14 agosto 2008

Panoramas y ciencia en los parques nacionales de Estados Unidos

 
Hotel Old Faithful, Yellowstone
Al construir en 1904 el hotel Old Faithful, Yellowstone, no se consideró su impacto ecológico. Servicio de Parques Nacionales

Este artículo pertenece al periódico electrónico de julio de 2008 “Parques nacionales, patrimonio de Estados Unidos”. Para consultar los demás artículos de este periódico haga clic a la derecha

Por Richard West Sellars

Cuando se crearon los primeros parques naturales en Estados Unidos se comprendía poco la compleja ciencia que gobierna la naturaleza. Con el paso de los años estas vastas reservas de tierras públicas fueron gestionadas por una burocracia que no comprendía realmente su ecología. Pasaron décadas hasta que esos principios ganaron el lugar que les correspondía en la mentalidad de los guardianes de los recursos más preciosos del país.

Richard West Sellars es historiador retirado del Servicio de Parques Nacionales y autor de la obra sobre conservación Preserving Nature in the National Parks: A History (Yale University Press, 1997). Fue presidente de la Sociedad George Wright, una organización internacional de conservación cuyo nombre honra al biólogo que fundó los programas científicos de recursos naturales del Servicio de Parques Nacionales.

Entré a trabajar como historiador del Servicio de Parques Nacionales en 1973. Era un empleado nuevo en esta venerable institución y supuse que los biólogos del Servicio de Parques debían desempeñar un papel rector en la administración de parques nacionales de renombre como Yellowstone, Everglades y las montañas Great Smoky, con sus magníficos despliegues de historia natural. Estaba seguro de que el interés ecológico sería predominante en las decisiones que se tomaban sobre los parques. ¡Qué ingenuo era!

Mucho tiempo después, en la década de 1990, al escribir sobre la historia de la gestión de los recursos naturales en los parques nacionales que lleva a cabo el Servicio de Parques, me di cuenta de la verdadera extensión de la lucha de los biólogos para promover una gestión ecológica adecuada. Durante décadas habían combatido a los profesionales que dominaban verdaderamente el Servicio de Parques, a quienes les interesaba principalmente la protección de los panoramas como medio de atracción turística.

Estas filosofías diferentes sobre la gestión de los parques reflejan lo que ha sido siempre el dilema central de los parques nacionales de Estados Unidos: ¿Qué es exactamente lo que debe preservarse en un parque para las generaciones futuras? ¿Es el panorama mismo, las vistas resplandecientes de bosques y praderas, altas montañas, flores silvestres y animales espectaculares? ¿O es algo más? ¿Es el sistema natural de cada parque en su totalidad, que incluya no sólo a las superestrellas biológicas y escénicas sino también a la vasta gama de especies menos espectaculares como hierbas y hongos?

En décadas recientes ha entrado en la ecuación otro elemento: cada vez se ve más a los parques como un elemento ecológicamente vital para el planeta, tan importantes mundialmente a su manera como las selvas tropicales del Amazonas a la suya.

No obstante, la belleza majestuosa de los parques nacionales alienta la impresión de que son sólo los panoramas lo que los hace valiosos y merecedores de protección. Realmente, fue la preservación escénica el factor principal para la creación de los primeros parques nacionales, Yellowstone en 1872, seguido por Sequoia y Yosemite en 1890. Además de la espectacular topografía, lo que más le interesaba al público eran los elementos sobresalientes de la naturaleza: los bosques y las flores silvestres, más que los roedores y las salamandras. Las ciencias ecológicas apenas se comprendían a fines del siglo XIX, y aunque se incluyó a muchas comunidades ecológicas importantes dentro de las fronteras de los parques, esto se debió en gran parte a la casualidad, dado que estas comunidades se encontraban en áreas separadas para proteger el panorama, la “fachada” hermosa de la naturaleza.

El panorama, lo más relevante

El Congreso de Estados Unidos creó el Servicio de Parques Nacionales en 1916 para coordinar la administración de un sistema de parques en constante crecimiento. La legislación estipulaba la conservación de las vistas escénicas, los objetos naturales y la vida silvestre así como el disfrute público de estas atracciones de manera que los parques quedaran “intactos para su disfrute por las generaciones futuras”. La intención de esta legislación siempre ha sido ambigua, puesto que endosaba tanto la preservación como el uso, pero en la práctica sobre el terreno, que los parques quedaran “intactos” era algo que se aplicaba casi únicamente a las vistas panorámicas, no a los elementos menos notorios de sus comunidades ecológicas.

Los primeros gestores y sus sucesores, intentaron desarrollar los parques para ofrecer a los turistas acceso a las grandes atracciones escénicas, procuraron lograr armonía visual entre las construcciones nuevas y el escenario natural. Desarrollaron terrenos para acampar, construyeron grandes hoteles y trazaron carreteras a través del campo escénico de los parques. Ingenieros y arquitectos paisajísticos colocaron muchos de los primeros hoteles, museos y otras instalaciones prácticamente encima de las atracciones principales, pero con frecuencia usaron un estilo arquitectónico rústico con muchos troncos y piedra de manera que las estructuras parecieran parte del escenario natural. De la misma forma, diseñaron las carreteras y los puentes para que se fundieran con su entorno natural.

