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CONTENIDO
LOS ANDES EN PELIGRO:
CONSECUENCIAS AMBIENTALES DEL NARCOTRAFICO
DESTRUCCION DE BOSQUES EN LA REGION ANDINA
EJEMPLOS HISTORICOS: PERU Y BOLIVIA
COLOMBIA
DESECHOS QUIMICOS: EFECTO SECUNDARIO DEL NARCOTRAFICO
LOS PRODUCTOS QUIMICOS EN LA REGION ANDINA
EL GLIFOSATO Y EL AMBIENTE
CONSECUENCIAS MUNDIALES
COLOMBIA: LA BIODIVERSIDAD EN PELIGRO
LOS COSTOS REALES DE LA INDUSTRIA DEL NARCOTRAFICO
ARTÍCULOS ADJUNTOS
IMAGENES CAPTADAS POR SATELITE DEL DETERIORO AMBIENTAL CAUSADO POR LOS NARCOTICOS
DAÑOS AMBIENTALES EN OTROS SITIOS: EL SURESTE DE ASIA
LA DESTRUCCION DE LOS OLEODUCTOS

LOS ANDES EN PELIGRO:
CONSECUENCIAS AMBIENTALES
DEL NARCOTRAFICO

Consequencias de la industria de la cocaIna
Toneles vacIos de sustancias quImicas abandonados en la jungla de Colombia
©Parga-Tiempo/Corbis Sygma.

El cultivo y la producción de narcóticos representan una seria amenaza para el ambiente en la región andina y el sudeste de Asia, centros mundiales de las industrias de la cocaína y la heroína. Aunque no se puede evaluar la totalidad del impacto ambiental del narcotráfico, es evidente hay severas deforestación de los bosques tropicales y contaminación de las cuencas. Las consecuencias locales en el suelo, el agua y la diversidad biológica son a menudo devastadoras y pueden retrasar varios años la introducción de cultivos alternativos. La atención del público no se ha concentrado en tales problemas, ya que la publicidad se ha dedicado a hacer resaltar los efectos supuestamente negativos de los programas de erradicación mediante herbicidas, aunque el herbicida utilizado, el glifosato, casi no presenta riesgos para los seres humanos, los animales o el ambiente.

Los cultivadores de drogas en la región andina y el sudeste de Asia prefieren ubicar sus cultivos en zonas selváticas alejadas, casi siempre en terrenos montañosos y empinados. La delgada capa vegetal y el difícil acceso a dichas zonas generalmente desalienta la producción de cosechas lícitas. Para preparar el terreno para los cultivos ilícitos, antes de sembrar la coca se arrasan y queman los bosques. Debido a la poca fertilidad y a la necesidad de evadir a las autoridades, los campos se abandonan después de dos o tres siembras y se abren nuevos campos selva adentro. Esta práctica acelera la deforestación y destruye, entre otros, recursos madereros que de otra manera podrían estar disponibles para un uso más sostenible de la tierra selvática. Además, la práctica recurrente de sembrar en un suelo tan frágil puede llevar rápidamente al deterioro ambiental y al agotamiento de los recursos naturales, especialmente a la erosión del suelo y a la pérdida de la capa superior y la sedimentación río abajo.

La deforestación causada por el cultivo de narcóticos en las cuencas montañosas aumenta la gravedad de inundaciones y sequías. También puede reducir las fuentes de agua en los valles donde hay zonas gravemente deforestadas, debido al escurrimiento de las aguas subterráneas y a la mayor sedimentación de los arroyos. Estudios ecológicos demuestran que muchos bosques tropicales no cultivados se caracterizan por suelos infértiles con partículas de arcilla y limo, de textura porosa de mediana a fina, los cuales se erosionan fácilmente si las raíces de las plantas no sostienen la tierra y absorben grandes cantidades de agua. Hasta los terrenos cultivados con coca son propensos a la erosión, porque estas plantas perennes no son tan efectivas como el bosque tropical para absorber agua y mantener la tierra en su sitio. Además, las copas de los árboles amortiguan el impacto de las gotas de lluvia que, de otra manera, podrían remover las partículas de tierra y aumentar las probabilidades de erosión.  A principio de página

