14 agosto 2008

Guardianes de la antigüedad

 
Parque Nacional Mesa Verde, Colorado
Parque Nacional Mesa Verde, Colorado, turistas visitan las moradas construidas a fines del siglo XII y en el siglo XIII. ©AP Images

Este artículo pertenece al periódico electrónico de julio de 2008 “Parques nacionales, patrimonio de Estados Unidos”. Para consultar los demás artículos de este periódico haga clic a la derecha

Charlene Porter

El Servicio de Parques Nacionales conserva monumentos antiguos, los presenta al público y comparte con otros países su conocimiento acerca de estas actividades.

Charlene Porter es jefa de redacción para este número del eJournalUSA

Los parques nacionales de Estados Unidos se caracterizan por sus magníficos panoramas naturales, pero en los casi treinta y cuatro millones de hectáreas del sistema se encuentran también miles de sitios prehistóricos, recordatorios de la vida de los que ocuparon el país mucho antes de que los colonizadores europeos proclamaran el descubrimiento de un Nuevo Mundo y fundaran un país.

El Servicio de Parques Nacionales (NPS) valora los artefactos antiguos y la arquitectura creados por los antepasados de las actuales tribus indígenas de América del Norte tanto como los magníficos panoramas naturales creados por la naturaleza y los sitios históricos donde los fundadores de Estados Unidos forjaron su plan para convertir una colonia en una nación.

El Congreso de Estados Unidos promulgó en 1906 una ley nacional con el fin de conservar los sitios arqueológicos para el futuro. De hecho, la Ley de Antigüedades, como se denomina, precede a la ley de 1916 que consolidó la administración de los parques, monumentos y otros sitios bajo el Servicio de Parques Nacionales. Según Francis P. McManamon, arqueólogo jefe del Servicio de Parques Nacionales, la Ley de Antigüedades convirtió en ley la idea de que “esos recursos arqueológicos y sitios históricos debían ser protegidos,  y no debían ser explotados para obtener ganancias monetarias o para satisfacer caprichos personales, o porque debía construirse alguna otra cosa allí donde existieron”.

El impulso para aprobar esta ley empezó a crearse un par de décadas antes de su promulgación, cuando los colonos empezaron a radicarse en el suroeste de Estados Unidos.  Diseminados por la región había casas de adobe y pueblos construidos por indígenas norteamericanos cientos de años antes. Algunos veían estas estructuras como reliquias de civilizaciones anteriores, otros las consideraban canteras de materiales útiles que se podían vender.

A principios del siglo XX, el recuerdo de las guerras libradas entre el gobierno colonial o federal y los indígenas norteamericanos era muy reciente todavía y los indígenas eran discriminados de forma rutinaria. La coincidencia de estos hechos con la aprobación de la Ley de Antigüedades es “llamativa”, dijo McManamon en una entrevista con eJournal USA.

“Al mismo tiempo que se produjeron esfuerzos para conservar estas ruinas y antiguos monumentos, los descendientes de quienes los crearon fueron despojados sistemáticamente de los remanentes de esa cultura”, dijo McManamon. En ese tiempo eran comunes las políticas del gobierno para desalojar a los grupos que habitaban sus tierras tradicionales y purgar el patrimonio indígena de la enseñanza escolar de los niños.

La arqueología en los parques

Casa Grande, estructura prehistórica de las más grandes del país
Casa Grande, estructura prehistórica de las más grandes del país y la primera zona de reserva arqueológica en EE.UU. ©AP Images

Hoy día el Servicio de Parques Nacionales tiene registrados aproximadamente 70.000 sitios arqueológicos en zonas de parques y monumentos que administra. McManamon calcula que podría haber decenas, o hasta cientos o miles de otros sitios esperando ser descubiertos. La conservación de sitios que datan de cientos de miles de años de por sí supone un desafío, pero el Servicio de Parques Nacionales debe tener en cuenta también su misión de permitir que el público vea, comprenda y valore los sitios.