Los encargados del desarrollo de los parques en esas primeras épocas, concentrados en estos factores visuales, casi no mostraron interés en los procesos ecológicos. Sin embargo, los gestores sí se opusieron a ciertas intrusiones importantes como el ferrocarril, las presas y los embalses, y protegieron los bosques y la atractiva vida silvestre, particularmente los mamíferos grandes y carismáticos. Por lo tanto, excepto por las instalaciones para los turistas, las montañas y los valles de los parques se mantuvieron sin cicatrices, con bosques florecientes y llanuras pletóricas de vegetación.

Sin embargo, mantener las vistas panorámicas requería poca participación científica, de manera que también se filtraron algunas prácticas ecológicamente precarias: la introducción de especies exóticas provenientes de otros lugares; la supresión de los incendios forestales para que no dejaran cicatrices oscuras en las vistas escénicas; la erradicación de pumas y lobos, que se alimentan de otros animales, y el uso de pesticidas para impedir que los bosques escénicos se plagaran y fueran desnudados por insectos nativos.

Por lo tanto, la “gestión de fachada” llegó a ser la práctica aceptada: administrar los parques escénicos para que los disfrutara el público pero con poca comprensión de las consecuencias ecológicas. A quienes estaban a cargo les parecía que mientras el desarrollo no afectase seriamente el panorama, los parques quedarían “intactos para su disfrute por las generaciones futuras”, como había ordenado el Congreso.

La gestión de los parques hoy día procura proteger todos sus elementos, desde plantas hasta las imponentes montañas
La gestión de los parques hoy día procura proteger todos sus elementos, desde plantas hasta las imponentes montañas. © AP Images

Preocupaciones ecológicas

Hacia mediados de la década de 1920, los biólogos de los parques se dieron cuenta de que la flora y la fauna son parte de vastos complejos ecológicos interrelacionados. No obstante, la consideración del Servicio de Parques Nacionales por la gestión científica basada en la investigación era tan mínima que cuando los programas de ciencias naturales del servicio finalmente se pusieron en marcha en 1929, lo hicieron sólo con los fondos privados de un biólogo acaudalado del Servicio de Parques, George M. Wright. El Servicio de Parques pronto comenzó a financiar sus programas, pero la influencia creciente de los biólogos dirigidos por Wright se redujo dramáticamente tras su muerte prematura en un accidente automovilístico a comienzos de 1936.

Pasaron casi tres décadas antes de que los biólogos, en oposición a un servicio de parques tradicionalista, pudieran renovar verdaderamente sus esfuerzos para influir en la gestión de los parques. Esta vez el apoyo fue externo. En 1963, un informe de la Academia Nacional de Ciencias criticó agudamente al Servicio de Parques Nacionales, e instó a su administración a que comenzara a utilizar serias investigaciones científicas para asegurar la preservación de los sistemas ecológicos. La academia describió los parques como “un sistema interrelacionado de plantas, animales y hábitat” e insistió en que fueran considerados como “bancos biológicos”. El informe dejó claro que una administración interesada principalmente en mantener las vistas panorámicas no era suficiente.

También en 1963, una comisión asesora especial dirigida por el profesor A. Starker Leopold, de la Universidad de California, emitió la que fuera la declaración más influyente sobre gestión de parques desde la ley de 1916 que creó el Servicio de Parques Nacionales. El informe Leopold destacaba la necesidad de mejorar la administración ecológica y promovía la idea de que cada uno de los grandes parques nacionales debería presentar “una viñeta del Estados Unidos primitivo”. Declaraba que las comunidades de vida naturales de cada parque deberían “ser mantenidas o, donde fuera necesario, recreadas tanto como fuera posible a la condición que prevalecía antes de que el área fuera visitada por primera vez por el hombre blanco”.

Este enfoque reflejaba una conciencia de los grandes cambios ecológicos que los estadounidenses de origen europeo y su tecnología trajeron. Dondequiera que fuera posible en los grandes parques nacionales la restauración ecológica procuraría revertir los cambios. Por lo tanto, el informe Leopold colocó los cimientos para una fusión de la gestión de fachada con la gestión ecológica. El escenario primitivo que se iba a reconstruir sería valorado tanto por su mayor integridad ecológica como por su belleza física. Subsumido en este esfuerzo estaba el sentido urgente de que aunque el escenario majestuoso de los parques pudiera ser duradero, su diversidad biológica no sobreviviría sin un cambio de enfoque.