DESTRUCCION DE BOSQUES EN LA REGION ANDINA

La expansión del cultivo, la producción y el tráfico de coca en Perú, Bolivia y Colombia ha destruido por lo menos 2,4 millones de hectáreas -- un área del tamaño de El Salvador -- de frágil bosque tropical en la región andina en los últimos 20 años. El deterioro ambiental causado por el cultivo ilícito de coca es acumulativo e incluye no sólo el impacto del cultivo actual sino también el de las áreas que quedan abandonadas a través del tiempo y la tierra que se despeja para sostener a la población dedicada al narcotráfico. El cultivo tradicional de coca, por ejemplo, tal como lo practican los grupos indígenas en Bolivia, probablemente causa menos daño ambiental porque sucede en áreas cultivadas desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el cultivo ilícito de coca se lleva a cabo en gran escala (a menudo por gentes provenientes de las ciudades) quienes tienden a ignorar las técnicas de siembra tradicional (tales como el uso de terrazas) y, en su búsqueda de ganancias, causan graves daños ambientales en zonas vírgenes con potencial agrícola, para satisfacer la demanda de los mercados externos. La siembra de cultivos ilícitos ha acelerado espectacularmente la fragmentación de los bosques en muchas áreas de la región andina. Actualmente, la fragmentación de los bosques como resultado del cultivo de coca en el sur de Colombia, cerca de la frontera con Ecuador, se documenta y cuantifica fácilmente mediante imágenes captadas por satélites.  A principio de página

EJEMPLOS HISTORICOS: PERU Y BOLIVIA

Perú y Bolivia ofrecen un precedente histórico muy claro del impacto ambiental causado por los cultivos ilícitos, aunque entre 1992 y 2000 ambos países hayan reducido espectacularmente la extensión de los cultivos de coca. Según el Informe de la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos de 2001, preparado por el gobierno estadounidense, el cultivo de coca en Bolivia disminuyó durante ese período de 48.000 a 22.000 hectáreas, con lo que casi se llegó a eliminarlo totalmente. Las cifras correspondientes a Perú fueron aún más espectaculares, pues la cantidad de tierra utilizada para el cultivo de coca cayó de 129.000 a menos de 34.000 hectáreas.

El crecimiento de los cultivos de coca en ambos países durante los años setenta y ochenta suministró pruebas suficientes de cómo los cultivos ilícitos llevan a la destrucción de los recursos del bosque tropical. Según un ambientalista peruano, la hoja de coca fue la especie más cultivada en el Amazonas peruano durante los años ochenta y fue responsable de un porcentaje significativo de la deforestación durante las décadas del setenta y ochenta.

Según cálculos del Departamento de Estado, a principios de la década del setenta el cultivo de coca en Perú llegaba a sólo 16.000 hectáreas, y en gran parte se utilizó para satisfacer las necesidades de la población local. Un estudio realizado por un experto forestal peruano mencionó que entre 1970 y 1987 la destrucción de bosques tropicales producto del cultivo de coca en el valle del Alto Huallaga llegó a más de 200.000 hectáreas. Según un estudio realizado en 1987, a lo largo de la cuenca peruana del Río Amazonas las plantaciones de coca y las actividades de su procesamiento y tráfico causaron la destrucción de otras 700.000 hectáreas de bosque (el 10% de la destrucción del bosque tropical en Perú durante el siglo).

En Bolivia, el despeje por medio de la tala y quema para emprender nuevos cultivos de coca tuvo como resultado la destrucción de casi 40.000 hectáreas de bosque en la región del Chapare, desde mediados de la década del ochenta hasta el final de los años noventa. Algunos cultivadores de narcóticos, anticipándose a los programas gubernamentales de erradicación de cultivos, ampliaron y descentralizaron sus plantaciones, contribuyendo al aumento del número de áreas arrasadas para el cultivo de coca. Aun el uso tradicional de terrazas por los cultivadores en la región de Yungas, en el oeste boliviano, no fue suficiente para evitar la erosión. Como en el caso de las viejas áreas de cultivo en Perú, más y más tierra boliviana quedó vulnerable a la erosión a medida que los cultivadores abandonaron campos agotados y comenzaron en nuevos campos.

