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Las elecciones al Congreso

L. Sandy Maisel

La larga campaña: Elecciones 2008 en Estados Unidos

ÍNDICE
Acerca de este número
Internet está cambiando el campo de juego
La nueva tecnología electoral: ¿Problema o solución?
Votar por primera vez
Las elecciones al Congreso
El nuevo elector estadounidense
El voto femenino en Estados Unidos
La cobertura de la campaña presidencial vista desde el autobús de la prensa
Las encuestas políticas: ¿se puede prescindir de ellas?
Un nuevo comienzo
Financiación de las elecciones del año 2008 en Estados Unidos
¿Ha excedido su vida útil el Colegio Electoral?
Bibliografía (en inglés)
Recursos en la Internet (en inglés)
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Para saber mas
 

A su regreso de Irak en julio del 2006, estos miembros del Congreso hablan con periodistas tras sostener una reunión con el presidente Bush en la Casa Blanca.
A su regreso de Irak en julio del 2006, estos miembros del Congreso hablan con periodistas tras sostener una reunión con el presidente Bush en la Casa Blanca.
© AP Images/Lawrence Jackson

Para el pueblo de Estados Unidos, la elección de los miembros del Congreso es tan importante como la elección del presidente. Este artículo expone la composición del Congreso estadounidense, los factores que entran en juego en las elecciones congresionales y el posible impacto de las elecciones de 2008 en las políticas del gobierno de Estados Unidos. L. Sandy Maisel es profesor de Administración Pública en el Colegio Universitario Colby de Waterville, Maine.

Cuando los ciudadanos estadounidenses vayan a las urnas el 4 de noviembre de 2008 estarán votando no sólo por el presidente, sino también por la totalidad de los 435 miembros de la Cámara de Representantes y por un tercio del Senado de Estados Unidos. La atención se concentrará en la elección presidencial, pero las elecciones al Congreso son igualmente importantes.

En el sistema de gobierno establecido por la Constitución de Estados Unidos, las ramas ejecutiva y legislativa comparten la toma de decisiones. La separación de poderes no tendría significación si el mismo partido controlara siempre la presidencia y el Congreso y si a los miembros de un partido se los disciplinara para que siguieran a sus líderes. Ello no es así. Los poderes gubernamentales están separados no sólo en el sentido de que las dos ramas elegidas del gobierno federal se componen de individuos diferentes – por ejemplo, ningún senador o representante puede tener un cargo simultáneamente en la rama ejecutiva – sino también en que aquellos que desempeñan un cargo son elegidos en elecciones separadas, aunque estas se celebren el mismo día. Los ciudadanos pueden optar por un presidente de un partido, un senador de otro y un miembro del Congreso que pertenezca ya a uno de esos, ya a un tercer partido. No sólo es posible, sino que es corriente que un partido controle la Casa Blanca y el otro controle una o ambas ramas del Congreso. A esta situación se la llama un “gobierno dividido”. Más aún, los miembros del Congreso y los senadores no dependen de los líderes del partido para ser reelegidos y, a menudo, expresan esa independencia votando de acuerdo con los intereses de sus electores incluso si estas difieren de las posiciones partidistas.

Kathy Roseth, una ciudadana de Seattle, estado de Washington, interesada en los asuntos cívicos, reúne peticiones para colocar una iniciativa educativa en la papeleta electoral.
Kathy Roseth, una ciudadana de Seattle, estado de Washington, interesada en los asuntos cívicos, reúne peticiones para colocar una iniciativa educativa en la papeleta electoral.
© AP Images/Elaine Thompson

La composición del Congreso

El Congreso se compone de dos cuerpos, la Cámara de Representantes y el Senado. La Cámara debía ser el cuerpo más próximo al pueblo, elegido por el voto popular de distritos relativamente pequeños, con elecciones frecuentes (cada dos años). Hoy, California, el estado más poblado, tiene 53 escaños en la Cámara de Representantes. Los siete estados menos poblados tienen uno cada uno.

El Senado fue concebido para que reflejara los intereses de los estados. Cada estado, no importa cual sea su población, tiene dos senadores. Los senadores ejercen su cargo durante seis años, escalonados de modo tal que cada dos años un tercio de los escaños del Senado tenga que presentarse a una elección. Originalmente a los senadores los elegían las legislaturas estatales, pero desde 1913 han sido elegidos por voto popular. Los fundadores de la nación pensaban que los senadores estarían al margen del apasionamiento popular debido a que eran elegidos indirectamente por períodos más largos; muchos se preguntan si ese es el caso hoy día.

Aunque el Senado y la Cámara tienen iguales poderes, se cree generalmente que un escaño en el Senado tiene más prestigio que uno en la Cámara. Los electores son más numerosos (excepto en el caso de los siete estados más pequeños, donde ese número es el mismo), el período es más largo y los senadores reciben más atención a nivel nacional porque hay menos de ellos.

Las elecciones para la Cámara y el Senado funcionan bajo las mismas reglas, con pequeñas variantes según los estados. Los partidos demócrata y republicano y cualquier otro partido que esté activo en un estado designan candidatos en elecciones primarias; los candidatos independientes obtienen un lugar en la papeleta por petición. El ganador de las elecciones generales de noviembre es el candidato que haya conseguido más votos; no necesita obtener mayoría cualificada.

