. Es este el motivo por el que millones de personas han arriesgado sus vidas y sacrificado todo por la simple oportunidad de hacer realidad su sueño de venir a este país.

Nuestra Nación tiene mucho que agradecer; sin embargo, el motivo más importante de agradecimiento probablemente sea el coraje de nuestros hombres y mujeres uniformizados—hombres y mujeres que trabajan todos los días para proteger nuestras libertades, arriesgando sus vidas para crear esperanza y paz y proteger la democracia.

Sin duda, como todos sabemos, los hispanos estadounidenses han contribuido para la rica textura de los Estados Unidos—influyendo en la música, la literatura, la política y los deportes. No obstante, como hemos visto a lo largo de la historia de los Estados Unidos, los hispanos han sobresalido en la defensa de nuestra Nación contra el terrorismo y el extremismo.

A principios de este año, el Presidente Bush expresó la gratitud de los Estados Unidos - como lo ha hecho en tantas otras oportunidades - a las familias de los soldados que hicieron el más grande de los sacrificios para que podamos vivir en libertad. Su elección de elogio es elocuente.

El Día de los Caídos, el Presidente contó la historia del Sargento Rafael Peralta. Rafael era un inmigrante de México. Como generaciones de inmigrantes de los Estados Unidos, Rafael vino a este país con el sueño de los Estados Unidos en su corazón. El día después de haber obtenido su Tarjeta Verde, Rafael se alistó en la Marina de los Estados Unidos.

Rafael sabía que era necesario que su familia viviera en libertad. Hizo el más grande de los sacrificios en Fallujah, donde murió protegiendo a sus compañeros de la Marina.

En este público, contamos con la presencia de hombres y mujeres hispanos que han servido a las fuerzas militares de los Estados Unidos con honor. En nombre del Presidente y de una Nación agradecida, muchas gracias. Y contamos con muchos más en esta sala que han dedicado sus vidas profesionales a los ideales más altos de los Estados Unidos como servidores públicos y líderes.

El Presidente Bush entiende las contribuciones y la fuerza que los hispanos estadounidenses y nuestra cultura brindan a los Estados Unidos.

Este mes, nuestra Nación reconoce lo que todos nosotros en esta sala sabemos a través de la experiencia personal: Los valores de la comunidad hispana de los Estados Unidos son los mismos valores que dan sustento a la grandiosidad de la Nación: el sacrificio. El trabajo arduo. La confianza. La iniciativa personal. Y la perseverancia ante la adversidad.

Tuve la oportunidad de observar estos valores todos los días en la vida de mi padre.

Mi padre, Pablo, no era un hombre culto. Sin embargo, trabajó todos los días para que sus ocho hijos pudieran vivir el sueño estadounidense.

Cuando era joven, mi padre trabajó en la cosecha en los campos del sur de Texas, donde conoció a otra trabajadora inmigrante—una joven llamada María, quien se convirtió en mi madre.

Él y dos tíos míos construyeron la casa en la que crecí en Houston. Mi madre vive allí hasta el día de hoy.

Aún recuerdo cuando era un niño y jugaba en el campo mientras colocaban los ladrillos de los cimientos de la casa. Luego, unieron las tablas de 2x4 con clavos, colocaron las placas de yeso que formarían las paredes y, con mucha destreza, clavaron las tejas al techo. Del sudor, el trabajo y la visión surgió la pequeña casa de dos dormitorios que sería nuestro hogar.

Este hogar está en mi pasado, pero también representa nuestra herencia, como estadounidenses que sueñan y trabajan sin cesar para un futuro mejor.

Cuando niño, le pedí a mi madre que me despertara antes del amanecer para que pudiera comer huevos revueltos y tortillas con mi padre antes que se fuera a trabajar. Mientras mi padre y yo tomábamos juntos el desayuno, mi madre preparaba un almuerzo modesto de frijoles y tortillas. Luego, los colocaba con mucho cuidado en una bolsa marrón de almuerzo. Después del desayuno, mi madre y yo le decíamos adiós con la mano a mi padre mientras partía para tomar su transporte al trabajo. Las memorias de este ritual diario me queman el pecho al recordar esa época simple, esa comida simple y los profundos valores perdurables de la familia, el trabajo arduo y el sacrificio.

Ésta es la herencia de nuestra comunidad. Estos son los valores que nuestra Nación reafirma durante el Mes de Herencia Hispana.

Hace apenas algunos años, mi madre se quedó con mi familia cuando visitó Washington por primera vez. Visitamos los monumentos y los museos como cualquier otro turista curioso, pero también llevé a la Oficina Ovalada a esta pequeña mujer que antiguamente cosechaba algodón, para que visitara al Presidente de los Estados Unidos.

Fue importante para mí el poder hacer eso por ella. Quería agradecerle por su orientación en la vida y mostrarle lo que yo había logrado gracias a sus sacrificios y los de mi padre.

Al amanecer del último día de su visita, se levantó temprano para despedirse de mí cuando salí a trabajar—tal cual lo había hecho por mi padre tantas mañanas. La diferencia era que yo no iba a trabajar a una obra en construcción; me dirigía a la Casa Blanca para asesorar a la persona más poderosa del mundo.

Creo que ella jamás había soñado que yo la llevaría de los campos de algodón a la Oficina Ovalada. Sin embargo, ella y mi padre sabían que la herencia de orgullo que habían transmitido a sus hijos—y que yo transmito a los míos—una herencia de trabajo arduo y sacrificio, ge y familia, esperanza y perseverancia, podía abrir puertas inimaginables en esta tierra de oportunidades.

La historia de Estados Unidos es una historia de renovación y reafirmación constantes de nuestros ideales fundadores y nuestros valores imperecederos: la fe, la familia y la libertad.

Son valores que requieren que cada estadounidense dé lo mejor de sí: Se trate de un ciudadano nuevo que acaba de jurar proteger y defender la Constitución, o un ciudadano que rastrea sus raíces hasta la primera ola de inmigrantes que llegaron a este Nuevo Mundo, todos debemos valorar las oportunidades que abundan en esta tierra prometida.

Nuevamente, permítanme extender mis agradecimientos personales al Instituto de Liderazgo Hispano del Congreso y a todos aquí reunidos esta noche por su trabajo y su sacrificio para que futuras generaciones puedan aprovechar las bendiciones de los Estados Unidos.

Ya sea que seamos líderes comunitarios, representantes electos del pueblo, o ciudadanos de esta gran Nación, todos tenemos la responsabilidad de garantizar que la justicia, la oportunidad y la igualdad aseguradas por la ley se extiendan a todos los estadounidenses. Soy hijo de un trabajador mexicano de la cosecha de algodón y un obrero de la construcción, y soy el Secretario de Justicia de los Estados Unidos. Prometo a ustedes que no olvidaré mis orígenes ni perderé de vista la dirección en la que debemos llevar a nuestra adorada Nación.

Que Dios los bendiga a ustedes y a los Estados Unidos de América.

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