El despeje del bosque tropical para los cultivos ilícitos en la región andina contribuyó al cambio de los patrones de los recursos hídricos del Amazonas. Según un estudio realizado en 1980 por la Asociación Norteamericana para el Progreso de la Ciencia (American Association for the Advancement of Science), entre 1960 y 1970 las inundaciones estacionales del Río Huallaga en Tingo María aumentaron significativamente debido a la gran afluencia que causó la deforestación de la cuenca. En noviembre de 1987, según informes de prensa en Lima, las fuertes lluvias en el valle del Alto Huallaga provocaron la peor inundación en la historia del Perú, y causaron grandes aludes que acabaron con la vida de un sinnúmero de residentes rurales.  A principio de página

COLOMBIA

La deforestación causada por los cultivadores de coca durante los años setenta y ochenta fue en Colombia menos severa que en Perú o Bolivia. Pero esta situación cambió durante los años noventa, cuando los narcotraficantes comenzaron a utilizar más el territorio colombiano para sus cultivos ilícitos. En Colombia, el cultivo de coca aumentó en 27.000 hectáreas, o sea el 175%, entre 1985 y 1989. Esta tendencia se disparó posteriormente durante gran parte de los años noventa, especialmente en los departamentos de Putumayo y Caquetá y en los llanos orientales. Según el Informe de la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos de 2001, el área total utilizada en Colombia para cultivar coca se cuadruplicó, de 38.000 hectáreas en 1992 a 136.000 en el 2000. En respuesta, el gobierno de Colombia emprendió a finales del año 2000 una gran campaña de rociado en el departamento de Caquetá y el sudoeste de Putumayo, siendo este último el sitio con mayor densidad de cultivos de coca en el mundo y la mayor expansión del cultivo de coca en Colombia. Aunque el gobierno colombiano rociaba desde hacía algún tiempo en otras partes del país, no lo había hecho en Putumayo anteriormente. Desde finales de diciembre de 2000 hasta principios de febrero de 2001, se erradicaron de manera efectiva cerca de 20.000 hectáreas de coca por medio del rociado aéreo en Caquetá y Putumayo.

Según estudios académicos, los cultivadores colombianos abandonan sus campos después de tres o cuatro años, a medida que la producción de sus cultivos disminuye, pero en Perú y Bolivia el promedio de vida del terreno para el cultivo de coca es de 15 a 20 años. Luego, los campos se abandonan y se arrasa más bosque tropical para reemplazar los cultivos de coca. El extenso despeje de tierra para la producción de otro cultivo ilícito en Colombia, la adormidera, aumentó los daños y las muertes causados por aludes originados por terremotos en el occidente de Colombia hacia finales de los años noventa.

Ante la creciente presión gubernamental sobre las actividades del narcotráfico en Perú y Bolivia, en los años 90 el cultivo de coca se trasladó cada vez más de estos dos países hacia el este y sudoeste de Colombia (especialmente hacia los departamentos de Caquetá y Putumayo), donde más de 101.250 hectáreas de bosque tropical han sido arrasadas y sembradas de coca. Además, se calcula que de 6.000 a 8.100 hectáreas de bosque tropical, principalmente en las regiones montañosas de los Andes colombianos, han sido despejadas para sembrar adormidera, la materia prima utilizada para la producción de la pasta de opio.  A principio de página

DESECHOS QUIMICOS: EFECTO SECUNDARIO DEL NARCOTRAFICO

El impacto ambiental del narcotráfico no puede medirse sólo en términos de las hectáreas o de los kilómetros cuadrados afectados. El proceso mismo de convertir las hojas de coca en cocaína genera un grave daño ambiental debido a la eliminación irresponsable de los desechos de productos químicos tóxicos utilizados en el procesamiento.

La producción de cocaína es un proceso en tres pasos: de la hoja de coca a la pasta de coca, de la pasta de coca a la base de coca y, finalmente, de la base de coca a la cocaína HCl. Durante cada uno de estos pasos, los narcotraficantes utilizan una gran cantidad de productos químicos que posteriormente se arrojan como desechos en la zona circundante.