En el caso de las estructuras de los “moradores de barrancos” y los indios pueblo, dijo McManamon que “debemos estabilizar algunas de las paredes de piedra y de ladrillos de adobe, de modo que al visitar los turistas los sitios no se dañe el material original”. Para esto, los conservacionistas deben desarrollar argamasas basadas en lodo, similares a las utilizadas originalmente por los constructores y revoques para proteger los restos del adobe de la construcción original.

Los arquitectos de conservación que trabajan en monumentos, edificios y estatuas comparten este desafío en muchos lugares. McManamon y sus colegas arqueólogos del Servicio de Parques Nacionales, Terry Childs y Barbara Little, adquirieron una nueva percepción de los problemas comunes de su profesión en 2007, cuando un grupo de directores afganos de monumentos visitó Estados Unidos con el fin de observar las prácticas que el Servicio de Parques Nacionales emplea en la gestión de los parques y sitios arqueológicos e históricos.

Igual que muchos monumentos y tesoros históricos en Estados Unidos, los monumentos en Afganistán pueden ser de arenisca, granito o adobe. Dijo McManamon que los cuidadores de los monumentos afganos estuvieron deseosos de discutir las técnicas de la ciencia de materiales implicada en elegir la sustancia apropiada a ser utilizada para estabilizar los monumentos.

El arqueólogo jefe del Servicio de Parques Nacionales confía también en que el intercambio de información ayudará a los directores de monumentos afganos a evitar algunos de los errores que en el transcurso de los años se cometieron en Estados Unidos. “Estamos removiendo la argamasa incorrecta que se utilizó en algunos de los primeros proyectos de estabilización a comienzos del siglo XX. La sustituimos con argamasa hecha a base de lodo, que es más blanda y ayuda a conservar los ladrillos originales de adobe y piedra”, dijo McManamon. “Esto es algo en lo que nuestros colegas de Afganistán estaban al mismo nivel de conocimiento e interés que algunos de nuestros equipos en el terreno”.

Educación comunitaria

Los afganos visitaron sitios en Washington y pasaron ocho semanas en unidades del Servicio de Parques Nacionales en el suroeste del país en un programa de capacitación auspiciado por el Centro para el Patrimonio Cultural del Departamento de Estado de Estados Unidos. Como parte del esfuerzo para apoyar la conservación cultural en Afganistán, el programa de capacitación de 2007 asesoró también a los visitantes en materia de relaciones comunitarias y educación del público.

Con cerca de cuatrocientos parques, monumentos y sitios situados en comunidades muy diferentes en todas partes de Estados Unidos, los funcionarios del Servicio de Parques Nacionales han aprendido en el correr de los años que una relación estrecha y cooperativa entre los funcionarios de los parques y de la comunidad es un elemento importante de la gestión administrativa de un sitio.

La educación es otro elemento de esta relación, y los funcionarios de los parques tienen como norma habitual cooperar estrechamente con sus comunidades para que los niños en edad escolar y otros grupos interesados visiten sus instalaciones. Esto fue “una especie de revelación” para los visitantes afganos, dijo McManamon.

“Pensaron que era extraordinario el que durante su visita, vinieran grupos de escolares en excursiones de estudios, con un guía que les interpretara lo que veían en los patios de Tumacácori [sitio de una misión española en Arizona fundada a fines del siglo XVII]”, dijo McManamon. Uno de los visitantes afganos espera poder presentar programas educativos similares en el valle de Bamiyán. Si bien el movimiento Taliban destruyó allí en 2001 dos estatuas enormes de Buda, el valle de Bamiyán continúa siendo un sitio cultural reconocido internacionalmente, con pruebas existentes todavía del papel que desempeñó como punto de referencia en la Ruta de la Seda en el norte de Afganistán.

Los sitios históricos, desde Afganistán hasta Arizona, son un instrumento crítico para comprender las vidas y las culturas pasadas de cada generación sucesiva, dijo McManamon.  Al experimentar los jóvenes personalmente los lugares auténticos, los edificios y los artefactos de las vidas y eventos del pasado, “podrán comprender y valorar más profundamente” el pasado.

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente el punto de vista ni la política del gobierno de Estados Unidos.

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