Factores en la elección de los miembros del Congreso

Hay tres elementos básicos que determinan las elecciones al Congreso: la tendencia partidista del distrito, la presencia o ausencia de un ocupante ya en el cargo, y los temas del día. El sistema político estadounidense ha sido descrito como un sistema competitivo de dos partidos; los partidos demócrata y republicano han dominado la política estadounidense desde mediados del siglo XIX. Más del 99 por ciento de los elegidos al Congreso en años recientes han sido demócratas o republicanos. Un sistema de distritos donde hay un solo candidato individual y donde gana el que obtiene mayoría simple, favorece a un sistema de dos partidos. Los candidatos de terceros partidos o independientes, que se beneficiarían con un sistema de representación proporcional, no reciben ningún beneficio en una elección reñida.

La competición por el control del Congreso ha sido intensa en las décadas recientes, tanto como lo ha sido para la presidencia. Sin embargo, la competición no es intensa en todos los distritos y en todos los estados. Algunos distritos e incluso algunos estados se inclinan fuertemente por uno u otro partido. Por ejemplo, los demócratas ganan por lo común en Massachusetts, y los republicanos en Wyoming. Han ocurrido excepciones, pero ningún político entrará en la elección congresional de 2008 sin conocer la tendencia partidista normal de los votantes del distrito o el estado.

Los resultados de una elección pueden explicarse por la presencia o ausencia de un candidato que ya este ocupando el escaño. Durante más de tres décadas, más del 95 por ciento de los miembros de la Cámara de Representantes que se han presentado a su reelección, han tenido éxito. Los senadores federales que ya ocupaban un escaño también han logrado su reelección. Incluso en elecciones en las que muchos escaños cambian de partido, hay más rotación de partido en los escaños por las que no compite un miembro actual del cuerpo legislativo. El efecto de estos factores se aprecia cuando uno examina los posibles candidatos que buscan ser designados para competir por la Cámara o el Senado. En los escaños con alta probabilidad de ardua disputa – por ejemplo, aquellos donde no compite ningún miembro actual en un distrito estrechamente dividido entre demócratas y republicanos – es probable que muchos candidatos compitan en la elección primaria de cada partido. Si un escaño está abierto a la reelección y un partido domina el distrito, es probable que haya una intensa competición en la elección primaria de ese partido, pero la competencia será escasa o nula en el otro partido. Finalmente, si un miembro actual compite es improbable que encare una competencia seria, y los líderes del otro partido podrían tener que revolver cielo y tierra para encontrar a alguien que quiera presentarse. Cada una de estas generalizaciones corresponde menos al Senado que a la Cámara, debido a que los escaños senatoriales se consideran más valiosos y los resultados son menos predecibles.

En 2008 se elegirá un nuevo presidente, y los temas nacionales – la guerra en Iraq, el terrorismo, la política de inmigración, la dependencia energética – dominarán el escenario. Si la tasa de aprobación del presidente Bush entre los votantes sigue siendo baja y estos temas llegan a las elecciones de noviembre sin resolverse, los demócratas podrían tener ventaja en las competiciones disputadas reñidamente.

En Filadelfia, Pensilvania, Patrick Murphy, veterano de la guerra en Iraq, hace campaña para un escaño el Congreso en las elecciones de mitad de período de 2006.
En Filadelfia, Pensilvania, Patrick Murphy, veterano de la guerra en Iraq, hace campaña para un escaño el Congreso en las elecciones de mitad de período de 2006.
© AP Images/H. Rumph, Jr.

Implicaciones para la gobernabilidad

Tras las elecciones a Congreso de 2006, Washington se destacó por su gobierno dividido, con los republicanos en el control de la Casa Blanca y la rama ejecutiva y los demócratas en el control de ambas cámaras del Congreso, aunque en el Senado lo hagan por un margen mínimo.

Actualmente los republicanos ocupan 22 de los 34 escaños senatoriales a disputarse en 2008. Incluso una pequeña ganancia demócrata no le dará a ese partido una mayoría abrumadora. Las reglas del Senado requieren 60 votos para llevar a cabo acciones importantes; es extremadamente improbable que los demócratas se acerquen a ese número.

En la Cámara de Representantes los demócratas poseen aproximadamente 30 escaños más que los republicanos. Aunque los planes de muchos miembros son fluctuantes, es probable que aproximadamente 25 representantes abandonen sus bancas después de este Congreso. La mayoría de esos escaños – y, tal vez, otros 25, muchos de ellos ocupados por demócratas que los obtuvieron en lugar de los republicanos que los ocupaban antes en 2006 – serán arduamente disputados en 2008. Los demócratas parecen tener una pequeña ventaja en estas competencias y podrían aumentar ligeramente su mayoría pero, nuevamente, no lo bastante como para darles mano libre en el gobierno.

Como resultado de las elecciones al Congreso que se avecinan, si un republicano es elegido presidente en 2008 puede encarar una oposición decidida, que controle una mayoría en ambas cámaras del Congreso. Si resulta elegido un demócrata, es probable que gobierne con un congreso controlado por su partido, pero en el que los republicanos retendrán fuerza suficiente como para entorpecer importantes iniciativas de política.

Un sistema de gobierno con separación de poderes, sistemas significativos de control y contrapesos y en el que la mayoría de los resultados de la elección legislativa los son determinados por la fuerza del candidato y no por las tendencias nacionales, promueve un cambio lento de las políticas nacionales. Eso es lo que pretendían los autores de la Constitución. Los temas críticos dominarán las elecciones del 2008. Aún cuando en ciertos temas el nuevo presidente podrá actuar sin la concurrencia del Congreso, en muchos más, las políticas del gobierno de Estados Unidos, si no la retórica, cambiarán sólo ligeramente.

La larga campaña: Elecciones 2008 en Estados Unidos

Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente los puntos de vista o políticas del gobierno de Estados Unidos.

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