En la primera fase, durante la cual se convierte la hoja de coca en pasta de coca, proceso que generalmente se realiza cerca del sitio del cultivo, las hojas se colocan en un recipiente o un hoyo forrado en plástico en el cual se vierte un ácido fuerte (como el ácido sulfúrico), agua y kerosén. Después de agitar la mezcla, los alcaloides de la cocaína y el kerosén se separan del agua y de las hojas de coca. El agua y las hojas se sacan y se agrega carbonato de sodio a la solución de kerosén y ácido para producir un precipitado. Esta solución se arroja luego al suelo y/o se la vierte en un arroyo o río cercano; el precipitado se filtra y seca para producir la pasta de coca.

La segunda fase, en la cual se convierte la pasta de coca en base de coca, puede llevarse a cabo en el sitio donde se refina la pasta de coca o en un laboratorio que puede o no estar ubicado cerca del sitio del cultivo. En un formula de uso común, la pasta de coca se disuelve en agua con ácido sulfúrico o clorhídrico. Posteriormente se mezcla permanganato de potasio con agua y se agrega a la solución de pasta y ácido. La solución resultante se filtra y el precipitado se desecha. Se agrega agua de amoníaco a la solución filtrada para hacer que la base de la cocaína se precipite y, los residuos químicos se vierten en un arroyo o río cercano.

Durante la etapa final de la conversión de la base de coca en cocaína HCl, se utiliza acetona o éter para disolver la base de coca. Se agrega a la solución de cocaína ácido clorhídrico diluido en acetona o éter. El solvente de acetona o éter restante se desecha o recicla.

Un estudio realizado por la DEA en 1993 sobre la producción de cocaína en la región del Chapare en Bolivia, demostró que la producción de un kilogramo de base de coca requiere tres litros de ácido sulfúrico concentrado, 10 kilogramos de cal, 60 a 80 litros de kerosén, 200 gramos de permanganato de potasio y un litro de amoníaco concentrado.

El desecho de los productos químicos que se utilizan en el proceso del cultivo y la producción de narcóticos también tiene efectos devastadores en los ecosistemas tropicales. Para deshacerse de los residuos venenosos, generalmente los procesadores, de manera indiscriminada, los arrojan a la corriente de agua más cercana, donde el daño se incrementa significativamente. También desechan estos productos químicos en el suelo, que así pueden filtrarse a las aguas subterráneas. Las sustancias utilizadas de manera excesiva también pueden ser arrastradas por la lluvia hacia la cuenca local. Estos productos químicos hacen daño a la fauna y a la flora, directa o indirectamente, por medio de la cadena alimenticia. El contenido de oxígeno del agua también puede reducirse a un punto sofocante para la vida animal y la turbiedad del agua puede aumentar hasta bloquearles la luz solar a las plantas. Mas aún, los seres humanos que consuman productos animales o vegetales provenientes de esta cadena alimenticia contaminada corren el riesgo de absorber numerosos agentes cancerígenos.  A principio de página

LOS PRODUCTOS QUIMICOS EN LA REGION ANDINA

Como es evidente, durante las tres etapas del proceso de refinación para producir la cocaína se utilizan grandes cantidades de productos químicos. Un informe científico de la Universidad Agraria de Lima (Perú), por ejemplo, corroboró denuncias de que en Sudamérica se utilizan anualmente hasta 600 millones de litros de precursores químicos para producir cocaína. Esto se traduce en más de dos toneladas métricas de residuos químicos por cada hectárea de coca procesada.

Según informes de prensa y encuestas científicas, los cultivadores de coca en Colombia, Perú y Bolivia también utilizan grandes cantidades de pesticidas tóxicos para ayudar a despejar nuevos terrenos y para controlar la maleza y otras plagas. Además, hay problemas ambientales causados por las hojas de coca que ya han sido procesadas; se las deposita en pilas, generalmente cerca de un arroyo si el laboratorio de refinación esta ubicado allí. Las hojas están saturadas con productos químicos tóxicos y, a medida que se pudren, son el origen principal de contaminación para cualquier fuente de agua cercana, ya que agregan una inmensa cantidad de materia orgánica al agua. Esto aumenta la demanda de oxígeno y puede afectar seriamente una corriente de agua en una larga extensión.

