Sello del Departamento de Justicia

Comentarios preparados del Secretario de Justicia de los Estados Unidos Alberto R. Gonzales en la Ceremonia de Naturalización a bordo del USS Intrepid

Nueva York, NY
6 de julio de 2006

Buenos días. Gracias, Director Gonzalez, por invitarme a comparecer y felicitaciones a todos los nuevos ciudadanos de hoy de los Estados Unidos.

Este es realmente un gran día para ser ciudadano de los Estados Unidos - y ¿qué lugar podría ser más magnífico para celebrar el espíritu de nuestra gran nación que aquí, a bordo del USS Intrepid? Su historia, la cual cuenta la historia de lucha por la libertad, nos recuerda de los sacrificios realizados cada día por nuestros hombres y mujeres en uniforme, algunos de los cuales arriesgan sus vidas todos los días para los Estados Unidos, aunque no sean ciudadanos de este país.

Todos ustedes son ciudadanos de los Estados Unidos en sus corazones hace algún tiempo. Sin embargo, nunca olvidarán este día tan especial, y lo que sintieron al realizar el juramento que los hizo, oficialmente, ciudadanos de los Estados Unidos.

Como muchos ciudadanos nuevos de los Estados Unidos anteriores a ustedes, transmitirán ese sentimiento, ese orgullo a sus hijos y nietos.

Mis padres eran ambos hijos de inmigrantes que me infundieron un profundo aprecio por ser un ciudadano de los Estados Unidos. Jamás me han dejado olvidar que el ser un ciudadano de este gran país significa oportunidades ilimitadas - ¡si uno trabaja arduamente!

Al asumir el cargo de Secretario de Justicia de los Estados Unidos hice un juramento muy parecido al que todos ustedes hicieron hoy, y no pude evitar sentir, en ese momento, el poder y la bendición del país que mis abuelos eligieron. Un país que permitió que una familia produjera un Secretario de Justicia de los Estados Unidos apenas dos generaciones después de haber llegado. Llegaron con nada más que sus nombres, su ética de trabajo y su deseo de una vida mejor para sí mismos y para sus hijos.

Ser un ciudadano de los Estados Unidos es especial; ustedes lo saben. Es un título codiciado y respetado en todo el mundo. De hecho, la libertad y oportunidad ofrecidos por los Estados Unidos atraen a tantas almas llenas de esperanza, que nos encontramos con el reto de administrar el flujo de inmigrantes hacia nuestro país.

El deseo de lograr este título, este estatus, de la ciudadanía estadounidense es el motivo por el cual somos una nación de inmigrantes, y esa es una caracterización que debemos preservar. La diversidad hace que nuestro país sea fuerte y rico de maneras difíciles de cuantificar. Lo que queda claro es que una nación formada por personas que llegaron buscando la libertad, o que nacieron de padres o abuelos que buscaron la libertad, es sin duda una tierra especial. Es importante proteger y valorar la diversidad que esto ha permitido.

También somos una nación de leyes, y esta también es una de las fuerzas de los Estados Unidos.

Imagino que los nuevos ciudadanos aquí hoy saben que el camino legal que tomaron hacia la ciudadanía no lo están tomando millones de otras personas que, aún así, aprovechan las oportunidades de este gran país.

Por supuesto, ustedes y yo comprendemos el deseo que ellos tienen de ser ciudadanos de los Estados Unidos. Sin embargo, la inmigración ilegal compromete el importante principio de justicia de este país.

El Presidente y yo creemos que, moralmente, todos los que estamos en el gobierno debemos a ustedes - las personas que siguieron las reglas para ser ciudadanos - la promulgación de una reforma de inmigración exhaustiva, y debemos hacerlo correctamente.

Para que salga bien, la política nueva debe ser razonable y justa. También debe basarse en la realidad. Por ejemplo, no podemos, de manera realista, deportar a las 12 millones de personas que se encuentran aquí ilegalmente hoy. Y no podemos ignorar a los que entraron ilegalmente, pero que viven y trabajan aquí hace mucho tiempo. La mayoría son personas que, de otra manera, hubieran sido miembros productivos de nuestra sociedad y respetuosos de la ley.

Se les debe dar a estas personas la oportunidad de conquistar el derecho a ser ciudadanos. Para hacerlo, tendrán que pagar multas significativas, pagar impuestos retroactivos y pagar cargos del Seguro Social, si aún no lo han hecho. Finalmente, tendrán que comenzar el proceso de ganarse la ciudadanía desde el inicio. Esto es lo justo para aquellos que, como ustedes, ya se encuentran en situación legal, y para aquellos que durante muchos años respetaron la ley y siguieron las reglas.

La ciudadanía en este país es un privilegio, y se lo debe conquistar. Cada uno de ustedes sabe esto.

Como todo lo que se conquista, la ciudadanía será especialmente valorada por aquellos que trabajen para conseguirla. Para aquellos que llegaron al país ilegalmente, el camino hacia la ciudadanía será más difícil y más largo con la reforma inmigratoria, pero no estará fuera de alcance. Nuevamente, esta es una solución justa y práctica para el reto que enfrentan todos los ciudadanos de los Estados Unidos, incluidos aquellos que nos acompañan hoy.

En mi cargo, suelo discutir la importancia del imperio de la ley. Se trata de uno de los valores principales que hace que los Estados Unidos sea un gran país y que lo mantiene libre. Una reforma inmigratoria exhaustiva restaurará la fe en el imperio de la ley, respetando, al mismo tiempo, nuestra tradición como nación de inmigrantes. Y esto es lo grandioso de las leyes bien concebidas: protegen lo que más valoramos, sin dejar de seguir el ritmo de tiempos, circunstancias y desafíos cambiantes.

Como ciudadanos recién naturalizados, cada uno de ustedes tiene una perspectiva importante sobre el desafío que nuestro país enfrenta con la inmigración. Por favor, ejerciten sus derechos maravillosos como ciudadanos, logrando que sus autoridades públicas inicien conversaciones sobre el asunto. Sé que las opiniones de ustedes serán valoradas.

Sé que su camino hacia la ciudadanía ha sido largo, ha sido legal, y que cada uno de ustedes ha exhibido tanto tenacidad como amor al país al completar los pasos y seguir las reglas. Nuevamente, estoy orgulloso de acompañarlos en uno de los días más memorables e importantes de sus vidas: el día en que se convirtieron en ciudadanos de la tierra de los libres y el hogar de los valientes.

Por lo tanto, felicitaciones y bienvenidos a la familia en crecimiento constante, dinámica y maravillosamente diversificada de los Estados Unidos. Que Dios los bendiga y que siga bendiciendo a este país que ustedes orgullosamente pueden, ahora, llamar su patria.

Gracias y buena suerte en su realización del sueño estadounidense.

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