La influencia perdurable del informe Leopold provenía en parte de su persuasiva presentación de cuestiones ecológicas complejas. De una manera más sutil, sin embargo, su visión de un Estados Unidos primitivo tocaba cuerdas románticas y patrióticas, sugiriendo una especie de fantasía “del nuevo mundo”: los parques como tierra virgen. El Servicio de Parques deseaba seriamente creer en esta visión y presentarla al público. Llegaba muy cerca de las razones culturales más profundas de la existencia misma de los parques: el nacionalismo romántico que siempre ha fundamentado el apoyo del público a los mismos, con los panoramas de altas montañas y vastos espacios abiertos como frontera última y como símbolos geográficos poderosos de los orígenes y del destino nacional.

El informe Leopold impulsó los esfuerzos de los biólogos del Servicio de Parques para cambiar ciertas prácticas de gestión. Los parques trataron de lograr los efectos de los incendios naturales, por medio de prácticas de manejo de incendios desarrolladas según investigaciones en la materia. Los administradores de los parques también pusieron fin a los programas de fumigación con insecticidas, ofrecieron más protección a los depredadores nativos y procuraron reducir la población de especies exóticas especialmente destructoras, al tiempo que reintroducían especies nativas que habían desaparecido.

La gestión de los recursos naturales de los parques también se benefició con iniciativas legislativas, incluidas la Ley de vida silvestre (1946) y la Ley de especies en peligro de extinción (1973). Estas y otras leyes, particularmente la Ley de política nacional del medioambiente (1969), ayudaron a mejorar la gestión de los parques nacionales y abrieron las prácticas del Servicio de Parques Nacionales a un escrutinio mucho más amplio, incluso a la participación del público en su planificación.

No obstante el movimiento medioambiental de las décadas de 1960 y 1970, incluidos los informes Leopold y de la Academia Nacional de Ciencias, no se llegaron a alterar fundamentalmente las tradicionales prioridades del departamento de mantener la fachada escénica de la naturaleza. Los repetidos llamados a la ampliación de los programas de investigación, esenciales para una gestión ecológica sólida, recibieron apoyo insuficiente del Servicio de Parques, del Congreso o del público fuera de la comunidad medioambientalista.

El desafío de los recursos naturales

A fines del siglo XX, con amenazas crecientes como el calentamiento global, el aumento de la población y la destrucción de hábitats, la reducción mundial de la diversidad biológica llamó la atención de forma importante respecto al concepto de los parques nacionales como laboratorios ecológicos y “depósitos genéticos”. Científicos y sectores cada vez más amplios del público estadounidense han visto los parques nacionales como un factor importante para la salud ecológica del planeta, depósitos de material genético e islas de naturaleza, bastiones contra el cambio irreversible o la desaparición de especies.

En 1997 publiqué Preserving Nature in the National Parks: A History, un análisis sumamente crítico de la gestión de recursos naturales por parte del Servicio de Parques Nacionales a través de las décadas. En respuesta, el Servicio de Parques casi inmediatamente comenzó a planificar una nueva y ambiciosa iniciativa de recursos naturales conocida como El desafío de los recursos naturales. La iniciativa, anunciada en agosto de 1999, rápidamente ganó el apoyo bipartidista en el Congreso que continúa hasta ahora. Si se mira de forma acumulativa, el desafío incluye por mucho el incremento financiero y de personal más grande que se haya hecho en la gestión científica de recursos naturales en la historia del Servicio de Parques.

El desafío, de alcance verdaderamente integral, adquiere, aplica y disemina conocimiento científico entre profesionales y entre el público en general con la intención de lograr metas en cuanto a los recursos naturales así como para mejorar tanto los parques como la sociedad. Entre sus elementos específicos se cuentan programas acelerados para inventariar las especies nativas de los parques, tanto terrestres como acuáticas, vigilar cambios en su condición, y proteger y restaurar poblaciones en peligro al tiempo que se extraen las especies que no son nativas. El desafío también incluye mayor vigilancia del aire y del agua. La adquisición y preparación de personal de parques para lograr estos y otros objetivos ha sido un factor crítico, como lo ha sido el de mejorar las oportunidades para que el público disfrute y aprenda sobre los recursos naturales y su preservación.

El desafío de los recursos naturales inició una nueva era en la administración de los parques nacionales. Ha crecido hasta llegar a un grado de comprensión y cooperación sin precedentes entre la administración de fachada y la gestión científica de los parques nacionales. De manera importante, coloca al Servicio de Parques Nacionales en una posición mejor para hacer frente a las amenazas del medioambiente de este siglo. Finalmente, en los ámbitos del Congreso y del Servicio de Parques Nacionales, y por supuesto en la percepción colectiva estadounidense, el foco del desafío sobre la integridad de los ambientes naturales de los parques ha ayudado a asegurar una interpretación más amplia, de mayor inclusión ecológica, del mandato legislativo de 1916 de que los parques nacionales queden “intactos para su disfrute por las generaciones futuras”.

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente el punto de vista ni la política del gobierno de Estados Unidos.

Respond to this page Díganos qué opina de este artículo.

       La Oficina de Programas de Información Internacional produce y mantiene este sitio.
       La inclusión de otras direcciones de Internet no debe interpretarse como una aprobación de las opiniones contenidas en las mismas.