Nuevamente, la historia suministra pruebas convincentes del daño ecológico causado por el narcotráfico. Según un informe de la Universidad Agraria de Lima, sólo en 1986, los traficantes en el valle del Alto Huallaga en Perú arrojaron más de 100 millones de litros de residuos venenosos (gasolina, kerosén, ácido sulfúrico y tolueno) a la cuenca del río Huallaga durante el proceso de producción de pasta de coca. Los expertos ambientales confirmaron que muchos de los afluentes del río Huallaga (el cual desemboca en el río Amazonas) estaban casi totalmente desprovistos de muchas especies de flora y fauna y superaban las normas de contaminación establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, según un artículo publicado por la revista ambiental peruana Medio Ambiente, los residuos de los herbicidas como el paraquat o el 2,4-D y de los insecticidas utilizados por los cultivadores de coca, contaminaron áreas de bosque adyacentes y pueden haber afectado el suelo al ser aplicados en cantidades por encima de las recomendadas.

En Bolivia, millones de litros de residuos químicos tóxicos se derramaron indiscriminadamente en el suelo y en los arroyos cercanos a los laboratorios de pasta y base de coca. La magnitud del problema se hizo evidente cuando, en un período de sólo dos años, de 1987 a 1989, las autoridades destruyeron más de 11.000 laboratorios de pasta de coca en Bolivia, ubicados principalmente en el Chapare.

Después que varios laboratorios de procesamiento de cocaína se trasladaron hacia los sitios selváticos alejados en el este y sur de Colombia, el daño ecológico causado por la contaminación de los precursores químicos también se ha incrementado en ese país. Por ser actualmente el primer procesador mundial de cocaína refinada (hidrocluro de cocaína o cocaína HCl), el ecosistema colombiano sufre el desecho masivo, descontrolado e irresponsable de precursores químicos. Se necesitan grandes cantidades de éter etílico, acetona, y ácido clorhídrico para convertir la base de coca en cocaína HCl y estos precursores se arrojan finalmente en los arroyos cercanos que suministran el agua requerida durante las tres etapas del proceso de producción.  A principio de página

EL GLIFOSATO Y EL AMBIENTE

La erradicación aérea de los cultivos ilícitos en Colombia sólo se lleva a cabo con glifosato, uno de los herbicidas más ampliamente utilizados en todo el mundo. Actualmente el glifosato se utiliza en más de 100 países, incluido Estados Unidos, donde se aplican anualmente aproximadamente de 17 a 22 millones de kilogramos. Menos del 10% de la cantidad total del glifosato utilizado cada año en Colombia está relacionado con el programa de erradicación aérea; más del 90% lo utilizan los agricultores locales en la etapa previa a la siembra de arroz, algodón, maíz, sorgo, cebada y soya, así como para el control de malezas en cultivos de café, banana y otras frutas, y como agente de maduración de la caña de azúcar. Hasta cultivadores de adormidera y coca lo utilizan para controlar la maleza.

El uso del glifosato ha sido tema de una extensa cantidad de literatura científica, con base en investigaciones independientes, que se ha sometido al escrutinio de la comunidad científica, la cual lo ha presentado como un producto de bajo riesgo para la salud humana. El glifosato es uno de los herbicidas menos dañinos disponibles en el mercado mundial, ya que sólo actúa sobre las plantas que están sobre el suelo en el momento del rociado, a través del contacto con sus hojas. Al entrar en contacto con el suelo el glifosato deja de actuar como un herbicida y se descompone rápidamente por la acción de microorganismos. Algunos productos del glifosato están entre los pocos herbicidas aprobados para aplicar directamente a malezas acuáticas o para el control de la vegetación cerca de estanques, arroyos y canales.

Estudios de toxicología han demostrado que el glifosato es menos nocivo que la sal, la aspirina, la cafeína, la nicotina y hasta la vitamina A. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) ha declarado que el glifosato no es cancerígeno y no presenta mucho riesgo de causar defectos genéticos en los seres humanos. El glifosato es levemente nocivo para las aves silvestres y prácticamente inofensivo para los peces. La cantidad mínima de la sustancia que los peces, las aves y los mamíferos retienen es rápidamente eliminada. El glifosato es tan benigno que se lo utiliza hasta para controlar la vegetación en las Islas Galápagos, uno de los ambientes más frágiles y protegidas del mundo.  A principio de páginap>

