OBSERVADORES DE LOS DERECHOS HUMANOS
Observadores de los Derechos Humanos, con sede en Estados Unidos, es una de las múltiples organizaciones no gubernamentales —tanto de ese país como de todo el mundo— que han sido parte integral de la protección de los derechos humanos. Observadores de los Derechos Humanos se puso en marcha en 1978, a raíz de la fundación del grupo Observadores de Helsinki, el cual se ocupó de vigilar que en los países miembros de Europa, Estados Unidos y Canadá, se diera el debido cumplimiento a los principios suscritos en los Acuerdos de Helsinki sobre Derechos Humanos.
En la actualidad, Observadores de los Derechos Humanos tiene cinco divisiones
que abarcan África, el continente americano, Asia y el Medio Oriente, además de los signatarios de los Acuerdos de Helsinki. Incluye también cinco proyectos temáticos que abarcan transferencias de armas, los derechos del niño, la libertad de expresión, las condiciones en las cárceles y los derechos de la mujer. Tiene oficinas en la ciudad de Nueva York, Washington, D.C., Los Angeles, Londres, Bruselas, Moscú, Dushanbe, Hong Kong y Río de Janeiro.
Esta organización publica Human Rights Watch World Report (Informe mundial sobre la vigilancia de los derechos humanos), en enero de cada año, donde presenta un análisis detallado de lo acontecido en torno a los derechos humanos en más de 70 países. Este informe tiene como complemento el Human Rights Watch Update (Actualización de la vigilancia de los derechos humanos), un boletín trimestral que pone de relieve los sucesos más trascendentales
ocurridos después de la publicación del informe anual. Además, Observadores de los Derechos Humanos elabora cerca de 100 informes cada año sobre asuntos específicos de derechos humanos.
Observadores de los Derechos Humanos recopila información para éstas y otras publicaciones en misiones de compilación de datos, reuniones con funcionarios
gubernamentales y esfuerzos cooperativos con otras organizaciones no gubernamentales de derechos humanos.
Kenneth Roth, director ejecutivo de Observadores de los Derechos Humanos, comenta que el centro focal de la información sobre el tema se desplazó en el último decenio, de las penurias de los prisioneros políticos a las víctimas de la violencia colectiva. Para luchar contra estos nuevos abusos, dice Roth, el movimiento
pro derechos humanos debe “empezar a complementar la tradicional denuncia internacional de los gobiernos infractores, con exhortaciones más vigorosas a la aplicación de sanciones económicas”.
Roth afirma: “Gran parte de la violencia colectiva que vemos hoy no se puede atribuir a antiguas animosidades, como lo supone la opinión común, sino a que a los gobiernos les ha parecido políticamente conveniente enardecer el fervor nacionalista para reafirmar su propia base política”. Pero él señala con claridad que no sólo los gobiernos cometen violaciones. Muchos grupos no gubernamentales, organizados y dotados de poder para imponer su voluntad, también las cometen.
Roth subraya la importancia de atraer a la comunidad empresarial —“uno de los instrumentos más grandes que aún no hemos aprovechado”— para que apoye los derechos humanos. Él opina que la comunidad de los derechos humanos
debe hacer algo más, para convencer a las empresas de que los gobiernos que proscriben la represión y generan el respeto a los derechos humanos son idóneos para sus negocios.
— David Pitts, escritor de planta, Servicio Cultural e Informativo de Estados Unidos
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