CONSECUENCIAS MUNDIALES

Además del impacto, a menudo destructivo, del narcotráfico en el ambiente regional y local, también pueden surgir repercusiones ambientales en mayor escala. Aunque es poca la contribución de los cultivos ilícitos y el procesamiento de narcóticos a la deforestación y contaminación mundiales, el narcotráfico, a diferencia de las empresas legales, no puede controlarse por medio de la reglamentación ambiental oficial. Desde esta perspectiva, la extensa destrucción del bosque tropical en la región andina y el sudeste de Asia tiene importantes costos de oportunidad económica. Además, la pérdida de bosque debida a la expansión de los cultivos ilícitos contribuye a cambios atmosféricos potencialmente dañinos y a la pérdida de plantas valiosas y poco comunes, a partir de las cuales se podrían desarrollar productos farmacéuticos y cultivos comestibles permanentes. Los cultivos ilícitos han agregado otro incentivo económico poderoso y dañino al despeje de bosque tropical, con repercusión en la biodiversidad, la fertilidad del suelo y las fuentes de agua.

El despeje por medio de la tala y quema, que es la constante en los cultivos ilícitos, contribuye a generar cambios en el equilibrio de los gases en la atmósfera. La quema de los bosques tropicales emite grandes cantidades de metano, bióxido de carbono, monóxido de carbono y óxidos de nitrógeno, los llamados gases del efecto de invernadero. Aún no se ha establecido claramente el impacto de la acumulación de estos gases sobre el clima mundial.

La conservación de las especies de plantas tropicales es importante para garantizar la salud y la productividad de los recursos alimenticios futuros. El mundo depende esencialmente de 20 especies de plantas como fuente primaria de alimentación, y muchas de ellas provienen de genotipos de origen tropical. En el proceso de mejoramiento de estas plantas para obtener un rendimiento máximo, se ha reducido significativamente la resistencia genética a las plagas y enfermedades. Si alguna plaga o enfermedad afecta a estos híbridos modernos, un importante mecanismo de defensa es volver a reproducir el genotipo original de la planta. Por ejemplo, en 1970 un hongo de hoja afectó los cultivos de maíz en todo el este de Estados Unidos, eliminando el 15% de la cosecha y causando pérdidas por más de 2.000 millones de dólares. La introducción de plantas de maíz genéticamente resistente a las plagas, cuyo ancestro genético había tenido su hábitat natural en México, eliminó el peligro causado por ese hongo. Es imposible predecir con anticipación si variedades de plantas poco comunes que se encuentran actualmente en los ecosistemas amenazados por los cultivos ilícitos, podrían necesitarse con tales propósitos en el futuro.

La extensión y diversidad biológica de los bosques tropicales también son fundamentales para el desarrollo de nuevos productos farmacéuticos. Uno de cada seis productos farmacéuticos disponibles por prescripción médica tiene materias primas de origen tropical. Las enfermedades tratadas exitosamente con estos compuestos incluyen la enfermedad de Hodgkins, la hipertensión, la artritis reumatoide, la malaria y la leucemia. Las propiedades de los productos químicos que aún no han sido probados sólo pueden imaginarse; por ejemplo, las propiedades medicinales de los agentes anticancerígenos descubiertos en la Vinca mayor no se habrían podido descubrir sobre la base de los conocimientos químicos existentes.

Aunque la pérdida de bosque tropical como resultado de los cultivos ilícitos es sólo una pequeña parte del problema mucho mayor de la deforestación, cada pedazo de bosque perdido es potencialmente importante por la increíble diversidad de especies que hay allí. Aunque estos bosques sólo cubren el 6% de la superficie de la tierra, albergan a por lo menos el 50% de todas las especies vegetales, y estudios científicos sugieren que la lejanía de las regiones tropicales es la razón por la cual muchas otras especies no han sido descubiertas. Por ejemplo, en Colombia se han descubierto unas 1.100 especies de plantas vasculares en tan sólo 250 hectáreas de bosque, en comparación con unas 1.450 especies descubiertas en Gran Bretaña e Irlanda.  A principio de página

COLOMBIA: LA BIODIVERSIDAD EN PELIGRO

Según el gobierno de Colombia, la extraordinaria riqueza de su diversidad biológica está seriamente amenazada por los narcotraficantes, quienes cultivan coca y adormidera en regiones ecológicas delicadas del país.

Aunque sólo ocupa el 0,7% de la superficie terrestre, en Colombia existe el 10% de la diversidad biológica de la tierra, inmediatamente después de Brasil, cuya superficie es muchísimo mayor, y cuenta con una amplia variedad de ecosistemas que van desde las cadenas montañosas de los Andes hasta los bosques tropicales y las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas.

La riqueza del patrimonio natural de Colombia incluye bosques tropicales que se extienden por casi 680.000 kilómetros cuadrados, o sea más de la mitad del país, así como 55.000 especies de plantas, 1.721 de aves, 205 de lagartos y 430 de ranas y sapos.

Cuando los narcotraficantes se deshacen de los precursores químicos utilizados en el procesamiento de la heroína y la cocaína, causan un enorme daño ambiental a los bosques tropicales y los sistemas fluviales.

El gobierno colombiano calcula en más de un millón de toneladas la cantidad de sustancias químicas arrojadas por los narcotraficantes al ecosistema nacional desde mediados de los años ochenta. El gobierno colombiano también calcula que el área total deteriorada, directa o indirectamente, por el cultivo de adormidera en los bosques andinos y en la región montañosa, es de 78.500 hectáreas. Los cultivos de coca deterioran otras 425.600 hectáreas de bosque tropical en las cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco.

Las otras regiones de bosque tropical del país tienen una de las más altas tasas mundiales de pérdida de bióxido de carbono, un elemento fundamental para contrapesar la emisión de los gases del efecto de invernadero y controlar el cambio climático. Desde 1985, más de un millón de hectáreas de bosque tropical en Colombia han sido destruidas para sostener los cultivos ilícitos de coca y adormidera.  A principio de página

LOS COSTOS REALES DE LA INDUSTRIA DEL NARCOTRAFICO

La industria del narcotráfico ha opacado los costos económicos reales y las distorsiones que causa. Entre estos costos está la pérdida de oportunidades de un desarrollo económico rural más sostenible, debido a la devastación ambiental de las zonas tropicales; como mínimo, la cosecha más cuidadosa de los bosques tropicales podría suministrar madera tanto para uso local como para la exportación. Las especies tropicales poco comunes también ofrecen la posibilidad de grandes descubrimientos farmacéuticos. Sin embargo, la pérdida permanente de los suelos tropicales y de las cuencas fluviales implica un daño económico más prolongado. Hasta los cultivos ilícitos se vuelven imposibles cuando desaparece la capa vegetal y, con ella, los nutrientes del suelo y su capacidad de retener agua eficientemente. Entonces, se despeja más terreno por medio de la técnica de tala y quema, pero las posibilidades de un desarrollo económico alternativo en regiones como el valle del Alto Huallaga en Perú disminuyen con la deforestación.

Tan desalentadoras como pueden ser estas pérdidas (potenciales y de otro tipo), hay señales de que por lo menos unos pocos países se han interesado en el daño político causado al permitir que el narcotráfico continúe sin obstáculos. Por ejemplo, a partir de 1986, el ex primer ministro de Jamaica Edward Seaga destacó la naturaleza indiscriminada y dañina de los cultivos ilícitos en esa isla, para iniciar un exitoso programa de control de cultivos ilícitos. Al atacar en un discurso por la televisión nacional la deforestación causada por los cultivadores de marihuana, Seaga suscitó preocupación popular por el ambiente. Esta táctica fue útil para ayudar al gobierno de Jamaica a organizar un programa de erradicación que redujo el cultivo de marihuana en casi un 80%.

El deterioro ambiental causado por el narcotráfico generalmente se desconoce, aun en los países más afectados. La falta de información completa para documentar los devastadores efectos ecológicos del narcotráfico, así como la percepción extendida -- pero equivocada - - que hay en los países productores en el sentido de que el narcotráfico les suministra divisas esenciales y un medio de subsistencia en las áreas rurales, opacan en parte el problema.

Sin embargo, como lo demuestran sin ambigüedad las pruebas científicas, el cultivo y procesamiento de cultivos ilícitos ya ha causado un daño ambiental importante en la región andina, uno de los ecosistemas más valiosos de la tierra. Ese daño continúa actualmente y, mientras el narcotráfico prospere, la rica diversidad biológica regional, que representa un ireemplazable patrimonio natural de toda la humanidad, continuará en peligro.

 

 

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